Eres a partir del
momento en que alcanzas a recordar, antes eras algo así como un ectoplasma, una
cosa amorfa que vaga entre lo gaseoso y lo sólido, que adopta diferentes
condiciones de acuerdo con el entorno en el cual decide manifestarse. La memoria
es un atributo gregario que nos conduce
a la ciudadanía, sin ella eres un ditirambo entonado al son que te marca el
primer charlatán que sabe ganarse tus oídos. El olvido es el enemigo más
enconado y obsesivo, implacable por demás, que tiene la memoria, es empecinado
y rabioso, mutila según le dicta su real mandar e ignorar, amén de poseer una
petulancia contra la cual no existe un antídoto del que se tenga noticia.
La memoria se ha
tratado, con impunidad además, de arrojar al fondo de nuestros derechos como amos
y señores de nuestra historia. A fin de cuentas es el ejercicio de nuestros deberes
lo que nos otorga la potestad de encauzar nuestro futuro, en algunas ocasiones
nos permite encausar a los estafadores que juegan a desviar nuestras voluntades
del puerto que merecemos. Hay infinidad
de ejemplos a lo largo del tiempo de gárrulos habilidosos que gustan hacer ludibrio
del sentimiento colectivo en aras de una supuesta lectura adecuada y correcta
de sus anhelos. A la postre no hacen otra cosa más que abrir una acequia para arrojar
el agua a sus propios molinos.
La obcecación con
que reaparecen en escena esos payasos de poca monta, de no ser por sus patéticos
roles, podría llegar a ser digna de admiración por su constancia e
impenitencia, no pocas veces cargada de impertinencia. Son maestros en el uso
de diferentes afeites para hacerse ver como apuestos galanes que luchan por el
decoro de la perfecta pureza de los ángeles custodios, manejan la retórica con
tal brillantez que el propio Demóstenes luce como un perfecto pendejo a su vera,
hilvanan eructos y refranes con una eficacia que ya hubiera querido poder tener
el propio Cervantes para ponerlos en boca de Sancho Panza; en fin, es una infinita
sucesión de bellacos en ejercicio a la cual no parece haber manera de
escaparse.
Una de las
diversiones favoritas de tal gavilla de malandros ilustrados es darse golpes de
pecho como si de una pandereta de gitano se tratara, y a la par de ello
proclamar a lágrima viva su disposición a inmolarse en el altar de los
intereses de la patria… Es que ni miedo al ridículo tienen los muy hijos de su
madre. ¡Ay de aquellos que se atrevan a
pedirles siquiera mesura en sus ataques de furor patrio! Esa tropa de bufones es capaz de hacer
levantar hogueras y guillotinas para obligar a salir del auditorio a quienes reclamen
sus actos de vodevil en medio de una tragedia en escena. También son duchos en convertir a la parte más
ruidosa y desmelenada de la audiencia en sus más fervorosos admiradores,
quienes no vacilarán a la hora de escarnecer al que no diga que le gusta el
bodrio representado.
De forma paulatina,
en el caso de Venezuela, un manto de nulidades engreídas y reputaciones
consagradas, Romero García dixit, se ha hecho semi permanente. Un grupo de
pillos sin oficio decantados hacia el quehacer político se pavonean por las tablas,
se exhiben impúdicos y muestran como
trofeos su pusilanimidad y derrotas, achacan al público su fracaso y le acusan
de desleal e ignorantes que no saben apreciar sus talentos inmortales, y les
reclaman airadamente por no brindarles apoyo en el momento que más lo
necesitaban.
Por lo visto
pretenden que estemos en manos de Beckett y sigamos, cual Vladimir y Estragón, Esperando a Godot. Tal parece que ellos no se enteraron de que
existió un poeta y dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, quien en una de sus
primeras obras, Tambores en la noche,
abofetea al público con el parlamento final de Khagler: “Todo esto no es más
que puro teatro. Simples tablas y una luna de cartón. Pero los mataderos que se
encuentran detrás, ésos sí que son reales”. Mataderos que, quienes resguardamos la memoria
de nuestro maltratado país, no cesamos de recordar así nos quieran expulsar de
la sala bajo el mote de impertinentes.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
En ese recóndito lugar llamado memoria existe un espacio para albergar esperanza?De Pérez Jiménez (17 primeros días de mi terrenal paso por la vida)hasta hoy, muchos bichos de uña han "usufructuado"el erario nacional en función de gobierno y el ciudadano de a pie desamparado
Reyes Edgardo Hurtado Maluenga
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