Ahora que corren esto tiempos cuaresmales pienso en las cofradías que se manifestarán en la venidera Semana Mayor. Entre el 10 y 17 de abril de este año en numerosas ciudades alrededor del mundo se celebrará una gran diversidad de fiestas religiosas conmemorando la muerte de Jesús. La feligresía católica, en particular, ha sido tradicionalmente la más expresiva en sus manifestaciones. Tal vez, por aquello de la vanidad, se han agrupado para tratar de expresar mejor que sus prójimos la fe. Y así nacieron las cofradías.
Se sabe que en 1085 nació la “Antigua, Ilustre y Real
Cofradía de la Santa Caridad de Toledo”, fundada por Alfonso VI durante el
asedio y la toma de Toledo en dicho año. En 1106 se creó la “Cofradía del Santo
de Santo Domingo de la Calzada”; en 1181 fue el turno para “Cofradía de Santo
Toribio”. Y de allí en adelante, al apegarnos a lo revelado por los anales
históricos, surgieron como la verdolaga por toda la península ibérica.
Citar a unas u otras es correr el riesgo de ofender a
unos y otros, pero no puedo dejar de mencionar en Sevilla a La Hermandad de la
Amargura, cuyo nombre completo es: “Pontificia, Real e Ilustre Hermandad
Sacramental y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el
Desprecio de Herodes, María Santísima de la Amargura Coronada y San Juan
Evangelista, y Santa Ángela de la Cruz.” Nada por añadir…
En tierras americanas, como era de esperar, y para
despecho de los revisionistas de estos días, con la conquista española llegaron
también las costumbres y tradiciones, es especial las religiosas. En todo el
nuevo continente aparecieron numerosas agrupaciones de cofrades que por esos
días santos hacían gala de su
religiosidad. Muchas de esas organizaciones han pervivido, o han aparecido
otras. En todo el país aún se pueden encontrar algunas de ellas. Hay dos de
ellas que a mí, particularmente, me han fascinado, ambas en el estado Trujillo.
Una es la “Hermandad de Penitentes de Semana Santa de Escuque”, y la otra es
“la Hermandad los Penitentes de La Cejita”. Una y otra rezuman una particular
devoción de sus integrantes, quienes se preocupan por dar vistosidad a sus
atuendos.
Sin embargo, a la par de estas congregaciones, han
surgido, en especial de medio siglo para acá, unas hermandades, poco santas y
muy mundanas ellas, que han nacido al amparo de las toldas políticas. Nadie me
logra convencer de que las más nefastas de tales organizaciones aparecieron con
el nuevo milenio. Y entre ellas se distingues dos. Una de color rojo rojito,
donde, bajo el cayado inicial del comandante eterno, se congregaron todas los
“revolucionarios”, “progresistas” y demás bichos de similar pelaje. Esta
cofradía se ha caracterizado por su inigualable capacidad de rebuznar sin són
ni patrón. Al lado del héroe de Sabaneta, tenemos al cavernícola de Monagas
–ese que ahora le ha dado por robarse las sedes de los periódicos–, también
tenemos la representación femenina, indeclinablemente representada por la
señora aquella de las cárceles y los privados de libertad. La lista de sus
miembros ustedes la conocen tan bien como yo.
Pero, ¡ojo!, que no es la única, porque de este lado
hay otra no menos frondosa y en la que han recalado una manada de vagos y
muñidores de toda laya y ralea. Los hay conciliadores, negociadores,
pacifistas, encargados, y paramos de contar. A esos usted también los conoce
tanto como yo, y quién sabe si hasta mejor. Mientras tanto seguiremos con
nuestra pasión y crucifixión nacional. Ellos siguen en su carnaval.
© Alfredo Cedeño
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