Cuando a un
parisino le dicen Montmartre, o a un neoyorquino le dicen Central Park, o La Candelaria a un bogotano,
El Zócalo o Tepito a un mexicano, Lavapies a un madrileño, San Telmo a un
bonaerense o Chorrillos a un hijo de Lima; lo mismo ocurre cuando a un
caraqueño le nombran La Pastora. Es decir: se enuncia el
epítome de nuestra condición.
Para los nacidos
en la capital de Venezuela, y que ya superamos la barrera del medio siglo de
vida, La Pastora
es casi tan representativa de nuestra condición como lo es El Ávila, mi siempre
presente cerro; no en balde es esta barriada la puerta de entrada a la venerada
montaña.
Sería tarea
colosal hacer un rastreo bibliográfico de estos espacios, y como bien saben no
me caracterizo precisamente por la paciencia para dicha labor; así que por lo
pronto me limito a escribir por donde pasa la reina. Aquellos que gozan de la longanimidad
necesaria para abordar dichas faenas especulan que a fines del siglo XVI y
comienzos del XVII estos parajes empezaron a ser habitados. No logro conseguir mayor abundancia de datos
sobre dichos pioneros, pero no es aventurado pensar que debieron ser arrieros y
labriegos.
Allí
comenzaba, y/o concluía, el llamado Camino
de los españoles que unía a Caracas con el puerto de La Guaira. La construcción de esta
arteria vial fue ordenada en mayo de 1589, por el entonces Gobernador y Capitán
General de la Provincia
de Venezuela Diego de Osorio, quien también fue el fundador del puerto de La Guaira.
Existe un documento fechado el 4 de enero de 1603, en
el que se da noticia de que por fin se había cumplido con dicha orden siguiendo
una pica o sendero indígena llamado La
Culebrilla.
Me revelaba un
amigo minero que había estado en el nacimiento de un campamento minero en las
selvas del estado Bolívar que cuando se creaba cualquier ranchería los primeros
que llegaban era los arrieros, las chicas “fáciles” y los bodegueros. Cerraba
su explicación diciéndome: “Sin transporte, sin alegría, y sin comida no puede
haber vida en ninguna parte”. ¿Entienden
por qué mi tesis de quienes fueron los primeros en asentarse acá? Sigamos.
Se sabe que el
Cabildo caraqueño mostraba una natural inquietud por el mantenimiento de dicho
camino, y también que en 1626 dispuso que en la llamada Puerta de Caracas la construcción de pequeños estanques o pilas para almacenar el agua del río
Catuche y suministrar el vital liquido a la ciudad.
Alberto
Galiano establece el 6 de enero de 1632 como fecha de fundación de La Pastora ; comunidad que se
consolida con la petición del sacerdote Salvador Joseph Bello, de la Diócesis de Caracas, para
construir una ermita en estos espacios, lo cual fue aprobado por el Rey Felipe
V, en 1742. ¡Ah! El Felipillo dictaminó que dicho templo debía estar dedicado a
la Virgen María bajo la advocación de la Divina Pastora.
Todo esto,
unido a la feracidad de las tierras de la zona donde se cultivaba maíz,
hortalizas de todo tipo, así como platanales dieron a pronto a La Pastora un peso relevante
en la economía caraqueña. A tres cuartos
del siglo XVIII, en 1784 para ser preciso, era Gobernador y Capitán General de
Venezuela el brigadier Manuel González Torres de Navarro, quien ordena se construya
el primer puente que une el centro de la ciudad con La Pastora , y que fue bautizado
como Puente de Carlos III.
Mención aparte
merece este personaje ya que en ese mismo año de 1784 se inaugura el primer teatro
de que dispuso Caracas, que fue construido con recursos que él donó a la ciudad
de su propio bolsillo. Debo explicar que
tampoco fue que financió un corralón de chivos con pretensiones dramáticas.
¡Era un local con capacidad para más de mil espectadores! Este “Coliseo” estaba
ubicado entre las esquinas El Conde y Carmelitas. En sus tablas actuó la
primera actriz venezolana de que se tenga noticias: la guaireña Ana María
Pinelo. Cierro lo que toca a don González
Torres de Navarro que al concluir su mandato fue nombrado Gobernador y
Presidente de la Real
Audiencia de Santo Domingo.
Como bien han de suponer no puedo dejar de preguntarme ¿por qué no
tuvimos más gobernadores como él y menos Cañas y Merino?
No voy ahora
con alevosía de un sacamentecas sevillano a abatanarlos con mis recuerdos de vivencias
adolescentes, pero les cuento que allí viví esa época de mi vida, en concreto entre
las esquinas de Santa Ana y Coromoto. En aquel tiempo estudiaba en Jesús Obrero
que estaba, donde sigue estando, en la calle real de Los Flores de Catia y
andaba sus esquinas hasta desembocar en Lídice, para luego empalmar con
Manicomio y llegar a clases. Tiempo y lugar en los cuales la vida me puso al lado
gente como el inolvidable jesuita y maestro de novicios Iñaki Huarte, a José
Pulido y Petruska Simme, Wilmer Suárez, Henry Pazos, José Gregorio Palacios,
Mikel de Viana, y paremos de contar.
Más de una vez
pasé por la puerta de la escuela República
de Bolivia, de Nazareno a Santa Isabel, inaugurada el 12 de Octubre de 1944
por el entonces presidente de la República Isaías Medina Angarita junto al
entonces ministro de educación Rafael Vegas. En sus patios recuerdo haber visto
retozar a una niña de largas trenzas y gestos libres que convidaba a sus
compañeros para escaparse a la Plaza
Bolívar. Hartas veces oí
a sus compañeritos: “No Tatiana, deja la inventadera que en lo que se entere tu
abuela vas a llevar cuero…”
En La Pastora instaló su taller
nuestro pintor Arturo Michelena, quien compró, a fines del siglo XIX, un solar
localizado entre la vieja calle Madariaga y el Callejón R, hoy en día esquina
de Urapal. Pagó por ese espacio dos mil bolívares… Allí funciona en la
actualidad el museo Michelena.
En
La Pastora
nacieron Jacinto Convit, descubridor de la cura de la lepra; Mercedes Pardo una
de las más prestigiosas y representativas de nuestras creadoras en el arte
abstracto; Carlos “Morocho” Hernández, el primer campeón de Boxeo del país. Y
también en territorio pastoreño, el 28
de abril de 1895, murió José Gregorio Hernández.
En La Pastora nuestra historia
mantiene numerosas huellas del centro y escenario que ha sido. En la calle
real, a unos 50 metros
más arriba de la Iglesia
de San Judas Tadeo está la placa que recuerda donde fue exhibida la cabeza del
prócer José Félix Ribas. Él fue fusilado en la Plaza Mayor de
Tucupido, estado Guárico, el 31 de enero de 1815; luego lo desmembraron y su
cabeza enviada a Caracas, donde las autoridades realistas la colocaron en
exhibición para desalentar a los patriotas.
En
La Pastora se
respira todavía –pese al ruido de disparos y violencia descontrolada– la amabilidad
de la montaña vecina. Sus casas siguen pavoneándose hermosas en su sencillez de
postigos entornados que saben guardar los murmullos del olvido. Su gente
mantiene la imperceptible arrogancia del caraqueño que bien canta Serenata Guayanesa
en A mí me contaron:
“Caracas Caracas, Caracas de mis
amores
Caracas de jazmineros de ceibas y
ruiseñores
Caracas Caracas, Caracas de amor
y sueño
Caracas de mano amiga y calor del
caraqueño.”
Final que cambiaría para cantar: ¡Caracas
de mano amiga y calor del pastoreño!
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Me trajo gratos recuerdos, este recorrido ya que mis hijas,estudiaron en la Divina Pastora . Muy bello cada domingo me deleito con tus reportajes e imagenes bendiciones hoy dia del padre
Yo viví en una casa colonial con mis padres y hermanos, en La Pastora ademas de estudiar medicina en la escuela José María Vargas.. una extensión de la facultad de Medicina de la UCV... hermosos recuerdos, en especial cuando nos conocimos estudiando...
Henry Eduardo Pasos
Dios¡¡¡ Qué hermoso Alfredo. No tienes idea de todas las fibras que se han movido. Los recuerdos se activaron para actualizarse y pasear por esas calles que hago mías, gracias a tí. Besos. Gracias, muchas gracias.
Ylleny Rodríguez
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