sábado, marzo 31, 2012

LLAMAS


Entre candelas y rejas
los milagros saltan
transfigurados en flores,
y dejan una plegaria mínima,
casi transparente,
convertida en corona
sin espinas que laceren
el fervor de la gente pura.

© Alfredo Cedeño

jueves, marzo 29, 2012

LABRADOR


Decía el abuelo que no se podía esconder nada entre cielo y tierra
y menos entre las nubes cuando se alborotan sobre la montaña.

Repetía a diario el abuelo que la tierra es una y trina, como Dios,
porque es comida, pero también terrón, sudor y una canción larga.

El abuelo siempre remachaba con sus brazos de bronce lastimado
un largo repique de cariños al suelo para alimentarnos a todos en casa.

© Alfredo Cedeño

martes, marzo 27, 2012

ESCAQUE


Me quedo en cada cuadro lo necesario
para hacer volar la mugre que esconden,
voy bruñendo nubes al compás del tiempo
y el cielo se podrá ver mejor en mi obra.

© Alfredo Cedeño

domingo, marzo 25, 2012

FELO





Yo soy un privilegiado. He vivido momentos terribles, amargos, desoladores, pero esos han sido los menos. He vivido una larga cadena de momentos felices que superan sobradamente los nombrados anteriormente. De esos momentos buenos, el mejor siempre fue, ha sido y será, el que me tocó el 8 de noviembre de 1996. Ese día nació mi hijo Alfredo Rafael, Felo.



A mi padre siempre le oí decir: “Sabrás para qué has nacido el día que te nazca un hijo”. A los cuarenta años, recién cumplidos en aquellos días, entendí en toda su dimensión el aserto que, casi como un mantra, había oído tantas veces al viejo.




No les voy a dar la lata, porque ciertamente me convertiría en un papá majadero e insoportable, escribiéndoles las mil y una cosas que aprendí al lado de lo que al comienzo fue una entrañable pelota de carne gimiente. Siempre digo que crecimos juntos: él cumpliendo su ciclo natural, yo tratando de aprender a ser padre. Sigo preguntándome si lo he hecho bien, y no lo sé, decidí que tampoco quiero saberlo. He tratado de darle lo mejor de mí y de disfrutarlo al máximo. Tampoco ha sido fácil, porque esa maldición-bendición que es mi vocación de servicio y literaria, más de una vez me ha hecho pecar de injusto con él exigiéndole demasiado.





En todo caso su irreverencia se conserva, sus ojos no dejan de buscar con la misma frescura que recuerdo han tenido siempre. Muy temprano comenzó a retozar con las imágenes. Ahora, que ya es adolescente, también se dedica a jugar con la palabra y esta semana me sacudió como sólo me había pasado el ya mencionado 8 de noviembre cuando me entregó estas líneas que ahora comparto orgulloso, necio y feliz:



“Con una habilidad envidiable para cualquier barbero
y una rapidez tan fluida como para impresionar a maratonistas
me alisté decidido a emprender mi rumbo:
salí a la sala con mis zapatos anchos, resaltantes,
claramente notables fuera del uniforme,
casi a punto de salir me volteé para despedirme
y al terminar el giro, ahí estaba él
un progenitor perdonado por el tiempo, que había pasado con suavidad,
con su pelo de enredaderas blancas grisáceas
con sus travesuras de la niñez reflejadas en los ojos
y alguna que otra competencia de quinceañeros en sus oídos.
Con sus facturas cobradas por antiguos vicios inofensivos
olvidados, pero presentes.
Mi padre, que más que una figura o un ejemplo
o una persona más de confianza
es un hombre sin adjetivos calificativos
admirable, radiante y trepidante.”



sábado, marzo 24, 2012

BREVE


Bendita sea la magia de la luz que desgarra los bordes oscuros
y planta la sutileza arrugada de quien vivirá dos días…

© Alfredo Cedeño

jueves, marzo 22, 2012

HACENDOSO


Mi trabajo es un saco pequeño
donde meto diez mazorcas
con quince hojas de albahacas
y tres espigas dormilonas.

Mi saco es un caballo pinto
que me saca a pasear en la tarde
por encima de las cañadas
y me lleva volando al río.

Mi caballo es un sueño bonito
donde soy grande grandísimo
y alzo diez sacos de mazorcas
para que todos comamos arepas.

© Alfredo Cedeño

martes, marzo 20, 2012

GARBO


Oro sobre mar y montaña
con agujeros que rompen
un ribete de plegarias,
el cielo lanza algarabías
como leves olas entumecidas
mientras deja rodar las nubes.

© Alfredo Cedeño

domingo, marzo 18, 2012

TRUJILLANEANDO 12 (San Lázaro)



He tenido el privilegio de recorrer el estado Trujillo al ritmo de mis quimeras, seguramente descuidando aquello de lo que la “gente normal” suele ocuparse. ¿Pero cómo dejar de apasionarse por un país como este donde tuve la suerte de nacer? En mi vagar por él llegué a este estado que, gracias al soporte de una de sus nativas, lo he podido andar para conmoverme hasta el llanto en más de una oportunidad.



Siempre recuerdo parte de unos versos de Alberto Arvelo Torrealba que se refieren a su amado llano:
Sabana, sabana, tierra
que hace sudar y querer,
parada con tanto rumbo,
con agua y muerta de sed



Si a estos versos le cambiamos sabana por Trujillo, tendrían la misma validez. Este estado tiene todo y su gente no tiene nada. Es lacerante. Pero pese a eso, el trujillano de adentro, “el paisano” sigue laborando y sigue haciendo que estos espacios sean un trocito precioso de esta manta multicolor que es Venezuela.



Casi en el centro de este estado está San Lázaro, que se aposentó en medio de una retícula de pequeños valles en una de las estribaciones del ramal de Piedras Negras de la Cordillera de Trujillo. Sus calles son un tablero de gente, casa, gestos, colores, paradojas y gestos. Han pasado casi cuatro siglos desde que el obispo Fray Mauro Tovar lo fundó como pueblo de doctrina.



Déjenme mostrarle lo que este pueblecito digno y hermoso es, a través de las imágenes que logré hacer allá… Y no se sorprendan si en la carretera consiguen un autobús diminuto con el color del cielo, ¡es que viene de allá!

© Alfredo Cedeño








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