jueves, mayo 30, 2013

COBALTO Y GUALDA

Con suma delicadeza el amarillo se dejó caer
sobre un crespón índigo y luego rebotó aéreo,
abajo el verde océano largó sus brazos anchos
y también crestas delgadas de sutilezas vanas,
una tormenta recóndita de arpegios cromáticos…


© Alfredo Cedeño

martes, mayo 28, 2013

ESTRELLADA

A veces las estrellas se estrellan contra los muros
y deslíen el cielo con suavidad de espuma marina
encima de una tarde gris que termina desgarrada,
otro tanto suele ocurrir que un astro se estremece
y hace danzar con paso entrecortado
la piel del que mira su ternura infinita de luz en harapos.


© Alfredo Cedeño


domingo, mayo 26, 2013

BURERE

Corría el año 1779 cuando monseñor Mariano Martí, en el transcurso de su más que nombrada Visita Pastoral a la Provincia de Venezuela, se dirigió al rey Carlos III, solicitándole que Burere fuera erigida parroquia eclesiástica. El cura Martí obtuvo su petición tiempo después y Burere se robusteció, para comenzar a conocer tiempos muchos mejores.
 
Esta población larense está ubicada a la vera de la carretera Lara-Zulia, a unos 20 kilómetros al oeste de la muy añeja Nuestra Señora de la Madre de Dios de Carora, de cuyo pomposo nombre sólo ha quedado la última palabra.
 
Sobre el origen de su nombre, muchos aseguran que es de cuna indígena pero sin ofrecer el significado de dicha palabra, por ello no falta quien dice que “con seguridad es un nombre indígena, quizás se llamaba así algún cacique”. Hablando con los ancianos de allí escuché decir que en realidad el nombre de como hacían los sapos y las ranas que por allí abundan: unos coraban “bu” y las otras “re, re”. En este país se consiguen hasta huecos para hacer ojales…
 
            Hoy confieso que no ando con ánimos de buscarle el noveno brazo al pulpo, así que me limitaré a comentarles que in illo tempore Burere llegó a vivir un esplendor económico que se reflejaba en su templo principal dedicado a Nuestra Señora de Las Mercedes.
 
Hasta que llegó la mañana del lunes 5 de mayo de 1975. Un terremoto sacudió el pueblo, y la secular iglesia fue severamente afectada. El cuarto de San José y la casa parroquial se desplomaron; no obstante, el templo quedó en pie. Pero, lo que no pudo el fenómeno natural lo pudo la desidia y la negligencia.
 
Los vecinos se organizaron y constituyeron la Junta Protemplo de Burere y comenzaron a gestionar, ante los organismos “competentes”, la reparación del local. En 1976 recibieron un telegrama que, desde Miraflores, les envió el general Soto Tamayo, quien les  informó que se había destinado una partida de quinientos mil bolívares (en aquellos días mas de cien mil dólares) para la bendita restauración. Ese dinero se canalizaría a través de la gobernación y el desaparecido Ministerio de Obras Públicas (MOP)
 
 
Lo cierto es que la fulana reparación de la secular edificación fue demorándose hasta hoy, cuando es un montón de ruinas a las que, para recuperarse, debe gastársele mucho más tiempo y dinero del que se requería en aquel momento. De todas maneras: la partida del dinero aprobado no aparece todavía, y una maltrecha puerta guarda las ruinas de la otrora hermosa obra.
 
           ¡Ah! A dos cuadras de los mencionados despojos fabricaron un mamotreto que funge de centro eclesial donde hay algunos objetos de la iglesia original, como el confesionario y la imagen de la patrona del pueblo.
 
            Pero Burere no es sólo su iglesia destruida, es un pueblo de gente grata, de rincones hermosos, de mucha paz. Un cementerio descuidado sobre el que cae la tarde y los niños van de bodega en bodega buscando su merienda. Burere es otro pequeño pedazo del país que, pese a todo, no deja de trabajar, reír y soñar.


© Alfredo Cedeño


sábado, mayo 25, 2013

TESTA CORONADA

Por un barril de especias
y un tonel de coco seco
compré mi diadema
de ínclita soberana,
la gloria me arrebujó
el prestigio fue mi capa
los súbditos sin embargo
siguen perdidos y no aparecen.


© Alfredo Cedeño

jueves, mayo 23, 2013

FELINA



Lancé un crisol de colores con la punta de mi cola
hasta que las paredes inclinadas fueron cortos azotes
el cielo recordó sus olvidos en los prismas de un cirro
una andanada de gotas realengas transformó su paleta
los chorros dejaron perdidas a las estrellas congeladas
y mi mirada fue lanza flamígera en réplica de centellas.

© Alfredo Cedeño


martes, mayo 21, 2013

SOL DE TRÉBOLES


El sol se derrumbó sobre un mar de tréboles
y rebotó con sus rayos limpios y desflecados
en cuarenta y una puntas de bordes hirsutos,
el trebolar prefirió permanecer impávido
y se olvidó de ponerle números a sus aspas
con la sabia humildad de una cuna perpetua.

© Alfredo Cedeño



domingo, mayo 19, 2013

UNO EN LA FE EN VENEZUELA


            En estos tiempos de desánimos y desesperanza, más que justificada en muchos casos, quiero insistir en apostar a la esperanza. Por ello, ante el desencanto: fe, ante la falta de ganas: fe, ante el coqueteo con abandonar: fe. Fe en Venezuela, en su gente y en sus propias miserias que se pueden hacer baluarte de esperanzas.

            Me jacto de conocer mi país de norte a sur y de este a oeste, a lo largo y a lo ancho. He andado esta tierra con la emoción e ilusión que solo da el deseo, amor y ganas de lo amado.  No he tenido un amor más puro y voraz que el que sigo teniendo por estas cuatro esquinas que el mundo me asignó por patria.
 

            He dormido a la orilla de los ríos y bajo los techos endebles de las rancherías de los pescadores, a cielo abierto arropado por una manta de estrellas que me alumbraban tanto que no podía cerrar los ojos deslumbrado por el salpicar de sus luces menudas. Me he despertado a la sombra de un rebaño de árboles de mangos dulces y aromosos a trementina, he abierto los ojos y desperezado a la vera de caminos polvorientos o preñados de rocalla, he andado senderos ahogados en la maleza y atajos empantanados. Y siempre amparado por el seno generoso de Venezuela.  
 
             En los médanos de Coro me encandilé con la risa franca y aparentemente inocente de un zagaletón que vendía dulces de leche de cabra, mientras me decía con picardía: “que hace mi abuela con leche de vaca de lata”, para luego largar una carcajada resonante. En Ciudad Bolívar, otrora Santo Tomás de la Nueva Guayana de la Angostura del Orinoco encontré un cacto mágico nacido entre las grietas de una roca. ¡Hasta en las piedras que se siembre en este país se obtienen cosechas!
            Encontré Mujeres como Carlina batiendo papelón caliente para hacer melcochas y negritos emparrandados como José Isabel haciendo repiques cortos y con zandunga sobre el cuero que su abuelo hace resonar en honor a san Juan Bautista. Me he conmovido ante el gesto desparpajado e inocente del pescador curtido que muestra con sonrisa de niño perpetuo el peje más pequeño que obtuvo en su jornada mientras asegura que era tan grande como una ballena pero “en lo que la saqué del agua se me encogió”.
 
            En el cementerio de Mapararí encontré una vela, amparada por una lata herrumbrosa, que calentaba las plegarias dejadas en los brazos de una cruz coronada por ingenuas flores de papel; en las montañas andinas contemplé mudo de asombro lagunas inmutables donde los riscos se acicalan permanentemente.  
 
            Un crío colocando una paja para sembrar una caricia en el lomo de su perro y el paso entrecortado de un lisiado bajo la leyenda alevosa de un refresco anunciando que todo está bien…
            La mano joven, pero ya experta, que guía una yunta de bueyes y la pértiga precisa que danza en el filo de las montañas, se enlazan en el barbecho trazando filigranas que parirán lechugas, cebollas y berenjenas.
            Esta tierra, a la que hago a diario dueña de mi corazón, le escribo y pido que su alegría no me apague la rabia que en mí causan todos aquellos que no se cansan de maltratarla para luego abandonarla mustia en medio de ceras agonizantes.

©Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Follow bandolero69 on Twitter