domingo, abril 30, 2006

VIRGINIA VIII (LANGLEY HIGH SCHOOL)

Al costado derecho de la calle Georgetown Pike
un poco más adelante de la Chain Bridge Road,
hay un infierno para los ascetas y los santos
la perdición para vírgenes, beatas y gazmoñas
las calderas de Pedro Botero donde todo arde
ante aquel mar de ninfas y efebos por la libre.

Mancebos de porte aguerrido y cachondo
de caminar altanero sobranceros en sus carnes
con apariencia indignante para los obesos
de bíceps, tríceps y pectorales radiantes
cabelleras lustrosas en plenitud primaveral
voces sedosas y miradas de águila real
que van catando presas para su nido.

Doncellas primorosas de vientres planos
piernas infinitas y pechos de vampiresas
con cuellos para collares y lamidas largas
de nalgas duras, delicadas y apretadas
con brazos de contorno titánico y dulce
de ojos que prometen cielos e infiernos
con labios desdeñosos en su inocencia.

Mazo de hombres y mujeres en iniciación
que se desgajan por las avenidas sin paz.

© Alfredo Cedeño

viernes, abril 28, 2006

HEROICO III

Parece ser que Patroclo a veces le agarraba el culo a Aquiles
pero como ambos eran griegos ese negocio quedaba
entre ellos con desparpajo y sin pudores machistas
de estos que ahora disfrutamos en nuestro día a día.

Quiero decir, yo cronista de medio pelo y tercermundista,
que el chisme quien primero lo dijo fue el viejito Homero
de lengua viperina y de la que pocas honestidades pudieron
mantenerse incólumes en aquellos tiempos de jaleo y putería.

Cuentan que una noche Patroclo, cabronazo y buen tipo él,
mandó a las esclavas que prepararán una cama sabrosona
para Fénix, y la hicieron de pieles de oveja, colcha suculenta
y cubrecama de lino donde el viejito se empiernó con Eos.

En otra pieza Aquiles se enrolló con una hembra que se robó
en Lesbos, llamada Diomeda, hija de Forbante, y decían
que con unos cachetes sonsacadores, piernas sabrosas
y las tetas más perfectas que se vieron nunca en la mar entera.

El muchacho, despechado y confeso, pero sin poder quedar mal
se acostó en la pared del frente junto con Ifis, a la que Homero
llamó la de bella cintura, porque supongo no podría decir
que tenía un culo apoteósico y de los mejores de aquel tiempo.

No hay que suponer mal para saber que en vez de entonar milongas
el hijo de Menetio se dedicó a follar cuidadosamente a esa sabrosura
tratando de evitar pensar en el escudo abollado por mazazos
que los enemigos le habían estando acuñando en las batallas.

Pasados unos días se encasquetó la armadura de Aquiles y se lanzó
a cajas destempladas al campo de batalla descabezando troyanos
quienes no sabían cómo parar semejante despecho que desatado
segaba cabezas y vaciaba su derrota mayor ante el héroe cachondo.

Su jodentina duró hasta que Héctor le plantó una lanza en el corazón
y su desolación voló dejando sus dolores en tierra, atolondrando de dolor
a Aquiles quien al enterarse se arrancó los cabellos y se revolcó llorando
desconsolado al punto que creían se decapitaría con su propia espada.

Después de moquear hasta casi deshidratarse, de pasarse un rato desnudo
dentro de su carpa, quien sabe si alentado por la malquerencia, se alzó el héroe
y ordenó el rescate del cuerpo asaeteado, cagado de moscas y polvoriento
para que se le honrara como sus lanzas -la guerrera y la pélvica- merecían.

Mandó montaran un trípode encima de un fogón para que calentaran agua,
después de enjuagarlo concienzudamente lo emparamaron de aceite
le atapuzaron las heridas con bálsamo de nueve años, que no escocés de 12,
lo pusieron en el lecho y lo taparon con un sudario, tal vez blanco, de lino.

Fue así como el de los pies ligeros comenzó a pasearse por la idea mortal,
preparando su talón, ese que Tetis dejó afuera cuando lo metió a la laguna,
para que París lo asaeteara mientras evocaba a su enterrado Patroclo
y no a Briseida, la del culo apoteósico y maromero, que le robó Agamenon.

Por eso juró, y lo cumplió, atravesar a Héctor con su espada de bronce
para vengar la pérdida del guerrero compinche. Fue por eso que la saeta
pudo morderlo haciéndole volar al caer rodando entre los muslos sin fustanes
de la muerte, para volver a abrazar al verdadero amor de su vida para siempre.

© Alfredo Cedeño

miércoles, abril 26, 2006

ALDEANO

Esta aldea donde crecí no tiene la prosapia de Berlín
menos la de París, Londres o Madrid.

Sólo un puerto lleno de luz y un sentimiento de libertad
que me mantiene fuerte e insolente
para caminar sobre escenarios de tragedias
donde el abandono hace pasto para la desolación.

Azul de la mar recogiendo sal y turquesa
añil del cielo entrampado de luceros
verde de monte escondiendo conejos y lagartijas
ganas de vida entre piedras y besos de abuela
y un equilibrio que me desbarata los recuerdos.

© Alfredo Cedeño

lunes, abril 24, 2006

BESAR

Quería darte muchos besos que no supieran igual
y los encontré solos en una esquina del horizonte
más abajo del callejón angosto de las despedidas
entre las gavetas dulces de las balanzas de flores
con las mariposas celestes regalando clemencia
encima de los bordes amplios de las chimeneas
adentro de unas ganas que nunca se me terminan.

© Alfredo Cedeño

martes, abril 18, 2006

BANDOLERÍAS XXXVIII

Decías perióquido con aire resuelto y lengua enredada
decías hodrodoso con cara de pícaro y voz insolente
decías fecorrarril sin pausa y aires de Peter Pan desnudo
decías bacallo con firmeza y cabalgabas en mi espalda
dices –y decías- papi y me desbarato de mi mejor amor.

© Alfredo Cedeño

domingo, abril 16, 2006

RETO

La muchacha monta su pierna sobre el muchacho
en un banco que derrite pudores sin palabras
y de un tajo arranca en las pupilas vecinas
las penas que cercan sus ingles y las de él.

Se hacen cirios que naufragan sin medallas
en una Caracas que cada día nos duele más
sin crímenes perfectos que callen las calles
y podamos seguirnos viendo vivos en ellos.

Que lancen sus coches y almas frías desveladas
para irlos sacudiendo con la carne firme
de los miedos que no se acuartelan
y saben ganarse en desafíos los gestos libres.

Por eso, esta Caracas desafiante se besa
en las piernas doradas de la manceba
que cabalga al abordaje a su muchacho
en los asientos públicos del corazón citadino.

© Alfredo Cedeño

jueves, abril 13, 2006

CUARESMAL

Pasa la semana mayor
y cuelgo mis pecados
a ventilarse orondos
en su cachondez regia
sin Magdalenas que los consuelen
o al menos los sacien.

Una procesión sin otros sayos
que no sean caperuzas de latex
que fálicas amparan de males,
crueles e impertinentemente postmodernistas,
heredados del insaciable culto
a nuestra señora Venus.

Ninguna cirinea aparece en mi cama
por lo que invoco a Onán
a Nuestra Señora de la Puñeta
y a las once mil vírgenes
para delirar en mis pecados
donde hozo convulso y confeso.

Pilatos pélvico me enjuago
sin atisbar más epifanía
que un sonoro orgasmo
desfollonando estas ganas perpetuas
que resucitan incansables
en cada vida, pasión y coito.

Este particular Via Crucis
sin Dolorosas que enjuguen mis ganas
o villanas restañando mis heridas
a veces se torna desquiciante
enmarañado por ganas que me crucifican
sin poder siquiera santiguarme.

© Alfredo Cedeño

martes, abril 11, 2006

CIRCO

Como un loro trapecista te cerco torpe
buscando tus labios en un beso ausente
a la hora en que caen los llantos en escabeche
sin una caricia verde que llevarme a la boca.
© Alfredo Cedeño

viernes, abril 07, 2006

ARRIBO

En las noches aparecen los delirios,
tus manos me escurren canciones
y tu boca se presenta a cobrarme.

Llegaste suave, esbelta y altanera,
como una cinta bermeja de pimentón
encima de una paella sin memoria.

Apareciste de busto breve y preciso,
como las cayenas abriendo temprano
en las albercas grises de los parques.

Me derribaste con impulsos suaves
como las cenizas que llegan a Sicilia
en los días de alboroto del Stromboli.

© Alfredo Cedeño

miércoles, abril 05, 2006

HEROICO II

Laocoonte siendo sacerdote de Apolo se dedicó a
castrar efebos y violar doncellas con sistemática dedicación
digna de más augustas causas, aunque no menos jacarandosas,
hasta que del mar aparecieron las serpientes de Neptuno
para ahogar a sus dos hijos, que terminaron también con él.

Fue el único que supo presagiar el engaño con que los griegos
tomarían a Troya y quedó su martirio en el mármol que ahora
atesora El Vaticano, luego de pasar unos cuantos siglos
bajo la tierra de la parcela de un campesino italiano que sólo
supo de ahogar a su mujer con el follar y el empreñar anual.

Todo este fandango comenzó -según la lengua de Homero- cuando
París quien pese a su condición de príncipe y en honor a su verga,
muy cachonda y vagabunda, se robó a Helena, mujer de Menelao,
por lo que los aqueos se dedicaron a sitiar con escasa misericordia,
y durante dos lustros, a la hasta entonces reina de Los Dardanelos.

Escombros y esclavos quedaron donde coitos y señores reinaron,
azotaínas implacables contra los viejos patricios remacharon
el triunfo que sobre las ingles del rey putañero se supo maquillar
con una supuesta guerra por la libertad económica en el Mar Negro
que los troyanos habían sabido zamparse a su faltriquera voraz.

Del Mediterráneo no se podía pasar al Mar Negro sin pagarles
a estos hijos de Troya, en las aduanas se quedaban ninfas y efebos
para completar el peaje de quienes eran dueños y señores del mar
hasta que los aqueos con Agamenón, muy señor y rey de Micenas,
con su caballo de madera empreñado de soldados y lanzas la acabó.

Y en ese menú de melancolías una veleta hizo que en un decenio
se acabara la ciudad temible donde besos y amores fueron milagros
botando cielo e infierno, de propios y forasteros, sedas, oro y poder
al fondo del mar donde nunca Matarile iría a buscar o llevar sus llaves
en una disposición de ilusiones disfrutadas por los dioses y sus olvidos.

© Alfredo Cedeño
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