Hay palabras cuyos significados han vivido unas mutaciones insólitas. Los ejemplos son más que numerosos, pero hoy quiero detenerme en cínico. Usted consulta el mataburros de la Real Academia Española y encontrará: “Dicho de una persona: Que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas.” Estoy seguro de que muchos de ustedes conocen el origen de la palabra, pero en ayuda de aquellos que no están al tanto hago un breve recuento.
El cinismo fue una escuela
filosófica que comenzó en la segunda mitad del siglo IV antes de Cristo, su
fundador fue Antístenes pero fue Diógenes de Sinope, con sus gestos, quien la
hizo permanecer en la tradición oral. Esta escuela se propuso reinterpretar la
doctrina socrática, sus discípulos plantearon que la civilización y su forma de
vida era un mal, aseguraban que la felicidad venía dada siguiendo una vida
simple y acorde con la naturaleza. Entre sus más notorios discípulos estuvieron
Hiparquía, una de las primeras filósofas, Crates de Tebas y Menipo de Gadara.
Despreciaban las riquezas y toda posesión material. Aseguraban que el hombre
con menos necesidades era el más libre y el más feliz.
Los hicieron famosos sus
excentricidades, destacando en eso Diógenes. En torno a esta figura se han
conservado muchas anécdotas, siendo las más referidas las que tocan en cómo
trató a Alejandro Magno al conocerlo.
Tal parece que el encuentro se produjo en ocasión de unos Juegos
Ístmicos, como llamaban unos encuentros culturales panhelénicos de la Antigua
Grecia, y que tenían tal denominación porque se celebraban en el istmo de
Corinto, en honor de Poseidón. Aseguraba la tradición oral que el renombre del
pensador era de tal vuelo que el hombre más poderoso del mundo en ese momento
quiso conocerlo. Aseguran que era una mañana en la que Diógenes absorto, sabrá
Dios si pensando en las piernas de alguna dama, o tal vez en cómo iba a hacer
para su próxima comida, mientras tomaba
sol fuera del gimnasio que estaba a las afueras de Corinto. En medio de sus pensares, súbitamente se vio
rodeado de una muchedumbre. Como bien han de saber los jalabolas no son una
especie de nueva data.
El guerrero llegó hasta el filósofo y le dijo: Soy
Alejandro. El otro lo vio con cara impertérrita y le dijo: Y yo Diógenes, el
perro. Podrán imaginar el asombro de los aduladores, sin embargo Alejandro le
dijo:¿Por qué te llaman Diógenes, el perro? La respuesta fue instantánea:
Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y muerdo a los malos.
Otra grizapa, pero Alejandro, que tampoco era una pera en dulce, trató de
sobornarlo y le soltó: Pídeme lo que quieras. El hombre respondió: Quítate de
donde estás que me tapas el sol. Eso hizo trastabillar al todo poderoso y su
soberbia le hizo preguntar:¿No me temes?
Diógenes dijo: ¿te consideras un buen o un mal hombre? Ni pendejo
Alejandro dijo: Me considero un buen hombre.
Y la respuesta fue: Entonces... ¿por qué habría de temerte? Los que les
rodeaban empezaron a cuchichear hasta que el soberano alzó las manos y aseguran
que dijo: ¿Saben algo? Si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes.
Cierto o n o el episodio, es una estampa que se ha
repetido por los siglos de los siglos como ejemplo de lo que fueron los cínicos
iniciales. Los malabarismos de la lengua son inexplicables, y sabrá Dios en qué
momento aquellos críticos acerbos se convirtieron en los de estos días. Por
ejemplo, recuerdo a un Chávez de voz engolada y gesto adusto arreándole a los
ricos y pontificando con aquello de que ser rico es malo... mientras en su
muñeca lucía un reloj de esos que ni usted ni yo podemos comprar nunca. Esa
cantaleta es la misma que han repetido todos ellos, mientras los vemos como
cada día engordan más y más, mientras uno se pregunta cuándo es que van a
explotar. ¿No ven a Diosdado? De aquel muchacho flaco, que hasta cara de estar
llenos de lombrices tenía, a ese bojote bamboleante y gritón que anda por ahí
con un garrote hay un abismo. ¿Y Nico? De ese mejor ni hablar.
Aunque tampoco puedo dejar de ahondar en semejante
espécimen. Basta con ver el video con su verborragia habitual, soltando eructos
y regüeldos, pero ahora anunciando que el próximo 21 de noviembre se producirá
una “gran victoria de la democracia.” Debe decirse en honor a la justicia, que
de él no se podía esperar otra cosa. Lo lamentable es el coro que le hacen los
militantes del Partido del Rascabucheo Nacional exigiendo el compromiso con
unas elecciones irritas desde todo punto de vista. No faltan los herederos
tropicales de Catón que exigen respeto al sufragio y, con gesto compungido, lamentan
que se descalifique a las comadres celestinas de la mojiganga electoral.
Achacan a Diógenes la frase: Sólo hay un dedo de
diferencia entre un sabio y un tonto. Los dedos, por lo visto, ahora sobran
porque sabio, lo que llaman sabio, bien se ve que no hay ni para un remedio;
ahora tontos los hay a espuertas escoja usted al que se le antoje. ¡Y cuidado
se contamina! Porque la pendejera es lo más contagioso que el ser humano haya
podido engendrar.
© Alfredo Cedeño