La
señora Fátima tiene 73 años, ella nació en San Vicente, isla de Madeira, y
llegó a Venezuela hace 51 años. Es una mujer imponente, alta, robusta, de pelo
corto y sonrisa fácil; su acento portugués lo mantiene intacto, es inconfundible,
y es de una chispa que hace sonreír con frecuencia a los que están a su
alrededor. Ella, como buena hija de su tierra, es una trabajadora incansable, y
ha hecho de todo para ganarse la vida y sacar a sus hijos adelante; por largos
años fue conserje, labores en las que con frecuencia era ayudada por su hija
mayor, quien por cierto ahora ocupa un alto cargo en una cadena comercial.
Esta
amiga de quien les hablo hoy ahora tiene una panadería en Miranda, pero como
nadie es perfecto, y para asombro de su prole, ¡Fátima se hizo chavista!, roja
rojita furibunda, al punto de que en la sala de su casa colocó una foto inmensa
del comandante galáctico. Sus hijos
trataron de hacerle sacar la bendita imagen. Nones. Nada fue más inamovible que
dicha imagen de ese espacio donde el difunto era venerado más que el propio San
Vicente de Saragoza, santo patrón de su pueblo natal. Y ay de quien mencionara
algo contra su comandante. Las miradas homicianas cuando se hacía algún
comentario respecto al señor en cuestión terminaron por hacer que sus
descendientes asumieran un pacto de estoica tolerancia respecto al bendito
icono.
Hace
un par de meses los muchachos llegaron a visitarla y lo primero que notaron es
que ¡no estaba la foto! Cruce de miradas entre ellos, cuchicheos, y Fátima
impávida. La mayor, cabeza de descendencia al fin, se lanzó: Mami, ¿aquí qué
pasó? Con seriedad se limitó a responder: Ya no quiero saber nada de estos
fulanos, ninguno quiere servir de nada, y no hablemos más del punto. Silencio total
y respiro de alivio colectivo. Poco a poco fueron notando cómo ella se decantaba,
pero sin pisar el terreno de esos escuálidos “gavones”, cuando no los tildaba
de paneleiros. Sus juicios sobre el señor presidente realmente eran muy duros:
Este Maduro ya lo que está es pudridu, nunca sirvió de mucho y ahora meinos va
a serví, que no me foda la vida ese paneleiro.
El
domingo en la noche ella estaba exultante, sus hijos sin querer hacer mucho énfasis
se miraban entre ellos con sonrisas contenidas, y celebraban que por fin mami
hubiera regresado al redil. Cuatro días más tarde, el pasado jueves, les dijo:
Por euso es que este país tá fodido, estos gavones pajúos de la oposición lou
que hacen es gastar el tempu peleandu entre ellus, en vez de peliar con el
Maduro. ¡Lo que están es loucos, vai para
merda todos!
¿Cómo
no darle la razón a Fátima? ¿Alguien puede explicar de manera didáctica los
ataques contra María Corina Machado principalmente por parte del bachiller
Tomás Guanipa? ¿Ese boconcito infeliz tendrá conciencia de cuanto le debemos a
ella en el escenario de victoria que ahora vivimos? A Machado le pasan factura
por tener voz propia y haber ido abriendo nuevos espacios junto a Lilian
Tintori, Mitzy de Capriles y Patricia de Ceballos, sin cuyas gestas no
estaríamos viviendo el escenario donde ahora estamos. María Corina defendió la
que debía ser candidatura natural de Eduardo Gómez Sigala frente al
saltimbanqui Alfonzo Marquina, quien de ser diputado en el año 2000 por Sucre
bajo la sombra de Acción Democrática, pasó a serlo en el 2010 por Miranda pero
entonces amparado por Un Nuevo Tiempo y desplazando a Yon Goicochea; para ahora
aparecer de la mano de Primero Justicia para darle el esquinazo a Gómez. A este
ritmo no nos debe extrañar verlo en futuros comicios de la mano del PPT como candidato
por Amazonas.
El
triunfo se nos ha de convertir en génesis de una estrepitosa derrota si no se
dejan a un lado los intereses minúsculos que ahora se muestran en todo su
esplendor. Es necesario dejar las mezquindades a un lado si realmente se busca
la unidad. No podemos, ni debemos, permitir que “La Unidad” se convierta en un
cadalso automático para aquellos que se atrevan a disentir de las decisiones de
una dirección que si bien ha sido acertada, también ha errado. ¡Y cómo! No son
pocos los puñales que están brillando en el pescueceo manifiesto por la
presidencia de la Asamblea Nacional, ya han salido los que dicen que había un
pacto para que el cargo fuera para la tolda política que obtuviera mayor
cantidad de votos y por ende el premio es para Manolito el de Mafalda –lease:
Julio Borges–; mientras que otros vociferan
que es Ramos Allup quien debe gerenciar dicho puesto. No he ocultado nunca mis reservas
con respecto al señor valenciano, pero es justicia decir que no hay en este
momento otro que conozca mejor el escenario parlamentario que él, no en balde
fue el jefe de la bancada de Acción Democrática en la ya desaparecida Cámara de
Diputados, y en aquellos tiempos no le tembló la mano a la hora de negar permiso
de viaje al presidente Carlos Andrés Pérez. Sin embargo, el argumento más
poderoso que han utilizado algunos para fortalecer su candidatura es que él
tiene amplio burdel político. ¿Qué vaina es esta? Por lo visto hay quienes
quieren que sigamos retrocediendo y lleguemos a los tiempos de Raimundo Andueza
Palacio, quien se hacía tocar el Himno Nacional cuando llegaba a las casas de
putas que había en Puente Hierro.
En
un momento tan duro como el que vive el país, es muy triste ver al ya citado
Ramos y al querido Chúo Torrealba embarcados en un torneo de morisquetas, cual
si estuviéramos en una función de Gaby, Fofó y Miliki que eran expertos en
provocar la risa fácil en una teleaudiencia inhabilitada para participar. ¿Ese
es el respeto que tienen por ese “pueblo” con el que tanto se llenan la boca? ¿A
cuenta de qué han caído en la provocación de Nicolás y su combo para convertir
el debate político en la mediocre caricatura de una gallera? El poder fue
otorgado por mandato popular y se ejerce, nadie pone en duda la autoridad de la
reina Isabel, a esa frágil anciana la respetan y punto, ella no sale a pararse
cual versión sofisticada y del primer mundo de Desiree Santos a plantarse,
brazos en jarras, a las puertas de Buckingham a exigir la respeten, de eso se
encargan aquellos a quienes les corresponde.
Diosdado puede decir misa, ¿quién lo ordenó clérigo? En consecuencia
todo cuanto oficie, y por más sahumerio que emplee, será una payasada que sólo
busca impresionar incautos.
Es
tiempo de triunfo pero también de reflexión, es tiempo de gozo pero tiene que
ser también el de ganarse el respeto de gente como Fátima, que el domingo, en
contra de sus emociones, votó por la democracia real; es tiempo de que volvamos
a ganar los afectos de ella y que logremos que no siga diciendo, y con razón: ¡Vai
para merda todos!
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
Buenos días. Buena tu reflexión pero la diversidad de intereses teníamos que esperárnosla. Es normal en una política en democracia. Lo que pasa es que todavía no la tenemos y si estos de la oposición se ilusionan creyendo que ya llegamos, vamos a tener problemas. De todos modos no es como para mandarlos a la merda a todos. Un abrazo.
Alejandro Moreno
Amigo Alfredo,saludos..hace tiempo q no sabemos nada el uno del otro.. Una pregunta: porque al Sr Julio Borges,lo llamas el Manolito de Mafalda? ( No será por sus cejitas?
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