Hay por ahí todo un corro
de comadres fervorosas esgrimiendo cualquier cantidad de excusas para acompañar
al régimen, y a sus comparsas “opositores”, en su sainete electoral del próximo
mes. Se golpean el pecho vociferantes, ofrecen ir en peregrinación de rodillas
hasta el altar de Nuestra Señora de la Sumisión, porque La Patria así lo exige.
Lo dicen con los ojos extraviados y virados hacia arriba, cual si estuvieran en
medio de un orgasmo, o quizás poseídos por uno de los arrebatos místicos de
Santa Teresa en éxtasis.
Hay un cuerpo de
requisitos que se podrían poner en práctica, pero nones. Por ejemplo, cuando se
plantea el retorno al voto manual, las comadres y los “expertos” nos ven por
encima del hombro y nos tildan de cavernícolas. Suelen decir algo así como: “No
saben de lo que hablan, pretenden
regresar a la prehistoria del voto”. Muy bien, aceptemos que somos unos
sucesores de Trucutú y que somos los trogloditas que aseguran somos. ¿Acaso no
ha regresado el país a la prehistoria, bajo la égida de estos asnos que nos
gobiernan y sus cómplices que se erigen como los próceres de la oposición?
Ahora bien, sarcasmos
aparte y en aras de los que, cada vez más, creemos que este próximo proceso
electoral es una verdadera faramalla gubernamental, quiero hacer algunas
consideraciones. Comienzo por citar la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, de 1948, cuando estableció
en su artículo 21: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder
público; esta voluntad se expresará
mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio
universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que
garantice la libertad del voto”. ¿Este será un proceso auténticamente universal
en el que podrán participar todos los ciudadanos? ¿Estas son elecciones
auténticas? ¿Realmente es una votación secreta? ¿Se puede garantizar que no se
podrá determinar por quién votó un ciudadano en particular? ¿Está plenamente
garantizada la libertad de voto en Venezuela?
También quiero traer a
colación la Carta Democrática Interamericana, aprobada el 11 de septiembre
de 2001, en sesión especial de la Asamblea de la Organización de los Estados
Americanos en Lima, Perú, en su artículo 3, estableció: “Son elementos esenciales
de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos
y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción
al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y
basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del
pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la
separación e independencia de los poderes públicos”. Aquí las preguntas crecen exponencialmente.
Pero solo hago las siguientes: ¿Hay separación de poderes públicos en
Venezuela? ¿Son periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y
secreto las elecciones venezolanas?
Como tercer punto en esta
ocasión quiero recordar algunos números del bendito Registro Electoral
Permanente –REP– que para el año 2011 tenía 18.406.244 inscritos, cuando la
proyección histórica era de 16.847.203. Al año siguiente las cifras del
mencionado registro superó los 18.900.000 electores inscritos. Y cito estas cifras porque en el año 2005 el
Consejo Nacional Electoral –CNE– permitió ser auditado por el Centro de
Asesoría y Promoción Electoral –CAPEL–, un programa especializado del
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, creado en 1983 y con sede en Costa Rica. En dicho proceso se incluyó un módulo de
COTEJO DE ACTAS DE NACIMIENTO, les transcribo lo descrito por CAPEL: “Cuando se
obtuvo el nuevo listado en forma individualizada por cada caso, con los datos
provenientes de ONIDEX, se constató que del total de la muestra, 5.571 casos
contaban con la información solicitada completa; 6.696 no la tenían o no era
claro el lugar de inscripción del nacimiento y quedaban pendientes de entrega
por parte del CNE 533 casos rezagados por el proceso de búsqueda de la
información”. En otras palabras, el combo CNE-ONIDEX no encontró manera de
justificar 56,48 % de los casos de la muestra solicitada. Si eso fue dieciséis
años atrás, ¿cómo será el desastre en estos días que estos jenízaros han hecho
y deshecho el escenario electoral como les ha dado la real gana? ¿De verdad hay
alguien que crea que se puede, y debe, participar en semejante fraude?
Está bien que algunos
personajes, de vergonzoso porte, crean que se debe participar, pero tratar de
imponernos la participación para
apuntalar sus miopes pasos hacia el barranco electoral es el colmo. Está bien,
repito, que sean pendejos, pero no pretendan que los demás también lo seamos.
© Alfredo Cedeño
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