martes, julio 29, 2014

MEZQUINOS

El silencio abre sus alas ante los desmanes
y la solidaridad emprende un vuelo cobarde,
bocas cerradas de perseverante complicidad
y cortos ropajes de su escasa vergüenza,
tiempo de melindres para cortar los vuelos
y abandonar en las calles a los estudiantes,
dura cosecha de prolongado abandono
y una esperanza que nunca dejamos de regar.

© Alfredo Cedeño 

domingo, julio 27, 2014

ESTADO COJEDES

            De presencia discreta en el mapa, y espacios que le alborotan de alegría la mirada a quien recorre sus territorios, Cojedes  es una de las 24  entidades federales en que está dividida territorialmente Venezuela. Son 14.805 km², para una población estimada de 342 117 habitantes.  Esas dimensiones son un poco menos de las de Israel que tiene 20.770 km², casi las mismas que las de Timor Oriental con 14.874; pero mas grande que Bahamas, Jamaica, Kosovo, Líbano, Hong Kong y Luxemburgo. Ni que hablar de la muy nombrada en estos días Aruba que apenas tiene 193 km².      
 
            Ubicado en el centro-occidente del país, forma parte de la llamada región central llanera; su nombre proviene del río homónimo, vocablo que aseguran significa “donde todo se da”. Vaya Dios saber en que lengua o idioma será… Su capital es San Carlos, originalmente bautizada como San Carlos de Austria y sobre cuya fundación hay dos versiones. Una asevera que fue fundada el 27 de abril de 1678 por el cura capuchino Pedro de la Verja; y la otra que lo fue casi un siglo después, en 1760, por los misioneros fray Gabriel de San Lucas y fray Salvador de Cádiz.
 
Quiero en este punto citar a Joseph Luis de Cisneros, un empleado de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, quien en 1764 publicó Descripción exacta de la provincia de Benezuela. En dicho texto se lee: “La Villa de San Carlos de Auftria , è una de las mas hermosas Fundaciones, que tiene Efta Provincia: Esta situada en los Llanos , en una Mefa alta , llana , viftofa, y muy alegre…” Es decir, que resulta un poco difícil que en menos de 3 años se hubiera podido establecer una urbe como la que refiere Cisneros, dando ventaja al cura de la Verja como posible fundador de la capital cojedeña… ¿O la palabra será cojedense? En todo caso tienen para escoger y coger la que a mejor gusto le venga a cada cual.
 
Otras ciudades que hoy forman parte de este estado son El Pao, fundada en 1661; Nuestra Señora de la Chiquinquirá de El Tinaco, fundada por Fray Pablo de Orichuela en 1760; Santa Clara de Caramacate, por Fray Cirilo Bautista de Sevilla en 1750; las cuales tenían la categoría de cantón bajo la jurisdicción y administración de la Provincia de Caracas. Al lograrse la independencia de España sobreviene la disolución de la Gran Colombia y Venezuela se reestructura, y bajo la presidencia del General Páez, el territorio de Cojedes pasa a formar parte de Carabobo, una de las once provincias en que quedó dividida Venezuela.
 
No será hasta 1855 cuando Cojedes reciba el status de Provincia, gracias a la Rectificación de la División Territorial acordada en sesión de Asamblea Legislativa del 1º de mayo de ese mismo año. La nueva Provincia de Cojedes estaría conformada por los Cantones San Carlos, Tinaco y El Pao y su capital San Carlos. Nueve años más tarde dejó de ser Provincia para pasar a ser Estado, para dar cumplimento con lo establecido en la Constitución federal vigente para 1864.
 
Unos años más tarde, en 1877, Miguel Tejera publicó VENEZUELA pintoresca é ilustrada, donde al referirse al estado Cojedes asentó: “Tiene 12,224 casas con 85,678 habitantes, de los cuales son varones 41,093 y hembras 44,585 y mide una superficie de 13, 225 kilómetros cuadrados.” Luego informa: “En 1868 habia muy pocas escuelas en este Estado ; puede decirse que era de los más atrasados de todo el país : hoy ha mejorado considerablemente. En 1873 habia 19 escuelas con 680 alumnos ; para fines de 1875 ya se contaban 23, asistidas por 813 alumnos, y para la fecha se han creado algunas más. Hay en San Cárlos, que es la capital, un colegio para la instruccion secundaria.”  Al referirse a San Carlos escribirá: “Esta ciudad, capital del Estado y del departamento de su nombre, llegó á ser una de las más importantes de Venezuela á principios del siglo ; mas las guerras de la independencia y las que luego se han sucedido la han arruinado de una manera muy notable.  Profunda tristeza nos inspiró esta población cuando la visitámos en 1868.  Muchísimas de sus casas estaban inhabitadas, sus calles completamente desiertas, sus templos casi todos arruinados.”
 
            En estos espacios nació gente como José Laurencio Silva, quien fue jefe militar prócer de la independencia de Venezuela y Perú; así como Manuel Manrique, Eloy Guillermo González y Matías Salazar. Pero así como fue cuna de hombres como estos que recién escribí, también fue tumba de otros no menos trascendentes. Uno de ellos: el comerciante devenido en guerrero Ezequiel Zamora, quien en la propia ciudad de San Carlos, el 10 de enero de 1860, recibió un balazo en la cabeza.  Otro ilustre caído en estas tierras es el que fuera presidente de Venezuela en dos oportunidades: Joaquín Sinforiano de Jesús Crespo, más conocido como Joaquín Crespo y quien murió en La Mata Carmelera, a escasos 27 kilómetros al oeste de San Carlos, el 16 de abril de 1898. 
 
Lo que ahora es Cojedes fue visitado a comienzos del siglo XIX por el sabio Alejandro de Humboldt, y años más tarde, en 1871, su paisano Karl Ferdinand Appun publica En los trópicos. Allí escribió el viajero alemán: “Para llegar a conocer la naturaleza de los grandes llanos en el interior de Venezuela, hice mi primer viaje mayor desde La Cumbre a “El Baúl”, anterior Misión de indios en el río Cojedes.”  Appun inicia su viaje en febrero de 1858 y describe lo que ve con pluma amorosa: “En toda su grandiosidad y suntuosidad de colores siempre nuevos, el espléndido panorama ya descrito luce desplegado ante el viajero que baja lentamente, ofreciéndosele a cada vuelta del camino otro cuadro más encantador.”
 
            En el mapa se le ve apretujado entre Guárico, Barinas, Portuguesa, Lara, Yaracuy y Carabobo… Al recorrerlo, su característico calor que asfixia y sus sabanas preñadas de reses, van peinando el abandono que sobra por sus rincones. Las mañanas y las tardes refrescan con la brisa que alborota la falda de las muchachas, y de sus casas señoriales, muchas de ellas en penosas ruinas, salen voces como las del poeta Eduardo Mariño: 
Nos llamaban por nuestros nombres como viejos conocidos,
con la calma irrebatible que sólo dan la oración
y el contacto con la divinidad.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

sábado, julio 26, 2014

ESPIGAR

Pese a las maromas de los bobos con poder
el sol sale y alumbra y deslumbra y ruge
en la gesta de nuestros gallardos estudiantes.
Muchachas primorosas de ovarios de acero
muchachos briosos de condición indomable
criaturas que avergüenzan por su decencia.
Y no cejan en entregarse sin condiciones
con un riesgo mortal en cada movimiento
para devolvernos una tierra libre de tontos.

© Alfredo Cedeño 

jueves, julio 24, 2014

FRONTERAS

La pureza se desliza sin fronteras
sobre el lienzo de sangre reseca…
¡Tantas inocencias caídas en estos días!
¡Tantos tontos enajenados en este tiempo!
¡Tanto abandono justificando el miedo!
¡Tanta comodidad hecha cómplice!
¡Tantas luchas que todavía faltan!
¡Tanta muchachada que insiste en salvarnos!

© Alfredo Cedeño 

martes, julio 22, 2014

CORONA DE CRISTO

Se ha sudado cada gota de victoria
y se ha pagado largamente con sangre,
la han cobrado los rojos sayones
y se han ensañado a la hora de pedir,
pero los celestinos callan galantes
y se esfuerzan en no querer escuchar,
sobran los que cuidan sus vilezas
y resguardan miserables su simonía,
duros tiempos para brotar las flores
y poder seguir alegrándose al verlas…


© Alfredo Cedeño

domingo, julio 20, 2014

PUEBLO KARI´ÑA

            El viernes 23 de noviembre de 1492 el Almirante Cristóbal Colón asentó en su diario: “Y sobre este cabo encavalga otra tierra o cabo que también va al Leste, a quien aquellos indios que llevaban llamaban Bohío, la cual dezían que era muy grande y que había en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamaban caníbales, a quien mostravan tener gran miedo.”
 
            Casi tres meses después, el miércoles 15 de febrero de 1493, el navegante genovés en carta “fechada en la carabela, sobre la Isla de Canaria”, escribía: “Así que monstruos no he hallado, ni noticia, salvo de una isla (de Quarives), la segunda a la entrada de las Indias, que es poblada de una gente que tienen en todas las islas por muy feroces, las cuales comen gente humana”. El favorito de la reina Isabel I de Castilla, y quien sabe si el otorgante de la cornamenta del caso a Su Majestad Fernando de Aragón, puso así a dar tumbos por la historia la palabra Caribe, y la relacionó con ferocidad ya que esos eran los mismos caníbales a que hacía referencia en su diario. El impacto y permanencia de ello lo vemos hoy en el diccionario de la Real Academia de la Lengua donde se lee la siguiente acepción: “1. adj. Se dice del individuo de un pueblo que en otro tiempo dominó una parte de las Antillas y se extendió por el norte de América del Sur.”
 
            Esos feroces señores de las costas, consumados navegantes que desde tierra firme habían ido ocupando muchas de las islas que había en nuestro mar interior fue lo que hizo que los exploradores españoles bautizaran como Mar Caribe. Es bueno decir también que el cronista italiano Pedro Mártir de Anglería lo bautizó como Mar de las Antillas, por asociar aquellas islas con la legendaria Antilia a la que se refirió en sus textos Aristóteles, y que en mapas europeos de la segunda mitad del siglo XIV aparecía ubicada entre la Península Ibérica y Asia.
 
            Ahora bien, para llegar donde nos interesa, vuelvo ahora a otro cura, aunque este que ahora refiero fue excomulgado en la década de los 70, del siglo pasado, gracias a su labor pastoral en distintas localidades mirandinas y aragüeñas, pero particularmente en Turmero donde era párroco en el momento de su expulsión. Escribo del antropólogo Filadelfo Morales, por largos años profesor de la escuela de Antropología en la Universidad Central de Venezuela. Cito a Morales porque él en su libro Del Morichal a la sabana afirma: “Los Kari´ña son los descendientes de la nación indígena llamada “Caribe” por los cronistas españoles, lo cual está corroborado hasta el día de hoy.”
 
            Este grupo indígena del cual escribo hoy, y apegándome a las cifras del XIV censo de población y vivienda 2011 llevado a cabo por el Instituto Nacional de Estadística, está integrado por 33.824 individuos, lo cual les hace el tercer grupo indio más numeroso de los que sobreviven en Venezuela.  Ellos están distribuidos ahora por los estados Anzoátegui, Monagas, Bolívar y Sucre; amén de diferentes grandes centros urbanos donde muchos han migrado y se les puede ver en faenas de mendicidad. Paradójicamente sus tierras ancestrales están llenas de vastos yacimientos petroleros…
 
            Los Kari´ña, o Caribe, eran famosos por las piraguas y canoas que fabricaban. Las piraguas medían de 14 a 17 metros de largo por 1,5 de ancho, hechas de una sola pieza de caoba, cuyo tronco ahuecaban y ensanchaban con candela; una de estas naves podía transportar entre cincuenta y sesenta hombres. Las canoas eran de menor dimensión, de fondo redondeado y con menos estabilidad que las piraguas.  Todo ese antiguo señorío ha desaparecido, poco queda de aquellos a quienes Alejandro de Humboldt en Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente describe: “Estos Caribes son hombres de una estatura casi atlética, y nos parecieron mucho más esbeltos que los indios que hasta entonces habíamos visto.”
 
            Igualmente escribió Humboldt: “Los Caribes, pueblo comerciante y guerrero, recibían de los portugueses y holandeses, cuchillos, anzuelos y pequeños espejos y toda clase de bujerías de vidrio.” Su evidente fascinación por ellos se lee en el tomo final de su obra donde asienta: “diferente de todos los otros indígenas por su fuerza física e intelectual. No he visto en ninguna parte una raza entera de hombres más alta (de 5 pies y seis pulgadas a 5 pies y diez pulgadas) y de estatura más colosal. (…) difieren de los otros indígenas no solamente por su elevada talla, sino también por la regularidad de sus rasgos. Tienen la nariz menos larga y menos aplastada en la base, los pómulos menos salientes, la fisonomía menos mongola. Sus ojos que son más negros que entre otras tribus de la Guayana, anuncian inteligencia, y podría decirse, casi el hábito de la reflexión. Los caribes tiene gravedad en las maneras y algo de triste en la mirada…”. El control que ejercían sobre los demás grupos indígenas era terrible, según la tradición oral Ye´kwana los Kari´ña hacían prisioneros a sus antepasados para venderlos como esclavos.
 
            En la actualidad los principales grupos residenciales de los Kari´ña están en La Mesa de Guanipa, al centro del estado Anzoátegui, a menos de 300 kilómetros en línea recta al sureste de Caracas. Tascabaña, Bajo Hondo, Mapiricure, Kashama son algunas de ellas. Más adentro de los llamados Llanos Orientales, en territorios del estado Monagas la mas destacada comunidad es la de Aguasay, donde se dedican a elaborar chinchorros de curagua,  planta de la familia de la bromeliáceas y cuyo nombre científico es Ananas erectifolius.
 
Pese a los procesos aculturativos que han hecho perder muchos de sus rasgos culturales a los Kari´ña, todavía las mujeres al casarse permanece viviendo en la casa materna, es lo que los antropólogos denominan matrilocalidad, o cerca de ella, lo cual se define como matrivecindad; dicho patrón de comportamiento es llamado por los científicos sociales como uxorilocalidad ya que es la mujer quien fija el lugar de residencia.
 
            El pueblo Kari´ña, pese a los avatares mantiene numerosas manifestaciones de su cultura secular, una de ellas es su tradición oral.  Entre sus tantos mitos el de “los morochos (mellizos o gemelos)” siempre me ha parecido conmovedor: Cuando empezaron los tiempos, Vedú, el sol, estaba muy enamorado de una mujer Kari´ña y se la llevó al cielo una vez para amarla. Las nubazones, las trojas de agua,  se hicieron  para servir de lecho a sus amores, a sus copulaciones de estrellas, a sus jugueteos en el espacio, hasta que llegó el día de la separación. A mi casa debo irme, le dijo Vedú a su amor. ¿Y donde está?, le preguntó ella. Él le contestó: Por ahí, al llegar al cruce de caminos de las dos plumas, la roja de guacamaya te llevará  a mi caney y la otra de paují negro, a un  sendero donde vive pura gente malosa, ése no lo debes andar nunca, le dijo perdiéndose en el follaje  de sus propios llamarones. Ella había quedado preñada de dos soles, y nacieron dos de aquellos ardimientos y muy habladores  eran ellos.”
 
            Kari´ña de Mare-Mare y de Akatoompo. El primero es una danza festiva que se ejecuta para celebrar la reunión de las familias, dar la bienvenida a visitantes o marcar el final del luto por un muerto. Generalmente el baile se acompaña con una música de tambor y maracas, a la que ahora se le ha agregado el cuatro, acercando su ritmo al joropo. La coreografía, formada básicamente por dos filas de bailadores sugiere una serpiente que avanza y retrocede, en actitud amenazante para luego enrollarse y desenrollarse. Es necesario explicar que en el mundo Kari´ña la culebra tiene un significado especial, ya que según su mitología son originarios del hueso de la serpiente.
 
En cuanto al Akatoompo, este se celebra el 2 de noviembre, día en el cual la comunidad kariña celebra rituales en memoria de sus difuntos. Entre ellos subsiste la creencia de que los difuntos desde el dos al tres de noviembre regresan a visitar a sus familiares, quienes les esperan y, para recibirlos, preparan reuniones en las cuales se mezclan música, cantos y bailes. Los participantes, acompañados por cuatros y guitarras, originalmente era con flautas de caña, danzan entrelazados por la cintura, con giros y movimientos hacia adelante y hacia atrás. Entonan cantos espontáneos en los que se evocan acontecimientos importantes en la vida de los difuntos y destacan su recuerdo dentro de la vida del grupo.
 
Restos de una civilización otrora poderosa que parece conservarse infinita. Las palabras del sabio Humboldt comenzando el siglo XIX me resonaban en el recuerdo una tarde mientras los retrataba en Tascabaña: “Como tiene el cuerpo teñido de onoto sus grandes figuras de un rojo de cobre y pintorescamente vestidas, parecen de lejos, al proyectarse sobre la estepa contra el cielo, antiguas estatuas de bronce.”

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 

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