Señor
tú que nunca me abandonas
mantén encendida la lámpara
y apagada la tristeza
hasta que las quimeras chispeen
los cielos se acerquen
la tierra entera germine
el viento asperje aromas
las olas no cesen de arrullarnos
los gemidos sean siempre alegres
la candela seque los infortunios
y tu brillo sea faro perpetuo.
© Alfredo Cedeño
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