sábado, agosto 27, 2016

¿SOMOS?


                Venezuela es un mar de conflictos irresolutos donde hemos navegado desde nuestra génesis. En Doña Bárbara el maestro Rómulo Gallegos retrató a perfección esa eterna diatriba en la cual vivimos sumergidos; barbarie y sensibilidad, viveza y gentileza, egoísmo y solidaridad, son caras de una misma moneda que somos. Por lo general ha solido imponerse nuestro lado oscuro y hemos visto dejar al margen con excusas baladíes nuestra parte luminosa. Es así como Bolívar desplazó a Miranda, Castro y Gómez nos aherrojaron durante casi cuatro décadas, el propio Gallegos fue desplazado por una turba militar de la presidencia de la república.
                El triunfo de la fiereza ha sido constante y avasallador. En todos los ámbitos gente muy valiosa ha sido desplazada por jugadas de maromeros trasnochados. Las excusas de las que se han agarrado para arrinconar al talento han sido proverbiales. Son oportunidades en las que pienso en las palabras que usaba mi abuela Elvira en situaciones de ese tipo: “Es que si usaran la inteligencia que tienen para vainas buenas, ya estarían en la luna”.    
                El bendito bozal marxista que nos secuestró el razonamiento y la intelectualidad nacional, a quienes les encanta autodefinirse como intelligentsia, ha sido otro vívido ejemplo de ello. Conozco varios académicos de honestas raíces democráticas coquetear, de mente y piernas abiertas, con cierta hermenéutica izquierdista como forma expedita para ascender en el escalafón universitario. Esa dictadura se ha manifestado a plenitud en el mundo literario. Los mejores ejemplos de ello fueron el ya citado Gallegos, Juan Liscano y Andrés Eloy Blanco, cuya obra nunca fue atendida en profundidad por los “académicos” por haber sido adecos.
                La tela que puede ser cortada en ese sentido es inabarcable, es proporcional a la mezquina miopía de un sectarismo que se arropó con la bandera de la solidaridad y la justicia social, las cuales pretendieron impartir a partir de la segregación de mentes muy valiosas. Recuerdo la vergüenza con la cual esa pluma privilegiada que fue Adriano González León, el 4 de agosto de 2006, durante la rueda de prensa para anunciar el primer ciclo de cátedras literarias de Escribas, donde, sentado a la diestra de Eugenio Montejo, reconoció que con Gallegos y su obra se había cometido una injusticia  innombrable y que ella era de una inmensa calidad; al final de sus palabras ese día con un murmullo de voz reconoció que él mismo había caído en eso y que había privado en su generación el estigmatizarlo por su militancia política.   
                Como ellos los ejemplos son incontables. Otro al que se trató de minimizar su trabajo por sus simpatías con el partido blanco fue a Juan Liscano.  Nunca dejaron de enrostrarle que había sido el organizador del Festival de la Tradición que se realizó en el Nuevo Circo de Caracas del 17 al 21 de febrero de 1948 con motivo de la ascensión al poder de Rómulo Gallegos. A falta de argumentación real con la cual cuestionarle se limitaban a soltarle con sorna su condición de folklorista. Extraña manera de insultar la de aquellos que se decían defensores de los valores del pueblo y hacían befa de quien hizo que la urbe conociera las manifestaciones más puras de la cultura venezolana. Él no se arredró ante las arremetidas retóricas, y cuando en la década de los 60 estalló el conflicto armado de la guerrilla no le dio cuartel a lo que llamó “el absurdo (…) la carencia de base doctrinaria y dialéctica de esa insurgencia”.
                No menos doloroso fue en ese tiempo lo vivido por el querido poeta Jesús Rosas Marcano, una de las mentes más y mejor formadas que he conocido, de una sapiencia y humildad muy sólidas. Una tarde caminando bajo el sol infernal de Araya me confió: “Coño mijo, a mí me cobraron que mi hermano estuviera peleando contra la guerrilla y esa izquierda todopoderosa de la [universidad] Central me la puso bien chiquita, no me quedó otra que hacerme el pendejo y agachar la cabeza”. Su hermano fue el oficial del ejército Juan Bautista Rosas Marcano, quien perdió parte de su mano derecha durante unas operaciones contra la guerrilla de la citada década.  A Chuchú, como lo conocíamos, lo salvó del destierro “intelectual” su talento y trabajo incansable, tanto en lides docentes como en una larga y todavía inapreciable labor investigativa. Hay todavía quienes pretenden minimizarlo reduciéndolo a “el que hacía las canciones de Un Solo Pueblo”.
                Es una muy larga lista de desatinos perpetrados contra muchos de nuestros talentos y ante ello el silencio se impone. Nadie quiere enfrentarse a la omnímoda petulancia de un grupete arrogante y “progresista” que consagra o destruye a quien se le antoja amparado por el prestigioso paraguas de lo académico. En julio de este año George Steiner en declaraciones a Borja Hermoso de El País, España, resumió muy bien la situación de la que hablo: “…el más grande de los críticos es minúsculo comparado con cualquier creador. Así que hablemos claro y no nos hagamos ilusiones. (…) en la universidad hay una vanidad descomunal. Y les sienta mal que les digas claramente que son parásitos. Parásitos en la melena del león”.
                Este paradigma ha permeado a todas las esferas, mejor no abundemos en nuestro campo político porque es nauseabundo lo que se puede mostrar a manera de ejemplo. Regreso a Liscano y en el poema Somos, de su libro Resurgencias tal vez esté la respuesta:
Somos hoy los inestables transeúntes de las nuevas ciudades
brotadas entre los escombros de los pueblos nativos.
Pasamos sin saberlo, de lo acabado a lo reciente desconocido
y malgastado ya.

© Alfredo Cedeño


Alfredo Cedeño

jueves, agosto 25, 2016

PERENNE

  
Señor
tú que nunca me abandonas
mantén encendida la lámpara
y apagada la tristeza
hasta que las quimeras chispeen
los cielos se acerquen
la tierra entera germine
el viento asperje aromas
las olas no cesen de arrullarnos
los gemidos sean siempre alegres
la candela seque los infortunios
y tu brillo sea faro perpetuo.

© Alfredo Cedeño


sábado, agosto 20, 2016

SU MAJESTAD HENRY




                En el último año del siglo XV  el parlamento Inglés eligió a Henry de Láncaster como rey con el nombre de Henry IV de Inglaterra. Él llegó a dicho trono luego de comandar a la facción que se enfrentó a su primo hermano el rey Richard II de Inglaterra. Las crónicas revelan que el nuevo soberano dejó morir de hambre a su pariente en la prisión. En este personaje histórico se inspiró William Shakespeare para escribir su pieza Henry IV, que se ha traducido al castizo español como Enrique IV. El autor inglés comienza su pieza haciéndolo entrar junto a sus amigos sir Walter Blunt y el conde de Westmoreland mientras dice este parlamento: “Estremecidos, pálidos aún de inquietud, permitamos respirar un instante a la paz aterrada y en breves palabras dejen que les anuncie nuevas luchas que van a emprenderse en lejanas orillas”.
                ¿Cómo hace uno para no pensar en su propio Henry vernáculo? Guachamarón él, pico de plata como decía mi abuela la vieja Elvira, pero al ver su actuación uno más bien termina pensando en otro personaje del mismo drama de Shakespeare al que muchos tienden a tildar del verdadero protagonista de la pieza que es sir John Falstaff. Este rol algunos consideran que era más digno de una comedia que de una tragedia, y hay quienes dicen que la gente iba al teatro para llorar con Julieta  y reírse con Falstaff. En la segunda parte de esta obra teatral él se autodescribe así: “Hombres de todo tipo se toman como un orgullo hacer chanzas sobre mí. El cerebro de este necio compuesto de arcilla, el hombre, no es capaz de inventar nada que provoque risa como no sea lo que invento  yo o se inventa sobre mí. No sólo tengo ingenio, sino que soy la causa de que otros tengan ingenio”.
                Este parlamento pareciera haber sido versionado por Su Majestad Henry I de Valencia, que más parece por estos días rey de carroza de carnaval, ya que no hay sitio por donde no se asome, cuando días atrás aparece con su falsete característico proclamando: “El primero de septiembre que nadie se quede en su casa, todos a la calle. Viva Venezuela”.
                Es imposible evitar la indignación de ver cómo se sigue jugando en nuestro destruido país a que no ha pasado nada y que todo se puede seguir arreglando a la vieja usanza.  La memoria me trae de nuevo a la ya citada pieza y recuerdo al conde de Warwick decir: “Se encuentra siempre en la vida de los hombres algún acontecimiento que representa el estado de los tiempos extinguidos”.  ¿Acaso alguien representa mejor los tiempos que creíamos muertos y enterrados en Venezuela? Por lo visto los cogollos y las engañifas de toda laya mantienen su plena vigencia, no estaban muertos, andaban de parranda aprendiendo nuevas maromas con las cuales seguir jode que te jode al país entero.
                Hasta hace poco los números de todas las investigaciones colocaban a Leopoldo a la cabeza de las simpatías del electorado, pero ahora aparece, vaya usted a saber a cuenta de qué, al frente de las simpatías el ya citado locuaz presidente de la Asamblea Nacional.  Semanas atrás me preguntaban en una larga conversación cómo explicar la jugada de Timoteo Zambrano articulando el llamado Dialogo Merenguero, que se realizó en Santo Domingo con la presencia de ese ectoplasma ibérico que se llama Rodríguez Zapatero y otras joyas de similar pelaje.  Ahora aparece don Timo prohijando la candidatura del ilustre Ramos, vemos al bigote bailarín anunciándolo como  el vocero de la oposición que considera interlocutor válido; mientras que él anuncia su disposición a sacrificarse en los altares de la patria para acomodar sus nalgas en la silla de Miraflores.
                Me imagino que el hijo de Valencia, a todas estas, estará pensando igual que su tocayo Enrique de Borbón, quien aspiraba al trono de Francia, con el pequeño inconveniente que por ser protestante era imposible que se le otorgara el reinado, ante lo cual abjuró de su religión originaria y se convirtió al catolicismo el 25 de julio de 1593 y, supuestamente, pronunciando su célebre: París bien vale una misa.  Me imagino que el monarca nuestro lo parafraseará y lo convertirá en: Mi presidencia aunque los deje sin camisa.

© Alfredo Cedeño
 

sábado, agosto 13, 2016

FANDANGO


                A fines de la década de los 70 del siglo pasado, existió en Caracas, en el callejón Pedroza de La Florida, en el sótano del edificio Elisabetta, el estudio Fandango, fundado por el ahora musulmán furibundo Evio Di Marzo. En esa sala se foguearon amén del propio Evio con Adrenalina Caribe, su hermano Yordano, Colina, Ilan Chester, Luz Marina, Melissa, Cecilia Todd, Soledad Bravo, Guillermo Dávila, Naty y su charanga, Seguridad Nacional, Dimensión Latina, entre muchísimos otros.
A mediados de la siguiente década estuve durante un año largo documentando fotográficamente los ensayos y conciertos de Evio con Adrenalina. Era el tiempo en que Orlando Poleo, entonces un adolescente, mostraba sus manos prodigiosas sobre los cueros; Carlos Pucci marcaba el paso con el bajo; Alberto Borregales, que terminaba su licenciatura en letras en la UCV, reventaba los timbales con las baquetas que después lanzaba al público; Néstor Pérez hacía que los bongós volaran; Roldan Peña con una guitarra producía filigranas; y Rodolfo Reyes que hacía reír y llorar el saxo.  A todos los retraté hasta que Kico Bautista, quien dirigía la galería Fantoches en la sede de Colegio Nacional de Periodistas, me abrió las puertas para que hiciera en ella la exposición Adrenalina es Caribe y sabrosa.
A Evio, antropólogo por profesión, una mañana que esperábamos que comenzara el ensayo le pregunté por qué el nombre de su sala, y me respondió: “El diccionario dice  que es un antiguo baile español, ejecutado con acompañamiento de canto, guitarra, castañuelas y hasta de platillos y violín, a tres tiempos y con movimiento vivo y apasionado. Lo que no se puede negar es su origen moro por su parecido con la danza arábigo-andaluza y las jarchas mozárabes.  Pero no te olvides que por lo general está asociado con un despelote, un jolgorio, un vente tú”.
                Creo que él no llegó a leer el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, de 1732, el cual tuve oportunidad de revisar unos años más tarde, y se le asigna a dicho baile influencia de este lado de la mar océana, y aseguran allí que “es un baile introducido por los que han estado en los reinos de las indias, que se hace al son de un tañido muy alegre y festivo”.
                Africano, americano, o sincretismo consumado en tierras ibéricas, lo cierto es que la palabra también es aceptada coloquialmente como bullicio o trapatiesta. Antonio Estévez quien acostumbraba acuñar o modificar refranes a su antojo solía decir: El mundo es un fandango y el que lo baila es un perrendango.
Reflexiono en torno a ello mientras escribo estas notas y doy una mirada a nuestro patio político, donde nuestros ancestros españoles se manifiestan con vigor de refriega en taberna de mala muerte. Aquí las puñaladas traperas vuelan de un lado al otro con agilidad pasmosa. Vemos a un Cliver Alcalá Cordones devenido ahora en prohombre del chavismo arrepentido dándose golpes de pecho y exigiendo una pureza de linaje que ni Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, el temido Conde-duque de Olivares en la corte de Felipe IV en pleno siglo XVII. Este oficial que egresó junto a su hermano en 1983 de la Academia Militar de Venezuela, solía jactarse entre sus pares castrenses de ser “Alcalá el bueno”, porque su hermano y compañero de promoción, Carlos Antonio, era “Alcalá el malo” por haber acompañado a Chávez en su revuelta frustrada de 1992. Y ahora él aparece como la viuda preferida del comandante intergaláctico quien poco disimulaba su desprecio hacia él, y se afirma que su generalato se debió a la sombra fraterna.
¿Es necesario abundar sobre los tajos que no cesan de lanzarse unos a otros de este lado del escenario? Si allá son puñaladas, acá son machetazos. Las costuras son evidentes, tanto que se muestran como un bochornoso bodrio de dudoso gusto.  Vemos a una dirigencia desaforada peleando de manera cada vez más desembozada por una candidatura presidencial de dudosa probabilidad. Exigir la libertad de los presos políticos es una bandera que cada vez se saluda más de lejos. El bendito revocatorio se ha convertido en supuesta herramienta de tracción que arrastra todo a su paso, y las propuestas para resolver la gravísima situación de abastecimiento de medicinas y alimentos deslumbran por su ausencia.
Discusión, diálogo y concertación han devenido en figuras retóricas vacuas a las cuales se convocan para justificar el vacío en la capacidad de dirección que debiera predominar. Lo que vemos es una carrera desbocada por encabezar la recua.  Craso error de una dirigencia que invierte el sentido y cree que masa sin dirigentes es nada. Es exactamente lo contrario queridos asnos...

© Alfredo Cedeño


miércoles, agosto 10, 2016

LETANÍA


Rastreé su señal con terca desazón y alguna desesperanza
hasta aparecérseme de estampa sinuosa y al desgaire:
en la leve huella fresca de una gaviota sobre el barro
con el rastro iridiscente de un caracol agonizante al sol
sobre el compás de las gotas de lluvia golpeando el lago
como las caléndulas mecidas por un viento fresco y seco
abajo de los pasos perdidos de los mendigos desdeñados
entre los incansables garfios de los abrojos del camino
desde la voz desbocada de los anónimos cantores populares
encima del lomo de un arcoíris derramándose matutino 
hasta en los bordes de las hojas de los plátanos de verano
en los entresijos de las veredas acordonadas por el estío
con quince fulgores de las rosas comenzando a marchitarse
sobre el milagro del beso que sepulta las cuitas de amor
como los abedules desnudos al borde de lejanas serranías
abajo de las carretas que todavía atraviesan los caminos
entre los dedos de los ancianos que desgranan el maíz
desde la espuma que saluda incansable sobre las olas
encima del quejido hermoso de los amantes al consumirse
hasta en la orilla de historias que narran los abuelos
en el fondo de las lagunas arropadas por mantas verdes
con la dulce agonía de la parturienta que se hace madre
sobre el costado abierto de las penas de quienes pecan
debajo de las piedras donde se guarecen los saltamontes
como las madrugadas arreboladas de los recién desposados
entre los cántaros llenos de leche fresca y espumeante
desde la ternura del niño que roza el lomo de su perro
encima de las carcajadas dolorosas del verdugo borracho
hasta los costados de las casas con paredes enjalbegadas
en el albur desquiciado de un tahúr que nunca supo ganar
con los relinchos de las quebradas entre las montañas
sobre las jícaras rebosantes de agua dulce del manantial
abajo de las huellas decoloradas en los arenales de Waikiki
como las capas que en mis sueños de niño me hacían volar
entre las espinas de un rosal alborotado por las ninfas
desde los ruegos elevados con ilusión en cruda alabanza
encima de las citas tronchadas en las aceras lloviznadas.

Una ringlera de parpadeos que me sacudieron sin piedad
hasta que el balbuceo de las estrellas en la madrugada
con raudas maniobras agitaron el fondo de mi lodazal,
todos se confabularon, desbarataron mi majadería de ser ateo
e hicieron salir las dudas en larga y tendida carrera.

© Alfredo Cedeño


sábado, agosto 06, 2016

¿DIOS LOS CRÍA Y EL BILLETE LOS JUNTA?

                 Venezuela, tal parece, es el territorio de los imposibles, tanto buenos como malos. En nuestro país pueden ocurrir los episodios más sublimes, pero también los más sórdidos. Podemos presumir de un Aquiles Nazoa capaz de encontrar en El Silencio una patrulla llena de niños presos, abrirles la puerta y hacerlos huir en estampida para luego meterse en ella a esperar allí sentado el retorno de los policías.  Pero también podemos avergonzarnos de haber llegado al punto en que la tumba del maestro Rómulo Gallegos sea profanada y que el hecho quede impune.
                En un escenario donde lo canallesco se muestra al lado de lo excelso cualquier cosa se puede esperar, pero no por ello estamos curados enteramente contra tales bamboleos. Es así como nos inflamos al oír a Seann Pen recitar los versos de Eugenio Montejo en la cinta 21 gramos:
La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño…
Pero también nos sacudimos casi convulsos al enterarnos en nota firmada por el periodista Emili Blasco que nos informa de una reciente reunión en Margarita entre el “honorable”, y también destituido, magistrado de la Audiencia Nacional española Baltasar Garzón; con el no menos “insigne” general y diputado Hugo Armando Carvajal, hombre fuerte de las trapisondas de la mal llamada inteligencia venezolana.
                ¿A cuenta de qué estos dos señores se reúnen a la chita callando en Margarita?  Explica Blasco que la eminencia ibérica está dedicada a elaborar un informe “para cuestionar la validez de los procedimientos utilizados por EE.UU. y que puede ser usado en la defensa de varios imputados, como los sobrinos de Maduro que se encuentran presos en Nueva York”.  Por lo visto, tal como en su momento escribiera Quevedo:  
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
anda continuo amarillo.
(…)
Poderoso caballero
es don Dinero.
                El mencionado hombre de leyes saltó a la fama el 10 de octubre de 1998 cuando dictó en España una orden de detención contra el dictador chileno Augusto Pinochet, quien se encontraba en Londres desde el 21 de septiembre de ese año donde había acudido para operarse de una hernia discal lumbar.  Garzón no solo le dictó esa medida sino que una semana después de su detención emitió una orden de embargo de sus posibles cuentas bancarias en Suiza, Luxemburgo y otros países; pero sin meterse con un centenar de cuentas secretas millonarias en Estados Unidos. Por supuesto a partir de ese momento el jurista andaluz se convirtió en personaje de culto para los devotos de las leyes. 
                Don Baltasar comenzó a desfilar por todas las pasarelas imaginables del mundo entero y más que juez parecía una estrella que ni Freddy Mercury en sus buenos tiempos. Tiempo después Los Angeles Times en una semblanza sobre él habla de su ingreso en la historia “con un golpe de bolígrafo” y aseguraba que personificaba la España moderna: “impetuosa, con estilo, amante de la diversión y frenética”. Es el mismo que en junio del 2007 visitó Venezuela como invitado especial del 37° Congreso Anual de  la  Confederación Venezolana de Industriales –CONINDUSTRIA­– y en el hotel Eurobuilding le escuché preguntar: “¿Cuántos ciudadanos venezolanos habrían votado por la desaparición de Radio Caracas Televisión?”, para luego afirmar: “Cerrar un medio de comunicación no es el mejor sistema para garantizar la libertad de expresión”.   Ello le valió no pocos reproches de la pléyade roja. El entonces canciller venezolano, hoy bigotudo bailarín, Nicolás Maduro, lo calificó de “triste y cobarde”.  En aquellos días era vicepresidente de la república el por lo visto inefable Jorge Rodríguez quien lo despachó con el epíteto de payaso y pagado “para decir lo que quiere oír la oligarquía venezolana”.  Eran días en que el Tribunal Supremo de Justicia lo presidía Luisa Estela Morales, quien no se quedó corta tampoco y dijo que Garzón “vino como un mercenario a parcializarse con una posición que no le estaba dada”. La jurisconsulta cerró afirmando con herido orgullo: “Venezuela no acepta, y su Poder Judicial menos, un neocolonialismo que venga a usurpar lo que es la competencia y la jurisdicción de nuestro país”.
                Su eminencia Garzón siguió dando vueltas por el mundo y por lo visto cobrando unos jornales nada despreciables. Es así como a comienzos de este año 2016 se supo que él había sido “coordinador en asesoramiento internacional en derechos humanos” en la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina cuando fue designado por la presidenta Cristina Fernández. Fueron 96.368 pesos (6.500 euros) que se le pagaron cada mes al impoluto hombre de leyes. El cargo lo ocupó desde diciembre de 2012, año que fue condenado en su país natal a 11 años de inhabilitación como juez por prevaricación al investigar el caso Gürtel.
                ¿Y de este lado acá quién fue su interlocutor?  El ahora diputado y muy detestado en las filas castrenses “El Pollo” Carvajal, quien egresó de la Academia Militar Venezolana en 1981 como parte de la promoción Teniente Pedro Camejo.  Un comentario oído en varias ocasiones por los pasillos militares es: “Siempre fue brutooooo, nunca estuvo entre los primeros, pero participó en el golpe con Chávez”. Los hechos parecen refrendar la frase pues ocupó el puesto 59 en medio de 73 oficiales. Entre sus compañeros de promoción estuvieron de primero Ronald Blanco La Cruz, luego gobernador del estado Táchira, en segundo lugar Edgar Hernández Behrens, quien luego presidió el antro de mil vagabunderías que fue la Comisión de Administración de Divisas –CADIVI–, de quinto el ahora opositor Carlos Guyón Celis, de octavo estuvo José Fernando Blondet Serfaty, quien murió en un accidente aéreo en El Junquito cuando venía desde Puerto Ayacucho donde fungía como jefe de guarnición de Amazonas.
                Lo cierto es que este señor, nacido en Viento Fresco, estado Monagas, pese a sus aparentes limitaciones se convirtió en el hombre fuerte del stablishment rojo rojito.  Todos coinciden en describirlo como un hombre de extremado bajo perfil, acostumbrado a “joder sin que nadie lo vea”, él es quien decide los ascensos y cargos de importancia de los militares, y si algún oficial cae en desgracia con él lo humilla hasta límites inimaginables y la única manera de que pueda salvar su carrera es arrodillándose y pidiéndole perdón, es quien da el visto bueno a todo paso de avance en el mundo verde. 
                Sus maneras poco convencionales han estado vinculadas a episodios poco claros que han ocurrido en estos años de administración “revolucionaria”. Uno de ellos fue la llamada “Masacre de Kennedy”, ocurrida en Las Adjuntas, al suroeste de Caracas, el 27 de noviembre de 2005, cuando los estudiantes de la Universidad Santa María Leonardo González, Edgar Quintero y Erick Montenegro, fueron asesinados a pesar de gritar que eran estudiantes.  Lo mismo se puede decir de la poco clara muerte de un guardaespaldas de su hijo en San Antonio de los Altos.
                Un episodio del que se habla en muy baja voz por los pasillos militares, y al cual lo vinculan de manera insistente,  es el del secuestro-detención del general retirado de la GN Ramón Lozada Saavedra a quien el 26 de noviembre 2013 una comisión de la DIM lo sacó a la fuerza de su vehículo en Montalbán, Caracas, para aparecer días después en San Fernando de Apure. En su momento nada se dijo de este caso y ahora se sabe que en efecto había sido entregado a las FARC y fue la posición firme del actual ministro de la defensa Padrino López quien exigió su aparición o convocaría a una rueda de prensa lo que hizo que el oficial apareciera en las cercanías de la frontera con Colombia.
                Tampoco puedo dejar de mencionar que desde hace tiempo ha sido seguido desde Estados Unidos de manera casi permanente. En 2008 la Oficina de Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro actuó en su contra por “asistir materialmente las actividades de narcotráfico de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”, y en el 2014 lo imputaron por un envío a ese país de 5,6 toneladas de cocaína, lo cual se tradujo en el episodio vivido a fines de julio del 2014 en la isla de Aruba donde fue detenido y casi entregado a la DEA.
                Estas pinceladas que doy de este par de pájaros de cuentas son para resaltar la calidad de interlocutores que se reunieron en suelo margariteño para implementar la argumentación jurídica que debe echar por tierra las acusaciones contra los narcosobrinos apresados en Haití.
¿Será que el desprendido señor Garzón está haciendo estas gestiones de manera generosa y no está recibiendo un centavo por su defensa de la observancia de las leyes?  Es posible, pero no puedo dejar de pensar en los versos finales del ya citado poema del bachiller Quevedo:
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

© Alfredo Cedeño


miércoles, agosto 03, 2016

TEMPLO

 

Ningún río crece con aguas limpias, susurra el campesino

y coloca el ladrillo sobre la argamasa con gesto nítido.

Sus dedos salpicados de mortero acarician cada pieza
y sus ojos preñados de arrugas calibran la derechura.

Él escogió el mejor sitio dentro de su mayor barbecho
para con sus propias manos fabricar la menuda capilla.

El agua clara sólo se agarra después que se aplaca todo,
murmura y comienza una nueva hilada de la pared virgen.

Jesús es su nombre, Chucho le dicen todos en la montaña,
su devoción es vigorosa como la brisa que lo zarandea.

Dios me da salud y tierra, ¿cómo no hacerle una casita
si bien merece que le haga un palacio alto como el cerro?

Su voz desnuda resuena con gratitud al seguir el faenar,
y ahora pone una roca menuda que calza sobre el adobe.

Tampoco le haré una catedral, mis manos allá no llegan,
pero la campana suena y se oye lejos por el puro badajo.

Su trabajo es un repicar devoto que brota sobre la tierra
y su boca desgrana lentas palabras que son oraciones.

Así como la creciente alborota todo y deja el agua clara
estas paredes y un techo de palma ampararán después a Dios.

© Alfredo Cedeño
 

TEMPLO

 
Ningún río crece con aguas limpias, susurra el campesino

y coloca el ladrillo sobre la argamasa con gesto nítido.

Sus dedos salpicados de mortero acarician cada pieza
y sus ojos preñados de arrugas calibran la derechura.

Él escogió el mejor sitio dentro de su mayor barbecho
para con sus propias manos fabricar la menuda capilla.

El agua clara sólo se agarra después que se aplaca todo,
murmura y comienza una nueva hilada de la pared virgen.

Jesús es su nombre, Chucho le dicen todos en la montaña,
su devoción es vigorosa como la brisa que lo zarandea.

Dios me da salud y tierra, ¿cómo no hacerle una casita
si bien merece que le haga un palacio alto como el cerro?

Su voz desnuda resuena con gratitud al seguir el faenar,
y ahora pone una roca menuda que calza sobre el adobe.

Tampoco le haré una catedral, mis manos allá no llegan,
pero la campana suena y se oye lejos por el puro badajo.

Su trabajo es un repicar devoto que brota sobre la tierra
y su boca desgrana lentas palabras que son oraciones.

Así como la creciente alborota todo y deja el agua clara
estas paredes y un techo de palma ampararán después a Dios.

© Alfredo Cedeño
 

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