miércoles, noviembre 27, 2019

COMO EL FRIJOL


         Mi padre tiene más de 40 años de muerto y sigo recordándolo cada día. Él era dueño de un sentido del humor muy corrosivo y preciso, también tenía el don de poner las cosas en su lugar con una frase, lo cual no solía generarle simpatías precisamente. Cuando se ganaba un gesto avinagrado, o el recordatorio a sus antepasados, solía voltearse hacia mí, cuando estaba alrededor, y me decía: Alfredito, no haga como el frijol; no se meta en vainas para que en vainas no aparezca.
         Esas palabras las he tenido en cuenta muchísimas veces en mi vida, otras que no, como me ocurre hoy.  ¿Cómo se queda uno callado ante el despropósito generalizado que vive mi país? A veces tengo la sensación de estar en medio de una pesadilla en la que el único que la sufre soy yo. Es cierto que los sueños son individuales y por ello me pregunto si lo que es un infierno para mí es una ensoñación para los demás. Sin embargo, ¿es individual la situación o es un infierno lo que vive toda Venezuela?
         La voracidad se ha enseñoreado de una manera inaudita. Se habla de la dolarización de la economía nacional con una naturalidad que ya hasta el bigote bailarín la asume, y se entiende que esa es una medida a través de la cual la economía busca mantener a flote los costos operativos. Ahora bien, la famosa “viveza criolla” no cesa de manifestarse. Con estupor y rabia leo el correo de un querido amigo que necesita intervenirse oftalmológicamente por cataratas y hace dos semanas acudió a una reputada clínica de Santa Paula, en Caracas, donde le cotizaron la intervención y demás detalles conexos en mil dólares. Dos días después cuando fue a confirmar el procedimiento le anunciaron que el costo era de MIL DOSCIENTOS dólares…  Doscientos dólares de aumento en dos días. Cuando el paciente reclamó, les copio el fragmento: “y traté de argumentar que no puede existir tal inflación en dólares, la respuesta que me dieron fue: son nuestras prácticas administrativas”.
         Por lo visto la Venezuela en que nací, crecí, viví, desapareció. Estamos ante un país de caníbales donde el sálvese quien pueda es el lema. La indefensión ante un estado criminal y arrogante no puede ser mayor, pero es entendible. Ahora cuando esa postración se nos convierte en una condición que debemos acatar compulsivamente, porque la propia ciudadanía olvida los más elementales principios de solidaridad y amor al prójimo, es imposible no desanimarse.
         Creo que es hora de felicitar al chavismo-madurismo-clientelismo por haber sido tan exitosos en volver cisco lo que éramos. Han logrado acabar con los venezolanos y hacer que nazca el hombre nuevo. Hosanna en la tierra a los rojos de mala voluntad.

© Alfredo Cedeño

viernes, noviembre 22, 2019

CORO DE ÁNGELES (primer capítulo)



Yo soy lo que fui y seré. Una maroma del destino me puso a bailar en el centro de una tijera que nunca supe la mano de quien manejaba. Ayer estuve en Caracas, hoy ando por Brickell, en la más cubana de las ciudades de Estados Unidos, ¡qué Guanabacoa un carajo! Miami es la Celia Cruz del Atlántico, aquí se ponen tacones, pelucas y se abomban las nalgas como negras para perseguir la quimera de Jenifer López, mientras se inyectan las bembas hasta con naftalina para tener la boca más deseada de la Quimbamba.  Aunque eso será por poco tiempo más, en breve esta será la sucursal de la sucursal del cielo, aquí ya debe haber casi tantos caraqueños como en la propia Caracas. Un día de estos van a hacer una plaza Bolívar con bancos y edecanes, pero sin catedral y sin los vagos atorrantes de la esquina caliente dedicados a joderle la paciencia a la humanidad entera en su esquina noreste. Por lo pronto aquí ya hasta tuvimos un alcalde, ¡dígalo ahí Luigi Boria!
Somos un ejército de gimnastas que podemos hacer decir no cuando es sí, y al revés también. Es una maravilla de estos tiempos en que deshonestidad y oscuridad son nuestras primeras necesidades, y que se vaya al carajo Bolívar con toda su parafernalia, a fin de cuentas él no es quien para predicar la moral en calzoncillos. ¿Acaso Miranda no fue el cambalache que el Libertador hizo por su pasaporte para irse a seguir bajándole las pantaletas a cuanta culisabrosa se le atravesara en el camino? Pero como somos hijos del territorio de la parejería y la altisonancia, ahora somos más Bolívar que el propio Simón José Antonio de la Santísima Trinidad.
¿De dónde venimos? ¿De dónde vinimos? Una sola cuna y origen nos tiñe de pies a cabeza, cuando veo en la “Madre Patria”, dicho con acento castizo y entonando con aires de patiquín madrileño, la pelea de pollinos en celo de los ilustres dirigentes de Podemos, y Errejón pone cara de niño recién destetado para decirle al mal vestido y peor peinado de Pablo Iglesias: “Eso nos deja un espacio que si hacemos las cosas bien nos puede permitir representar la esperanza de mucha gente que se va a sentir decepcionada”; ahí mismo es cuando me pregunto: ¿Y por qué me voy a poner con esas menudencias de culpas o preocupaciones por ganarme lo que me gano de la manera que lo hago? Este es el reino de lo imposible hecho posible gracias a mis posibilidades de bailar al son que me interesa que me toquen. La moral es una zorrita maloliente a la que ya nadie se quiere llevar a la cama, y no voy a ser yo precisamente quien se la va a merendar ahora.
Yo sé que estoy en una cuerda muy floja, y también sé que ellos me pueden echar la vaina de mi vida en cualquier momento, pero esa es la ventaja de hacerte pasar por tonto: los demás se terminan creyendo que lo eres y como tal te tratan, lo que no saben es que más cretino es el que cree que el otro lo es y así lo trata. No deja de tener su riesgo, pero bien vale la pena después de todo. Al final del día si sabes mover bien los hilos de las marionetas puedes hacer que todo suene para que a ti te convenga.
Todo empezó el día que me encontré en Sabana Grande a Heraclio, y nos sentamos a tomar unas cervezas en El Gran Café. Nosotros estudiamos desde segundo año hasta que nos graduamos de bachilleres. Nos habíamos visto en alguna cursilería de esas de reencuentros de ex alumnos y demás babosadas de similar tenor. Pero esa tarde de martes me hizo cambiar las teclas.
–No te creas que es nada del otro mundo, me imagino que eso es lo mismo que le pasa a las prostitutas con su primera vez, pero cuando tienen los billetes en la mano ni de vaina los devuelven, después o le agarran el gusto o entienden que es un trabajo y ya está listo. ¿Qué es lo que tienes que hacer? Registrar una empresa, que eso lo haces con menos de diez mil bolívares, y yo te meto en el registro de proveedores, te aviso cuando haya una licitación, te digo cuánto vas a poner, y te ganas el contrato, la tercera parte es tuya y las otras dos terceras partes las vas a repartir entre la presidenta del instituto, el licenciado Ortiz, la secretaria del jefe de Finanzas, este galán que está aquí y una partecita que es como un diezmo que dicen, y eso es porque hay que salpicar a todos; cuando comen todos, todos están contentos, no importa que uno coma más que el otro, a fin de cuentas todas las barrigas no son iguales, a todas no les cabe lo mismo. ¡Ojo! No es que vas a partir a partes iguales, ni de vaina chico, a la secretaria no le puede tocar lo mismo que a la presidenta, o al licenciado, o a mí, o al de la limosnita, ya te diré cuánto es para cada uno. Eso es todo, nada del otro mundo, déjate de esos pruritos morales que con eso no puedes ir al supermercado, si no llevas tu tarjeta no te llevas nada. ¿O es que tú vas, llenas el carrito y en la caja le dices a la muchacha: es que yo soy un hombre honesto y ella se sonríe y te felicita y te manda a que sigas adelante? ¡Llama al de seguridad y con lo menos que te vas es con una patada por ese culo! Hazme caso y déjate de pensar tanto que tú no eres Aristóteles, vete mañana mismo donde un abogado, si no tienes uno yo tengo en Los Teques un pana que te hace esos papeles y no te cobra de una, y espera a que te salga el primer contrato para que le pagues. ¿Qué más quieres, torta con chicha? Mire que el billete está en la calle y el que se pone las pilas lo mete en su cartera.

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miércoles, noviembre 20, 2019

BURROS COMELONES


         Mi abuela Elvira tenía muchas amigas, era para mí una fiesta acompañarla en las visitas que salía a hacerles algunas tardes allá en La Guaira. En la calle que subía de La Caja de Agua al Puente Jesús, vivía una de ellas, que no logro recordar su nombre.  Era una doña campechana, menuda y retaca, con un sentido del humor muy característico y el hablar propio de la gente nacida a la orilla del mar. Solía soltar unos dichos que muchas veces no entendía de un todo, y luego largaba una carcajada que muchas veces acompañaba de alguna palabra altisonante. Había algunos de esos refranes que empleaba repetidamente y esos terminé por grabarlos. Uno de ellos era: Mis esperanzas eran verde y se las comió un burro, pero el dueño ni de vaina me las va a pagar. Por lo general la risa era común, la de mi abuela junto a la de ella, y se largaba zaguán afuera a campanear por las calles del pueblo.
         Esa frase me ha estado aguijoneando en estos días que tanto se habla de esperanzas. Se para el presidente de la Feria del Chigüire en Achaguas a dar sus palabras de bienvenida a tan magno evento y se explaya a hablar sobre la esperanza. Se dan inicio a las Primeras Jornadas del Pensamiento Liberador de los Mapurites en invierno, y el decano de Ciencias Ocultas de la Universidad Negra Matea da una clase magistral sobre la esperanza. Comienzan las sesiones del Congreso de Inútiles, Pusilánimes y Afines del Distrito Capital y el Estado Miranda, y su vicepresidente diserta de manera brillante, y por demás deslumbrante, sobre la esperanza que debemos mantener viva en estos momentos tan trascendentales que vive la patria.
         Mientras tanto, tal abundancia de gamelote de jugoso verdor es tragado de manera insaciable por la manada de burros rojos que han hecho de Venezuela su potrero. Por cierto, es necesario alertar a los cándidos que no pueden lanzarse alertas sobre el desguace hecho por la reata asnal, se supone que para ello solo están habilitados ciertos cabreros ungidos por la gracia divina. Es por ello que no debe extrañarnos oír a muchos de esos desinteresados pastores tronar contra la apatía ciudadana. “Es que no hay duda de que el desinterés es el caldo de cultivo ideal para que los menos aptos se terminen haciendo con el poder”. Y cierran dicho capítulo comparando lo que nos ocurre con las célebres juntas de condominio, donde cinco vivianes se intercambian votos para luego de autoelegirse y designarse mutuamente terminan por apropiarse con el, por lo general buchón y bien provisto, fondo de reserva. 
         Tras cornudo, apaleado;  le oí decir a la amiga de mi abuela alguna vez, y es lo que nos está pasando. Nuestra fauna política, en ambos lados de la calle, demócratas y revolucionarios, se han esmerado de manera inequívoca en hacernos perder la credulidad. Sin embargo, ellos ahora pretenden hacernos sentir a nosotros, los ciudadanos comunes y silvestres, como los culpables de estos vientos de desasosiego que ahora nos mantiene ateridos. Por eso engolan sus voces, se yerguen con poses de próceres triunfantes, y sueltan una perorata que duerme hasta a los desvelados; mientras un jenízaro como Anderson Arellano en San Tomé se dedica a torturar a un niño por jugar con los animales del nacimiento navideño de la escuela de formación de la Guardia Nacional en esa población. Seguramente el honorable hombre de armas se ofendió porque los niños jugaban con los burros que rodeaban el pesebre.  Tampoco podemos exigir impasibilidad cuando vemos a cualquiera, por muy  niño que sea, manoseando las representaciones de nuestros seres queridos. Por algo Arellano y sus compinches se han dedicado a comerse nuestras esperanzas a todo lo que le dan sus quijadas.


© Alfredo Cedeño


miércoles, noviembre 13, 2019

SOLIDARIDAD INÚTIL


                Se abunda mucho en torno a la instintiva solidaridad humana frente a las injusticias, y sobran los pontificadores al respecto, es una homilía repetida hasta el hartazgo. Las figuras empleadas para tocar el punto son por demás variopintas. Se habla del síndrome de David y Goliat, de la invencible capacidad del débil para derrotar al poderoso, del romanticismo implícito en la simpatía despertada ante el derrotado.  Y por esa ancha avenida, empedrada de magníficas intenciones, ha paseado infinitas veces la carreta de las minorías asesinadas, de los pueblos aniquilados a mansalva, de los tiranos envalentonados ante el silencio –temeroso o alcahueta– del altisonante “coro de voces mundiales”.
                Los ejemplos son incontables, justo ahora se cumplen 61 años del bautizo de la barbarie nazi, llevada a cabo en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, bautizada como La Noche de los Cristales Rotos. Larga noche para los alemanes y austríacos que profesaban la fe judía.  Fueron miles de tiendas, casi dos millares de sinagogas destruidas, decenas y decenas de asesinados, ancianos, mujeres y niños apaleados y vejados a mansalva en esas horas endemoniadas.  Una letanía de horrores que comenzó a entonarse esa noche ante una respuesta casi nula del mundo.  El saldo final fue de seis millones de personas inermes asesinadas por obra y gracia del delirio del señor Hitler.
                    Necesito escribir que ya en ese tiempo había habido variadas experiencias de aniquilaciones genocidas, ante las cuales el mundo también había hecho mutis. Me refiero a la molienda de vidas que llevó a cabo Stalin en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de la cual poco se habla, o de nula conmemoración en modo alguno.  Según el historiador Víktor Zemskov, la cifra de presos en los llamados Gulag entre 1938 y 1945 fue de 13.045.450 personas; y según la Fundación de Aleksandr Yákovlev, el número total de presos muertos en dichos campos de prisioneros en esos años fue de 1.126.947 personas. Las cifras del monto total de víctimas del glorioso gobierno del proletariado bajo la férrea mano de “Koba” son variadas, pero las que parecen ser menos apasionadas fueron las de Robert Conquest, situó la cifra de muertos por la represión política y la gran hambruna rusa, entre trece y quince millones de muertos.
                    Ambas tragedias pudieron ser detenidas, y no fue así. Solo una de ellas, la de los creyentes judíos, fue atajada. La otra se trata de mantener al margen de la memoria de la vergüenza humana.  Algo similar viene ocurriendo desde hace más de medio siglo con Corea del Norte y Cuba, y desde hace dos décadas en los predios del esperpento histórico llamado chavismo. Y el mundo sigue igual de callado, permanece mirando los toros desde la barrera, mientras los hinchas del pensamiento liberal, esos que gustan ser llamados progresistas, jalean a los sádicos sociales de turno. No se necesita otra cosa más que entonar un canto lastimero de dignidad de los pueblos, del derecho a la autodeterminación, de valentía frente al monstruo imperial, para ser elevado al panteón de los próceres planetarios.
                    Mientras tanto, y sin consuelo a la vista, los venezolanos seguimos sumergidos en la apestosa letrina en que ha sido convertida nuestra tierra. Las voces de solidaridad son infinitas, pero siguen siendo de una inutilidad aún más extensa. ¡Cuánto cuesta evitar que el desconsuelo se imponga!

© Alfredo Cedeño

miércoles, noviembre 06, 2019

ESTACIONES Y COSECHAS


         Nada más traicionero y volátil en sus afectos que el tiempo. Hoy eres un ídolo y mañana eres un canalla insepulto digno del mayor de los desprecios, ayer fuiste el peor de los villanos y hoy te encuentras vitoreado hasta el paroxismo, mañana serás Lázaro y ayer no tenías la más peregrina idea de cuan cerca estabas de la resurrección.  Por lo general ayer, hoy y mañana suelen armar unos batiburrillos que ni Clodomiro, el del burro adivino, puede explicar de manera más o menos clara algo que pueda ser entendido ni aun por los calculistas de la NASA.
         Debe decirse que junto al tiempo van las acciones, suelen ir de manitas enlazadas, y así van generando gestas o tragedias. Sin embargo, no siempre el tiempo se manifiesta cuando debería, o creemos que así ha de ser, y termina llevando a cabo unas jugarretas que no siempre se logran entender. Lo mismo ocurre con las acciones; bien haces esto, o aquello, y todo concluye en un escenario enteramente diferente al que suponías debías llegar. La ambigüedad y amplitud de ambos vocablos hace infinitas las variaciones a las que podemos tener acceso al combinarlos.
         ¿Cómo se hace para acertar en el momento cuando el gesto es hecho? ¿Quién sabe moverse al compás exacto que permite dar en el blanco? ¿Dónde debemos apuntar para que la acción ejecutada no se convierta en un desplante, o una morisqueta de indescifrables consecuencias? ¿Qué hace que un líder combine de la manera adecuada sus –muy naturales, por demás– cálculos como individuo, con los intereses de la colectividad que pretende representar?  ¿Cuál es el instante en el cual las acciones, realizadas o convocadas, consagran o desgracian el rol de un dirigente? 
         Adjudican a Antonio José Ramón de La Trinidad y María Guzmán Blanco, decimoctavo presidente de esta tierra ahora “revolucionaria”, la frase de que nuestro país es como un cuero seco: lo pisan por un lado y se levanta por el otro. Tal vez la falta de concordancia entre lo dicho, lo hecho y el tiempo sean la clave para entender las cosechas tempestuosas a las que estamos casi acostumbrados. Escribo casi, porque pese a todo este súmmum de vendavales donde solemos permanecer se conserva un hálito de esperanzas en el que nuestro instinto de supervivencia nos mantiene precariamente a salvo. 
         Se han sembrado vientos de manera pródiga, nos han sobrado los émulos de Eolo, y ahora que la cosecha de tempestades es copiosa, pretenden, cara de asombro de por medio, simular un desconcierto de ninfas maltratadas. Hasta de decoro son huérfanos, y así pretenden ser los baquianos de esta pésima hora que nos toca padecer.
                                                                            
© Alfredo Cedeño

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