A comienzos de los años 70 del
siglo pasado Tite compuso Babaila y
me contaba, mientras nos tomábamos un “cafeíto” en La Bombonera del Viejo San
Juan: “Esa canción no podía cantarla sino un prieto, y cuando me dijeron que la
iba a cantar Pedro Juan
¡me puse feliz! –Acoto que entre risas supe ese día que el verdadero nombre de
Pete “Conde” Rodríguez era Pedro Juan Rodríguez Ferrer– porque solo un negro podía cantarla con el
sentimiento y la fuerza que nada más uno tiene”, y de inmediato se puso a
tararear: “Babaila fue, / vendido en mercado de esclavos, / Babaila fue...”. Otra de sus piezas legendarias fue Las Caras Lindas que la compuso en 1977 para
Ismael Rivera, quien la grabó al año siguiente para incluirla en su disco Esto sí es lo mío. Sus versos iniciales
son rotundos: “Las caras lindas de mi gente negra / Son un desfile de melaza en
flor / Que cuando pasa frente a mí, se alegra / De su negrura todo el corazón”.
Esta pieza, quiero añadir, fue muy
poderosa, y en el mundo musical son célebres dos anécdotas relacionadas con
ella. La primera es que cuando Rivera acudió a los estudios a grabar la voz de
ese surco, se dedicó a escuchar la mezcla de los instrumentos y luego de
escucharla pidió que le pusieran de nuevo la grabación, y la escuchó varias
veces, hasta que pidió que se la pusieran a partir de la mitad y que grabaran
lo que iba a cantar, porque el solo de tres que había grabado Mario Hernández,
le estaba “diciendo algo”. Contaba
Roberto Roena que había sido un momento muy especial aquel, cuando el “Sonero
Mayor”, sin ensayo de tipo alguno y una sola vez, largó su muy famosa
improvisación de los acordes que, desde su instrumento, el músico de Río
Piedras había dejado grabados. Y no termina el cuento. El compositor desconocía
este episodio y una vez que los acetatos estuvieron listos Rivera lo hizo
escucharla. Cuentan que Tite no pudo
contener la emoción y se largó a llorar como un niño, Maelo lo abrazó mientras
le decía: “Si llego a saber esto, no te la grabo”.
En cuanto a Chuchú, con quien
fue infinitamente más cercano el vínculo, cierro los ojos para oír su acento
cantarino y pícaro: “De La Asunción somos los negros de Margarita”, y largaba
la carcajada. No pocos viajes hicimos en mi vehículo hacia distintas partes del
país, en especial a Araya, a visitar a su hermana María y a Pablito Fuentes.
Jornadas que se iban en un santiamén en las que la música no hacía falta.
Desvariamos, gritábamos, nos emocionábamos, inventábamos, alucinábamos, eran
unos viajes que ningún ácido lisérgico podía igualar. Canciones en las que
exaltaba su tono de piel sobran, pero ninguna como Quién ha visto negro como yo. “Quién ha visto negro como yo, / Quién
ha visto negro como yo, / comiendo papa, lechuga, / calabaza y quimbombó… / Con
mis dos mujeres vivo aquí, / estoy muy contento con las dos, / a una le doy
alma con ají / y a la otra pan con ilusión, / y las dos se desviven por mí /
para que parezca un gran señor, / una me acomoda el corbatín, / la otra me
refila el pantalón”. Él con su sempiterna intención educativa preparaba al
oyente, con esta guasa introductoria, para el final de la canción en la que su
declaración vital es esplendorosa: “En tierra soy faro de navegación, / yo soy
de la herida cicatrización, / conmigo no hay tablas, siempre hay decisión, / no
temo a la muerte de la muerte soy, / como vine al mundo así yo me voy”.
Pienso en ellos dos y me
preguntó cuándo serán excomulgados por los ayatolás de la corrección que hoy en
día campean a sus anchas en todo cuando nos incumbe. Si expurgaron a Lo que el
viento se llevó, Dumbo y Peter Pan; si sacaron de circulación a Aunt Jemima,
Dr. Seuss y Los Diez Negritos de Agatha Christie; si han satanizado a todo lo
que se menea y se les antoja a los pontífices de la corrección, ¿cómo podemos
esperar que ellos estén a salvo del reflujo de la normativa? Esa misma marea es la que ahora se enardece
exigiendo apoyo irrestricto al tonto emancipado de Juan Guaidó, es la misma
corte de paniaguados que amenaza y se golpea el pecho con arrebato místico
exigiendo unidad. No puedo, y no debo. Me niego a ser comparsa de semejante
turba que en nombre de la libertad nos pretende esclavizar con unos patrones
que en nada se diferencian de los de los no menos impresentables Maduro,
Cabello, Rodríguez y demás sabandijas.
A fin de cuentas lo que hay es
una pelea entre ellos, esa casta fétida que presume de su naturaleza política,
a dentelladas por ver quién le pone la mano a las finanzas nacionales. Sueltan,
así como quien no quiere la cosa y para dejar constancia de su desprendimiento
y espíritu de sacrificio, que las arcas de Venezuela están exangües. No falta
el bolsiclón que pontifica sobre la condición de botella vacía del erario
público, pero ni de vaina hablan de las cifras nada despreciables que han
recibido ambos bandos, unos a cuenta de las labores de alcahuetería de sus
socios en los gobiernos español, cubano e iraní, por nombrar algunos; los otros
a cuenta de ayudas internacionales y de las cuales no han rendido la menor
cuenta, mientras sus más conspicuos representantes andan viajando por las
principales capitales haciendo vaya Dios a saber qué. Les apuesto lo que
quieran que en hostales, pensiones y autobuses no se están alojando ni
desplazando.
La verdad es que andan dándole
la vuelta a los recursos que son del país y que están regados por el mundo
entero. ¿Se puede decir que es una botella vacía los lingotes de oro
depositados en el Banco de Inglaterra y cuyo valor se estima en 1.600 millones
de euros? Todos son unas garrapatas, porque ni a sanguijuelas llegan, que no se
cansan de chuparle hasta el alma al país.
© Alfredo Cedeño
Estimado licenciado
ResponderBorrarDe un tiempo a esta parte, en Venezuela hemos venido incorporando la palabra afrodescendiente para sustituir a nuestras multisemicas (Alexis Marquez R) negro- negra.
Particularmente me parece el uso de ese vocablo poco menos que ridicula, por cuanto no somos una sociedad racista a pesar de los muchos chistes y refranes sobre los negros. Allà los gringos con sus rollos y su correccion politica. Creo que nuestros invasores cubanos han trasladado su racismo a nuestras tierras.
Por eso me alegra que reivindique el vocablo negro-negra y de remate incorrecto. Mas de una piel sentirà prurito con el titulo.
Un cordial saludo
Carlos Vivas
Hay dos excelentes artículos en tu último texto: uno, mejor o igual que el otro. El primero sobre la belleza de la negritud de dos entrañables figuras una bella memoria sobre una persona que quise entrañablemente como fue Rosas Marcano. El otro artículo es una feroz arremetida contra el oprobio. Ambos,excelentes.
ResponderBorrarEl bailarín y coreógrafo josé Negro Ledezma me dijo una vez: Rodolfo a mí el que me diga afroamericano le miento la madre!
Te admiro!
Rodolfo Izaguirre