sábado, noviembre 30, 2013

CIELO ESPIGADO

Armé ramos de espigas floridas para tu celo
y regué tu desorden de nubes en mis blasfemias,
convoco a mí los siete cielos de tus orgasmos
y eres la luna que nunca eclipsa su lascivia,
bordaré ligeras esquinas quebradas al horizonte
y te engastaré al hombro mi espejismo perenne…


© Alfredo Cedeño

jueves, noviembre 28, 2013

HOJIAGUA

Una punta y la otra se asoman en abanico
ambas navegan surcando reflejos y nubes
la piel se le sumerge en oro y crepúsculos
hasta convertirse en un rogo bajo las aguas.

© Alfredo Cedeño

martes, noviembre 26, 2013

TAPIZ Y GRES

Moriscos uno y la otra
ambos retoñan andaluces
en un  cuarto del Caribe
donde enredan hebras
y recogen mis pisadas,
son tañidos de raíces
como bramido agonal
en jaculatoria desteñida
entre berridos seculares
asomándose en mis letras.


© Alfredo Cedeño


domingo, noviembre 24, 2013

ESTADO NUEVA ESPARTA

Margarita, Coche y Cubagua son la cuna de Venezuela y de Suramérica, pero pocas ínfulas se dan con ello. Sus hijos hacen gala de su proverbial modestia y poco vocean que fue en territorio neoespartano donde se estableció la primera comunidad española en territorios de Suramérica: Nueva Cádiz de Cubagua.
 
Para poner cierto orden en mi despelote, explico: en ese desolado islote que en realidad es Cubagua, y a la cual Juan de Castellanos en Elegías de varones ilustres de Indias describió:
Estéril y pequeña
Sin recurso de río ni de fuente,
Sin árbol y sin rama para leña,
Sino cardos y espinas solamente.,
fue donde empezando el siglo XVI, aseguran que en el año de 1500, un marino italiano al servicio de España, Giacomo Castiglione, instaló allí un campamento temporal para la explotación de las perlas. Fray Bartolomé de las Casas asentó que allí, a tan sólo 2 años de su avistamiento por parte del genovés Colón en 1498, ya había en Cubagua 50 aventureros instalados buscando con afán las secreciones de nácar. 
 
Otro que dejó para la posteridad su impresión de esta islita fue el sevilalno Francisco López de Gómara, quien escribió en Historia de las Indias: “No se sabe qué isla tan chica como ésta rente tanto, i enriquezca a sus vecinos. Han valido las perlas que se han pescado en ella, después acá que se descubrió, dos millones. Mas cuentan muchos españoles, muchos negros i muchísimos indios.”
 
Aunque ya en otras oportunidades lo he dicho, quiero refrescarles que el territorio venezolano  está dividido en 24 regiones, de los cuales 23 corresponden a los llamados estados. Hoy escribo sobre el estado Nueva Esparta que lo conforman las mencionadas tres islas.  La denominación viene desde el 12 de mayo de 1817 cuando se acordó emplear el nombre de la antigua ciudad de Lacedemonia, celebre por sus ciudadanos guerreros, y de este modo rendir homenaje a la valentía demostrada por los margariteños durante la guerra de Independencia. 
 
Para cerrar lo que toca a la más pequeña de estas islas, cito a Enrique Otte, quien en Las Perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua, escribió: “Nueva Cádiz fue una comunidad mercantil que en forma de vida poco se distinguió de otras comunidades mercantiles de la época como Sevilla, Burgos, Génova o Amberes.”
 
            Hago todas estas referencias para tratar de darles una pálida idea de estos parajes sobre los que escribo en esta oportunidad. Sin dejar de reconocer mi particular debilidad por ellos ya que aquí, en Los Varales de Punta de Piedras, nació la vieja Mercedes, mamá, quien no cesaba de repetir: “Los margariteños no sabemos ser sino honrados y rectos, y eso es lo único que aspiro le quede a mis hijos.”
 
Tierra de gente hermosa y de lances geniales como los que Ramón “Monchito” Borra Gómez, narra en su libro La Casilla de Leocadio. Mi preferido es donde cuenta la del Bachiller Arcay, quien era sacristán de la iglesia de Juangriego, y conocido por todo el pueblo como Bieco. Recién inaugurado el cementerio nuevo de esa comunidad, el entonces presidente del Concejo Municipal le pidió al entonces párroco, el cura Montaner, que le redactara una cita para colocarla al frente del camposanto y fue así como se pintó en la entrada Sic transit Gloria mundi. Por supuesto que todo el pueblo empezó a preguntar y averiguar qué quería decir aquello y nadie sabía dar razón de ello; como el mentado Bieco era el más cercano al sacerdote fue el más solicitado para la respectiva traducción. El bachiller, por supuesto, se hizo de rogar y una madrugada, luego de obligar a que le brindaran los tragos de ron necesarios para refrescarle sus conocimientos de latín, transformó la muy castiza “Así pasa la gloria del mundo” en: “Aquí en este sitio se jodió tó er mundo.”
 
            Al lado del desparpajo y socarronería hay una acendrada ingenuidad que se ve manifestada en los neoespartanos con plenitud en su adoración a la Virgen del Valle, devoción que se ha regado sobre el mar Caribe para retoñar en incontables rincones de toda Venezuela. Son 1.150 kms² de historia, leyendas y orgullo barnizado de inocencia.
 
            Siempre me pasa lo mismo: de cada rincón de Venezuela que escribo me termino sintiendo desbordado por el océano de datos que testimonian lo que ha sido y es, un maremágnum que sobrepasa mi capacidad para explicar de forma concisa, un torbellino donde el orgullo por ser hijo de estas tierras efervesce y esa horma que llaman objetividad se desarma. La tierra de Modesta Bor, Francisco Narvaez, Inocente Carreño, el siempre recordado y necesitado Chú Rosas Marcano, Omar Carreño, Pedro Ángel González, Jesús Manuel Subero y paremos de nombrar.
 
            Nueva Esparta se ha visto sometida a todo tipo de expolios y, en nombre de esa maldición de nuestros días que llaman desarrollo, es común ver en cualquiera de sus rincones máquinas que derriban su acervo ante una suerte de indolencia general que lo permite.
 
            Me despido hoy con esa inolvidable, aunque a veces tratada de ser relegada, pluma margariteña que fue la de Luis Beltrán Prieto, quien escribió con innegables resonancias de su lar nativo:
Cada salto de luces una estrella,
cada palmo de sombras una herida
escondida en la entraña de la noche.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

sábado, noviembre 23, 2013

ACUMULADO

Los errores de este corazón gitano
sólo han hecho que la libertad crezca
y que el cielo me de posada
cual terca pluma que no abandona el viento.


© Alfredo Cedeño

jueves, noviembre 21, 2013

PRIMARIOS

Amarillo de araguaneyes, oro y sol
azul de junquillos, turquesa y la mar
rojo de hibiscos, rubí y crepúsculos,
rubia llamarada de canario y piña fresca
añil celeste en los pétalos de los acianos   
bermellón menstrual de jerez y cinabrio,
gualdo de amaneceres, trigo y topacio
índigo de azulejo, añil y relámpago
grana de corales, jaspe y lava derramada,
entre blanca filigrana de nube, cal y albayalde.


© Alfredo Cedeño


martes, noviembre 19, 2013

ALBAS

Inmaculadas como besos que se insinúan 
adornan la verja y se cuelgan de la piel
tal largas y hermosas piernas de hembra,
encandilan y asombran con promesas
de ágiles cadencias que saltan sin cercas
para regárseme en los ojos con alevosía. 


© Alfredo Cedeño

domingo, noviembre 17, 2013

ROMA

            Todavía recuerdo la primera vez que vi las calles de Roma. Era un sábado de abril a media mañana, con una brisa suave que me hacia arrebujar en la chaqueta que cargaba. Luego del habitual registro en el hotel, me escabullí a vagar por la tierra de los gemelos amamantados por la loba Luperca. Un cielo despejado me acompañó hasta uno de los tantos puentes que cruzan el Tíber y allí imaginé la urbe cuando era un descampado y sitio de retozos de los mencionados carajitos.
 
            Años sucesivos y posteriores volví a visitar esta ciudad que, al decir de unos cuantos, es la cuna del mundo occidental ya que la expansión del Imperio Romano fue   la piedra angular sobre la cual se fue constituyendo lo que el mundo es hoy.  Se dice Roma y Vaticano y Coliseo saltan a la memoria, se pronuncia Roma y la imagen de mujeres y hombres hermosos se vienen al recuerdo, se habla de Roma y se está hablando del latín, esa lengua indoeuropea que se desarrolló aquí en el Lacio, o Latium, hasta darse su propia denominación.
 
            Roma es cuna de placeres y barbaries. La que originalmente fuera una aldea de campesinos fue hipertrofiándose hasta autofagocitarse, luego de haber sembrado con destrucción el mundo mientras avanzaba e iba consolidando su dominio. ¿Qué se podía esperar de una urbe nacida a la sombra del fratricidio?
 
            Asegura esa anciana retorcida y camandulera llamada tradición oral que Rómulo y Remo, acompañados de bandidos y vagabundos expulsados de sus propias ciudades, decidieron fundar su caserío a las orillas del río Tíber. Y ahí empezaron las heladeras de greñas entre ambos ya que no se podían poner de acuerdo sobre el lugar en el cual erigirían la ciudad. Afirman que Remo quería que fuera en la colina Aventino, y su hermano Rómulo porfiaba porque fuera la del Palatino. Llegados a ese punto acordaron dejar en manos de los dioses que se resolviera el embeleco; pero sin ceder posición ninguno de los dos, así que cada uno se encaramó en su cerrito a esperar una señal de los cielos.
 
Fue así como la mañana del 21 de abril del año 753 a.C., Remo mirando al cielo, similar a ese que vi yo cuando vi la ahora metrópolis por primera vez, trepado en la cima del Aventino vio seis grandes buitres sobrevolándole a él. Por supuesto que el hombre armó un alboroto y salió corriendo hacia donde estaba su hermano para anunciarle que había ganado y que la ranchería se haría donde él decía.  La vaina fue que, en el mientras tanto que llaman, en ese mismo instante, doce avechuchos sobrevolaron el Palatino; ante lo cual Rómulo se sintió dueño de la victoria, y sin esperar que llegara su hermano echó mano a un arado y comenzó a cavar el pomerium, el foso circular que fijaría el límite sagrado de la nueva ciudad, prometiendo dar muerte a quien osara atravesarlo. Remo, quien andaba en Babia y jurando que había ganado saltó hacia su hermano para anunciarle que era el triunfador. Rómulo, obligado por el juramento que acababa de pronunciar, le dio matarile a Remo quien se convirtió en el primero en pagar con su vida la violación de la frontera sagrada de Roma.
 
            Es la cuna de Cicerón, Séneca, Petronio, Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Calígula, Julio César, Bruto, Casio, Marco Antonio, Octavio… Y también, en tiempos más recientes de Sofía Loren y de Eros Luciano Walter Ramazzotti.
 
            Aquí ambientó Vittorio De Sica su Ladrones de Bicicleta donde el desamparo de Antonio y su hijo Bruno no ha dejado de conmoverme cada vez que la he visto. La Ciudad Eterna es una hoguera que arroja sus favilas al viento mientras sus calles siguen recogiendo las huellas de todos quienes seguimos acudiendo sedientos a recorrerla  tratando de atrapar algo de los destellos de la belleza que, pese a sus horrores, pudo engendrar entre sus célebres siete colinas…

© Alfredo Cedeño

 
 
 
 
 
 
 
 
 

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