jueves, noviembre 29, 2012

TRES



Hojas, sombras y tabla
fueron trinidad de otoño
y dientes de una sierra
que troceó melancolías.

Mesa, sangre y sepia
dejaron muescas colgadas
y un laberinto minúsculo
donde guardar la ternura.

Trazo, textura y pliegues
hicieron el juego pulcro
de una canción marchita
y barrieron sus perdones.

© Alfredo Cedeño

martes, noviembre 27, 2012

INEXPERIENCIA


La candidez de ambos abre un abanico de agua mansa
sobre miedos y cicatrices…
Uno duerme, el otro vigila sus mutuas inocencias
y ambos van saltando con algarabía entre sábanas
donde se calientan las ganas de ser libres
mientras el mundo se hace un balón que patear
o una pata de mesa que mordisquear sin piedad…
¿Cómo no bendecirlos al uno y al otro?

© Alfredo Cedeño

domingo, noviembre 25, 2012

IDENTIDAD Y VENEZUELA


           Hoy escribo con todas las reservas del caso, con plena consciencia de estar entrando a un campo minado donde es muy posible que aparezca más de uno –o una– exigiendo mi decapitación inmediata por insolente, o reaccionario, o por cualquiera otra de esas lindezas que ciertos personajes “radicales” suelen utilizar en ocasiones como esta.
 
           Pero, como a fin de cuentas, nunca ha sido la morigeración motivo del cual ufanarme vayamos a lo que voy y que se arme la gorda. ¿Será que me tocará una flaca? (Segundo párrafo apenas y ya le estoy dando argumentos a las entradas en carnes para que se sientan emulas de Salomé y pretendan mi cabeza así sea en una tapa de caldero…)
 
          Dejo la vagancia, y divagancias, para tratar de mantener el rumbo, pese a lo poco flexible y escasamente divertido que suele ser el sometimiento a los cánones argumentales. En todo caso, como dicen los mexicanos, me vale madre y sigo en lo mío.
 
 
           Vaya a saber Dios cuando se acuñó el termino Identidad Nacional, seguramente en algún lado por ahí tengo el dato anotado; o sabrá Dios en cual de estos libros puede estar. Les confieso que hoy ando con el vago trepado en el cogote, ante lo cual opto por escribir de memoria.
          Como bien han de suponer no ando precisamente de ganas para ponerme a escarbar allí. Lo que si les puedo decir es que en el caso venezolano tal definición gozó de una amplia difusión a partir de mediados de los años 70, cuando Esteban Emilio Mosonyi, acompañado de un nutrido grupo de compañeros profesores de la Universidad Central de Venezuela, así como estudiantes y creadores de diversas disciplinas, creó el Movimiento por la Identidad Nacional.
 
           El mencionado grupo destacó en aquel tiempo por una campaña contra las Misiones Evangélicas Nuevas Tribus y su trabajo, supuestamente pastoral, que llevaban a cabo entre los diferentes grupos indígenas que habitaban el estado Amazonas. Fue de tal intensidad y constancia la mencionada “pelea” que el extinto Congreso Nacional nombró una comisión que investigó a profundidad a dichos misioneros, y al poco tiempo esa asociación religiosa fue expulsada de los mencionados espacios.  
 
          Pero como a fin de cuentas se trata de dar cierto soporte a lo que se dice, recurro a Pedro Talavera Fernández, de la Universitat de Valencia, España, quien explica así dicho concepto: “La Identidad nacional se puede definir como el sentimiento subjetivo del individuo a pertenecer a una nación concreta, a una comunidad en la que existen diversos elementos que la cohesionan y la hacen única, como por ejemplo la lengua, la religión, la cultura, la etnia, etc.; siendo estos elementos objetivos sobre los cuales se asienta el sentimiento de pertenencia a una comunidad, una comunidad nacional.” 
 
           Si queremos ponernos a escarbar en lo etimológico, diría que la palabra nación proviene del latín nātio (derivado de nāscor, nacer). Dijo Varron – Marcus Terentius Varro–, quien fue amigo de Cicerón y autor de Sátiras menipeas: “Son muchas las naciones que habitan los diversos lugares de Europa”. Considero que es pertinente señalar que este señor vivió en 116-27 a.C. Es decir: desde hace más de dos milenios se viene gestando alrededor de dicha palabra todo un universo de significados. ¿O serán significancias? Le dejo eso a los eruditos profanos para su correcta dilucidación. 

            De continuar “curucuteando” en torno a la palabreja, encontramos en el siglo X, específicamente en el año 968, al obispo Liutprando de Cremona, quien en un samplegorio que tenía con el Emperador Bizantino Nicéforo II asentó en una de sus misivas a él: “lo que dices que pertenece a tu Imperio, pertenece, como lo demuestran la nacionalidad y el idioma de la gente, al Reino de Italia.”
           También podría hacer referencias a las universidades medievales y como los estudiantes se agrupaban en “naciones” de acuerdo a su lengua materna o lugar de nacimiento. En aquel tiempo, también los comerciantes de los grandes mercados se reunían en naciones, identificándose así el origen de los productos en venta.
           Si nos metemos ahora con lo que significa identidad, la marrana torcería el rabo, por lo cual me limitaré a transcribir al caletre, amén del ya citado Talavera, aquello de: “Todos los elementos comunes que unen a un pueblo, una nación, personas, tales como el idioma, la religión, gastronomía, folklore, música, danza, y muchos otros elementos; ese sentimiento común a todos los ciudadanos que conforman un país es lo que conocemos como Identidad Nacional.”
           No puedo dejar de mencionar la diatriba que entraña dicho concepto. Hay quienes cuestionan la “identidad nacional” porque, aseguran, está sospechosamente cerca al “carácter nacional”. También hay aquellos quienes afirman que ello acarrea consigo unos supuestos racistas. 
 
            ¡Santa María de Ipire! ¿Será que habrá algo en lo que, por fin, todos a una coincidamos? En el caso de Venezuela donde se ha construido un crisol en el que se han transmutado indios, negros, españoles, colombianos, italianos, portugueses, canarios, argentinos, rusos, alemanes, chinos, chilenos, árabes, y paremos de contar, ¿se puede hablar de una identidad nacional? ¿Acaso lo nacional está más allá del amor por la tierra natal? ¿Qué pasa con aquellos que han adoptado a Venezuela con amor genuino y se han despojado del lar nativo? Eso mismo ocurre en el planeta entero.
          ¿Hasta cuando seguimos amarrados a los dogmas que no dejan volar la esencia del hombre? ¿Qué perverso mecanismo interno se nos dispara y hace que la miopía mental se eleve a niveles incalculables que sólo permiten el afianzamiento de divisiones y diversas segregaciones?
            Hay un sentimiento de pertenencia a un rincón que se desborda de emociones y que está más allá del accidente natal-geográfico de nuestros respectivos alumbramientos. Me han tildado de apátrida en alguna oportunidad por decir que me hubiera gustado nacer en Puerto Rico o en New York o en Londres o en Toledo o en Recanati. Y estoy convencido de que si me hubieran parido en cualquiera de esos lugares, seguiría profundamente enamorado de esta tierra que es mía no por haber nacido en ella, sino porque junto con su gente se me ha sembrado con agreste dulzura en los sentidos.

© Alfredo Cedeño



sábado, noviembre 24, 2012

SIGNOS

Hay días cuando la noche se puebla de soles diminutos
que abren ventanas donde se acicalan las luciérnagas,
son suaves parpadeos de estrellas fugaces sin caminos
ni balcones donde mirar el paso de carruajes enlutados.

© Alfredo Cedeño


jueves, noviembre 22, 2012

VERDE Y LILA

Una difusa retícula
revolvió el verde
con una campana lila
que difuminó torres
y prendió la mañana
sobre la maraña de árboles…

© Alfredo Cedeño

martes, noviembre 20, 2012

MACIZO

La tierra hizo alarde de sus fuerzas
y mostró su musculatura de piedra,
lanzó sobre la planicie dormida
un bostezo de limpios abismos,
el cielo con cautela vistió un capote
y se quedó en vilo mientras esperaba.

© Alfredo Cedeño


domingo, noviembre 18, 2012

PUEBLO AÑÚ

           Hay amenazas a los pueblos minoritarios que a veces son más crueles que la propia aniquilación física: ello ocurre cuando, por medio de diferentes mecanismos de opresión cultural, son despojados de sus manifestaciones más profundas. Uno de los peores es cuando la lengua hablante de un determinado grupo humano, agente que los cohesiona por excelencia, desaparece. Es del pensador inglés Samuel Johnson aquella frase que reza: “En el idioma está el árbol genealógico de una nación”.
        Este elemento no sólo sirve como unidad diferenciadora a los integrantes de un colectivo determinado, sino que, además, se convierte en un vehiculo aglutinador que les otorga a ellos el sentimiento de ser parte de “algo”, de no ser un individuo aislado. ¿Recuerdan aquello del muy mentado espíritu gregario? No tengo dudas de que el lenguaje propio de -cualquiera sea- un grupo social es su característica por antonomasia.

           Bien han sufrido ustedes dominicalmente diversas manifestaciones de mi naturaleza divagante, de la cual desde hace muchísimo tiempo el celebérrimo José Humberto Márquez y Zambrano –gocho y lustrado- se ha quejado reiteradamente. Hago este inciso porque al pergeñar las líneas anteriores me vino a la mente el Génesis.  Dice el citado libro bíblico que Yavé, luego de crear al hombre y ver que todos hablaban un idioma común, entró en pánico ante la amenaza que ello representaba.  Confieso que no entiendo bien a qué le podía tener miedo, pero lo tenía… así que se dijo a sí mismo (a menos que haya tenido mujer o algún otro ser otorgador-recibidor de afectos, lo cual no queda claramente explicado en Las Sagradas Escrituras): “…bajemos y una vez allí confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos a los otros.”
          Así que los amigos apóstatas bien podrán achacar a Él la causa de todos nuestros males.  Sigamos a lo que voy este domingo 18 de noviembre. Hoy escribí sobre el octavo grupo indígena más numeroso que sobrevive en Venezuela: los Añú o paraujanos, como también se les conoce.  Cifras oficiales del año 2001 revelaban la existencia de 17.437 de ellos distribuidos en algunas zonas del estado Zulia, occidente de Venezuela. 
           En 1991, cuando realicé para El Diario de Caracas, con el invalorable apoyo de las queridas Lucy Gómez y Mariela Pereira, una serie de trabajos sobre la realidad indígena venezolana, recuerdo el escándalo de ver como el idioma de ellos estaba en franca vía de extinción. Apenas quedaban, en aquellos días, cinco (5) ancianas que hablaban dicha lengua. Compartí mi angustia con ese venezolano de excepción que fue Daniel de Barandiarán ante lo que significaba ello.  Y fue Daniel quien, unos meses más tarde, me llamó con su habitual entusiasmo y la voz más estentórea que nunca para darme la noticia que había un grupo de investigadores que estaban trabajando a pasos firmes y enormes en la recuperación de dicho idioma; lo cual en la actualidad se logró.  
           Bien sabemos que no todo es siempre como quisiéramos que fuera, si bien se superó el escollo idiomático ahora son otras las vicisitudes que ellos enfrentan en sus espacios.  
           Considero pertinente explicarles que a los Añú les achacan el origen del nombre de nuestro país, ya que fue a ellos, y sus viviendas, quienes vieron los primeros exploradores europeos que anduvieron el poniente de nuestra geografía. 

          Ya comenté semanas atrás (http://textosyfotos.blogspot.com/2012/08/la-casa-venezolana.html ) sobre la teoría que hay en torno al origen del nombre Venezuela por una carta que, comenzando el siglo XVI, envía Américo Vespucio desde Sevilla a Pier Francesco de Medicis en la cual habla de la similitud con Venecia, y también se supone, según algunos historiadores, hablaba de la Pequeña Venecia.
          Lo que no les terminé de contar –¡Joder! Que tampoco puede uno quemar todos los cartuchos de una vez, porque ¿cómo cazas después algún váquiro que consigas mal parado en el camino?–   algo de la mencionada misiva del Vespucio al Medicis, es que al revisar el original de dicha correspondencia se lee exactamente: …e trovammo una grandissima popolazione che tenevano le lor case fondate nel mare come Venezia, con molto artificio, e maravigliati di tal cosa, accordammo di andare a vederli e comma fummo alle lor case vollovi difendersi, che non entrassimo in esse… 
           Pero, no es sólo en esas líneas donde dice lo que escribe, sino que en una carta-relación que redacta el 4 de septiembre de 1504, en Lisboa, dejó asentado respecto a esa oportunidad:  “Fumo a terra in un porro dove trovamo una popolazione fondava sopra lacqua come Venetia; erano circa 44 case gran adoso di capane fondate sopra pali grossissimi…”. 
          Si alguno de ustedes lee un diminutivo vinculado al nombre Venecia en las líneas citadas, ¿me pueden dar luces? Lo agradeceré infinitamente.
           A todas estas, quiero también hoy darles a conocer un dato sobre un cartógrafo español: Martín Fernández de Enciso quien en su libro Suma de Geografía que trata de todas las partes y provincias del mundo, en especial de las Indias, que se publicó en el año 1519 en la muy castiza Sevilla, se puede leer: y al cabo de la cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima de ella está un lugar o casas de indios que se llama Veneçiuela…
          Lo dicho por don Fernández de Enciso lo parece corroborar en 1603 Juan Botero Benes, quien en su libro Relaciones de Universales del Mundo, dijo que en el golfo de Venezuela hay una población de indios con ese nombre edificada en un peñasco “essempto y relevado que se muestra sobre las aguas”. (Aclaro aquí por una nota de un señor, o señorita, anónimo que me reclamó la semana pasada sobre mis “errores”, que estoy transcribiendo textualmente la grafía utilizada en aquel entonces.)
          ¿Será muy insolente de mi parte decir que, de nuevo, ciertos amigos  historiadores están pelando más bolas que El Fugitivo?  ¿O será que Fernández de Enciso y Botero Bones eran unos viejitos majaderos que escribieron eso para desprestigiar el honorable mundo de la historiografía?  Los impertinentes no son de nuevo cuño, siempre los hemos habido…
 
          Sigo con mi cuento que me interesa, pero es que quienes me conocen, saben bien lo que me gusta un chisme, y no me irán a negar que este sobre el nombre del país de mis tormentos, en la nota de parafrasear al maestro Cabrujas, no está interesante. Fin de fines que los Añú se mantienen regados por Isla de Toas, algunas zonas urbanas de la capital zuliana y en la Laguna de Sinamaica, donde continúan, mediante el uso de técnicas seculares, fabricando sus casas y caminería sobre las aguas. 
          Ya no es el riesgo de perder su lengua original, ahora son problemas de sedimentación y de agentes exógenos que atentan contra ellos y su modelo social. Y cierro esta nota de hoy con otra frase del bachiller Samuel Johnson: Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción. 
PD: Gracias por dejarme compartir con ustedes estas líneas…


 
 
 

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