Que la canción que Dios nos dio no
se apague
y cantemos en la calle otra vez,
que esa alegría que recibimos
brille
y nuestras risas deslumbren como
siempre,
que esas tristezas impuestas se
marchiten
y lo malo se quede en sus propios
barrancos,
que nuestras manos abran las
sombras
y la luz nos envuelva con su poder
de siempre.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Que así sea, Alfredo.
Luisma Giménez Manglano
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