sábado, enero 30, 2016

GRACIAS

 Por aquello de que somos según nos criaron, soy profundamente agradecido por todo y a cuantos me rodean. Por ello, me producen urticaria los signos de olvido, de ingratitud o desagradecimiento, o cómo quieran ustedes llamarlo. En anteriores oportunidades he contado acá de mi abuela paterna, la vieja Elvira, a quien debo los primeros intentos que sobre mí hubo para desasnarme.  Con ella aprendí a leer y sacar cuentas, todo bajo un manto de consentimientos infinito que a veces disfrazaba de rigor; sin embargo, supongo que consciente de que no saldría nada bueno de mí sometido a aquella alcahuetería inacabable me mandaron a la “escuelita” de la señorita Modesta.
Ella era una de esas ancianas que en las viejas novelas describían como de piel apergaminada, que iba dejando a su paso un olor que me era muy querido, ya que mi abuela también usaba para bañarse el jabón de Reuter. Su centro funcionaba en una de esas viejas casas coloniales de La Guaira, y allí con voz suave nos enseñaba a un grupo de niños entre cuatro y siete años, vecinos de La Pólvora y el Puente Jesús. Ya en mi casa el machacar sobre agradecer como norma de buena educación era una letanía con la que me levantaba y acostaba. Papá, mamá y mi abuela no cesaban de interrogarme ante cualquier ayuda que me prestaban: ¿Qué se dice Alfredito? Y automáticamente respondía: Gracias, para obtener el consabido a la orden o de nada.

La señorita Modesta a la par que nos enseñaba los principios educativos nos citaba frases de distintos autores. Tal vez la que más empleaba era una que, con su voz característica, nos decía: Esto que les voy a leer es del mayor escritor que ha tenido nuestra lengua y en el mundo, Don Miguel de Cervantes Saavedra, que en su gran obra El Quijote escribió: “–De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud.”

Entre muchas otras cosas, esa es una de las que más me ha distanciado siempre de ese furúnculo que llevamos soportando por más de tres lustros.  No es un secreto para nadie que desde sus mismos inicios el difunto comandante intergaláctico, y sus acólitos, han sido unos malagradecidos de tomo y lomo.  Quiero refrescar esta vez algunos ejemplos de lo que digo.

Me contó un viejo trabajador de una de las empresas de servicios ejecutivos que operaban en el aeropuerto caraqueño La Carlota, quien vio en primera fila todo esto, como al comienzo de la campaña electoral de 1998 fue el capitán Henry Hoyos con sus armatostes voladores quien le daba apoyo para algunas de sus movilizaciones. Más tarde fueron las avionetas de Tobías Carrero las que entraron al juego, hasta que un domingo en la tarde, cuando estaban a punto de despegar, por una falla mecánica que tenía el aparato, los pilotos a cargo abortaron el vuelo.

“Hermano, tú no te puedes imaginar la paranoia que tenían esos carrizos con la DISIP, es más vivían asustados. Ese día salieron como si un zorro hubiera caído en un gallinero.  En ese tiempo los Boulton tenían ahí sus vuelos ejecutivos de Servivensa, y eso lo manejaba directamente el hijo del viejo que después secuestraron, Richard Boulton. La cosa fue que al comienzo ellos a quien ayudaron, porque así lo pidió Copei, fue a Irene, pero ese ya es otro cuento. Esa tarde llegó  a esa oficina un tipo de apellido Castillo, que no recuerdo su nombre, con un cuchicheo a pedir un vuelo, y más atrás llega un carro con un misterio y cuatro tipos adentro, ellos se bajan y uno de ellos se encierra en el baño, pero cuando están eso en eso me doy cuenta ¡de que era Chávez! Unos muchachos que trabajaban ahí después me contaron que eso parecía un palo de gallinero y no salió del baño para nada. Mientras tanto contactaron a Boulton y él dio el visto bueno. Desde ese día ellos se dedicaron a darle servicio en exclusiva a Chávez desde La Carlota y a más ningún otro candidato se lo prestaron”.

Me asegura el narrador que en aquellos días era un grupete desastrado donde solo dos de ellos tenían carro propio, uno era Luis Pineda Castellanos, que tenía un Volkswagen y el otro era Diosdado, “con un corcel azul poceta, todos los demás andaban a patica por ahí”.  También asegura que Diosdado, Jesse, Nicolás, “todos esos” eran unos recaderos, “es más, chico, eran unos cachifos, porque ahí los que eran la verdadera sombra de Chávez eran Pineda y el tuerto Andrade, esos eran en los que él de verdad confiaba, a todos los demás los arreaba como le daba la gana”.  En medio de  una de las conversaciones con este viejo hombre del mundo aeronáutico me suelta: “Ahora, eso fue como hasta un mes y medio antes de las elecciones que él gana, porque a partir de ahí esos vuelos eran para los de su comando de campaña y los periodistas, porque él empezó a desplazarse en los aviones de Freddy Cohén, que más de una vez él en persona lo llevó y lo trajo…”

El cuento es largo y espeso, y no los voy a atiborrar con los detalles, no porque me falten ganas, sino por las consideraciones del caso.  Y es aquí donde el desagradecimiento de esta plaga que aún padecemos brilló en todo su apogeo. En el año 2000 Richard Boulton fue secuestrado de la hacienda familiar en Carabobo, y una de las  figuras que más se movió tras bastidores para su supuesta negociación fue el ex ministro Ramón Rodríguez Chacín, quien luego ha demostrado pública y notoriamente sus vínculos con la guerrilla colombiana, que fue con quienes se negoció la liberación del mencionado empresario.  Tampoco está de más refrescar lo que fue la “quiebra” de Avensa, Servivensa y el naufragio del grupo Boulton en su totalidad en aguas oficiales.

Un dato del que poco se habla de esa quiebra es que dicha organización había creado en 1950 la Fundación John Boulton cuyos aportes a nuestro escenario cultural fue más que amplio y generoso.  Me asegura una fuente que dicha fundación tenía unos recursos en Estados Unidos que rondaba los siete millones de dólares, pues bien, cuando se da la intervención de las empresas, no saben cómo, ni cuándo, dichos fondos fueron escamoteados y nadie supo explicar lo ocurrido, lo cierto es que se esfumaron.

¿Necesito refrescarles en el caso del señor Cohén lo que pasó con Sambil de La Candelaria? Insisto, es una larga letanía de poca cortesía para con aquellos que en su momento le tendieron la mano. Ahora bien, que estos señores caigan en ello, creo que era de esperarse. ¿Qué otra cosa podía esperarse de semejante horda de indigentes cívicos?

Para cerrar, y dejar constancia, saludo con inquietud el nombramiento del querido Chúo Torrealba al frente del canal de la Asamblea Nacional. Digo inquietud, por decir lo menos, ya que no puedo dejar de preguntarme: ¿Acaso no es más necesario el trabajo político del coordinador del armatoste ese llamado MUD y delegar en una persona que realmente conozca del manejo de un canal, y pienso en Elsy Barroeta, por ejemplo, para hacer que ese canal realmente sea lo que tiene que ser? Me preocupa porque ha habido varios gestos destemplados del mencionado amigo, el último de ellos su respuesta a la diputada Tamara Adrián, quien calificó de  infortunadas unas declaraciones que emitiera; su expresión al más rancio estilo Juan Charrasqueado fue: “No soy diputado. Soy sec. ejecutivo de la Alianza gracias a la cual Ud. es diputada. Y la agenda es la de la Unidad!” O sea, en otras palabras el ahora perdonavidas Torrealba se jacta de ser quien hizo diputados a quienes integran la Asamblea Nacional. Mal rumbo el que se avizora en estas palabras que en mala hora se escribieron en Twitter. ¿Acaso vamos a seguir con el mismo musiú pero con otro cachimbo?



© Alfredo Cedeño

martes, enero 26, 2016

PROVERBIO 10



Que nuestra palabra sea lluvia que rodee el fuego
y las llamas se conviertan en pétalos,
haremos resucitar en bermejas campanas
la belleza que trataron de arrebatarnos,
danzaremos con euforia en los caminos
e iluminaremos los ojos de quien pase.
Nuestros pasos abrirán las sendas dormidas.

© Alfredo Cedeño


sábado, enero 23, 2016

DENTELLADAS

          La obsesión de los hombres entrados en años por las féminas de menor edad se puede tildar de ancestral, o al menos milenaria. Al comienzo las prácticas eran un tanto irregulares, como en el caso de Akenatón, faraón entre 1353 y 1336 AC, quien estuvo casado con su prima Nefertiti, y que le parió seis niñas.  Las aberraciones dieron un salto en el año 1340 AC cuando en la Ciudad de Atón yació con su propia hermana, la cual parió a Tutankamón, el también llamado rey niño.  Es decir, los reales miembros de la XVIII dinastía practicaron de manera consecuente y militante, una generación tras la otra, el incesto.
El despelote duró dos siglos y medio, y dicha dinastía cerró cuando Amenofis III padre de Akenatón y abuelo de Tutankamón, aseguran que al tratar de salvar la dinastía, casó con su nieta Sitamón. Parece que esta laxitud no era exclusividad de los faraones y su divina parentela. Si nos ponemos quisquillosos al leer La Biblia, la reflexión natural que podemos hacer es: Si Adán y Eva fueron los primeros seres humanos, de donde venimos todos, ¿la esposa de Caín era su hermana?, ¿todas las primera relaciones bíblicas eran incestuosas y calcadas de las prácticas egipcias? Si nos mantenemos en nuestro libro sagrado nos enteramos que Abraham se casó con su media hermana Sara de Ur. Pero más escandaloso aún es lo que revela el Génesis al final de su capítulo 19, cuando luego de la destrucción de Sodoma y Gomorra, las hijas de Lot deciden pasar por las armas inguinales a su propio padre.  Lean:
“19:31 Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra. 19:32 Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservaremos de nuestro padre descendencia. 19:33 Y dieron a beber vino a su padre aquella noche, y entró la mayor, y durmió con su padre; mas él no sintió cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó. 19:34 El día siguiente, dijo la mayor a la menor: He aquí, yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre descendencia. 19:35 Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la menor, y durmió con él; pero él no echó de ver cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó. 19:36 Y las dos hijas de Lot concibieron de su padre. Y nueve meses más tarde las hijas dieron a luz a dos hijos, Moab el cual es padre de los moabitas hasta hoy, y Ben-ammi, padre de los amonitas hasta hoy”.
Supongamos que la culpa no fue de Lot sino del alicoramiento al que fue sometido por sus benjaminas y dejemos a las sagradas escrituras en paz por esta ocasión, y ahora cito los casos reales de Felipe IV que en octubre de 1649, a los 44 años, casó con Mariana de Austria quien tenía 15. Luego sería el turno de Felipe V, quien llevó al tálamo nupcial a su prima María Luisa Gabriela de Saboya, cuando tenía 13 años. Pero vayamos ahora al mundo plebeyo y encontraremos al autor de “Los asesinatos de la calle Morgue”, “El cuervo” y “Eureka”, quien en el siglo XIX, el 16 de mayo de 1836, contrajo matrimonio con Virginia Clemm de 13 años, y el señor Edgar Allan Poe 27. 
En 1955 el escenario literario mundial fue sacudido por una novela que comenzaba así: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.”  En ella el autor ruso Vladimir Nabokov narra la historia de la obsesión de Humbert Humbert por su hijastra de doce años, y como dicha nínfula le corresponde.
Son infinitos los ejemplos similares, y las diferencias etarias se han manifestado unas veces de manera más ruidosa que otras como fue el caso de Hugh Hefner, fundador de la revista Play Boy, quien contrajo nupcias con Crystal Harris pese a una diferencia de 60 años.  También mostraron en su momento una brecha de 47 años Cary Grant y Barbara Harris al momento de casarse en abril de 1981.  Venezuela no ha sido la excepción a este tipo de situaciones.  Recuerdo a comienzos de los años 80 oír en la casa de un amigo, que vivía en La Lagunita, a su padre contar que una conocida ex candidata de belleza, y en aquellos días actriz triunfante en la televisión, con la que por 10 mil bolívares, más de 2.300 dólares americanos en aquel tiempo, cualquiera podía pasar la noche en el antiguo Caracas Hilton.
Hace unos diez años el ex encapuchado Elías Jaua ocupaba una cartera ministerial, cuando su hombre de confianza fue secuestrado en su vivienda de El Rosal por un grupo que exigió entregara el dinero que tenía. El rehén se negó porque no era de su pertenencia, se habla de que era medio millón en billetes verdes, y los malandrines se comunicaron con el señor ministro y le hicieron saber que no sólo tenían su número directo como estaban demostrando, sino también el de todos los directores, así que lo mejor era que le diera instrucciones al rehén para que entregara el efectivo. Y así se hizo.  Me han asegurado varias fuentes que el hijo de Caucagua se movió cual peso pluma para silenciar que ello no apareciera en ninguna parte, y así ocurrió. Lo cierto es que ese grupete era asiduos a ciertas fiestas que se celebraban en Tanaguarena en el “nidito de amor” de otro de los miembros del tren ministerial de entonces.
La información que llega es que en aquel entonces como mampara para conseguir a las ninfas que eran trasladadas a dichos ágapes se utilizaban los servicios de una agencia de modelos que funcionaba en una quinta de La Castellana, y cuyo propietario también manejaba una productora de televisión que hacía un concurso con el nombre de un canal por suscripción dedicado a la música,  y, aseguran de bien ganada fama, de ser una tapadera para suministrar damas de buen ver a ciertos caballeros desesperados.
Recientemente se ha hablado mucho de un caso de similar tenor, y la pregunta que muchos nos hemos hecho es por qué trascendió y quién dejó que rodara de la manera que ha pasado. Una voz amiga me comenta, luego de mil peripecias para comunicarse: “Esa historia y las cifras de inflación, lo hacen para tener la primera pieza sacrificada del PSUV”. Por otro lado un miembro del Alto Mando deja saber: “Los hermanos están disminuidos y sin fuerzas para defender  a nadie más".
Hasta ahora todo apunta a un pase de facturas que solo dejan ver las grietas de la sentina en que se ha convertido nuestra élite gobernante. Me aseguran que Diosdado, quien en infinidad de oportunidades “carajeo a su gusto” a Jaua, y su hermano han perdido su poder de antaño. Sigue la voz verde: “Ya ni Vladimir le para.  González López, Diosdado y Rodriguez Torres eran un trígono perfecto, pero al abrirse el último perdieron un excelente aliado, y gran parte de su ascendencia sobre nuestro mundo.  El juego adentro de los cuarteles está más enredado que nunca, pero los rojos no están ganando precisamente”.
En este momento, que trato de cerrar estas líneas, recuerdo los versos de “Aullido” de Allen Ginsberg:
¡Moloch!¡Soledad!¡Inmundicia!¡Fealdad!¡Latas de basura e inalcanzables
dólares!¡Niños chillando bajo las escaleras!
¡Muchachos sollozando en los ejércitos!¡Ancianos llorando
quedamente en los parques!

© Alfredo Cedeño


martes, enero 19, 2016

PROVERBIO 09

Las llamas llegarán del cielo y arderá el horizonte
hasta lograr que no quede un sarmiento de esta mala vid,
pequeños demonios empantanados en sus fantasías
donde insisten en abrevar y obligarnos a pacer,
atardecer y amanecer serán ardiente criba
ocaso para aquellos tontos y aurora para nosotros,
se invertirá su largo destilar de odios estériles
y una brisa infinita arrastrará su pestilencia inútil.

© Alfredo Cedeño

sábado, enero 16, 2016

AROMAS


           Sin los olores la memoria tendría una presencia poco menos que desgraciada en nuestras vidas. ¿Usted se puede imaginar evocar su plato favorito sin que pudiera recordar el aroma de sus condimentos? ¿Quién alcanza a rememorar su primer coito sin desenterrar la mezcla de fragancias de aquel momento celestial? ¿Acaso hay quien pueda recordar su niñez sin añorar el perfume de sus golosinas a la hora de la merienda vespertina, así fueran de papelón con queso?
Escribo de ellos y de inmediato me asalta Gabriela Mistral y su “Ronda de los aromas”:
Albahaca del cielo
malva de olor,
salvia dedos azules,
anís desvariador.
Tampoco puedo dejar de rememorar en “El Conde de Montecristo”, cuando al morir el abate Faria, su compañero de infortunios y heredero de su fortuna, Edmond Dantès, oculto en el subterráneo que comunicaba sus celdas, le toca enterarse de la certificación de su muerte. Narra Dumas: Hubo otro instante de silencio, oyóse después un chirrido como de carne quemada, y un olor nauseabundo llegó hasta el horrorizado Dantés a través de la baldosa. Aquel olor de carne humana carbonizada hizo que Edmundo estuviera a punto de desmayarse.
                Otro autor que necesito mentar es a Hemingway, y tomo de “París era una fiesta”: Salí a la calle después de pasar a través de todos los buenos aromas de pan que llenaban el horno y la tienda. En “Las verdes colinas de África” detalla el olor de los animales cercanos a los que quiere cazar, la vegetación, el sudor de sus compañeros.
                La importancia del olfato en nuestras vidas es determinante, y por ello es un recurso que los autores suelen emplear para ubicar al lector en el contexto de su obra. Explica la psicóloga española Silvia Álava, quien tuvo a su cargo la dirección del estudio “Los olores y las emociones” que solemos recordar hasta el 35 por ciento de lo que olemos, y apenas un 5 por ciento de lo que vemos. Asegura la guapa estudiosa de la conducta que “la memoria es capaz de percibir hasta 10.000 aromas distintos, aunque únicamente es capaz de reconocer 200 olores”.
                En mi caso son múltiples los olores que funcionan como gatillos que me trasladan de inmediato a diferentes etapas de  mi vida, sobre todo a mi niñez. Uno de ellos el de la pastilla de jabón Palmolive, pero el verde, que usaba mi padrino Chebo para bañarse bajo un gran chorro que había fabricado él con una vieja lámina de zinc donde caía el agua del río Osorio, en la parte alta de La Guaira.
                Su nombre era Eusebio González, nacido en El Valle del Espíritu Santo, en la isla de Margarita, y estaba casado con mi madrina Carmen Felicia Salazar, quien a su vez era prima de mi madre. Ellos habían migrado de la amada isla a mediados del siglo XX, cuando la miseria hacía estragos allá, y habían salido adelante en Caracas. Llegaron a tener varios abastos, o bodegas, o pulperías, como usted prefiera llamarles, que estaban en distintas partes de la ciudad; los locales más importantes estaban en La Pastora y otro en El Valle. Un buen día, corrían los tiempos del gobierno de Pérez Jiménez, la que estaba en el sur fue expropiada para la construcción de la avenida Nueva Granada.
Ellos, gente emprendedora y de poco miedo, decidieron que no se iban a arriesgar a nuevas ocasiones como esa, así que vendieron todos los locales y decidieron irse a La Guaira. Allí empezaron a explorar hasta que en la parte alta del río Osorio encontraron una señora que tenía una choza a la orilla del río y un conuco. En breve hicieron negocio con ella y se instalaron allí. Les estoy hablando de una pareja de cierta fortuna puesto que eran varias las propiedades que habían vendido en Caracas, y sin embargo decidieron arrancar una nueva forma de vida.
                Ellos, mis padrinos, fueron un par de seres especiales que viví y disfruté al máximo. Ella era menuda, de humor ácido y genio endiablado. Él era enorme, debe haber medido cerca del metro noventa y pasado largamente los cien kilos, genio fuerte también y un vozarrón que me hacía sentir ante uno de los gigantes de los cuentos que me narraba mi abuela Elvira. Ambos eran de una generosidad muy particular.
Años más tarde entendí la real dimensión de ellos. Eran una especie de Reverón y Juanita, entre ambos construyeron su casa con piedras que sacaban del río y sacos de cemento que él subió uno por uno desde la carretera que quedaba a cerca de kilómetro y medio de donde ellos se establecieron. Junto a la casa él fue sembrando matas de caña de azúcar, de topocho, de cambur, de plátano, de guayaba, de piña, de parchita, de parcha granadina, y paremos de contar. Igualmente hizo un tanque inmenso para almacenar agua, la cual hacía llegar desde el río con una canal que le construyó, y desde allí regaba a través de una red de acequias todas sus plantas.  La “ducha”, ya les conté como la hizo en el cauce del río, donde cada tarde acudía con su pastilla de jabón en la mano y una toalla sobre su hombro. Además de hacer todo esto, él buscó trabajo en el Puerto de La Guaira, donde laboraba de lunes a viernes y a veces los sábados en la mañana.
                Repito, estoy escribiendo de unas personas que tenían un capital suficiente como para dedicarse a cualquier otra cosa, y sin embargo se dedicaron a construir con sus propias manos una morada. 
                Escribo todo esto porque llevo días oyendo y leyendo por todos lados que Manolito el de Mafalda, léase: Julio Borges, presentó ante la Asamblea Nacional el Proyecto de Ley de Vivienda para otorgar el título de propiedad de la Gran Misión Vivienda Venezuela. La pregunta que no ceso de hacerme es: ¿Cómo será el sistema de pago de dichas viviendas? ¿O es que no se trata más que de otro mecanismo para estimular la mendicidad y reforzar entre los venezolanos la condición saudita de un Estado que regala a troche y moche lo que se le antoja?
                Me aterra que se siga estimulando en nosotros la maldición petrolera, el estigma del dame- todo-hagamos-nada, el síndrome del mendigo suertudo que sin hacer nada gana siempre. No se trata de no favorecer a los más necesitados, se trata de comprometernos y comprometer en la participación a todos. No hay una casa en Venezuela donde no se vean signos de una vida cómoda en mayor o menor proporción, y todos esos enseres o utensilios son pagados, a veces a precios exorbitantes, por todos. Ello revela una disposición al logro que de manera perversa  no se ha querido estimular. ¿Hasta cuándo se repetirá el esquema de un Estado omnímodo que todo lo da? ¿Cuándo será que comenzaremos a ser una tierra comprometida consigo misma y que será lo que queramos que sea porque lo que sobra es talento, dedicación y compromiso?

© Alfredo Cedeño

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