Atesoro de mi
niñez los recuerdos por las calles de La Guaira, en particular la voz de Carlos
Gardel escapándose del tocadiscos de la casa de los Ugueto en La Caja de Agua. Una de las que más escuchaban ellos, y que me
embelesaba cuando se escapaba por aquel breve zaguán, era la que comenzaba con
un breve toque de xilófono, o quién sabe si de acordeón, a la que inmediatamente
seguía aquella voz tan característica con los tan manidos versos:
Acaricia mi ensueño
el suave murmullo
de tu suspirar.
(Ahí recuerdo la entrada de los violines)
Como ríe la vida
si tus ojos negros
me quieren mirar.
Y si es mío el amparo
de tu risa leve
que es como un cantar,
ella aquieta mi herida,
todo, todo se olvida.
Y confieso que todavía esta es fecha, ya pisando los sesenta años, que
no puedo dejar de llegar casi al llanto cuando oigo su inolvidable manera de
vocalizar:
El día que me quieras…
Corría enero de
1979 y en el ámbito “culturoso” caraqueño no se hablaba más que del inminente
estreno de la última pieza de José Ignacio Cabrujas, que llevaba por nombre
dicho verso. No los voy a aburrir contándoles de mi frenesí por verla. No me
pregunten cómo hice, porque juro que no puedo recordarlo, pero el jueves 25, el
día antes del estreno, me pude “colear” al ensayo general. Mi conmoción comenzó desde la misma entrada
cuando María Luisa Ancízar le pregunta a su adorado Pío Miranda por Stalin. Y hubo
parlamentos memorables que se me grabaron eternos.
Ahora al recordar
a Gardel no puedo evitar una de esas jugarretas habituales en mi memoria, que
suele hacer las maromas más insólitas, y me lleva por donde le da su real gana.
En este caso me conecto con otro argentino más reciente, pero igualmente legendario:
Félix Francisco Nebbia Corbacho, a quien todos conocen como Litto Nebbia. Compositor del cual el no menos venerable Charly
García ha dicho: “Sin Nebbia no habría existido Javier Martínez, ni Spinetta,
ni yo. Y de éste (refiriéndose a Fito Páez, quien le acompañaba cuando le hacían
la entrevista) ni hablar”. Y la pieza
con que me enlazo es con una que él compusiera en 1983: Quien quiera oír que oiga, como parte de la banda sonora de la
película argentina Evita, quien quiera
oír que oiga, y que me de mi coscorrón el querido Rodolfo Izaguirre si me
equivoco, pero creo que la dirigió Eduardo Mignogna y la protagonizó Flavia
Palmiero como Evita. Dicen los primeros
versos:
Cuando no recordamos lo que nos
pasa,
nos puede suceder la misma cosa.
Son esas mismas cosas que nos
marginan,
nos matan la memoria, nos quitan
las ideas,
nos queman las palabras
Es esa visión que da el triunfador de la historia y sobre la que tanto
se ha escrito. A lo cual el implacable Nebbia no da cuartel:
Si la historia la escriben los
que ganan,
eso quiere decir que hay otra
historia:
la verdadera historia,
quien quiera oír que oiga.
Nos queman las palabras, nos
silencian,
y la voz de la gente se oirá
siempre.
Inútil es matar,
la muerte prueba
que la vida existe...
Estos requiebros del recuerdo se disparan cuando recibo la llamada de
una querida niña, cuyo nombre no viene al caso y sé que ella prefiere que así
sea, cuya voz temblaba de la indignación al referirse a una entrevista que le hizo días
atrás César Miguel Rondón al ahora “presidenciable” Henry Falcón, quien por los momentos se desempeña
como gobernador del estado Lara. La ira de mi interlocutora me hizo sentir obligado
a buscar en los archivos de Éxitos FM - 99.9 el archivo de dicho diálogo. No pasó mucho rato para comenzar a secundar
la cólera de mi amiga.
Ciertamente que el señor en cuestión es una especie
de ornitorrinco del mundo político criollo en el cual confluyen la dicción,
engolamiento y repertorio verbal de Claudio Fermín; junto a una dosis del histrionismo
populista del cual tan buena gala hizo el nunca suficientemente difunto
comandante Chávez; así como un cierto dejo de los tantos personajes bufos que
en su momento interpretó Joselo en su programa de los martes.
Este otrora consentido de Chávez, a quien lo vimos
anunciar en su Aló Presidente del 29 de noviembre del 2009 que le quería al
igual que a su compadre Reyes Reyes, que fundara un partido junto a Vladimir
Villegas, que fue jefe de la campaña presidencial del Bobo de la Yuca, que ha hecho
la mil y una piruetas ahora pretende aparecer como un versión de este milenio
del inefable Ramón J. Velásquez y uno lo oye decirle a Rondón que “los tiempos
no deben ser resueltos por la gente”, y más adelante con su timbre “aclaudiado”
se le trasluce el miedo a que “terminemos prácticamente en Venezuela con una reguera
de políticos quemados porque no fuimos oportunos en las soluciones que reclama
la mayoría”. Lo oigo y es inevitable recordar de nuevo un pasaje de la ya
citada pieza del maestro José Ignacio, cuando Elvira le espeta a Pío Miranda: “Tú
eres de esa gente capaz de cantarle un vals a un sordo desde el comienzo hasta
el tantán”.
Esta reencarnación del Cid Campeador, pero nacido
en Nirgua, estado Yaracuy, asegura con su voz de lo más impostada que debió
adelantarse el aumento de la gasolina en el 2014 porque de ese modo hoy habría
recursos para comprar medicinas, importar alimentos… No puedo dejar de preguntarme:
¿Este caballerete es pendejo o cree que los demás lo somos? ¿Acaso no se hubieran
robado igual esos recursos extraordinarios esa cáfila de ladrones, vagos y
tunantes que cuidan de nuestras finanzas públicas?
Casi al final de su conversación con el señor
Rondón espeta que “es el momento de la razón y no de la pasión” para luego
comparar el conflicto interno venezolano, que es obra y gracias de sus
amiguetes rojos rojitos, con el de Cuba
y Estados Unidos. Nunca cupo mejor
aquella frase de que el infeliz no hace más que confundir el culo con las
pestañas, y ello revela a cuerpo entero la catadura de esta joya filochavista.
De nuevo me asalta
Cabrujas desde su obra, cierro los ojos y veo y oigo a Jean Carlos Simancas interpretando
a Gardel en el escenario del Nuevo Grupo: “Hay algo apresurado en este país,
que, desde luego, ha terminado por impresionarme. Como si todo sucediera en un
momento... como si algo grave estuviera a punto de pasar y la gente se quedara
en silencio...”. Y de seguidas me asalta mi parlamento favorito de esa pieza, y
es ahora el propio autor o el también inolvidable Fausto Verdial, interpretando
a Pío Miranda y diciendo: “A lo mejor nací cincuenta años antes de lo debido...
O a lo mejor se me extravió el mundo. En ocasiones veo el mapa de Australia,
Elvira, por hablarte de un lugar lejano, y pienso que allí debe existir otro
como yo, en alguna calle de Sidney, un fabricante errático, un vendedor de
soluciones, un australiano falsificador. Me acerco a la gente y cinco minutos
después estoy explicando algo... como si me dieran pena.”
Qué pena más honda
la que no puede dejar de lastimarme las tripas cuando veo nuestro posible futuro
en manos de seres como este. ¿Será que algún día habrá quien nos quiera? ¡Dios
nos proteja!
© Alfredo Cedeño
Buenos días. Falcón anda con una ganas locas de ser el presidente de la transición y para eso se amiga con tirios y troyanos. Ambiciones y nada más. Espero que no nos suceda lo que está pasando en Europa donde al día siguiente de la elección se arrepienten y empiezan a llorar pidiendo elecciones de nuevo. Un abrazo.
ResponderBorrarAlejandro Moreno
Estas escribiendo muy bien. Tenias guardado el secreto. De paso, acabo de terminar una novela que adentro en una nota del texto donde se describe el día del tango reproduce la letra de otro grandioso: Volver. El 2 salgo a la patria para la publicación.
ResponderBorrarUn abrazo.
Jaime Ballestas
¡Vi tantas veces El día que me quieras que la sé de memoria y me conmovió que nos las devolvieras a nuestros días dentro de un nuevo y afligido contexto en el que también surge la voz de Carlos Gardel! Un vez más, van mis felicitaciones por la altura y elegancia de tu escritura.
ResponderBorrarRodolfo Izaguirre