La casta política es la misma en
todas partes, usted los oye aquí, allá y acullá, mientras sueltan los mismos
retruécanos, las mismas incoherencias, similares idioteces, con el mismo gesto
de hetaira redimida, aires de sacristán pontificador y vocabulario de
picapleitos empoderado. Lo mismo los podemos escuchar hablándonos de peces de
colores que han de llevarnos al cielo de nuestra capacidad inexplotada como
pueblo, que de ogros malolientes culpables de todas nuestras desgracias. Todos
ellos hacen gala de una pirotecnia oral que ya quisieran haber tenido los más
reputados oradores de la antigüedad; las facultades narrativas que saben
desplegar hacen lucir a los hermanos Grimm como unos pichones desplumados al
lado de ellos. En realidad, son unas aves de presa que aguardan su momento para
ensartar a cualquiera con sus añagazas.
Escribo todo esto después de ver la
puesta en escena de la toma de posesión del ahora Excelentísimo presidente de
Colombia, Gustavo Petro Urrego, economista por más señas.
Quiero aquí hacer una parada. Este
ahora gobernante es egresado de una de las universidades privadas más viejas de
su país, la Universidad Externado de Colombia; por lo visto las universidades
públicas no suelen ser el fuerte de estos izquierdistas caviar. Por otro lado,
debe decirse que este señor al que suelen anunciar, con voz impostada y tono
señorial, como doctor, en realidad luego de la desmovilización del grupo
guerrillero M-19 se largó Bélgica, a realizar –y vean donde–, en la Universidad
Católica de Lovaina un diplomado en Medio Ambiente y Desarrollo Poblacional. Sin embargo, sus pretensiones académicas no
se quedaron allí y luego comenzó estudios de doctorado en “Nuevas Tendencias de
la Administración de Empresas” en la también privada Universidad Jorge Tadeo
Lozano de Bogotá, y la Universidad de Salamanca, España, donde terminó
obteniendo una especialización en Administración Pública. Esperemos que ese título no sea como el
doctorado en Economía y Empresa que otorgó la Universidad Camilo José Cela a su
colega español Pedro Plagio Sánchez.
Pero sigamos con la toma de posesión
del ahora primer mandatario. Hay muchísimas cosas de las que se pueden hacer
observaciones, pero esta vez me quedaré en dos. En primer lugar, su saludo
protocolario de 9 minutos y 41 segundos, en el cual fueron incluidos desde
presidentes hasta el vendedor de aceite de culebra del mercado de Paloquemao;
sin dejar de mencionar el gesto de su esposa, que, trajeada a usanza de
Pontífice romano, aunque de infinitamente mejor ver, con gesto hosco, ceño
fruncido y boca displicente trató de mostrarse cual Diana de Gales tropical y
revolucionaria.
En segundo lugar, quiero copiar sus
palabras cuando iba por el minuto 20 de su alocución: “Claro que la paz es
posible si se cambia, por ejemplo, la política contra las drogas, vista como
una guerra, llamada la guerra contra las drogas, por una política de prevención
fuerte del consumo en las sociedades desarrolladas. Es hora de una nueva
Convención Internacional que acepte que la guerra contra las drogas ha
fracasado rotundamente, que ha dejado un millón de latinoamericanos asesinados,
la mayoría colombianos, durante estos últimos 40 años, y que deja 70.000
norteamericanos muertos por sobredosis cada año por drogas, que ninguna se
produce en América Latina. Que la guerra contra las drogas fortaleció las
mafias y debilitó los Estados. Que la guerra contra las drogas ha llevado a los
Estados a cometer crímenes –nuestro Estado ha cometido crímenes– y ha evaporado
el horizonte de la democracia. ¿Vamos a esperar que otro millón de
latinoamericanos caigan asesinados y que se eleven a 200.000 los muertos
anuales por sobredosis en Estados Unidos? ¿Vamos a esperar que en los próximos
40 años otro millón de latinoamericanos caiga bajo el homicidio y 2 millones
800.000 norteamericanos mueran por sobredosis? ¿O más bien cambiamos el fracaso
por un éxito que permita que Colombia y Latinoamérica puedan vivir en paz? Llegó
el momento de cambiar la política antidrogas en el mundo para que permita la
vida y para que no genere la muerte. Que nos quieren apoyar en la paz, nos
dicen una y otra vez en todos los discursos. Pues cambien la política
antidrogas, está en sus manos, en el poder mundial, en las Naciones Unidas, el
poder hacerlo.”
Como bien era de esperarse, ¡ni de
vaina!, nada dijo de los vínculos entre la producción de coca y los ejércitos
revolucionarios. Su silencio en torno a la sinergia guerrilla-traficantes fue
total. Esas son vainas de los periodistas que viven inventando cosas en sus
mentes calenturientas.
Ya lo dije en la primera línea: la casta política es la misma en todas
partes. Son aves de presa a la caza de alguien a quien ensartar, son unos
carifrescos capaces de mearse en nuestras caras y luego correr a anunciar que
está lloviendo, mientras anuncian lo buenos que son. “No ven que ni dormir
podemos para estar pendientes de ustedes y que ni un catarro los agarre por
causa de la lluvia…”
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
No me sorprende para nada el ímpetu de tu texto esta semana sobre los comportamientos de las castas políticas y la carrera universitaria del nuevo mandatario colombiano y la hipocresía o silencio sobre las maldades de las guerrillas y sus vinculaciones con el narcotráfico porque escribes con perfecta claridad y valentía. Tuve un vecino, abogado, que viste de Armani, habla francés, con automóvil de lujo y mansión con amplios jardines, pero era hombre del Neardental: primitivo, odia a los negros,a los judíos y vota por Nicolás Maduro. Habrá que esperar sin muchas esperanzas buenas qué va a pasar con Petro.
Mientras tanto, sigues escribiendo como lo haces y yo continúo leyéndote como también hago para asombrarme cada vez mas por la contundencia de tu escritura.
Rodolfo Izaguirre
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