En la calle Macbeth una anciana arrastra sus penas
mientras una gloria en llamas se deja caer a su paso,
un niño aprende que no puede ser Washington
y paga su castigo sin cerezos ni navaja para tasajearlo.
En las tardes de cualquier estación naufraga la hierba
y contrapuntea con los peces citadinos de palabras sordas,
una mujer preciosa danza con su perfume de Channel
y pesca un hotel imposible en el bar de sus tardes vacías.
En las mañanas de sudores aeróbicos cruzan zancadas
los cuerpos que se retiran de las mesas perdidos de culpa,
y en los jardines el noble español salta sobre las bardas
de los labios trabajadores e ilegales que se ganan el pan.
© Alfredo Cedeño
Si le soy sincera creo que me ha encantado llenarme de Virginia. Ha sido como cientos de corrientes alrededor de mi que me hicieron recordar lo frágil o yo creo que deslizante y maravillosamente vertiginosa que es la vida.
ResponderBorrarQue bueno!
Un saludo.
Clara Cerati
En tu escrito están ocultas todas las carencias humanas con un dejo de protesta. Bien!!! Un abrazo.
ResponderBorrarJuan Jose Mestre
Diario de entusiasmos literarios subjetivos sin rigor. Hermosamente construìdo. Un abrazo.
ResponderBorrarLiliana Betancourt
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrar