Me
hubiera encantado no tener que escribir sobre esto, pero ¿cómo obviar el
desastre humano que se está viviendo en nuestra frontera occidental desde fines
de la semana pasada? ¿Quién puede voltear la cara para otro lado y no ver con
estupor e indignación el desastre provocado por nuestra versión tropical y
subdesarrollada del austríaco aquel que usaba la cuota inicial de un bigote por
adorno facial? ¿De qué manera podemos manifestar ante Colombia nuestra
solidaridad con sus hijos, y nuestra vergüenza ante el ultraje al que hemos
sido sometidos todos?
Cuando
Maduro Moros arremete contra una población inerme, con los arrestos propios del
matón de barrio que opera desde la impunidad que le otorga el respaldo de algún
representante de la autoridad, o del espíritu de gavilla de sus pares mediante
el cual imponen a sus vecinos su fuerza bruta, lo hace con alevosía, exhibe sus
mejores miserias humanas y hace gala de ellas ante todo aquel que quiera darse
por enterado. Su mensaje es para todos por igual, es el mismo que siempre
emitió el difunto comandante: no me detendré ante nada para mantenerme
ejerciendo el poder. Ello no es de estreno, pero bien parece que los capitostes
de las hilachas que quedan de la oposición no quieren ver; tal vez ello explica
su reiterado estribillo de convocatoria a unas elecciones que cada día lucen
más lejanas.
Este
circo sanguinario montado por el incoherente embigotado contra diez municipios
tachirenses es una demostración de fuerza en medio de unos estertores, que no
terminan de ser finales. Corren mil versiones de lo que hay atrás de todo este
tinglado, desde pases de facturas entre diferentes componentes militares, hasta
retaliaciones por la deportación a Estados Unidos de ciertos narcos que podían
aportar interesantes datos sobre vínculos entre la narcoguerrilla y la
nomemklatura roja rojita. Como bien sabemos en nuestra acendrada cultura
política del bisbiseo y el cuchicheo, donde todos dicen ser poseedores de la
verdad, pero que ninguno suele mostrar, lo que sobra son sabios de micrófono.
Tan
deleznable como la conducta roja ha sido la de la mentada dirigencia opositora
criolla. Clara la diferencia con el muy denostado Álvaro Uribe quien no dudó en
trasladarse a Cúcuta a las primeras de cambio para manifestar su apoyo
incondicional a sus paisanos. Y también a sus vecinos que han sufrido los
embates del glorioso ejército bolivariano, libertador de naciones ahora
devenido en huestes de matones que acaban con humildes viviendas. ¡Cómo nos
gustaría verlos con similares arrestos demoliendo laboratorios de procesamiento
de coca! ¡Cómo celebraría el país entero y buena parte del mundo verlos
deteniendo los avances sin control de los mineros brasileros ilegales en la
selva amazónica! ¡Cómo serían aclamados
si los viéramos enfrentarse con similar vigor a los comisarios cubanos ante los
cuales solo asienten con gestos de gatos mansos!
Es
fácil decir ahora, luego que los desmanes han sido llevados a cabo, que se veía
venir, aunque ahora muchos pongan caras de asombro y se dan golpes de pecho
mientras vociferan una particular solidaridad con los despojados de Táchira.
Pensaba que este fin de semana siquiera habría un saludo a la bandera
convocando a algún acto, por mínimo que fuera, de apoyo con ellos. ¿Será que
Lilian, Patricia y Mitzy tiene que hacerlo para que los tullidos
reaccionen? Espero que si así ocurre no
salten después a lamentarse de que “no se están respetando los acuerdos
unitarios”, sambenito con el cual nos quieren someter a los caprichos de una gavilla
de señores que cada vez lucen más y más desconectados de ese pueblo con el que
se llenan la boca cada dos por tres. Pero sigamos en lo que importa. Los
ataques contra la comunidad colombiana han sido una muletilla roja utilizada en diferentes oportunidades por los genios rojos. La semana pasada
recordé el episodio del padre de todas estas gracias –léase: Hugo Rafael–
cuando ordenó una rimbombante y poco eficaz movilización militar hacia la
frontera colombiana en marzo del 2008, porque el ejército colombiano había
osado darle su ración de tatequieto al capo guerrillero Raúl Reyes.
Por
supuesto que el ahora ubicuo comandante –al punto que nadie sabe a ciencia
cierta donde es que lo enterraron, si es en la antigua sede del Ministerio de
la Defensa, o en la pata de una mata de mamón en su pueblo natal, o quién sabe si en un bohío en su amada
Cuba–, no dejó de echarle vainas a los amigos, y recuerdo el episodio aquel de
noviembre de 2009 cuando en medio de sus habituales alharacas informó, en
cadena nacional de radio y televisión, por supuesto, la intrépida y audaz
acción del invencible ejército nacional que había demolido dos puentes usados
por los contrabandistas colombianos para llevarse nuestros productos y atentar
contra la soberanía nacional. Luego se supo que en realidad habían sido dos
peorras pasarelas, con más de cuarenta años de construidas por los propios
vecinos de la zona para cruzar el río Táchira sin tener que mojarse los
zapaticos y las canillas. En aquella oportunidad una de las pocas voces lúcidas
que señaló con precisión el quid del momento fue el internacionalista Edmundo González Urrutia,
quien dijo a El Nacional: "Se sigue la senda de los gobiernos
militaristas, como el de Leopoldo Galtieri en Argentina. No hay nada mejor para
tapar los problemas y la impopularidad de un gobierno que un enemigo
externo".
Los
ejemplos son muchísimos, pero para que no quede como acaparador el ya
desaparecido y no quede que uno hace leña del árbol caído, vale la pena
recordar a Laura Helena Castillo que también en El Nacional, publicó el 29 de marzo
de este año que para esa fecha habían sido deportados más de 1.389 colombianos en
lo que iba del 2015. Es cifra arrojaba un promedio de casi 17 paisanos de
Nariño que cada día habían sido expulsados del país. Revelaba la autora que la
mayoría de los desterrados habían sido detenidos por la Guardia Nacional en
Caracas “en la parada, en las colas para comprar comida regulada, en las
camionetas, en la salida del Metro”. Ese heroico componente militar, una vez
más ha dado muestras de su mejor disposición a infamar su lema y dejar bien en entredicho
aquello de que el honor es su divisa.
Es
necesario hacer énfasis en que todos estos atropellos han contado con alborotos
momentáneos de los sempiternos sabihondos que suelen opinar hasta del sexo de
los ángeles, pero en realidad dan escasas manifestaciones específicas de solidaridad
para con estos desheredados, que incluso algunos han señalado como el fiel de
la balanza que se ha solido inclinar hacia el campo rojo. Los juegos aritméticos son interesantes si se
sacan las cuentas de que hay casi cuatro millones de neogranadinos en situación
legal en nuestro país, y que Nicolás “ganó” por menos de 300 mil votos…
Y
ya que menciono votos vale la pena compartir algunas cifras de las elecciones
presidenciales del 14 de abril del 2013, y sus resultados en algunos de los
municipios ahora sometidos a esa aberración del Estado de Excepción que el Bigote
Bailarín ha impuesto en, por los momentos, 10 municipios tachirenses. En uno de
ellos, Ayacucho, por poner un ejemplo, en la mesa 1 de la escuela del núcleo escolar rural La Popa, en las afueras
de San Pedro del Río –de cuyas calles es la foto que uso hoy–, Maduro
obtuvo el 57,06% frente al 42,93% de Capriles; en la mesa de La Jabonosa obtuvo
el 66,85% y Capriles 33,14%. Si vemos los números del municipio García de Hevia,
también clausurado por su majestad Nico I, vemos que consiguió el 50,18% de los
sufragios. En Lobatera logró el 53,31%, y en el municipio Rafael Urdaneta
51,15% contra 48,76%. Donde sí salió con las tablas en la cabeza fue en San
Antonio del Táchira, y seguramente por ello su particular encono contra esa
comunidad, su adversario triunfó con el 67,14% versus un 32,73%.
Es
obvio que el heredero aprendió muy bien de su mentor a endilgarles a los demás
la responsabilidad de sus irresponsabilidades, y ayer luego de convocar a una
marcha de apoyo a su locura aparatosa en la frontera, desde el Palacio de
Miraflores enhebró una larga retahíla de incoherencias, entre las que aseguró
que la oligarquía venezolana se había dedicado a estimular la xenofobia,
también aseguró, sin parpadear siquiera, que los ciudadanos colombianos no
habían sido deportados de Venezuela, sino repatriados. Cerró sus palabras dirigiéndose
a su par: "Yo le digo a Santos, con el mayor respeto: no se preste a una
guerra contra el pueblo venezolano, no se sume a una campaña de odio contra el
pueblo de Bolívar. La campaña de los medios de Colombia mintiendo y
manipulando".
Lo
peor de todo es que cada uno de estos delirios ha tenido unas dolorosas cuotas
humanas que se han pagado, y por lo visto se seguirán pagando. Este último dejó
dos personas fallecidas, los ingenieros de PDVSA, Argenis Carrasco y Kirl Reyes,
quienes fueron conminados a trasladarse desde San Tomé, estado Anzoátegui,
hasta la sede de PDVSA en Caracas para participar en la citada mojiganga; a la
altura de Puerto Píritu el chofer del bus en que se trasladaban perdió el control
y ellos fueron el trágico saldo. Todo es un torbellino que no parece tener fin,
mientras la inercia parece predominar. Maduro dice gobernar mientras baila “La
Pollera Colorá” junto con su consorte o salta de avión en avión; ahora anda por
China y Vietnam de donde regresará con sabrá Dios qué cuento de camino. El país
va al garete y cada cual se ha dedicado, es obvio, a poner su culo a buen resguardo;
por lo visto el fondo al que se supone que cada vez nos acercamos más no
terminará de llegar nunca.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Sin temor de echarle, como lo hace Nicolás, la culpa a los demás, vale la pena rescatar los números que muestra usted sobre las elecciones en esos municipios fronterizos. Estoy, obviamente, del lado de los colombianos en este desafortunado desencuento, pero debo decir que muchos de ellos han favorecido el "desnalgue" gubernamental que estamos viviendo, gracias a su cedulación en tierras venezolanas. Muchos, para aprovechar las cuatro lochas que les daba el difunto, la lavadora del candidato a alcalde de turno o el kilito de harina PAN de Mercal, votaron incansablemente por la revolución chavista, pensando que por ser necesarios, eran pues, intocables. Ahora, cuando era preciso un enemigo, porque ya el " Imperio" no da más y casarse un tiqui tiqui con Donald Trump no es viable, el régimen le echó mano a esa masa que siempre lo favoreció. Y zas! De un solo plumazo está borrando años de lealtad y de oídos sordos, porque hay que ver la de veces que quisimos convencer a esos hermanos que la izquierda corrupta no era el camino.
Les pido perdón de rodillas a los colombianos por este atropello y lamento, de verdad, que estén viviendo a la brava, sin aviso ni protesto, su buena dosis de Patria.
Miranda Alcántara.
Buenos días. estupendo artículo. Saldrá, supongo en El Nacional. La foto es de antología. Cada vez que oigo a Maduro o a uno de estos politicastros decir: con el mayor respeto, me dan ganas de reír porque lo que viene es el insulto más bajo. Son desvergonzados.
Un abrazo.
Alejandro Moreno
Buen artículo.
Jaime Ballestas
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