domingo, septiembre 29, 2013

LA GUAJIRA o PUEBLO WAYÚ 2

La semana pasada el post que publiqué fue sobre Mercedes Ipuana (http://textosyfotos.blogspot.com/2013/09/mercedes-ipuana.html), digna representante de la etnia sobre la que hoy escribo.  Cinco meses y una semana atrás escribí otro trabajo sobre esta misma etnia (http://textosyfotos.blogspot.com/2013/04/pueblo-wayu.html). Hoy abundo sobre el tema luego de haber estado varios días, no tantos como hubiera querido -y necesito- permanecer, entre ellos tratando de aprender una milimétrica parte de su universo.
 
En el citado trabajo anterior, el de hace 23 semanas, enumeré una serie de datos de carácter etnográfico y demográfico, por lo que ahora más bien me ocuparé de hablar al calor y ritmo de lo que pude ver en este recorrido.  Las imágenes no pudieron ser más debido al cerco militar que había en la zona, tal como dije en la entrega pasada, pero la solidaridad es una llave que abre las puertas que la institucionalidad se empeña en crear para mantener cerradas. Los formales no se han enterado todavía que el saber de la gente, eso que algunos han dado en llamar cultura popular, que creo es lo mismo que el bachiller suizo Carl Gustav Jung denominó "inconsciente colectivo", es una pertenencia colectiva a la que no se le puede poner cercas, ni talanqueras, ni obstáculos de ningún tipo.  
 
Los Wayú, o guajiros, como suelen denominarlos corrientemente, entraron en contacto con nuestro modelo civilizatorio a mediados del siglo XVIII, alrededor de los años 1742-49, cuando un grupo de misioneros y aventureros, que al decir de algunos malhablados y yo que tampoco me quedo atrás, son harina del mismo costal, provenientes de Valencia, España, desembarcaron por Santa Marta y por la ciudad de los santos Remedios, hoy Riohacha, Colombia, para asentarse en Guarero.
 
Es bueno explicar que bastante antes de eso, comenzando el siglo XVI, en 1501 para honrar a la precisión, el aventurero conquense Alonso de Ojeda, entonces nombrado Gobernador de Coquivacoa fundó Santa Cruz de Cocinetas. Hago aquí otro inciso para explicar: La gobernación de Coquibacoa, Coquivacoa o Cunquivacoa, fue una fugaz gobernación otorgada por los Reyes Católicos al nativo de Cuenca sin conocimiento de Cristóbal Colón, quien por aquellos tiempos era el virrey de Indias.
 
Se sabe que en la pionera fundación mencionada Ojeda construyó un fuerte y una ranchería, lo cuales apenas duraron hasta septiembre del siguiente año, gracias a las hostilidades que los europeos llevaron a cabo contra los nativos. Dicha localidad estuvo ubicada en territorio venezolano, en la bahía Honda y la laguna de Cocinetas, es decir cerca del actual Castilletes. Décadas más tarde, en 1535, Nicolás de Federman trasladó desde la isla Cubagua toda una unidad de explotación perlífera y funda Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Cabo de la Vela.  A la siguiente década se trasladan a la desembocadura del Río de La Hacha, actual río Ranchería, y es rebautizada como Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Río de la Hacha, que hoy es conocida como Ríohacha; y que en idioma wayú, o wayuunaiki, se llama: Süchiimma, nombre que traduce "Ciudad del Río"
Volviendo al siglo XVIII y a la mencionada población de Guarero, la toponimia original de la zona era Walëërrü que al castellanizarse se convirtió en la antes dicha.  En la actualidad, allí funciona la oficina recaudadora de impuestos del SENIAT, pero también es lugar de encuentro y de reposo, sus mujeres wayú cocineras son una institución. Allí conocí a Zaida Rodríguez que a sus 28 años, portando un collar de hermosas tumas se gana la vida asando ovejo, chivo, arepas y plátanos. Lo mismo hace Olivia Peralta, quien a los 75 años recuerda sus tiempos en los que se ganaba la vida como camellera en Maracaibo.  Aclaro: fue por mucho tiempo un oficio rudo y riesgoso con que las mujeres wayú se ganaban la vida, llamaban camellear meter artículos de contrabando desde Colombia hacia Venezuela.
 
Hoy, a quienes realizan dichas actividades de estraperlo, son llamados "bachaqueros", pero el flujo ahora es  inverso y se dedican a pasar desde Venezuela a Colombia artículos que con precios subsidiados o controlados valen muchisimo más en territorio colombiano, lo cual se manifiesta de manera patente con el combustible nacional que en el vecino país se cotiza a precios exhorbitantes.  No en balde presumimos de ser el país con la gasolina más barata del mundo...
 
Es sabido que siempre  la cuerda revienta por lo más delgado y son innumerables la situaciones de abuso contra los wayú, los representantes de los diferentes cuerpos de seguridad en vez de parlamentar y crear nuevos mecanismos que beneficien a los indígenas suelen arremeter contra ellos y acusarlos de contrabando de extracción.  Las voces que se oyen en el entorno acusan a los representantes militares de ser los verdaderos operadores de las grandes operaciones irregulares que dejan unos beneficios mil millonarios.  
 
Un ambiente desértico, donde solo la resistencia a prueba de inclemencias del wayú ha podido sobrevivir, es el pan nuestro de cada día.  Para dar una idea de la determinación propia de este pueblo, quiero referir que para algunos investigadores, como es el caso de Jose R. Oliver, linguisticamente no se tiene duda de que los wayú, cuya lengua es de filiación Arawak debieron migrar desde la región del río Amazonas - río Negro hasta La Guajira por lo menos 4 a 5 milenios atrás.  El haberse sometido a semejante cambio ambiental ya permite hacerse una idea del temple de este grupo humano. 
 
Sus caras se asoman hoy desde las ventanas de los transportes colectivos donde se desplazan por toda la península, sus hombres y niños no cesan de moverse por sus espacios ancestrales dejando sus huellas en cada gesto.  Recorro estos territorios y revivo un pasaje del muy denostado Rómulo Gallegos, a quien todavía abundantes "intelectuales progresistas" reclaman su militancia adeca, quien ambientó parte de su novela Sobre la misma tierra en estos parajes:  "Sobre la oscura tierra sin fragancias de fronda se alzaban hacia el cielo encapotado las negras pencas de los cardonales, como brazos de muchedumbre clamando de la misericordia negada del agua."
Así llego a la laguna de Alitasía donde se dice que el maestro Gallegos concibió su mentada novela. Al otro lado de ella atisbo a un trío de muchachos jugando, una mujer que juega con el viento y un borrico que pasta en medio de la mayor aridez imaginable. 
 
 
Más adelante me encuentro con Aura González que con su cara protegida con wachepa, máscara facial que ellas utilizan para proteger su rostro del sol, el viento y la arena, y me acoge en su casa con suave gesto de anfitriona. En ella bien puede recrearse a la tía de Umaralá. Es un viejo relato recopilado por Milciades Chávez, y que publicó en 1953 en la Revista Colombiana de Antropología: "Cuando la tía del indio Umaralá entregó la vida a los espíritus para salvarlo de la enfermedad y la muerte, Umaralá se levantó de su cama y tomando en sus brazos el cuerpo de su amada tía la lloró amargamente en compañía de su esclavo, que era la única persona que se había salvado de la peste; después envolviendo el cadáver dentro de un cuero de res, lo pusieron sobre una mula y lo llevaron a sepultarlo en los bosques mas espesos por los lados de Maicao región donde han tenido ellos siempre su cementerio."
De nuevo me viene a la memoria Gallegos y evoco de su obra: "una conmovedora mirada agradecida y suplicante, puesta en ella desde el fondo de unos ojos hermosos  y tristes que no querían apagarse."  
Podría seguir citando una y mil historias, sin embargo la brevedad se impone y me despido con una imagen que hice en Paraguaipoa y que me dijo con mucha claridad la noción que tienen de país esta gente: sobre las paredes metálicas de su covacha pintaron el pabellón nacional y las ingenuas estrellas  del número 14 de su casa, es un testimonio elocuente de que para el wayú su cielo es ese desierto que han hecho tierra, nación y patria.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 

sábado, septiembre 28, 2013

ESPIGAS

Sus aspas se aferran al viento
huérfanas en el firmamento
tratan de pescar penas ajenas
con formación delirante de nubes
giran para la aurora y danzan para mí.

© Alfredo Cedeño

jueves, septiembre 26, 2013

HOJA Y GOTA


Ahíta de desamparo
la gota cuelga,
la hoja displicente
la sostiene,
al fondo brotan
verdes barrotes,
y todos aguardan
con orfandad su tiempo.

© Alfredo Cedeño



martes, septiembre 24, 2013

CADENA

Llovizna de eslabones
y salpicar largo de sombras
sobrevuelan la calzada
pavimentada con desolaciones,
prisión arrancada al viento
y corto atar alambrado
derrumban cantos de la nada
mientras derrotan al desaliento,
saltos libres de la mañana
que no se encarcelan en veredictos
y abren los brazos amargos
ante la ternura que canta como campana.

© Alfredo Cedeño

domingo, septiembre 22, 2013

MERCEDES IPUANA

            “Yo nací pá llá lejos, cerca de Portete, en Jarara, cerca de la mar, allá La Guajira. Llegué aquí cuando muchacha con papá de los muchachos que era chófer y nos casamos en Maracaibo.”
 
            Ella es Mercedes Ipuana, sus hijos aseguran que tiene más de 90 años, yo creo que ronda los ochenta, ya que su hija mayor tiene 60. Sin embargo, eso no es resaltante porque en ella se condensa la sabiduría de todo un pueblo: el de los indígenas wayú. Como bien lo denota su apellido pertenece a la casta Ipuana, que significa Los que viven sobre las piedras y cuyo tótem es el gavilán.
 
            He dicho en reiteradas oportunidades que Venezuela es lo que es gracias a sus mujeres y pese a sus políticos.  Esa afirmación, en esta oportunidad está más que justificada. Antes de continuar quiero comentarles que pasé varios días recorriendo parte de La Guajira en medio de un sitio militar a la zona que hizo mucho más difícil de lo habitual recorrer esos espacios. Pese a ello, y al férreo control que los irregulares, de una y otra banda, ejercen en toda el área, la habitual solidaridad de la gente me permitió recorrerla y recopilar material para traerles dos entregas sobre este rincón de Venezuela ubicado a unos 560 kilómetros en línea recta al occidente de Caracas.
 
La sociedad Wayú gira fundamentalmente en torno a la mujer, por ello personalizo hoy en Mercedes Ipuana. Ella me contó que se había criado “tomando leche de vaca, había mucho ganado, vivíamos de lo que producía el ganado, las cabras y los ovejos.”  Mercedes y su familia se alimentaban de lo que cultivaban maikki (maíz), pitshuushi (frijoles), wüirü (auyama) y yuca, por supuesto.
 
El pintor Guillermo Ojeda Jayariyu afirma, con incuestionable precisión, “el mundo Wayuu sobreviene atado al ritmo y a la entrega de la mujer como unidad mística, asociada a las expresiones de la Tierra. La mujer Wayuu es imagen de protección, renovación y permanencia, es metáfora de facultades para ocasionar y mantener la vida.”
 
            Ella se levanta cada día, domingos incluidos, a soltar su rebaño para que salgan a pastar, sus hijos y nietos pasan cada vez que pueden a “darle una vuelta”.  En su rostro el sol implacable y el agraz viento de La Guajira han ido labrando un laberinto de surcos donde su voz brota en coqueteo nostálgico: “En ese tiempo las leyes eran distintas no es como ahora: Cuando los mayores estaban conversando no me mantenía entre ellos. Antes las mujeres eran tímidas, ahora se casan las veces que quieren, compran a los novios, se casaban una sola vez. Antes teníamos otro modo de vivir. Había mucho respeto, no había ese corrompimiento que hay hoy en día. Antes la esposa respetaba al esposo.”
 
Depositaria de seculares tradiciones explica lo que es la lanía, la contra o amuleto, que se otorga a alguien “y si no la sabes utilizar bien se te acaba lo que tienes, te enfermas. No cualquiera la puede tener.  Está la lanía de evitar las cosas malas. Está la lanía para remedios. Está la lanía para evitar los choques entre los wayú y que no deja que el enemigo se acerque”.  Mercedes tiene la suya y la propia lanía le avisará si debe dársela a alguien o no, y si dice que no se lo de a nadie: la tiene que enterrar.

Ella la consiguió en una sierra según se lo hizo saber un sueño y tuvo que ir a buscarla allá. “Un cerro grande que se llama Lumá”, tenía como 8 años y se fue sola. “Caminé lejos, lejos, lejos, me fui encaramando, encaramando, encaramando. Por medio del sueño era como si me hubieran hecho un mapa. Sobre una laja la encontré: era un matorral de una grama y cogí ese monte y lo molí con piedra y la hice peloticas y la eché en un wo'olu (una mochila pequeña) y me devolví a la casa.” Hasta la fecha la tiene y espera que su lanía le avise si se la entrega a alguno de sus descendientes o si la debe enterrar. Y así lo hará.
            Mercedes es depositaria de los mitos wayú y los va transmitiendo con voz firme y libre de cascaduras: “Epitsü era un hombre que salió de su casa sin rumbo porque un sobrino había tenido un problema y caminó y caminó por muchos días después de tanto caminar presentó que tenía sed, tomó agua y siguió caminando. Se mancó un pie y ahí se quedó; cuando de pronto todo se transformó. Nacieron pájaros, crecieron los árboles y él quiso caminar y no pudo; se transformó en el cerro epitsü y quedó plantado ahí. Ahora los militares se metieron ahí  y eso no debe ser porque eso es un cerro sagrado.”
            Mercedes Ipuana es sueño y leyenda, es mujer recia desplegada en las alforzas de su manta que sacude el viento como bandera de una cultura que ha resistido, y se sostiene, a mil embates que no logran domeñarla. Al despedirme de ella en el borde de su enramada no supe controlar mi raíz citadina y le pregunté sino tenía miedo de estar allí sola. Ella sin parpadear, con su garrote firmemente empuñado sólo me respondió  con un mundo de dignidad en la voz: Wayú tayá (Yo soy wayuu).

© Alfredo Cedeño
PD: Estos trabajos fueron posible a la ayuda desinteresada y entusiasta de un enorme grupo de personas; como siempre mi memoria hace de las suyas y recuerdo entre muchos a: la doctora Omaira Leal Rosario, a la profesora Zaida Andrade, a Dora Ipuana, a Joel Rosales y La Nena, a Juan Manuel Querales y Andrea de Querales, así como a diferentes funcionarios de diversos cuerpos cuyos nombres es mejor resguardar. A todos: infinitas gracias.   

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