A veces creer
tiene un precio, lo haces y eres capaz de empeñar hasta tu vida para que ella
misma pueda seguir siendo lo que siempre has creído. De eso tienen lleno un
inmenso y doloroso costal los creadores; también tienen otro, no tan grande
pero sí muy satisfactorio de obras logradas. Es célebre el cuento de Gabriel
García Márquez que al terminar de escribir Cien
Años de Soledad, en agosto de 1966, se la presentó a Carlos Barral, quien
por aquellos días era el zar de la que era la editorial de vanguardia en español,
Seix Barral. El genio barbado le
respondió: “Yo creo que esa novela no va a tener éxito. Yo creo que esa novela
no sirve”.
García Márquez, le
supone uno con maltrecha pero inalterable fe, se dirigió a la oficina de correos de Ciudad
México, junto a su inseparable e inquebrantable Mercedes Barcha, para enviar a Paco
Porrúa en Buenos Aires, de la editorial Sudamericana, las 590 cuartillas, a
máquina y a doble espacio, de su obra. Al llegar a la taquilla y entregar al
empleado de Correos el sobre, este pesó y cobró 82 pesos… y ellos sólo llevaban
53. Abrieron el paquete y decidieron enviar sólo una parte, lo que les alcanzaba
para pagar, y con el azoro del momento terminaron enviando la segunda mitad de
la novela. Porrúa contaba muchos años más tarde: “Simplemente comprendí lo que
cualquier editor sensato hubiera comprendido en mi lugar: que se trataba de una
obra excepcional”. Lo demás ya es historia
que todos conocemos. Él, Gabriel José de la Concordia, apostó todo y ganó todo.
Años antes que él
otro que apostó todo, para perder en lo mundano pero ganar en la inmortalidad,
fue Edgard Allan Poe, quien murió a los
40 años en las salas del Washington College Hospital de Baltimore el domingo 7
de octubre de 1849. Las causas de su
muerte nunca fueron claras y hay una gran cantidad de versiones. Su vida estuvo
llena de episodios poco gratos, perdió a sus padres siendo niño, luego fue recogido,
que no adoptado, por una pareja adinerada de Virginia, Frances y John Allan, manteniendo
con su padre postizo una relación de extrema tirantez quien terminó desheredándolo;
su esposa murió de tuberculosis, su carrera literaria estuvo llena de baches de todo tenor.
Sin embargo, el
autor de El Cuervo, Los crímenes de la
calle Morgue, El escarabajo de oro, Ulalume, y El gato negro, por nombrar
solo algunas de sus piezas, fue influencia decisiva en autores como Baudelaire,
Dostoyevski, Faulkner, Kafka, Lovecraft, Arthur Conan Doyle, M. R. James,
Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, y Julio
Cortázar, amén de muchos otros más. Poca fortuna material pero inagotablemente rico
en su trascender.
Como ellos dos
hay reales multitudes de ejemplos, de logros y fracasos. Algunas veces teñidos
de aires épicos, otras enchapadas de abyecta miseria. Es así no solo en el
ámbito creativo, sino en todas las esferas del quehacer humano. Algunas veces,
unas más que otras, se solapan estas con aquellas hasta conformar amalgamas
culturales donde el bien común es la búsqueda por excelencia. Creer en tus capacidades creadoras genera
fortalezas y aleja debilidades, pero cuando lejos de creer en ellas por lo que
en sí mismas son y las utilizas en función del mero escalar hacia el tope de
una escala empiezas a confundir tus piernas y es muy fácil convertirte en una
caricatura nauseabunda de lo que pudiste ser.
No puedo evitar severas
arcadas cuando veo en las redes circulando la foto de un evento llevado a cabo
por esa cofradía de talentos extraviados e inconexos que se llama Primero
Justicia. Ellos, para despejar cualquier duda razonable que pudiera surgir
entre aquellos que vean dicha imagen, colocaron una suerte de castillo inflable
que los identifica de manera inequívoca como los autores de una canallada
ciudadana en la cual están a la venta bolsas de comida debidamente
identificadas con su logo y que organiza el concejal Emer Álvarez teléfono
041404703XX2 y correo alvarezemer@hotmail.com. ¿O es que la organización
de Borges decidió quitarse la máscara y asumir su pleno apoyo al gobierno en
esta suerte de Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP)? Este honorable
“justiciero”, usuario de la cuenta en twitter @emeralvarez1, quien hasta el momento
de redactar estas líneas no es capaz de siquiera generar un tweet en dicha red
desde el pasado 29 de diciembre de 2013, seguramente está destinado a los más
altos honores en su organización.
Esto no es más
que un débil reflejo de la catadura de aquellos que pretenden timonear en este
momento nuestro zozobrante futuro. Es una pata de esa quejumbrosa y cada vez
más ruinosa mesa de la unidad donde los intereses que privan son los de las tres
principales organizaciones que lucen empeñadas con ardoroso afán en sostener un
diálogo sobre el cual hemos alertado de manera sistemática numerosos
ciudadanos.
Hemos dicho hasta el cansancio que no se puede
permitir a la cáfila roja marcar el paso y que es a través de una postura firme
que se les puede forzar el regreso a las sendas democráticas. La impenitente
respuesta ha sido lanzar sus hordas de cagatintas y talentosos bozaleados
contra nuestras voces. Ya no es militante de la antipolítica el epíteto de
moda, ahora es guerreros del teclado, y más tarde acuñarán una nueva frase
infeliz para tratar de silenciar la voz de una colectividad que no soporta más
ni a los rojos ni a los mudecos, cofrades incapaces de similar tenor y
diferente pelaje.
Cuanta diferencia
entre estos mequetrefes y lo que Poe le escribiera desde New York a James Russel
Lowel el 2 de julio de 1844: Mi vida ha
sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este
mundo; un honesto deseo de futuro.
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
La foto está de antología. Entre esos escritores, esta otro pero con mala suerte: John Kennedy Toole, al que cerca de veinte editoriales le rechazaron LA CONJURA DE LOS NECIOS , y por eso se suicidó a los 35 años. Luego la mamá rogó para que una pequeña editorial se la publicara, y la novela ha sido traducida a 40 idiomas y lleva mas de cien millones de ejemplares, y es realmente extraordinaria.
Saludos
Jaime Ballestas
Que bueno Alfredo!!
Roberto Arocha
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