Venezuela es el territorio de los imposibles, en
nuestra amada tierra ocurre lo que ni las más afiebradas imaginaciones pueden
concebir. Ha habido quienes han dicho
que este bien podría haber sido el país de las maravillas concebido por el
matemático y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como
Lewis Carroll, para que Alicia, el Gato de Cheshire, El Sombrerero, la Reina de
Corazones, el Conejo Blanco, El Relojero, La Oruga, el hongo, y todos los
demás, se dedicaran a delirar y a hacernos delirar a todos los que hemos tenido
el gozo de sumergirnos en sus páginas.
Pero… como siempre, y bien lo dice el refrán, no
todo lo que brilla es oro, ni lo que creemos es parte de la realidad. Lo cierto
es que las fantasías van haciéndonos a cada cual esclavos de sus propios
espejismos, para bien o para mal; lamentablemente en muchos casos para mal. Fiel expresión de ello es ese anatema devenido
en enema perpetuo denominado –por moros, judíos, luteranos, mormones y
cristianos– chavismo.
En esta congoja social que pretendió ser una
historia rosa, en vez de una ninfa llamada Alicia que juega y divaga sin temor
a su intrépida pureza, tenemos una corte de arpías encabezada por Cilia, Varela
y Delcy Eloína que se ocupan sistemáticamente de recordarnos el infierno que han
construido a imagen y semejanza de sus estaturas morales. Tampoco falta la tropa
de sicofantes que otrora encabezara Chávez, ahora dirigida por Nicolás y
secundado por Tareck, Aristóbulo, Vladimir, y demás bicharracos. Unas y otros
han logrado lo que parecía imposible: convertir la que parecía inagotable fuente
de riqueza en una letrina rebosante de detritus.
El empeño con que se han dedicado a destruirnos no
ha dejado área alguna a salvo, han sido más eficaces que el propio Hitler y su
enloquecida tesis de la pureza aria. Y no parecen cansarse en su trabajo de
demolición. Nombran como vicepresidente de la República a un gánster a plena
ley, y se rajan las venas exigiendo respeto a su casta decencia. Y cuando creíamos
que ya no había más se sacan de la manga
a un hampón convicto y confeso como Maikel José Moreno Pérez para
colocarlo como máximo representante del Poder Judicial.
¿Qué buscan? Sólo Satanás y lo que les queda de
alma lo saben, nadie más. No cesan de tensar la cuerda y solazarse en ello. ¡Ah
malhaya cuando reviente se les enrede en la garganta! Lamentablemente no será
así y tendremos que soportar su lloriqueo de cochinos destetados exigiendo una
justicia de la que ellos se han burlado hasta el hartazgo.
© Alfredo Cedeño