Para mí Venezuela
no es la patria, ni es un accidente natal, menos una maroma de la suerte que me
convirtió en un hombre de saneadas finanzas. Para mí Venezuela es el padre y la
madre que me criaron y me llevaron a ser lo que soy, de allí mi adoración obsesiva
por ella y el profundo respeto con que la trato, de ahí nace cual río fuera de
cauce mi profunda ira cuando he visto y veo cómo la han maltratado y maltratan,
esa es la fuente de un apego por ella al que nada me hace renunciar y en nombre
del cual me mantengo exigiendo se le dé el trato que ella merece.
Cuando digo
Venezuela hablo de su gente propia y de aquellos que se autoadoptaron
deslumbrados por esa sucursal del Edén en la tierra. Gente de risa a flor de
boca y ojos en todo momento, de verbo ágil como estiletes y de ternura infinita
como el que usan los curtidos pescadores de la isla de Margarita para llamar papaíto
a su padre con un destello de luciérnagas en sus ojos cuajados de salitre.
Hablo de
Venezuela y estoy refiriéndome a la caravana de coronas de espumas que te
reciben al llegar a Margarita. Estoy hablando del horizonte quebrado en cientos
de agudos picos en la cordillera andina y el cielo arrochelándose con el suelo
en los llanos inacabables. Escribo de pueblos pudorosos como San Pedro del Río
o Seboruco, de lugares alebrestados como Carúpano o El Callao, de sitios
plácidos como Paraguachí o Santa Ana de Paraguaná, de ciudades escandalosas
como Caracas o Maracaibo y urbes señoriales como Valencia o Barquisimeto.
Explico a mi país
y los afectos se me enredan en los dedos, el orgullo por sus talentos de todo
tenor me arropan con sana altanería. Isabel Córdoba, Antonio Estévez, Marin
Chami, José Ignacio y Marta Cabrujas, Rodolfo Izaguirre, Melania de Azócar, Humberto
Márquez, Lucy Gómez, Jesús Rosas Marcano, Monchita Martínez, Daniel de
Barandiarán y Raquel Cohén, Esteban Emilio Mosonyi, Henry Pasos, Macky Arenas, Mikel de Viana, Pedro Duno,
Maribel Espinoza, Jorge Chirinos, Jaime Ballestas, son algunos de los centenares
de nombres que me llueven en la memoria como ejemplo de quienes me aportaron
con generoso desprendimiento afecto y conocimiento. Algunos ya no están, otros permanecen y son
especies de ángeles tutelares que la tecnología acerca en el momento que más
falta hacen.
Venezuela ha sido
un crisol inagotable de gestas donde los asombros palidecen ante su generosidad
ilimitada. No pocos países resurgieron política y económicamente gracias al
trabajo de sus hijos reinsertados en mi país; Portugal, España e Italia bien lo
pueden testimoniar. Venezuela fue posta para abrigar y reagrupar a los
perseguidos del ahora ensalzado Fidel, así como de Pinochet, y los milicos
uruguayos y argentinos; Caracas, Maracaibo, Valencia, Juan Griego, Mérida, Valera,
se abrieron para recibirlos sin condiciones ni reservas.
En un momento
como el que se vive en nuestro país muchos voltean la mirada o la esquivan, presumimos
algo de vergüenza ante su silencio que les hace cómplices de esa desgracia
llamada chavismo-madurismo, no faltan algunos celestinos de interesadas y raquíticas
carteras que necesitan ser rellenadas que alaban incansables a Gofiote Maduro y
su combo. Bien pueden dar fe de ello
seres como el alcahuete ilustrado de Ramonet, o los talibanes peninsulares de
Pablo Iglesias, Monedero, Errejón y
demás grupo de lenguaraces maldicientes que ahora planean sobre el futuro político
español. Y a ellos uno los llega a comprender, a fin de cuentas son unas
meretrices de poca monta que abren sus piernas ante la chequera de turno.
A esa cohorte de
lambucios empingorotados no se les justifica, ni tolera, pero se les entiende.
Uno comprende que juegan a la supervivencia
y que encontraron una manada de asnos con las alforjas llenas de buen dinero,
el cual pudieron cambiarle por algunos espejitos altisonantes y vocingleros.
Pero, ¿cómo entender a quienes se suponen adversarios criollos de la dictadura
venezolana que anden de risas y confites
con quienes han sido nuestros verdugos? En buen criollo y para que no haya
malos entendidos: ¿Qué vaina es esta?
Ahora la muerte del gran charlatán cubano copa todo
el escenario y se cae en el juego de ver hacia allá y se aparta con presteza, y
quién sabe si con intereses bastardos, la mirada de la escasez de medicinas y
alimentos, de la prisión de Leopoldo, Braulio Jatar y todos los otros presos políticos,
a los que el delicado y dialogante alcalde de Petare rebautizó como detenidos.
Por supuesto que el Revocatorio es una herejía de la que no se puede hacer
mención so pena de ser lanzado a la jauría de plañideras que defienden cual
hienas rabiosas a esa entelequia que llaman MUD. De las elecciones regionales menos
aún.
¡Ay Venezuela! ¿Qué pecado oculto cometiste para que
con tantas creces debas pagar semejante penitencia?
© Alfredo Cedeño