viernes, marzo 25, 2022

VUELVE LA CUARESMA



Ahora que corren esto tiempos cuaresmales pienso en las cofradías que se manifestarán en la venidera Semana Mayor. Entre el 10 y 17 de abril de este año en numerosas ciudades alrededor del mundo se celebrará una gran diversidad de fiestas religiosas conmemorando la muerte de Jesús. La feligresía católica, en particular, ha sido tradicionalmente la más expresiva en sus manifestaciones. Tal vez, por aquello de la vanidad, se han agrupado para tratar de expresar mejor que sus prójimos la fe. Y así nacieron las cofradías. 

Se sabe que en 1085 nació la “Antigua, Ilustre y Real Cofradía de la Santa Caridad de Toledo”, fundada por Alfonso VI durante el asedio y la toma de Toledo en dicho año. En 1106 se creó la “Cofradía del Santo de Santo Domingo de la Calzada”; en 1181 fue el turno para “Cofradía de Santo Toribio”. Y de allí en adelante, al apegarnos a lo revelado por los anales históricos, surgieron como la verdolaga por toda la península ibérica.

Citar a unas u otras es correr el riesgo de ofender a unos y otros, pero no puedo dejar de mencionar en Sevilla a La Hermandad de la Amargura, cuyo nombre completo es: “Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes, María Santísima de la Amargura Coronada y San Juan Evangelista, y Santa Ángela de la Cruz.” Nada por añadir…

En tierras americanas, como era de esperar, y para despecho de los revisionistas de estos días, con la conquista española llegaron también las costumbres y tradiciones, es especial las religiosas. En todo el nuevo continente aparecieron numerosas agrupaciones de cofrades que por esos días santos   hacían gala de su religiosidad. Muchas de esas organizaciones han pervivido, o han aparecido otras. En todo el país aún se pueden encontrar algunas de ellas. Hay dos de ellas que a mí, particularmente, me han fascinado, ambas en el estado Trujillo. Una es la “Hermandad de Penitentes de Semana Santa de Escuque”, y la otra es “la Hermandad los Penitentes de La Cejita”. Una y otra rezuman una particular devoción de sus integrantes, quienes se preocupan por dar vistosidad a sus atuendos.

Sin embargo, a la par de estas congregaciones, han surgido, en especial de medio siglo para acá, unas hermandades, poco santas y muy mundanas ellas, que han nacido al amparo de las toldas políticas. Nadie me logra convencer de que las más nefastas de tales organizaciones aparecieron con el nuevo milenio. Y entre ellas se distingues dos. Una de color rojo rojito, donde, bajo el cayado inicial del comandante eterno, se congregaron todas los “revolucionarios”, “progresistas” y demás bichos de similar pelaje. Esta cofradía se ha caracterizado por su inigualable capacidad de rebuznar sin són ni patrón. Al lado del héroe de Sabaneta, tenemos al cavernícola de Monagas –ese que ahora le ha dado por robarse las sedes de los periódicos–, también tenemos la representación femenina, indeclinablemente representada por la señora aquella de las cárceles y los privados de libertad. La lista de sus miembros ustedes la conocen tan bien como yo.

Pero, ¡ojo!, que no es la única, porque de este lado hay otra no menos frondosa y en la que han recalado una manada de vagos y muñidores de toda laya y ralea. Los hay conciliadores, negociadores, pacifistas, encargados, y paramos de contar. A esos usted también los conoce tanto como yo, y quién sabe si hasta mejor. Mientras tanto seguiremos con nuestra pasión y crucifixión nacional. Ellos siguen en su carnaval.

 © Alfredo Cedeño 

viernes, marzo 18, 2022

MINORÍAS TIRANAS


Es instintivo el espíritu de solidaridad en el ser humano. Ante el desvalido no hay quien no se conmueva, son escasos aquellos que no tienden a brindarle socorro en lo poco, o mucho, que pueda. Ayudamos a los ancianos a cruzar la calle, le gritamos a los policías cuando los vemos vejar o maltratar a un detenido, aun cuando haya cometido el delito más atroz, nos crispamos impotentes ante el abuso del más fuerte contra el más débil. Los ejemplos son inacabables, reitero: es una condición innata a nosotros.

Pero, siempre hay una objeción, de un tiempo para acá la supuesta debilidad se ha convertido en una herramienta de manipulación cruenta, en un mecanismo feroz de controlar espacios y ambientes, en una cofradía que ha terminado en una suerte de Corte de los Milagros donde se ha refugiado cuanto espécimen pueda uno imaginarse. La corrección es una dictadura omnímoda que nos controla hasta la forma de vestir. Si te pones esa ropa es porque eres un machista, o una sumisa ante el –y vean ustedes el calibre de los epítetos que paren como si fueran conejos– heteropatriarcado que ha castrado a las mujeres históricamente. Debe ser que Nefertiti (siglo XIV a. C.), la Reina de Saba (siglo X a.C), Aspasia (siglo V a.C.), Cleopatra (60-30 a. C.), Agripina (16-59 d.C.), y Juana de Arco (1412-1431) fueron obras de escritores alucinados que se las inventaron.

Otra herramienta de los mecanismos de dominación que nos han impuesto tiene que ver con cualquier idea desaforada que, por lo general, nace de ciertos genios “progresistas”; gente muy bien hablada pero muy mal portada, peor vestidas, mientras no ocupan puestos de poder, y siempre ansiosos de hacer ver el mundo según el cristal de los anteojos que ellos usan. La verdad es un vicio pequeño burgués al que no hay que hacer caso, al decir de ellos. Lo real es lo que Marx, Lenin, Mao y la madre que los parió han proclamado como dogma.

Es la tiranía de estos tiempos y ante la que pareciera no hay posibilidad alguna de sustraerse.  Usted es correcto o lo lapidamos en el ágora cibernética. Si no se aceptan los cánones  que una élite trasnochada y vocinglera considera que es la panacea universal, entonces la execración es fulminante y se corre el riesgo de convertirse en un pupú de perro pisado por una carreta al que ni las moscas quieren frecuentar. Los mecanismos, stalinistas en su concepción y bastardas en su ejecución, son de toda clase e intensidad. Es la tiranía de ciertas minorías que, arropándose en una supuesta indefensión, ya nos acogotan hasta la asfixia. 

© Alfredo Cedeño  


viernes, marzo 11, 2022

MENTEGATO y CABEZA PUERCA



La lengua, el idioma, el universo mágico de la palabra, es un santuario al que entro siempre con supremo respeto. La armonía que se produce entre las letras es una epifanía a la que suelo adorar. Contrario a muchos puristas que desdeñan ciertas palabras por no tener cierta “altura”, suelo dedicarme a celebrarla sin consideraciones. Me parece tan sonora la palabra trapisonda, como me resuena en el paladar su compañera vergajo. A la postre, suelo sentir no poca pena por aquellos exquisitos que se escudan en sus aires de superioridad para no bajar a disfrutar las palabras en todos sus niveles.

Hay textos y autores que me son fundamentales, son parte del cuerpo de sacerdotes que ofician en este rito donde profeso. Y su manejo de las palabras ha sido insuperable. Shakespeare, aunque ajeno a mi lengua materna, es uno de ellos. Fue tan vasto su aporte que estudios contemporáneos revelan que el bardo de Stratford-upon-Avon creó más de 1.700 palabras.  Su par en la lengua española, Miguel de Cervantes Saavedra, usó casi 23 mil voces en El Quijote. Y ya que le nombro, este personaje fue autor de no pocos enredos gracias a su manera de entender y ver las cosas.

Una de mis escenas favoritas en ese sentido es la descrita en el capítulo XXIX de la segunda parte, cuando el caballero y su escudero llegan a orillas del Ebro, luego de robarse una barca y lanzarse a la corriente: “descubrieron unas grandes aceñas que en la mitad del río estaban; y apenas las hubo visto don Quijote, cuando con voz alta dijo a Sancho:

— ¿Ves? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, o alguna reina, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí traído.

— ¿Qué diablos de ciudad, fortaleza o castillo dice vuesa merced, señor? — dijo Sancho—. ¿No echa de ver que aquéllas son aceñas que están en el río, donde se muele el trigo?

— Calla, Sancho —dijo don Quijote—; que, aunque parecen aceñas, no lo son; y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos.”

La maravilla del idioma es que muta y toma nuevos trajes al compás del tiempo. Es de un dinamismo que el propio Quijote hubiera querido tener para derribar los molinos. Los enredos son cosa de cada día. Me viene a la memoria la ocasión en que mis suegros estaban hablando en la sala de su casa. Ella sentada en su butaca estaba viendo el televisor, mientras él en la ventana del balcón escarbaba unas macetas; y comentó: Ahí está la gente de la fumigación. A lo cual ella respondió: Ay si, chico, yo no sé cuándo van a pagar la pensión. Él nuevamente le dijo: Que no chica, que ahí están los de la fumigación. A lo que ella ripostó velozmente: ¡Ya te dije que todavía no han dicho nada de la pensión! Los que estábamos oyendo no podíamos contener las risas, y tuvo que intervenir una de las hijas y explicarles. 

Otra situación similar ocurrió con un abuelo al que su hija oía que marcaba el teléfono y después de saludar decía: “Si, como no, avenida Páez, El Paraíso, quinta Guadalupe… ¡Bueno pues, me volvió a colgar!”  Y la situación se repitió un par de veces, hasta que su heredera se acercó a preguntarle qué pasaba. “¡Nada, que estoy llamando al seguro para arreglar lo de mis pagos y cuando me piden la dirección y empiezo a dársela me cuelgan!”  Ella le pidió el número e hizo la llamada, cuando la atendieron escuchó: Seguro Social, subdirección…

Otro caso muy cercano lo viví con mi hijo, estaba el comenzando a hablar, tendría un año y algunos meses. Por supuesto que las cintas de video con las películas habituales las había por todos lados. Él las iba turnando en sus gustos, y en una ocasión el turno fue para Peter Pan. Un día que jugaba con unos amiguitos le escuché decir: “¡Eres un cabeza puerca!” Cuando terminaron de jugar, e iba a bañarlo, le pregunté por el cabeza puerca. ¿Dónde oíste eso hijo? ¡En Peter Pan papá!  Un rato más tarde me senté con él a ver la cinta hasta que llegamos al punto en que los hermanitos de Wendy pelean y uno le dice al otro: cabeza hueca…  Otro día fue con mentegato, y nuevamente averigüé sobre el termino: Ahí en el cuento ese. Nueva lectura, y encontré: mentecato…

Si bien es cierto que ciertas confusiones pueden resultar divertidas, hay otras que no dejan de ser trágicas. Tal vez es lo que ocurre con ciertos personajes que se dedican en estos días a mezclar cosas, o a entender lo que se les antoja. Me imagino algo así como: Mira que vamos de nuevo a la cosa esa de las negociaciones; y él otro responde: Ah si, ya yo me bajé los pantalones.  Otro que al decirle: Sabes algo del papel de trabajo de la comisión; y su respuesta rauda será: Claro a mí que me den no menos del cinco por ciento. Tampoco debe faltar aquel al que dicen: ¿Tú crees que podremos establecer acuerdos?; quien responderá: la verdad que no sé dónde puse los recuerdos.

¿Será que así podemos llegar a alguna parte? Qué buena falta tienen de siquiera darle un ligero repaso al diccionario, a lo mejor es que tienen miedo de intoxicarse.

 © Alfredo Cedeño  



viernes, marzo 04, 2022

CLEMENCIA HOMICIDA



Pocas veces me he alegrado tanto de haberme equivocado. La semana pasada escribí sobre la impunidad con la que el hijo de la señora Putin estaba arremetiendo contra Ucrania, y la pasividad en que se enfrascarían los distintos organismos, organizaciones y naciones. No quiero contar los pollos antes de nacer y celebrar el reverdecimiento de la solidaridad, y demás acciones conexas, o el despertar de la conciencia. Más bien creo que ha habido aquello de que han visto las bardas de sus vecinos arder y han corrido a poner las suyas en remojo antes de que la candela se las vuelvan carbón. Sin embargo, la pasividad no ha sido la que anticipaba el jerarca ruso.

Vladimir, seguramente, se veía entrando a Kiev como Hitler a París, como el coloso triunfante a cuyo paso se rendiría la plebe. Tal vez, este abogado hijo de Leningrado no está al tanto de lo furtivo que fue el recorrido que hizo su héroe Adolfo por la capital francesa. Fueron apenas tres horas, y estuvo rodeado de tanto misterio que a estas alturas todavía no se ponen de acuerdo si fue el 24 o el 28 de junio de 1940, cuando el zarandajo austríaco la recorrió. Con certeza se sabe que llegó de madrugada, cuando no había gente en las calles, y a las 6 de la mañana entró a la Ópera de París. De ahí fue a la Iglesia de la Madeleine, porque había sido erigida como un templo seglar, para homenajear a Napoleón.  El siguiente paso fue a la Plaza de la Concorde, el paseo de rigor por los Campos Eliseos, el Arco del Triunfo y Plaza del Trocadero. Allí posó, así como quien no quiere la cosa, con la Torre Eiffel al fondo. Más tarde visitó la tumba de Napoleón, siguió por el Panteón, Montparnasse, Notre Dame, el Louvre, el Palacio de Justicia y finalizó su ronda en la iglesia del Sagrado Corazón.

En cambio los ucranianos le han mostrado los dientes y le han hecho pagar, a costa de la suya, una inesperada cuota de sangre. El mundo occidental no envió soldados, han –ojo, con  excesiva timidez– enviado algunas armas y medios de defensa, y han impuesto una serie de sanciones que golpean duro donde más le duele a los dictadores: en el bolsillo. Ya lo veremos como un Fidel de las estepas, o un Maduro siberiano, clamar contra las medidas que ahogan al digno pueblo ruso. Como si a él le importarán mucho sus paisanos, como si no fuera trajinada costumbre de los déspotas rusos acabar con pueblos enteros, mientras ellos, los miembros de la secta dirigente, viven como zares.

El desaguisado es de tal magnitud que hasta los amarillos han marcado distancia y con su proverbial ambigüedad leímos que el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi llamó a su homólogo ucraniano y manifestarle que “China está extremadamente preocupada por el daño a civiles en Ucrania.” Por otra parte los militantes de esa izquierda exquisita, pero llena de casposos y mal bañados, ya andan entonando su cantinela habitual en contra de la guerra.  Con su cara habitual, de concreto armado, tratan de señalar a Ucrania como la agresora. Ni de vaina son capaces de entender que su ídolo de turno puso la gran torta. Con sus acciones de macho envalentonado el mandamás ruso hizo que la patria ucraniana dejara de ser una idea y se convirtiera en una realidad defendida con uñas y dientes por sus hijos; mientras que por otro lado unificó a la OTAN y a la no menos díscola Unión Europea. Es la manifestación por excelencia de los santones inútiles y carismáticos que los “progresistas” suelen elevar a los cielos…

Ya veremos, cuando se ajusten las tornas, a muchos clamando de rodillas por empinadas escaleras un poco de clemencia para el bachiller Putin. Y será hora de replicar: Verdugo no pide clemencia… También será bueno recordarles una breve frase de Romeo y Julieta, donde Shakespeare pone en bocas del personaje El Principe, al anunciar el destierro de Romeo luego de matar a Teobaldo. El mandatario, adelantándose a eventuales solicitudes de perdón, cierra su decisión con estas palabras: “La clemencia que perdona al que mata, asesina.”

© Alfredo Cedeño  

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