sábado, mayo 31, 2014

CADENAS 02

Los acemileros que pretenden gobernarnos
acumulan eslabones a los cuales disfrazan,
se pavonean con su torpeza habitual
y están convencidos de un éxito glamuroso.

Cadenas derretidas por lápices y cuadernos
que no le dan cuartel a supinas ignorancias,
gestos algunas veces desechados
pero de perseverancia hermosa y avasallante.

Largo enredo de grilletes sin futuro
se enrosca sobre su roto espinazo de reptil,
las manos de un hermoso grupo de muchachos
siguen construyéndole un catafalco al poder.   

© Alfredo Cedeño 


jueves, mayo 29, 2014

QUEREMOS

El papel conmueve por su inocencia
sus autores barnizan de valor lo ingenuo
y agitan banderas dormidas.

Limpias palabras que se atascan
en las miradas obtusas de quienes mandan
que arremeten feroces contra la pureza.

Las ideas siempre derrotan a las balas
y estas batallas se han de ganar
con manos de niños hechos ciudadanos.

© Alfredo Cedeño

martes, mayo 27, 2014

LOZANÍA

¿Cómo negarle aire a la flor?
¿Cómo quitarle el agua a ella?
¿Cómo apagar su hermosura?
¿Cómo maltratar esa lozanía?
A ello juegan muchos
y se hacen los tontainas
ante la lucha de los muchachos
que cambiaron aulas por calles
y ahora nadan entre frías aguas
donde sobran silentes canallas.

© Alfredo Cedeño 

domingo, mayo 25, 2014

TRUJILLANEANDO 14 (LLANO LAS MARÍAS)

            Al occidente de Venezuela, donde comienza el ramal venezolano de la cordillera andina, en medio de montañas que abruman con sus cimas y gente sumergida en las simas de dolorosa pobreza, con  parajes donde la llanura coquetea en bien resuelto maridaje con los cerros, está el estado Trujillo. En el borde de su frontera con el estado Mérida, en la margen derecha del río Momboy y encajonada entre cerros, se encuentra Mendoza Fría. 
 
            Las faldas y valles de esa serranía están llenos de magos, herederos de españoles e indígenas, que hacen producir alimentos con esfuerzos titánicos. Uno de los aposentos de estos hombres, mujeres y niños devenidos en taumaturgos es El Llano Las Marías, a dos horas de camino cuesta arriba desde la mencionada población al final del pasado párrafo. Son alrededor de cincuenta casas desperdigadas entre zanjones y pequeñas explanadas, casi todos de apellido Lobo, “de los de La Culebrina, somos casi todos nosotros”, explica uno de los paisanos mientras se dedica a untar con unas pencas de zábila “la espiga de un burro” donde luego estarán jugando “los chinos”.
 
 
            Ellos trabajan de domingo a domingo en unos terrenos donde el agua no abunda, por lo que se han dedicado a producir principalmente apio criollo (Arracacia xanthorriza) tubérculo americano que en otros países se conoce como arracacha, racacha, virraca o zanahoria blanca.  Cada vez que pueden se congregan alrededor de la capilla que construyeron en homenaje a san Isidro, patrono de los agricultores, y ayer sábado 24 lo hicieron porque fue el día que el párroco de Mendoza pudo subir a oficiar misa en su minúsculo templo.
 
            Los vecinos prepararon grandes ollas de comida para los que acudieron allí, los “chinos”, como llaman a los niños, cumpliendo con sus roles de diablos angelicales. Para ellos los mayores construyeron un  “burro”: un madero enterrado en el suelo al que llaman espiga, donde encajan uno más largo en un agujero que llaman travesaño, y en cuyas puntas colocan unas estacas para que los muchachos se agarren mientras los demás le hacen girar a fuerza de empellones.
 
El aire en estas montañas es manto que aplaca la desolación, aquí cada gesto es una invocación a la faena y a la libertad que conceden los labrantíos.   Cada mano es un mapa de logros labrados a pulso fino y sudor grueso, el plante del mozo que baila en su palma el trompo se convierte en sonido del viento reventando en la orilla de las arboledas. Es el fraguado que día a día nos consolida como país pese a las mil vicisitudes donde solemos debatirnos. Tanto aportan estos campesinos de inocencia maliciosa, como los muchachos que se mantienen en las calles de nuestras ciudades plantando cara a un arreo de ignaros en ejercicio del poder.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

sábado, mayo 24, 2014

FRAGANCIA

Sorprende y confunde el vigor de su perfume,
delicadas ternuras que embalsaman el aire
y se despliegan frente a un áspero paredón,
con la firmeza de la pureza sin fronteras.

Aturde y descoloca al aparato sin controles,
que no sabe entender la cortés afabilidad
de los muchachos sin miedo a la muerte,
mientras un digno aroma nos arropa el alma.

© Alfredo Cedeño 

jueves, mayo 22, 2014

ALBOR

¿Mañana sin futuro?
preguntan los estudiantes,
y se echan a la calle
a patear la dictadura.
Son mariposas desarmadas
frente a la tropa desalmada,
se hacen la vergüenza
que da la cara por todos,
Honran con libertad
a la domeñada irreverencia,
van y entregan su aletear libre
en bravíos gestos de dignidad.


© Alfredo Cedeño 

martes, mayo 20, 2014

CIELO

Quisieron atarlos a una arandela
que terminó como sombra de sí,
corto agujero de un orden caduco
al cual llegan milicos a rebuznar,
pretendido edicto de atrapar la luz
dando tumbos en su vil torpeza,
vana alharaca incapaz de envainar
las jóvenes voces hechas dagas,
limpias palabras tratadas de tapar
que luchan tercas y se hacen cielo.

© Alfredo Cedeño 

domingo, mayo 18, 2014

ESTADO ZULIA

            En ocho oportunidades anteriores he escrito sobre diferentes estados, que es el nombre dado aquí a las entidades en que ha sido dividida política y administrativamente  Venezuela. Explico –y así respeto una de las pocas buenas enseñanzas que recibí del conde del Torbes y duque de Táriba, “mecié” Humberto Márquez, quien solía repetirme con paciencia infinita y digna de mejores causas: “Negro escriba como si fuera la primera vez que lo leen”–: en ocasiones anteriores al escribir sobre nuestra división territorial he dicho que este país de mis tormentos está dividido en 24 Entidades Federales, 23 de las cuales se denominan estados, uno de ellos es el tema de esta nota de hoy: Zulia.
 
            Alfredo Jahn aseguraba que al momento de su descubrimiento, los territorios que abarcan nuestro estado tema de hoy, estaba habitado por numerosos grupos indígenas.  Señaló Jahn a los Guajiros,  Cocinas, Paraujanos, Onotos, Zaparas, Kirikires, Bubures, Mapes, Motilones, Guanaos, Macoas, Chaques.  Hoy en esa zona sólo permanecen los Añú -también llamados Paraujanos-, los Wayúu o Guajiros, así como los Barí, Yukpa y Japrería, denominados Motilones, pertenecientes a la familia Caribe.
 
            La penetración conquistadora comenzó acá exactamente el 24 de agosto de 1499, día en que Alonso de Ojeda llegó a orillas del Lago de Maracaibo.  Américo Vespucio debe haberlo acompañado ya que le escribirá desde Sevilla a Pier Francesco de Medicis, que se encontraba en Florencia, el 18 de julio de 1500: “...encontramos  una grandísima población que tenía sus casas construídas en el mar como Venecia, con mucho arte,...”
 
            Dos años más tarde Ojeda intentó en 1502 fundar un pueblo y fracasó.  Treinta años después fue el turno de Ambrosio Ehinger, más conocido  como Alfínger,  quien realizó otro intento fundacional.  Le sucederá Alonso Pacheco y Pedro Maldonado que cristalizan sus intentos en 1574 llamando a la naciente población Nueva Zamora de Maracaibo.
 
            A fines del siglo XVI, entre 1591 y 1592, Gonzalo de Piña Ludueña fundó al sur del lago a San Antonio de Gibraltar.  Esa ciudad pronto alcanzó vigor y prosperidad, ya que era el puerto empleado para el transporte del cacao que se producía en sus inmediaciones y para la salida del tabaco de Barinas.  Amén de ser el centro de comunicaciones con Mérida, Táchira y toda la Provincia de Santa Fe, su pujanza la convirtió en blanco preferido de indios y piratas.
 
            En la madrugada del 22 de agosto de 1600 los indígenas cayeron sobre la ciudad, mataron a todos, saquearon viviendas y negocios, y luego la incendiaron.  Gibraltar fue levantada de nuevo y su bonanza continuó, hay quienes han escrito que en sus buenas épocas allí había 16 pilas bautismales y que los diezmos llegaban hasta los 40.000 pesos.  Pero en 1614 nuevamente los indígenas asolaron la ciudad y la incendiaron.
 
            En 1642 el corsario William Jackson saqueó Maracaibo durante dos meses y ocho días, en febrero del 43 cayó sobre Gibraltar.  Ante  semejante incursión se comenzó a trabajar en la fortificación de La Barra del Lago de Maracaibo, a tal fin se remitieron al rey tres plantas de fortificación. Felipe IV, el 17 de junio de 1643, encargó la tarea a los gobernadores y capitanes generales de Mérida y Venezuela.  Se sabe que tales construcciones estaban listas en 1645.
 
            Entre 1665 y 1669 fueron numerosos los ataques  filibusteros. En  junio de 1665 Juan David Nau, El Olonés, quien saqueó Maracaibo y Gibraltar.  En 1667 Miguel El Vascongado fue quien asoló a la actual capital zuliana, de donde se largó sin llegar hasta Gibraltar. A comienzos de julio de 1667 le tocó a sir Henry Morgan, el temido pirata Morgan, quien llegó a la boca del Lago de Maracaibo y se plantó allí.  Los defensores de Zapara luego de incendiar el poblado huyeron. El 5 de julio, Morgan hizo su entrada a Maracaibo y encontró la ciudad abandonada, todos habían huido y sólo quedaban algunos niños y mujeres.  Después de ocho días siguió a Gibraltar donde la escena se repitió: la población abandonada, tampoco halló a nadie.  Pero, unos esclavos le informaron dónde se había escondido la gente y allí Morgan logró un buen botín.  Fueron quince semanas las que permaneció asolando toda la zona.  Cuando el corsario británico quiso marcharse encontró que los españoles habían intentado fortificar la barra del lago para dejarlo allí encerrado, pero el astuto hombre de mar, conocedor de las mil y una argucias, logró burlar el incipiente bloqueo, destruyó las defensas y regresó a Maracaibo, exigió el pago de un rescate por la ciudad, se lo pagaron y finalmente se retiró.
 
           Sin embargo, no todo es dolor y tragedia en la zona.  De Gibraltar se dice que es la cuna de la gaita, aun cuando no existen testimonios documentales que así lo comprueben.  Lo que si es cierto es que en el año 1668 se compuso una gaita dedicada al “glorioso San Sebastián”, patrono de Maracaibo.  Este documento, hallado por Agustín Pérez Piñango en un cofrecito empotrado en una pared del antiguo Colegio Nacional y que había sido de los Frailes Franciscanos, hoy día está en España.  En esa valiosa pieza histórica no sólo está escrita la letra de la gaita, sino que también aparece la música, registrada en notas cuadradas, es decir siguiendo el modelo gregoriano de transcripción musical.
 
            A la gaita le siguieron los piratas y el 6 de junio de 1677 le tocó el turno al parisino Francisco Grammont de la Mothe.  El no sólo asoló Maracaibo y Gibraltar, sino que siguió hasta Trujillo y acabó con todo a su paso.  Pasarán más de seis meses para que Grammont se retire. Finalmente el 10 de junio de 1681 Carlos II dispuso en detalle lo que se debía hacer con la fortificación de la Barra y señaló los medios con los que esta labor se podía realizar.
 
            A trancas y barrancas se llegó al siglo XVIII y apenas comenzando, el 18 de noviembre de 1703, apareció la Virgen de la Chiquinquirá a una humilde moledora de cacao, que, mientras realizaba labores en su hogar, sintió ruido en una de las paredes de su vivienda.  Cuando la mujer indagó lo que estaba pasando, encontró que la tablita que había recogido a orillas del lago se iluminaba y que en ella aparecía la imagen de “La Chinita”.  Así comenzaba un largo camino de fe y esperanza que se transformaría con el tiempo en uno de los baluartes de la zulianidad.
 
            En marzo de 1774 el Obispo Mariano Martí llegó a Bobures y asentó en sus escritos del momento que en la costa llamada de Los Bobures había más de 300 personas y que allí se pagaba la mitad del diezmo a Caracas y la otra mitad a Santa Fe y dice: “Acá no hay amancebamiento ni hurtos.” Y de esta forma, entre piratas, misioneros, conquistadores, indígenas y cronistas, se fue configurando una región que tiene sus propios códigos, su propia gente, pioneros y emprendedores todos ellos.  Una amalgama de situaciones que  fue macerando y preparando a sus hijos para hacer su entrada a los tiempos contemporáneos.  Por eso nadie  se extrañó cuando el 28 de enero de 1879, trece meses después del estreno del cine en París, Manuel Trujillo Durán, en el teatro Baralt, proyecta por primera vez una película en Venezuela.  La proyección estuvo integrada por Los Campos Elíseos y Llegada de Un Tren, de los hermanos Lumiére, así como Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachas bañándose en el Lago, ambas de Trujillo Durán.   Es también en 1879 que comienza a funcionar la Maracaibo Telephone Company, el teléfono llegó a Maracaibo antes que el alumbrado y el acueducto.
 
            El petróleo, que había sido empleado rudimentariamente desde tiempo inmemorial por los oriundos del lago, y más tarde por los colonos, para el calafateo de sus embarcaciones y luego como combustible  para alumbrar, fue otorgado en concesión por Cipriano Castro.  Para Antonio Aranguren fue el derecho sobre los distritos Bolívar y Maracaibo, y para Andrés Vigas el distrito Colón.  Se dice que Aranguren y Vigas no eran más que  testaferros de compañías extranjeras, ya que Castro no quería nada con empresas internacionales.  Pero ese no era el caso de Juan Vicente Gómez quien en 1909 firmó con John Alles Tregelles un contrato de concesión para exploración y explotación petrolera en las zonas de Zulia, junto a Táchira, Trujillo, Mérida, Lara, Falcón, Carabobo, Anzoátegui, Sucre, Nueva Esparta, Monagas, Yaracuy y Delta Amacuro.
 
            El 14 de diciembre de 1922 el pozo Los Barrosos 2, en La Costa Oriental del Lago, propiedad de la Venezuelan Oil Concessions Limited, reventó con un chorro de petróleo que se podía ver desde Maracaibo. Para aquella época, Venezuela era un muy pequeño productor que apenas producía 6.000 barriles diarios, los cuales se extraían de nueve pozos petroleros de 37 perforaciones que se habían hecho.   ¡Los Barrosos producía  100.000 barriles diarios!  Es fácil imaginar lo que sucedió después.  Comenzaba la era petrolera venezolana, entramos al siglo XX.
 
Junto con el boom petrolero, necesito explicar que también comienzan las luchas  obreras por salarios dignos. Ya en 1921 en Puertos de Altagracia hubo una revuelta de obreros de la que poco se habla; en 1924 hubo una primera huelga en Mene Grande la cual fue liderada por Luis Augusto Malavé y en 1925 se produjo otro movimiento en Cabimas que condujo a una suspensión de actividades obreras por doce días. En 1933, bajo la dirección de Rodolfo Quintero, se intenta sindicalizar a los obreros petroleros a través de la Sociedad de Auxilio Mutuo de los Obreros Petroleros –SAMOP–, la cual no prosperó; y en 1934 Valmore Rodríguez organizo la Sociedad de Bien de Cabimas. En 1935, desde la clandestinidad, se crean los Sindicatos Petroleros del Zulia. Todo ello fue generando el ambiente que conduciría al 14 de diciembre de 1936,  cuando estalló la primera gran huelga petrolera de la historia venezolana, que estalló en Zulia, en los campos de Cabimas, Mene Grande, Bachaquero, San Lorenzo, Mene de Mauroa; así como en Cumarebo, estado Falcón.
 
Son incontables las publicaciones de todo tipo que se han hecho en torno a este paro laboral y su impacto en nuestra historia contemporánea, confieso que sería injusto de mi parte tratar de despachar en dos pinceladas su profundo impacto en nuestro país, pero así fue.  Luchas que sembraron una semilla que siempre germina en todos los rincones de esta tierra, no hay mejor demostración de ello que las desiguales peleas que vienen dando desde el pasado 12 de febrero nuestros estudiantes contra un Estado cada día más descolocado y patibulario.
 
            Simultáneamente con el petróleo se terminó de fraguar la que será una de las  expresiones arquitectónicas más sólidas y genuinas de todo el país: Las Casas de El Saladillo.  Se desarrolló un modelo arquitectónico y estético popular, casi ingenuo, nacido del colectivo marabino para dar solución al calor asfixiante característico de la zona.  Esta forma se extendió rápidamente y pronto todo lo que es el núcleo urbano de Maracaibo y que iba desde Los Puertos hasta la Plaza Bolívar y Basílica de la Chiquinquirá, se llenó de casas de sueño.  Casas altas, espigadas, elegantes, de una variedad cromática única, llenas de mil y un colores que hacían palidecer de envidia al arcoíris.  Un día las hicieron desaparecer, pero hoy quedan en el Barrio Santa Lucía y El Empedrao algunas de esas casas llenas de leyendas y penumbras donde cobijarse del sol.
 
            Zulia, Mara, Lago, Bobures, Gaitas, Chimbángles, Petróleo, Chinita, Barí, Añú, Japrería, Yukpa y Wayúu, un todo que hace un cuerpo de tradiciones y costumbres sólido como una roca.  Uno de los pilares fundamentales que nos ha ido conformando como nación.
© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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