QUEBRADA LAS ADJUNTAS

Dicen los libros, y los mapas, que el estado Trujillo tiene apenas 7.400 kilómetros cuadrados, de los 916.445 que tiene Venezuela de extensión general. Si lo catalogamos por su área como entidad territorial, diríamos que ocupa el lugar 18 entre los otros 23 que conforman el país.
Ahora bien, en medio de la pequeñez relativa de estos espacios hay una cantera gigante de lugares donde el asombro se convierte en un cotidiano parpadeo, es un relumbrar de espejismos que son verdades, son relámpagos de tormentas paridas sobre la orilla de los cerros donde las nubes arrinconan sus melancolías, son encantos que abren las acequias de los cuentos con los que mil abuelos siembran en sus nietos un arraigo sobrenatural.
El poeta trujillano Francisco Pérez Perdomo en su libro “Círculo de sombras” lo dice con humilde altanería:
“Soy de aquí, usted lo sabe,
aquí nacieron y murieron
mis antepasados,
entre estos cerros…”
Y por entre esos cerros trujillanos, en “el orillo” izquierdo de la carretera que va de Valera a Timotes, por la vía de Quebrada de Cuevas, está la quebrada Las Adjuntas, que viene de El Aguacate “eso es al lado abajo de Jajó” explica Gilberto Romero “Catire” con la gentil parsimonia que suele portar la gente de por estos lados. “Por aquel jilacho e cerro que se ve allá nos metíamos nosotros a buscar diablitos pá hacer picante, y después que nos cundíamos de pringamoza y nos estaba ardiendo hasta la tapa de las narices, veníamos a remojarnos aquí y a sacudirnos como las lapas pá seguir jendiendo ese monte y entender mejor la vida”
¿Cómo no reconocer que existe Dios y darle gracias infinitas por semejante regalo que me hace en este momento de mi vida dejándome retoñar en tierras trujillanas?

© Alfredo Cedeño