La cofradía de viudas y ofendidos ahora se tapa la nariz y hacen aspavientos del anuncio hecho por las marionetas electorales del bigote bailarín y su revocatorio, mientras él tocaba con la trompeta del juicio final los compases de Mambrú que va a ganar la guerra. Mientras tanto, y como por no dejar de rebuznar, aparece El Tigre de Monagas anunciando que implementará una nueva lista García, porque debo hacer la acotación que, si bien la malhadada lista recibió el apellido de Tascón, la idea de su implementación fue obra y gracia de Ismael García. Y para completar el esperpento la casta política opositora se hace lenguas de lo bien que lo hace el interino.
En otras
ocasiones he señalado del desacierto de atacar indiscriminadamente a las
fuerzas armadas, y hasta he escrito en la necesidad de “enamorarlas” para poder
salir de la plaga bíblica que padecemos desde hace más de veinte años. Y ha
ardido Troya. Lo menos incómodo que me han soltado son algunas rotundas
mentadas de madre. Los descendientes de Carl von Clausewitz aseveran con rostro
congestionado, y pose de vestal manoseada por algún sacerdote alborotado con
sus carnes, que con el enemigo no se puede conciliar. Pero sentarse en Oslo,
México, Cundinamarca o Montecarlo si…
Me viene a la
mente una frase de El Descubrimiento de la India, escrito por Jawaharlal
Nehru, por más señas padre de Indira Gandhi y pieza fundamental en la
independencia de la India: “Por muy numerosa que sea una multitud, no puede
imponerse por la fuerza a las fuerzas armadas. Tiene que fracasar, si esas
fuerzas armadas no pasan a su lado”. Reitero: son quienes tienen el poder real,
eso que llaman poder de fuego. Han demostrado sobradamente tenerlo y usarlo sin
titubeos contra multitudes indefensas, no escasean los ejemplos a partir del 11
de abril del 2002.
Suelen saltar
haciendo aspavientos, mientras se golpean el pecho, aquellos que clama contra
un ejercito asesino que ha mancillado sus glorias obtenidas al vencer al poder
español en todo el continente... No faltan los que me enrostran a Padrino López
como manifestación por excelencia de lo impresentables que son nuestras fuerzas
armadas. ¿Acaso Vladimir, y todo ese generalato que ya muestran más
condecoraciones que una botella de Ponche Crema, se pueden considerar parte de
las fuerzas armadas? ¿Hubiera podido la Junta Patriótica articular el sólido
movimiento de resistencia popular contra Pérez Jiménez, y dar pasos como el de
la huelga general del 21 de enero de 1958, sin antes haber establecido sólidas
y respetuosa relaciones con la oficialidad descontenta?
No es
entregándole pantaletas a los soldados, como lo he visto hacer en más de una
ocasión a emperifolladas luchadoras, como se gana la simpatía de unos
potenciales aliados. Ellos no son marcianos, son tan venezolanos como
cualquiera de nosotros, y sus familiares directos padecen lo mismo que todos
los demás. ¿Qué se ha hecho para, por ejemplo, articular un trabajo de hormiga
acercándose a los familiares de oficiales y suboficiales para ganárselos para
este lado? Ya lo he dicho y seguiré repitiendo: En nuestra ecuación no hay
solución sin incluir el factor militar.
© Alfredo Cedeño