miércoles, febrero 24, 2021

Y VOLVER, VOLVER, VOLVER…


                Atribuyen a Marx haber corregido la plana a Hegel en aquella frase de que la historia siempre se repetía.  En su libro El 18 brumario de Luis Bonaparte, dejó asentado: “Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.  No obstante, el barbudo pensador germano nada dijo de cuando la repetición es un verdadero rosario lleno de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, sin olvidar a los luminosos, decretados como tales por Juan Pablo II en el 2002. Tal vez son casos cuya recurrencia es propia de manifestaciones nada normales. Ahora mismo pienso en situaciones y sus posteriores manipulaciones para tratar de hacer ver determinadas situaciones como pautadas por los dioses del Olimpo.

                ¿Cómo ocurrió la invasión musulmana a la península ibérica? La épica de la llamada Reconquista nos ha vendido que al comienzo los malvados musulmanes invadieron dicha peñíscola con una descomunal fuerza que trató de sembrar de maldad y oscurantismo tales territorios. La verdad es que la tal invasión no fue tal como se ha ido permeando por los siglos de los siglos. En realidad lo que ahora conocemos como España era un saco de gatos donde sobraban reinitos, reyezuelos y aspirantes, y escaseaban feudos donde establecerse cada cual a hacer lo que se le antojara. Pese a los tira y afloja los visigodos se habían asentado allí, era el tiempo del llamado Reino Visigodo. Debe explicarse que entre ellos la monarquía no era un don divino, y menos hereditario, sus reyes eran electos; por la aristocracia, que estaba formada por las élites seglar y eclesiástica del reino.

                Así llega el siglo VIII y el entonces rey, Witiza, muere y deja a su hijo a cargo del cotarro. ¡Y ardieron hasta los clavos de la cruz! El heredero en dicha ocasión fue Agila, y la rebelión de aquellos náufragos, como tal vez los bautizaría la querida Mirtha Rivero, nombró como soberano a Don Rodrigo. Agila, como bien pueden suponer, no iba a dejar que le quitaran su reino así nada más y pide ayuda a los musulmanes. Eran tiempos cuando la capital del reino estaba en Toledo, y abundaban personajes como salidos de las plumas de Garmendia, Cabrujas y la misma señora Fiallo. La tradición oral habla de un obispo Oppas, tal parece que también hijo del monarca difunto, que siendo prelado de la propia capital se ocupó de redactar la carta a los hijos de Mahoma.  Para terminar de enredar el barullo, y siempre según la tradición, porque son escasos los documentos que como tal avalen lo que narro, hubo una dama de hermosa estampa y carnes macizas llamada Florinda la Cava.  Ella era hija del conde de Ceuta, Don Julián, quien la había enviado a la corte toledana de Toledo para su formación y consecución de un buen marido.  Tal parece que don Rodrigo, que no sabía mantener su bragueta en paz, ejerció su derecho de pernada sobre esa moza, y su padre al enterarse la llevó de vuelta a casa. Pero, como bien han de suponer, no pretendía dejar así el mancillado honor de su hija…

La carta que Agila envió, vaya Dios a saber cómo y por qué, pasó por sus manos y aseguran que fue él, Don Julián, el que entabló conversaciones con Musa ibn Nusair, quien era gobernador y general del califato en el norte de África, actual Túnez, y este general, que contaba con 71 años, encargó a uno de sus hombres de confianza, Táriq ibn Ziyad, a que fuera con 7.000 bereberes a ver qué podía hacer. La cosa fue que el 30 de abril del 711, desembarcó en el punto ahora llamada Gibraltar y llegó hasta Cádiz y, bien en Barbate o en Medina Sidonia, en las adyacencias del río Guadalete se produjo la batalla de igual nombre. Todas las voces aseguran que Don Rodrigo, cuyo cadáver, por cierto, nunca apareció, fue traicionado por sus propios paisanos, que vieron en los musulmanes la oportunidad dorada para echarlo del poder y repartirse la torta. Las crónicas narran que tomó a los musulmanes siete años tomar control de todo este territorio que se les ofrecía en bandeja de plata. Las cuentas de la élite aristócrata salieron tan erradas que tardaron casi ocho siglos en verlos salir de tierras hispanas. Como ven, los cálculos de los políticos de viejo cuño eran tan míseros y miopes como los de los actuales.

Es justicia dejar asentado que aquella invasión llevó a la actual España sabiduría y avance, a diferencia de las actuales hordas que pugnan por arrasar con el actual modelo social.  Pero sigamos, aquellos musulmanes convirtieron a la Hispania romana en uno de sus centros intelectuales, y actuaron con auténtica tolerancia hacia cristianos y judíos. Puedo citar como ejemplo de tal convivencia la ciudad de Córdoba donde los tres grupos religiosos y culturales vivían en total concordia. Todo esto terminó el el 2 de enero de 1492, cuando los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, tomaron Granada y expulsaron al rey Boabdil. El fin de la armonía cultural se expresó rotunda con la expulsión de judíos y musulmanes ese mismo año.

Este proceso que me arriesgo a resumir volvió a ocurrir con la caída de los diferentes dominios prehispánicos en territorio americano. Aztecas, Incas y demás grupos de poder cayeron ante un reducido grupo de aventureros gracias al apoyo incondicional de los nativos, quienes veían a los recién llegados como sus aliados para zafarse del control despótico que se ejercía sobre ellos. Sin embargo, de eso poco, mejor dicho: nada, se dice al respecto. Pongo un ejemplo, en muy pocas ocasiones se habla en el mundo azteca de los tlacotli, personas que por haber contraído deudas o haber cometido algún delito, trabajaban para un amo sin recibir pago alguno, y a los reincidentes los utilizaban para ser sacrificados a los dioses. Solo se vende la idea de un ejército invasor que llegó a imponerse a sangre y fuego, en medio de una escabechina como nunca antes hubo. Nada de las traiciones y cálculos liberadores de quienes estaban en medio de una opresión sanguinaria y despiadada. Tampoco se habla de la letalidad de los virus que los recién llegados portaban y para los que los nativos no tenían anticuerpos. Sólo se insiste en un genocidio impune, al que ahora muchos juzgan y condenan derribando estatuas.

Ahora bien, si la frase del chivudo alemán es cierta, ¿cuándo ha sido tragedia y cuando farsa? ¿Qué pasa cuando la repetición es recurrente y, por lo visto, infinita? ¿Cómo definir cuando se insiste en recrear las condiciones de un momento que fue inútil? ¿Acaso insistir en un diálogo o unas elecciones o unas negociaciones, que sólo favorecen a una de las partes, es más bien una tragicomedia?  ¿Será que la ignorancia supina, principalmente de la historia, hace que los aristócratas contemporáneos repitan la farsa una y otra vez, que solo favorece a sus intereses de casta, mientras la antítesis musulmana de trece siglos atrás se eterniza? Por lo visto nos esperan siglos de dominación roja. 


© Alfredo Cedeño  



miércoles, febrero 17, 2021

ENTRE CUENTOS Y VERDADES


                La tradición se forja muchas veces al compás de los intereses de cada vocero, a fin de cuentas los cronistas somos una suerte de chismosos con un cierto barniz de cultura general, lo cual nos permite ir pintando los hechos según nuestros gustos o, en muchos casos, los intereses propios o alquilados. Es lo que hacen, por ejemplo, aquellos que hoy en día llaman asesores, por eso suelen decir lo que a su contratante le conviene. Es así como se generan las llamadas matrices de opinión. Cuando eres de los que llaman las cosas por su nombre, describes lo ocurrido sin adornos ni remilgos, o alertas sobre lo poco ético, o errado, de cierta propuesta te condenas a un nivel infecto-contagioso que ni los murciélagos de la Peste China. Y, al decir de muchos “expertos”, como hay que comer pues, en su gran mayoría, ejercen la venta de sus habilidades con una alegría y desenfado que ya hubieran querido tener las meretrices romanas en sus buenos tiempos.

                Debo escribir que la preocupación por transmitir las cosas, tal y como han sido, son de vieja data. En el siglo V antes de Cristo, el llamado padre de la historia, escribió como primer párrafo de su obra  cardinal: “La publicación que Herodoto de Halicarnaso va a presentar de su historia, se dirige principalmente a que no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos como de los bárbaros.”  Él siempre trató de mantener la ecuanimidad, y pongo por ejemplo lo que escribe al referirse a la isla Ciraunis: “Muchos olivos hay en ella y muchas vides, y se halla en la misma una laguna tal, que de su fondo sacan granitos de oro las doncellas del país, pescándolos y recogiéndolos con plumas de ave untadas con pez. No salgo fiador de la verdad de lo que se dice, solamente lo refiero.”

                Se podrán imaginar el cribado que debió llevar a cabo este hombre a la hora de redactar su texto, en un tiempo cuando la principal, por no decir la única, forma de transmitir los hechos era de forma oral, con el consabido aliñado que cada narrador iba poniendo.   El nativo de la actual Turquía sentó las bases de esta disciplina, más no siempre logró transmitir a sus seguidores la pulcritud requerida al transmitir los hechos. Por supuesto, es mucha el agua que ha corrido bajo los puentes, y por las cañerías, en casi dos milenios y medio desde que él colocó aquellos cimientos. La retórica ha permitido dar más vueltas que un perro para echarse a los militantes de la conveniencia. ¡Ay, bendito sesgo!

             

© Alfredo Cedeño  



miércoles, febrero 10, 2021

¿DE QUIÉN ES?


                 Todas las dictaduras se caracterizan por su estructura modular. Una banda se dedica a la tortura, otra se ocupa de robar a mansalva a todo aquel que pueden expoliar, unos compran propiedades o empresas a precios de gallina flaca, los otros convierten a los organismos estatales en sus fincas particulares. Por lo general todos rinden tributo, de hinojos preferiblemente, al caudillo de turno, o, en su defecto, a la corte de lambiscones que habitualmente pululan alrededor de ellos.  Todo esto configura una suerte de sucesión de círculos infernales que tienen el común denominador de saberse impunes a cualquier barbaridad que se le ocurra cometer a alguno de ellos. Por algo son el poder.

                El cesarismo venezolano no es la excepción. Es así como se ve al ahora “jurista” Maikel Moreno, encompinchado con cualquier malviviente que tenga acceso a él, despojar de su vivienda a una profesional a través de documentación forjada, para luego oficiar a un gobierno extranjero ordenando su extradición a Venezuela por estafa. Bien decía mi padre: Se tragan un burro sin quitarle la silleta y ni siquiera echan un eructo. ¡Ah!, y ese es uno de los interlocutores con lo que se pretende llevar a cabo negociaciones para un tránsito democrático. Lo más terrible de todo, si es que cabe, es que supe de un picapleito ampuloso, enquistado en la comunidad exiliada, trató de avergonzar públicamente a la despojada por haber “robado” a una humilde mujer…

                También hemos visto claudicar a familias con larga tradición en el escenario financiero ante los corsarios madurescos que encabeza el ahora preso caboverdiano. Hemos escuchado más de una versión sobre el encarcelamiento, sin juicio ni condena previa, de generales, diputados, ex hombres –y mujeres- fuertes del régimen, y por ahí siga enumerando los casos que le vengan a la memoria.  En muchas de esas detenciones irregulares la respuesta bajo cuerda ha sido: Ese es un preso de Fulano, o de Mengano, o de Perenceja; cuando no se oye: de Diosdado, Nicolasito o Cilia.

                En todo caso la pregunta que me hago ante esta pandilla de Buenos Para Nada, salvo para robar, abusar y asesinar a lo que sus reales ganas le den, es: ¿Quién es el carcelero de Roland Carreño? Lo acusan de complicidad con la fuga de un  personaje que estaba más vigilado que el propio Maduro y cuya evasión era un escape anunciado, y al hijo de la zoqueta es al que le cobran la gallina que otros se robaron para su sancocho. ¿A quién le van a decir que nadie sabía nada? A todas luces uno de los “jerarcas” se sintió traicionado por sus compinches y pagó su calentera con el primero que tenía a mano. Es la única explicación para entender la prisión de este muchacho Roland Oswaldo, al que en su natal Aguada Grande siguen llamando Oswaldo, u Oswaldito.  ¿Qué le cobran? ¿Qué ha desnudado con gracia y altura, como pocos, las miserias de esa plaga que nos azota desde fines del siglo pasado? Su columna Gritos y Susurros, en esta casa, marcó pautas al reseñar compra de casas fastuosas, llegada en carrotes a los restaurantes, damas con carteras de 2.000 y 3.000 dólares, mientras estaban pregonando el socialismo, la solidaridad y la justicia social.  Repito: ¿Qué le cobran? ¿Quién aprovechó la coyuntura para encerrarlo? Si utilizaran su capacidad para hacer daño en otras cosas capaz que hasta algo se le podría reconocer a esta gavilla de inútiles con poder. Suelten a ese muchacho de una buena vez.

 © Alfredo Cedeño  



miércoles, febrero 03, 2021

29 Y 22, TAL VEZ 100 Y 93


                 Hoy 4 de febrero se cumplen 29 años del intento frustrado, encabezado por el “comandante galáctico” y su tropa bufa, del golpe de estado contra el entonces presidente venezolano Carlos Andrés Pérez. También se cumplen 22 del desfile militar realizado en Los Próceres en su honor por haber asumido dos días antes la primera magistratura. Es bueno recordar que la juramentación presidencial se había llevado a cabo ese día luego de vanos intentos por parte del gobierno entrante para realizar dicho acto el propio 4 de febrero. Ya las costuras de la mojiganga reinterpretativa empezaban a verse a simple vista. Sin embargo, todas las señales de alarma en vez de sonar fueron opacadas, muchas veces de manera intencional porque se pensaba que el militar retirado sería otra marioneta de los acostumbrados sainetes criollos. Hasta que, como bien decía mi padre, y tarde se dieron cuenta de ello, entendieron que les había salido respondona la sirvienta.

                Son contados los que asumen su cuota de responsabilidad en la llegada al poder de esta gavilla de zarrapastrosos. Yo mismo tuve parte en ello, y lo escribo avergonzado. En mi descargo he de hacer saber que en el seno de uno de los tantos grupos de alborotados que le apoyaron, hice claros señalamientos sobre los desbarres. Largos cruces de miradas entre mis contertulios me hicieron entender que hablaba con las paredes; meses más tarde supe, gracias a publicaciones –nunca desmentidas– de la prensa tan vituperada por la godarria rojita, de unos cuantos “negocitos” y “cargos” de varios de los allí presentes. Y estoy tocando un caso que conocí de primera mano. ¿Se imaginan ustedes eso mismo multiplicado por X cantidad de ocasiones de similar tenor? La hemorragia ha sido letal.

                Son casi tres décadas de oprobio que sólo se pueden entender al escarbar por atrás de los distintos escenarios de nuestro país. Apenas quedan pecios de la que fuera la tacita de oro de Suramérica, y en medio de tales escombros  la casta política pelea, cual jauría rabiosa, por nuestros posos. Son insaciables en su búsqueda de cuotas; su gula, patología al fin, no les permite ver el daño que hacen y se hacen. Poco les importa automutilarse y tratan de remediar todo despertando una compasión a la que están muy lejos de merecer.

                La sucesión de fuegos fatuos a las que pretenden sigamos, cual retorno del paráclito contemporáneo, es inacabable. No cesan de invocar las elecciones como teorema de la libertad. Andan muy afanados en estos días con los comicios regionales, y desde ya nos reclaman airados por la falta de participación. Usted y yo somos responsables de las meteduras de pezuñas que ellos han cometido una y otra vez, pese a las advertencias sobre el camino equivocado que se empeñan en transitar. Mientras tanto, y así como por no dejar, la corte que siempre les sonríe obsequiosa les rinden pleitesía y sacan unas cuentas, que ni Pitágoras, para demostrar que voto mata malandro.  A semejante paso se llegará a la celebración del siglo de la sarna roja…

 

© Alfredo Cedeño  
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