jueves, febrero 27, 2014

PÉRDIDA

Preciosas al menguar se exhiben altaneras
escueto tiempo le queda a sus bordes
con digna altivez ceden paso a los brotes
y se retiran manteniéndose como primeras.


© Alfredo Cedeño

martes, febrero 25, 2014

OPERETA

La tropa de marionetas muestra su dentadura
amenazan con gesto feroz de vesania perpetua,
cada cual empuña con torpeza una lanza inútil
y se sienten conclave de soberanos luminosos.

Exhiben sus coronas
sus bigotes
su oropel
sus estrellas y lentejuelas.

Todavía no logran entender que son ornamentos
y confunden su parafernalia de opereta barata
con la voluntad divina que alumbra las calles
cuando el público hastiado les corre el telón.

© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 23, 2014

VENEZUELA EXTENDIDA EN LA NOCHE

            Sábado 22 de febrero, 10 de la noche, y apenas estoy comenzando a escribir lo que mañana estará en el blog, nunca me había costado tanto cumplir con este compromiso adquirido a motus propio con el país para divulgar lo que somos, y tratar de explicar mi enamoramiento absoluto por esta tierra donde tuve el privilegio de nacer, así como por su gente, de la cual siempre he recibido amor del bueno.
            La pregunta que desde ayer viernes me he venido haciendo, y la cual sigo sin poderme responder, es ¿cómo demonios escribo de espaldas a lo que ahora nos ocurre? ¿Juego al avestruz y entierro la cabeza? ¿Qué hago con el culo que me quedará al aire? Seguramente cualquiera de los esbirros rojitos que ahora campean por estos lares tratará de pateármelo, por eso es preferible plantar cara y si me patean que sea de frente. Tal como han hecho con esas criaturas que se han parado inermes frente a la arrogancia desbordada de quienes pretenden ser la encarnación de una sociedad utópica e ideal. Han actuado, y actúan, con la prepotencia del malandrín que se siente apoyado por la fuerza de un arma en su mano; siguen actuando bajo la mirada cómplice y el silencio cabrón de esa cofradía trasnacional que es la izquierda maniquea, y de entender sesgado, incapaz de hablar pidiendo paz para esta tierra; pero si de manifestar su dogmático e incondicional apoyo a la masacre que en estos días hemos estado viviendo.
            En la primera página de su obra La propaganda política Jean-Marie Domenech asienta: “Hitler, por su parte, afirmó: `La propaganda nos permitió conservar el poder y nos dará la posibilidad de conquistar el mundo´.”  Esa frase retrata a cabalidad lo que vive Venezuela ahora. Un grupo enquistado en las instituciones a través de las mil maromas y triquiñuelas que luego, ante la indiferencia de nosotros mismos y el deslumbramiento de los extraños, han hecho lo inimaginable para, en nombre de una mojiganga  a la que han bautizado Socialismo del Siglo XXI, conducir al país a un barranco donde toda Venezuela se resiste a caer.   
            ¡Qué no he visto y oído en todo este tiempo! Solo cuento dos casos. Escuché con asombro en España a dos profesionales de la educación hablar con admiración del “proceso”, porque nos hemos sabido enfrentar al imperialismo yanqui; y en Montpellier, Francia, durante el almuerzo de un congreso de estudiosos de la literatura, un atildado doctor chileno me enrostraba la legitimidad roja que había adquirido a través de diversos procesos electorales. Todavía recuerdo la cara de muchos cuando les explicaba que el “caballero” –uso el entrecomillado por referirme a esa prenda llamada Jorgé Rodríguez– que había estado al frente del “autónomo” organismo electoral había pasado luego a ser el vicepresidente de la república.
            No puedo dejar de preguntarme una y otra vez en inacabable reflexión, ¿cómo puede haber gente amiga y querida que todavía guarda alguna simpatía por este desastre en aras de una postura ideológica? ¿Qué puede justificar el uso desmedido de fuerzas militares y bandas de delincuentes para arremeter contra la población en general y con particular saña contra los jóvenes, y en especial contra las mujeres? Con profunda tristeza veo las fotos de esas mujeres preciosas que iban a ser las niñas Génesis Carmona y Geraldine Moreno, asesinadas en esta semana. Y con indominable ira veo a nuestro presidente anunciando que en los venideros carnavales se disfrazará de hombre araña.
            Son horas en las que siguen llegando (por vía de esa vorágine informativa que se llama twitter) imágenes, datos, testimonios de lo que está ocurriendo en Táchira, Mérida, Bolívar y Caracas. Lo único que se me ocurre compartir con ustedes en este momento es, de Antonio Arráiz, publicados en su poemario Parsimonia, estos versos que ya en otra oportunidad cité acá mismo:

Amo los hombres torpes, las mujeres confusas,
el pardo montón de carne con sudor y con vicio,
el pueblo, que con sus manos sucias,
escarba del suelo el pan para la boca.
Amo la inmensa Venezuela extendida en la noche.

© Alfredo Cedeño

sábado, febrero 22, 2014

CARROÑERO

 
Sus garras y pico acostumbradas a la peste
se hacen sombras de amplio y oscuro volar,
su vuelo arrogante le impide ver la mueca
que lo reviste y nos aparta con repugnancia,
cual alacrán de los aires en busca de presa
aletea con torpeza sobre la azul serranía.

© Alfredo Cedeño

jueves, febrero 20, 2014

DENTELLADAS

Las señales de bocados despiadados
latiguean el sereno centelleo violeta,
zarpazos caducos a la huérfana belleza
zopilotes acostumbrados al picotear,
alimañas que se alimentaron de ella
ahora se ocultan con alevoso temor,
tratan de escapar con su usual sigilo
tumbas a las que ellos creen escapar,
pero no pueden apagarle su ternura
porque mi tierra es de eterna ilusión.

© Alfredo Cedeño

martes, febrero 18, 2014

PRESAGIO

Su aleteo de sombras perennes
no vio llegar el vuelo final
sus ojos se clausuraron precoces
y el pico colapsó su graznar.
Sueño permanente sin regreso.
Vastos caminos del abandono.
Raudo torbellino quebrantado.
Plumas agitadas en su inmovilidad.
Un lecho de hierba marchita
ahora te acuna con morbidez
ajusta mi país a tu enlutado satén
e ingresas al barrio de Thanatos.


© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 16, 2014

VIOLENCIA

La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas
Estos versos terribles los escribió la poetisa bogotana Emilia Ayarza en su poema A Cali ha llegado la muerte escrito a raíz de la explosión de varios camiones cargados de dinamita que el 7 de agosto de 1956 acabó con la mitad de esa ciudad colombiana, destruyendo 40 barrios y matando a miles de personas. Así como ese estallido, la violencia es una onda que nunca sabemos cómo se generará, ni donde terminará. Se me ocurre pensar en este momento en la propia Colombia y la deflagración que vivió a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948.
 
            El término violencia en español es lo que los filólogos denominan cultismo; ya que se originó en el sustantivo latino violencia, que se deriva del adjetivo violens, -entis, con significado de impetuoso, furioso; a su vez este provino del sustantivo vis: potencia, fuerza, poder.  En cuanto a sus aplicaciones como herramienta para definirla podría llenar decenas de líneas con sus variantes. Pero hoy me interesa abordar la violencia que hemos vivido de manera patente durante días recientes en distintos rincones de Venezuela, violencia que se ha venido entrelazando al tejido societario venezolano en los últimos quince años y que ahora se manifiesta con pleno vigor y, pareciera que, con poca capacidad de mengua en tiempos próximos.
 
            No puedo dejar de extrapolar lo que ahora vivimos y evocar al poeta salvadoreño Roque Dalton y sus versos:
En El Salvador la violencia no será tan sólo
la partera de la Historia.
Sin lugar a dudas que Dalton hizo un guiño en su poema a la frase acuñada por el pensador prusiano Carlos Marx, quien en el capítulo XXIV de El Capital asentó aquello de: La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Y que desde su publicación en 1867 ha servido como acicate y justificación para expresiones irracionales de todo orden.
 
            No sólo Marx veía con buenos ojos la violencia, su compinche y socio Engels en un artículo publicado en 1895 en la revista Die Neue Zeit escribió: “durante el golpe de Estado de 1851, cuando Morny hubo de recurrir positivamente a la violencia para que continuase lo que había comenzado…”. Estas dos citas pueden dar pie para entender al investigador colombiano Alvaro Guzmán que en Sociología y Violencia asienta: “La violencia política aparece entonces como un recurso extremo por el cual optan las clases en la salvaguardia de sus intereses, particularmente los de dominación.”
 
Por su parte el boliviano Víctor Montoya en Teorías de la violencia humana asegura: “La violencia existe desde siempre; violencia para sobrevivir, violencia para controlar el poder, violencia para sublevarse contra la dominación, violencia física y psíquica.”  El sociólogo germano-estadounidense Lewis Alfred Coser plantea que la violencia juega un papel funcional en la sociedad y enumera que la puede haber: como Realización, como Señal de Peligro y como Catalizador. Todos estos enunciados son una mínima muestra de las variaciones que ha habido, hay y habrá en torno a esta realidad que ahora vivimos aquí al norte de Suramérica.
 
Creo que los venezolanos hemos jugado con fuego y pido a quien corresponda que nos proteja de nuestra irresponsabilidad. Hemos sido nosotros mismos quienes nos hemos hundido en un tremedal del que no veo fácil salir. Por largos años la dirigencia política tradicional, de manera alegre y venal se dedicó a sembrar las bases de su propia descalificación y a ganarse un profundo sentimiento de repulsa y desconfianza de la ciudadanía, mientras que una élite económica jugo a ser una versión tropical, bananera y subdesarrollada del Ciudadano Kane, destapando una Caja de Pandora a la que ahora, cuando ven sus propiedades e intereses en juego, nadie encuentra como cerrar.
 
Todo ese remolino de cosas abrió las puertas para que en medio de una ola delirante de popularidad llegará por vía electoral a la presidencia de Venezuela un ex militar que, por vía de un golpe de estado fallido, había intentado llegar al máximo poder en el país.  Son ya 15 años en los cuales se ha ido eslabonando un culto a la violencia que ha permeado todos los sectores venezolanos.  Violencia que se manifiesta en una inseguridad desbocada que nos hace a todos víctimas directas o indirectas de ella; violencia que se ha expresado de manera reiterada a través de distintos mecanismos y medios.
 
Hace apenas horas el actual presidente Maduro declaró: “En nosotros no van a tener debilidad. Vamos a acabar con los componentes fascistas que hoy tenemos.” No se olvide que el actual primer mandatario siendo legislador fue capaz durante una sesión de la Asamblea Nacional de golpear a uno de sus colegas en el rostro.
 
En este marco de violencia institucional y generalizada vemos declaraciones como las de Diosdado Cabello, presidente del Poder Legislativo venezolano, advertir desde la ciudad de Cumaná a los “señores fascistas de la oposición” a que vayan en “santa paz porque la revolución socialista será implacable”. Vemos en ambas declaraciones de los máximos representantes de la organización política en el poder manifestaciones de intolerancia e intransigencia que, por otro lado, obtienen una réplica de algunos voceros opositores del mismo tenor. Todo ello para conformar un circulo vicioso en el que la serpiente del conflicto se muerde la cola, y sigue un giro que por momentos se hace insoportable.   
 
Son ahora los estudiantes acompañados por vastos sectores de la colectividad (que no la gran mayoría puesto que la apatía es evidente en muchos otros, sobre todo en los estratos más humildes donde no se ven acciones de calle contrarias a la vocería de los llamados socialistas del siglo XXI), quienes han dado una dura lección de civismo exigiendo libertades coartadas;  y cuyas manifestaciones han sido atacadas de manera brutal por los cuerpos de seguridad y bandas armadas afectas al gobierno. 
 
Este accionar contra las protestas no es nuevo, en los últimos doce años ello ha sido ejecutado de manera sistemática, acompañado de una implacable labor de propaganda y difusión que ha tenido repercusiones domésticas e internacionales. Ya perdí la cuenta de cuantas protestas documenté en todo este tiempo, y hoy ellas resurgen con bríos que, confieso, me sorprenden. Ello me hace recordar en un pasaje de una novela mía aún inédita en la que un personaje dice: “Todo lo que tiene que ver con el hombre es así de imprevisible, porque a fin de cuentas somos la naturaleza. Tú ves que está lloviendo y el río empieza a echar agua y sabes que si sigue creciendo se va a desbordar, que si sigue así por varios días se va a inundar una orilla.  Lo mismo pasa con la gente, tú la ves que está a punto de cansarse de que la jodan, de que la carguen acorralada, hasta que llega un día que estallan y se llevan por delante lo que sea.  Igualitos al río, que por más sacos de arena que le pongas, cuando se desborda lo que queda es correr.” 
 
Les escribo, con el corazón en la mano, no quiero que Venezuela haga suyas aquellas palabras de Shakespeare en Tito Andrónico: “Te ruego que les hagas sufrir una muerte violenta, que violentos han sido contra mí y los míos.”  Hemos sido un pueblo alegre, vivaz y hermoso que no se merece este Purgatorio que ahora vivimos.  Por todo ello hago mías las palabras escritas por Freud en carta que le dirige a Einstein en 1933:
Hoy la violencia está en la más absoluta oposición a la actitud psíquica que nos impone —que nos ha impuesto ya— el proceso de civilización. No podemos echar marcha atrás. Tenemos que sublevarnos contra esa violencia porque, simple y sencillamente, ya no nos es posible sufrirla, asimilarla. Le aclaro: esto no es un repudio meramente intelectual y emocional. Al contrario. Nosotros, los pacifistas, tenemos ya por naturaleza, esto es, instintivamente, una intolerancia ante la guerra.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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