Narra Cervantes
en los primeros capítulos de la segunda parte de Don Quijote, cómo el ingenioso
hidalgo acompañado de su fiel escudero entra en el Toboso al filo de la
medianoche. Explicaba el manco que allí habían acudido en busca de la señora Dulcinea.
Lo cierto es que apenas entrar al poblado se dedican a buscar el alcázar de la damisela,
y en esa búsqueda es como llegan al templo lugareño, y el muchacho-viejo de la
película dice su famosa y tergiversada frase: “Con la iglesia hemos dado, Sancho”.
Aquellos que
gustan hacer gala de su vasta cultura, en realidad basta, gustan de modificar
esa frase asegurando con gesto pontifical que lo dicho fue: “Con la Iglesia
hemos topado, querido Sancho”. Lo cierto es que ni toparon ni al gordito del
burro le dieron el trato argentino de querido. Esto me viene hoy a la mente
ante el acuerdo alcanzado por tirios y troyanos en cuanto a la mención que hizo
el pibe Francisco, el papa Pancho pues, y perdonen los beatos la confianza con
el cura Bergoglio, sobre lo que a diario vivimos los venezolanos. También el
obispo de Roma le hizo una sutil reprimenda a nuestra casta dirigente para que
de una buena vez dejen la majadería y logren acuerdos.
Lo cierto es que
bastaron 51 palabras, de un total de 1.153, en medio del mensaje papal Urbi et Orbi del pasado Domingo de
Resurrección para que el escenario político venezolano se convirtiera en un
dulce serrallo. De vaina resonaron las trompetas del ángel Gabriel en el Capitolio de Caracas. Aunque, en honor a
la verdad, no todo fue tan expedito, ya que al comienzo de la discusión sobre
las palabras del mentado pastor la tolda pícara, léase roja, por boca del ahora
sobrio diputado Earle Herrera anunció que rechazaban el acuerdo propuesto ante
la Asamblea Nacional respecto al exhorto eclesial. Y con facundia dijo: “El
papa no se refiere a una parcialidad política sino a un bien común. El acuerdo
propuesto por la Mesa de la Unidad no debe levantar falsos testimonios ni
utilizar adjetivos negativos”. Qué bien saben cantar estos ladinos cuando les
da su bendita gana de no estar utilizando su acostumbrado lenguaje de
robagallinas…
¿Qué fue lo que dijo
el Pontífice? Les copio: “Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más
sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así
como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se
trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración
entre todos”. No les voy a fastidiar el día enumerándoles los intentos de zapatear
que desde la vocería oficial se intentaron, pero los hubo, tal vez por ello el
día antes de que se llevara a cabo la discusión en el ámbito parlamentario, monseñor
Baltazar Enrique Porras, arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida, dijo con su calma
habitual que las acciones del bigote bailarín, entiéndase el señor Maduro, y su
gabinete eran una muestra de la poca disposición existente en Venezuela para
abrir caminos de diálogo. En declaraciones que diera al marabino Ayatola de
Jesús Núñez, y que publicara El Nacional, el hombre eclesial afinó sus
palabras: "El gobierno no tiene voluntad de conversar ni respetar la autonomía de los poderes. El
conflicto entre la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia así lo
evidencian".
Pero Porras no se limitó a ese caso sino que hundió
el dedo en la llaga y afirmó: "No se puede seguir negando la crisis. Cuando
vemos las cadenas de radio y TV pareciera que viviéramos en un paraíso, pero en
realidad lo que hay son colas. Aquí no hay capacidad para aceptar la crítica". ¿Fue gratuito que esas
declaraciones del monseñor fueran justo el día antes? Por supuesto que no. Él
fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana –CELAM– durante
dos períodos, lapso en el cual desarrolló una estrecha relación con el entonces
cardenal Bergoglio; tanto es la misma que en el reciente Sínodo celebrado en
Roma, Baltazar Porras ocupó una de las 45 sillas de dicho Concilio.
Tampoco es digno de olvido que el actual mano derecha
del papa en el submundo de la Curia Vaticana es Pietro Parolin, quien por largo
tiempo se desempeñó como Nuncio Apostólico en Venezuela y sabe muy bien cómo es
que se bate el cobre en esta tierra otrora de gracia.
Lo cierto es que luego de las fintas iniciales del primer
asalto, en el receso de rigor hubo un acuerdo y resultó un documento en el cual
azules y rojitos elaboraron un documento de seis puntos, el cual fue aprobado de
manera unánime. Al punto de que el ciudadano presidente del Parlamento, en
versión tropical y vociferante de Händel, entonó ¡Aleluya!
Ante las escenas que se produjeron en el hemiciclo
ese día, no pude dejar de seguir pensando en el pasaje ya citado de El Quijote
y recordar lo que apenas cinco líneas después le enrostra el desgarbado
caballero a su rozagante escudero:
¡Maldito seas de Dios, mentecato! –dijo don Quijote–. ¿Adónde has tú
hallado que los alcázares y palacios reales estén edificados en callejuelas sin
salida?
© Alfredo Cedeño
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