Cuando leemos de la
antigua Grecia pensamos en un reino poderoso y monolítico que solía imponerse
sobre sus contemporáneos de manera arrolladora. Es cierto que lograron
avasallar a sus coetáneos, pero también
lo es que en realidad se trataba de una asociación de pequeños estados
monárquicos con una altísima capacidad para articular sus fuerzas ante un
enemigo común. Estas estructuras sociopolíticas eran las muy mentadas polis, o poleis como gustan decir aquellos que de su erudición
presumen. Cada uno de ellos poseía su
propia cultura y generaban frutos en el área creativa y del pensamiento. De
estas mini repúblicas podemos citar entre las más descollantes a Tebas,
Corinto, Focea, Mileto, Argos, Pisa, Elis, Esparta y, ¡faltaba menos!, Atenas.
Eran tiempos en
los que aquella versión helénica de la MUD vivían agarrados de las greñas unos
a otros, tratando de ver quién sometía a cuál, algo así como Rosales desde el
Peloponeso tratando de imponerle a Capriles en su Delos, o de Ramos queriendo
ser el fiel de la balanza con AD como la Egina tropical de nuestra era. En
medio de aquel estira y encoge permanente en el cual vivían nuestros ilustrísimos
y muy belicosos aludidos, dicen los amigos historiadores que en el siglo VIII
antes de nuestra era, en el año 776 AC para homenaje de los quisquillosos,
durante el reinado de Cleóstenes en Pisa, y por iniciativa de su colega Ífitos,
quien reinaba en Elis, en común acuerdo con Licurgo, quien era el mandamás de
Esparta, se firmó la llamada primera tregua olímpica.
Era la denominada ekecheria, tregua sagrada durante la cual se llevaban a cabo dichas
reuniones interhelénicas, también conocida como la paz olímpica, era un periodo
en el cual las guerras se suspendían temporalmente, con objeto de que los
deportistas, que en realidad eran los guerreros más destacados de cada bando,
así como sus familiares, y no es descabellado pensar en los buhoneros y
mercachifles de aquellos días también, se pudieran desplazar a Olimpia para
participar en los Juegos Olímpicos Antiguos y luego volver a sus ciudades en
paz. Esa ciudad era dueña del estatus de territorio neutral, por lo que aquellos
que estaban cortándose el pescuezo unos a otros, envainaban sus machetes y
acudían a demostrar sus destrezas, mientras otros se dedicaban tras bastidores a
realizar negociaciones de paz.
Fue así como
nació esa tradición que perduró hasta el año 393 de nuestra era cuando fueron
suspendidos por el emperador romano Teodosio I, quien decretó que todos los
cultos y prácticas paganas serían eliminados. Pasarían más de milenio y medio
para que en el 1896, gracias a las gestiones del noble francés Pierre Frèdy,
barón de Coubertin, renaciera.
De manera errónea
se ha dicho en algunas oportunidades que esta fue la primera vez que hubo una
tregua en casos bélicos. La verdad es que el primer convenio de paz del que hay
testimonio en la historia fue el celebrado en el año 1285 a.C. y fue el llamado
Tratado de Qadesh firmado entre hititas y egipcios. Este documento fue presentado
por Hattusil III al faraón Ramsés en tablas de plata y redactados en caldeo,
que era la lengua diplomática de la época, y allí se describían de manera
pormenorizada las nuevas fronteras entre ambos imperios; también establecen el
juramento de ambos reyes de no luchar más entre sí, y Ramsés renuncia de manera definitiva y
perpetua a Qadesh, Amurru, el valle del Eleuteros y todas las tierras
circundantes al río Orontes y sus tributarios.
Debo añadir que
en el año 1296 a.C. en Qadesh se había producido una batalla que los egipcios
habían ganado, pero la guerra fría que se produjo a partir de entonces terminó
obligando al mandatario egipcio a aceptar las condiciones impuestas por los
hititas. Ese acuerdo de paz fue respetado y ello dio pie a que se desplegara
una intensa actividad comercial entre ambos reinos, y en la historia hay
numerosas referencias a la visita de arquitectos egipcios a la corte hitita y
la venta de hierro a Egipto, lo cual significó su salida de la Edad de Bronce. Como pueden ver no es nuevo que los
derrotados puedan terminar imponiendo sus condiciones, y si no me creen vean a
Chávez y a los ahora ensalzados narcos guerrilleros de las FARC en Colombia.
De aquellos
tiempos hasta ahora ha habido infinidad de pausas bélicas con mayores o menores
repercusiones en la historia. Es una lista infinita de ellas, y paulatinamente
se fueron estableciendo normas para su ejecución, al punto que terminando el
siglo XIX se realizó una cumbre mundial de la cual surgió el documento: CONVENCIÓN
II DE LA HAYA DE 1899 RELATIVA A LAS LEYES Y USOS DE LA GUERRA TERRESTRE Y
REGLAMENTO ANEXO. Allí en su capítulo V se habla DEL ARMISTICIO y el artículo 36 establece: “El armisticio suspende
las operaciones de guerra por un mutuo acuerdo de las Partes beligerantes”.
Sin embargo, ha habido algunas emblemáticas como
fue la de la Navidad de 1914 durante la Primera Guerra Mundial. Este conflicto que
comenzó el 28 de junio de 1914 en Sarajevo con el asesinato del archiduque
Francisco Fernando de Austria y se consolidó el 28 de julio, cuando los
austro-húngaros intentaron invadir Serbia.
Las escaramuzas se produjeron a lo largo y ancho de todos los frentes de
batallas hasta que en la noche del 24 de diciembre de ese año las tropas
alemanas colocaron en el borde de las trincheras abetos iluminados, los cuales habían
sido enviados al frente por orden directa del Káiser Guillermo II, junto a
raciones extra de pan, salchichas y licores.
En el frente belga, cerca de Ypres ocurre un
milagro: en medio de la noche se comenzó a oír un canto hermoso:
“Stille Nacht,
heilige Nacht,
Alles schläft; einsam
wacht”
Noche de paz, noche de amor,
la canción navideña austriaca compuesta por el cura Joseph Mohr y el organista Franz
Xaver Gruber. Cuando ellos terminaron, la misma pieza fue interpretada por una gaita
escocesa, y al terminar de sonar ambas fuerzas aplauden con vigor, luego de una
calma tensa, narran las crónicas que los escoces comienzan a tocar con su gaita
el Adeste fidelis el cual fue cantado
en ambos bandos.
Pero no se quedó ahí todo. Al llegar el día un
grupo de soldados alemanes ondearon banderas blancas y salieron desarmados de
sus trincheras. Los aliados al comienzo se mostraron desconcertados, pero en
breve se les unieron. Aquellos que hasta
el día antes se habían estado tratando de matar encarnizadamente compartieron cigarrillos, aguardiente y hasta
chocolates. Los gestos fraternales se prolongaron y cada ejército recogió a sus
caídos en los días anteriores para enterrarlos de manera decente. Hubo sitios
en los cuales se hicieron misas conjuntas y hasta jugaron partidos de fútbol, uno
de los cuales ganaron los alemanes con un marcador de 3 a 2.
Como bien pueden
suponer los altos mandos militares en cada cuartel general se pusieron las
manos en la cabeza y el grito en el cielo, y procedieron a tomar “medidas
ejemplarizantes” para poner freno a tal “bochinche”… Un número no conocido de soldados franceses
fue pasado por las armas como escarmiento y los alemanes fueron enviados al
frente oriental. Las cartas en las que los efectivos castrenses narraban lo
ocurrido a sus familiares fueron destruidas y las informaciones de ello que
llegaron a los periódicos británicos se censuraron. Los franceses confiscaron
los negativos de las fotos que algunos soldados tomaron en esos días, en donde
aparecían hombres de uno y otro bando posando amistosamente. Fue así como se
prolongó el conflicto hasta el 11 de noviembre de 1918 cuando Alemania solicitó
un armisticio que conduciría a la firma del Tratado de Versalles el 18 de junio
de 1919 con el cual concluyó la Primera Guerra Mundial.
Los choques
armados han proliferado de manera sostenida y metódica durante nuestra historia,
las cifras de pérdidas humanas, culturales y económicas son incalculables. Las
razones para justificarlas son de toda laya: religiosas, políticas, raciales,
económicas, territoriales, y paremos de enumerarlas. Colombia ha vivido por más de medio siglo un choque
de fuerzas entre los representantes de la legalidad y dos frentes guerrilleros
armados de origen izquierdista, luego devenidos en meros traficantes de drogas
psicotrópicas como forma de financiar su estructura operativa.
Los actos de barbarie cometidos han sido de una
largueza extrema. Uno de los más viles fue el ocurrido el jueves 25 de marzo de
2010, en El Charco, departamento de Nariño, donde miembros del Frente 29 de las
FARC le pagaron unos cuantos pesos al niño Heriberto Grueso, de 11 años de edad,
para que llevara un colchón hasta un puesto de la policía. Esa criatura, que se
dedicaba a llevar distintas cargas por el pueblo para ayudar a su madre con los
gastos domésticos, no sabía que dicha pieza estaba cargada de explosivos, y
luego de entrar al recinto policial lo hicieron explotar. Murió él y quedaron heridos 9 agentes y 3
civiles…
Este grupo armado, que se proclama como el ejército
subversivo más antiguo y mejor armado del continente americano, ahora aparece
firmando un tratado de paz que es celebrado con flautas y chirimías por el
mundo entero. Hasta el venerado Santo Padre, Francisco, a quien por lo visto le
gusta sonar más que pandereta en misa de aguinaldos, dejó saber el pasado lunes 26 de septiembre
durante una reunión que tuvo con dirigentes hebreos: “Cuando el acuerdo de paz
esté blindado por el plebiscito y sea reconocido por la comunidad internacional
iré a Colombia a enseñar paz”. Supongo que también dirá una misa por Heriberto.
Mientras todas las miradas van fijamente al lado
allá del río Arauca, del lado acá siguen ocurriendo toda clase de barbaridades
de todo orden y concierto. Un sector rojo juega a un supuesto diálogo y cada
vez crecen más las voces que hacen un llamado al entendimiento, coro que es
acompañado por no pocos representantes del margen opositor. Por lo visto el ejemplo
colombiano de impunidad disfrazada de paz ha calado en muchos. No se habla de justicia,
ni de equidad ni de nada de esa vaina, sino que se prohíja la paz cual agua de
fierabrás que curará todos los males.
Nadie habla de repatriación de los centenares de
miles de millones de dólares robados por los jenízaros rojos. Y vemos al ahora honorable, y también mecenas
de algunos políticos opositores (¿verdad Juan Carlos Caldera?), Wilmer Ruperti anunciando
en torno a los narcosobrinos: “Como ciudadano activo de este bello país, he
decidido hacer frente a los costos derivados de la defensa que merecen estos
ciudadanos y por tanto asumí el pago de servicio de sus Abogados”. Lo que ni de vaina dijo en su comunicado es que
Pdvsa recientemente le adjudicó un contrato por 138 millones de dólares a una
de sus empresas, Maroil Trading Inc., para que remueva de Jose, estado Anzoátegui,
las montañas de coque que se han acumulado por la desidia e incompetencia de
las gerencias petroleras rojas.
La paz quieren convertirla en el cerrojo del cepo
con que nos han ido inmovilizando mientras despedazan el país. Lo más duro es
que quienes debieran esforzarse en impedir semejante insensatez aparecen risueños
clamando para que terminen de cerrar ese candado.
© Alfredo Cedeño
ResponderBorrarQuerido amigo Alfredo...Te noto mas duro...casi inflexible. Y o es para menos..En la Política como en la economía, las apariencias engañan...Lo malo que siempre somos engañados...Casi que nos acostumbramos a serlo. Por mas que aguzo la mirada, el oído, y todos los sentidos,...no logro desentrañar el futuro de nuestra civilización.( por llamarla de alguna manera.) Todo lo que reluce no es oro, dice el refrán...Hoy ni siquiera reluce...Todo es opacidad.
En nuestro país, tenemos un tango llamado "Cambalache",...Si tienes oportunidad escúchalo,...Es un panorama que se repite mutando o no. pero siempre es igual...Que tengas un feliz domingo ...Fuerte abrazo Latinoamericano. JUAN ANGEL PETTA Buenos Aires- Argentina
Buenos días, Alfredo. Esta vez tu interesante recuento histórico de las trampas de la paz me prueban que los pueblos la quieren de verdad y sus dirigentes sólo de mentira. Lo de Colombia, para irme tan lejos como tú, es verdaderamente preocupante. Demuestra que es rentable la guerra, la violencia, las corrupciones armadas porque al fin de todo lo malos son los que triunfan. Lo de Colombia es una total derrota del Estado y total victoria de las maldades, Los narcoguerreros seguirán narcotraficando y ahora "legalmente" y promoviendo el logro de sus proyectos libremente y además con privilegios que los otros no tienen, Lo que más me preocupa es que malandro es malandro. El malandro Timochenko seguro que ya ha apartado algún batallón de los suyos para que se pase a Venezuela y está aquí esperando a ver si nuestra FAN se voltea. Ellos muy bien puede ser la fortaleza de Maduro y su gente porque de los militares no se puede fiar. Nos invaden las Farc. Un abrazo mientras tanto.
ResponderBorrarAlejandro Moreno