El sol se derrumbó sobre un mar de tréboles
y rebotó con sus rayos limpios y desflecados
en cuarenta y una puntas de bordes hirsutos,
el trebolar prefirió permanecer impávido
y se olvidó de ponerle números a sus aspas
con la sabia humildad de una cuna perpetua.
© Alfredo Cedeño
Muy hermoso, quiero dejarte mis saludos e invitarte a mi blog de poesía.. hasta pronto!
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