Cuando fui niño mis primeras clases de geografía se
convirtieron en una pesadilla, no había algo que me aburriera más que esas
tardes de martes y mañanas de jueves.
Así fue hasta que un día se lo comenté a mi padre, y él me dijo que eso
era porque no sabía lo divertido que era poder andar el mundo sin necesitar
moverse de donde estaba uno sentado.
Ese día, diciendo y haciendo, papá agarró un mapa
de Venezuela y señalando distintos sitios los fue enumerando y siempre me quedó
grabado cuando señalando en el occidente me dijo: “¡Y aquí están las jorobas de
un camello que se perdió en el llano!”
Me decía eso
mientras con sus dedos recorría los linderos del lado norte del estado Barinas,
que como bien han de suponer, por el título, es de lo que escribo este domingo
16 de diciembre. (La copia que inserto hoy va por cortesía del señor Google Earth)
Estos espacios fueron habitados siglos atrás, quien
sabe si milenios, por diferentes pueblos indígenas. Aseguran que allí habitaron
las etnias Apure, Aiture, Amaiba, Achagua, Baraure, Barranca, Canaguae, Capa
Cúcuaro, Curagua, Caquetío, Curaye, Dásaro, Durigua, Guahibo, Güero, Orúe,
Ticoporo, Michaye, Suripae, Toruno, Tobore, Tucurigua, Puyure y Variná.
Esta entidad federal, cuyo punto más cercano a
Caracas, la capital venezolana, está a 284 kilómetros en
línea recta en dirección SSO –¡Ah!, el más lejano está a 635 kilómetros…–,
tiene una superficie de 35.200 km²; lo cual quiere decir que es un poco más
grande que Bélgica, y un poco menos que Holanda.
Considero necesario explicar que la presencia de los
habitantes precolombinos en esta zona dejó numerosas huellas tales como
petroglifos de figuras geométricas, así como antropomorfas y zoomorfas.
También existen vestigios en este territorio de una
intrincada red de calzadas que, algunos especulan, servía para desecar pantanos
y controlar el nivel de las aguas. Del mismo modo, algunos investigadores han
documentado un sistema de montículos de los cuales no hay claridad del uso que
se les daba; hay quienes dicen que eran para funciones de vigilancia, otros que
para fines funerarios, y hay quienes aseguran que eran simples refugios para
los períodos de inundaciones.
Barinas entró en la historiografía occidental con
la llegada de los exploradores europeos, quienes se asentaron allí cuando el
siglo XVI estaba bastante avanzado. El primer hecho fundacional ocurrió el 30
de junio de 1577 cuando el capitán Juan Andrés Varela, cumpliendo órdenes del
gobernador de La Grita ,
Francisco de Cáceres, estableció Altamira de Cáceres.
Como bien pueden
comprobar las zalamerías y halagos a los superiores no es cosa de nuevo cuño
entre nosotros, de vaina que el capitán Varela no decretó que el santo patrono
fuera San Francisco…
Es menester señalar en este punto que en aquellos
tiempos los conquistadores hispanos habían descubierto la planta de tabaco,
alrededor de la cual se desarrolló una actividad económica de tal frenesí que España
llegó a imponer la pena de muerte sobre cualquier persona que la vendiera a
no-españoles. Continuando con lo que nos
interesa es momento de señalar que desde tiempos inmemoriales en estas tierras
barinesas se daba un tabaco de gran calidad.
Francisco Escamilla, en su artículo El significado del término frontera,
publicado en 1999, asegura: “El tabaco de Barinas, que se vendía en unas jarras
de porcelana española de color azul (con el nombre de "farinas" o
"varinas") fue el más fino y de mayor precio y calidad durante todo
el siglo XVII”
Unos cuantos años antes, en el siglo XVIII el
jesuita Felipe Salvador Gilij en Ensayo
de historia americana: o sea historia natural, civil y sacra de los reinos, y
de las provincias de tierra firme en la América dejó asentado: “Pero dónde dejo a la
pequeña ciudad de Barinas, celebrísima por su tabaco, no sólo en América sino
en toda Francia, Inglaterra y Holanda? Quizás en toda la Tierra Firme no hay
lugar más apto para tales plantaciones, tierra más feraz, clima más benigno.
Muchas veces oí en el Orinoco, del cual dista Barinas cerca de veinte días, la
singular belleza de las plantaciones de su tabaco y su extraordinaria
abundancia. Y yo mismo, aunque no haya estado nunca allá, hasta cierto punto
soy testigo de ésto, pues los hispanoorinoquenses no usan comúnmente otro
tabaco fuera del de Barinas.”
El impacto de esta ciudad en la corte española fue
de tal calibre que uno de sus gobernantes fue José Ignacio
del Pumar quien llegó a ser “Teniente de Gobernador de Barinas y Cabo a Guerra,
Administrador de la Real
Hacienda y de la Real Renta de Tabacos, Vicconde de Pumar, Marqués
de las Riberas de Boconó y el Masparro, Caballero de la Orden de Carlos III en 1790” , entre otros títulos
que le fueron otorgados.
Bien podría
seguir enumerando datos, citas y cifras sobre la capital de este estado, así
como de muchas otras poblaciones que forman parte de él. Ni que hablar de sus
hijos, tal el caso del poeta Alberto Arvelo Torrealba cuyo Florentino y el Diablo es una pieza emblemática de nuestras letras
y cuyos versos dibujan la esencia de nuestra Venezuela entera:
“Sabana, sabana,
tierra
que hace sudar y
querer,
parada con tanto
rumbo,
con agua y
muerta de sed,
una con mi alma
en lo sola,
una con Dios en
la fe;
sobre tu pecho
desnudo
yo me paro a
responder”
No puedo dejar
de preguntarme: ¿por qué una tierra como esta es lo que es ahora? De un tiempo para acá ha estado en el ojo del huracán informativo por ser cuna presidencial... Más el abandono y melancolía, de la cual la salvan algunos emprendedores que siguen invirtiendo y apostando a ella, no deja de sobrevolar a Barinas. Por ello antes de ahondar en las cien mil
razones de las once mil vírgenes y dejar que en mí haga el desazón y el
desencanto sigo con el poeta Arvelo y recito:
“sepa el
cantador sombrío
que yo cumplo
con mi ley
y como canté con
todos
tengo que cantar
con él.”
Por eso me quedo
con las imágenes que he ido logrando en diferentes visitas a este territorio
ancho, agreste, manso, bravío, hermoso… como suele ser cada rincón de este país
donde no me canso de celebrar haber sido parido.
© Alfredo Cedeño
Barinas, mi tierra adoptiva. Que hermoso, gracias por compartirlo!
ResponderBorrarJosmary C. Villalobos-Pérez
Muy hermoso el recorrido. Besos
ResponderBorrarMirtha
Que bien lo hizo su padre maestro, mire a donde llegó ud, a amar y transmitir lo bello que siente por nuestra bella Venezuela. Quedó en mi mente esa manera simple... papá agarró un mapa de Venezuela y señalando distintos sitios los fue enumerando y siempre me quedó grabado cuando señalando en el occidente me dijo: “¡Y aquí están las jorobas de un camello que se perdió en el llano!”"
ResponderBorrarZafira
Saludos, me acabas de traer recuerdos de una tierra que hace muchos años no visito y ver fotos de una época que desconocía
ResponderBorrarMiguel Avalos
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Aunque esta semana tarde aquí estoy en el paseo por tu tierra. Me encantó esa anécdota que cuentas con tu padre.
ResponderBorrarAbrazo fuerte