La condolencia
por la muerte de un ser querido es universal, es así como han surgido
diferentes palabras para expresarlo. En nuestro idioma el término acuñado, y
que sobrevive puesto que es una forma en desuso esa de colocar el complemento
indirecto luego del verbo, es pésame, en vez de me pesa, y dicho vocablo
contiene todo un rito para expresar la solidaridad para con aquel que ha
perdido un ser querido y cuya expresión verbal por excelencia es: Te acompaño
en tus sentimientos. Esta manifestación de humanidad para con el doliente es
muestra de apoyo en ocasiones dicha por mera cortesía, a veces fingida, otras
por política o conveniencia, pero siempre dicha en esos terribles momentos,
hasta a los extraños.
La crispación que
ahora vive Venezuela ha modificado hasta nuestros modales sociales. ¿Qué diría
el señor Carreño? (El del manual, no el señor aquel, apureño de Mantecal, que fue
capitán golpista, y ahora es “doctor”, amante de las corbatas Louis Vuitton y
zapatos Gucci.) ¿Cuándo nos naufragó la urbanidad? ¿Dónde se nos extravió la
solidaridad? ¿En cuál punto del camino se nos quedó olvidado el civismo?
Hago esta
reflexión al ver la frialdad y hasta regocijo con que se recibió la noticia de
la muerte de Aníbal Chávez y la dureza con que enrostraron a su madre, como si
ya no la hubieran estado mentando en todos estos años lo suficiente, hasta casi responsabilizarla de la muerte de
su hijo. Hubo cartas públicas redactadas
con enjundia para mal disimular una inquina que en nada honró a quienes las
escribieron. Pobre mujer. Ahora le achacan la muerte de su hijo como antes le
insultaban, por las redes sociales siempre, por andar cual París Hilton con un
perrito a cuestas. Quién sabe si lo llamó Fifí o le dio por ponerle el nombre
de su suegra, pero se dio el gusto de sentirse que ella, por fin, había dejado
de ser una campesina.
Sobrarán aquellos
que me acusarán de colaboracionista, lo cual me queda grande porque creo que
como Philippe Pétain nunca habrá otro hijo de su madre, o de vendido, o de
cualquier otra lindeza por similar estilo. Pero, no puedo dejar de preguntarme:
¿Estos guerreros valerosos que ahora se ceban sobre esta mujer destruida acaso
gritan y patalean con similar vigor ante las trapisondas de personajes como
Henry Ramos Allup con la godarria roja madurista? El ahora flamante presidente
de la Asamblea Nacional aparece con su cara bien lavada y perfumada, me
imagino, alabando al grupo que encabeza el españolete Zapatero, y casi que se
declara fecha patria a conmemorar. Por lo visto es más fácil arremeter contra
la matrona caída, que contra el pico de plata que está de moda.
Imagino a misia
Elena, para quien ya no hay aviones oficiales y particulares a su disposición, como
en las primeras fotos que de ella se conocieron cuando su adorado Hugo Rafael
intentó el golpe de estado frustrado. Tal vez vistiendo de nuevo su vestido de
flores sin mangas, con cintillo de plástico atrapando su cabello crespo,
mientras ve la cámara arrellanada en una poltrona de su casita en Sabaneta.
Lejos de aquellas otras donde aparece, años después, de piel tersa, lentes
oscuros, cartera envidiada por aquellas que de costosas marcas saben, luciendo
enormes prendas en sus orejas, y escasa de dedos para portar más anillos de los
que seguramente le regalaba más de un lambiscón interesado. La imagino desolada
y quién sabe si estos años de roce con el poder la hayan enseñado siquiera a
leer algo más allá de Corín Tellado. ¡Quién sabe!, a lo mejor nos sorprende a
todos y la encontremos leyendo a Shakespeare y regresando una y otra vez al
dialogo de Hamlet: “Ser o no ser, esa es la pregunta: ¿qué es lo más noble para
el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la escandalosa fortuna, o tomar las
armas contra un mar de problemas, y enfrentarlos hasta acabar con ellos? Morir,
dormir, no más…”
Independientemente
de quien sea ahora, señora, le digo de veras: Mi más sentido pésame, usted no
es más que otra pieza, ahora sacrificada, de un juego perverso donde la
gentileza no tiene espacio, vivimos tiempos de bellacos y cartas marcadas,
lejanos están aquellos en que la cortesía no mermaba la valentía de quienes
hasta se jugaban la vida por darnos libertades, aún más distantes los valores
cristianos en que crecimos, y mejor ni le explico que ahora el manual que
prevalece es el de Carreño, Pedro Miguel, no el de Manuel Antonio. Que sus
hijos descansen en paz, la que no supieron darnos.
© Alfredo Cedeño
Muy bueno,el artículo
ResponderBorrarBien, Alfredo. Hay que mantener la compasión y el amor aún a los que de alguna manera se pudieran contar entre los enemigos. Un abrazo.
ResponderBorrarAlejandro Moreno