Las cacareadas manos del campesino
no saben de palabras lindas,
sólo conocen el gesto bronco y suave
con el que acarician la tierra y se llenan de ella,
apenas entienden otra sutileza
que la de poseerla con firmes arrumacos
y una sostenida querencia en que entrega la vida.
© Alfredo Cedeño
lindo, y ella solo se deja tocar de quien realmente la ama.
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