miércoles, septiembre 26, 2018

SINDROME CIRENEICO


                Hablan los evangelios de Lucas, Mateo y Marcos que Simón de Cirene había sido la persona que había ayudado en su recorrido final al monte Gólgota, o cerro de la Calavera, a Jesús el día de su crucifixión.  Los evangelios dicen que fue obligado a tales tareas por los centuriones romanos ante el mal estado en que ya iba el hijo de Dios. Sin embargo, en la tradición oral se dice que él se había ofrecido de manera voluntaria para ayudar al reo ante las condiciones que mostraba. Lo cierto es que a partir de ahí se ha usado la palabra cireneo como sinónimo de ayudante postrero.
                Venezuela está tan desamparada que no aparece un bendito émulo de Simón por parte alguna, los que pretenden erigirse en tal son lapidados de inmediato por una verdadera horda de defensores encriptados que le hacen la tarea a Maduro y a su grupete de sádicos confesos. Son los  cireneos del régimen, función que muchas veces presumo realizan de buena fe, la llevan a cabo llenos de la más seráfica de las buenas intenciones.  Uno de los ejemplos más recientes de lo que señalo es la reacción de vestales ofendidas de algunos "defensores de la pureza" ante las palabras que Luis Almagro dirigiera a Rodríguez "bambi" Zapatero.
                El secretario general de la Organización de Estados Americanos no hizo más que llamar imbécil al ex gobernante español, término que no dejó de ser mesurado si vemos el comportamiento encubridor y francamente lamentable que dicho "señor" ha tenido en los últimos meses de la crisis que padecemos los venezolanos, y ardió Troya. Como bien era de esperarse el gobierno del plagiario Sánchez saltó de inmediato a pedir respeto ante "los gravísimos insultos" contra "una persona con un relevante papel institucional". Debo decir que España está cumpliendo con su rol de alcahueta consumado desde hace largo tiempo, no es de extrañar tal respuesta.
                Ahora bien, ¿qué lectura darle a los "opositores", que cual cucaracha rociada de Baygón, han saltado a exigirle compostura a Almagro?  Es una actitud  típica de aquellos que siempre saltan a defender lo indefendible en aras de lo correcto.  Es decir usted ve que su  vecino golpea a su esposa y usted llama a la policía, mientras desde la ventana permanece impávido viendo el espectáculo; después de todo tiene un puesto privilegiado desde donde ver todo.
                ¡Ay de aquel que se le ocurra siquiera decirle algo al energúmeno de turno!  Poco importa que la víctima quede tuerta, manca o muerta. El cireneo del agresor dormirá a pierna suelta porque él hizo que se respetaran los verdaderos procesos, él cumplió con su rol de buen ciudadano y poco le importa que ayudó a que la crucifixión se llevara a cabo. 

© Alfredo Cedeño

miércoles, septiembre 19, 2018

MIRAN HACIA ESTOCOLMO

 
                Las luchas son largas y solitarias, son pocos los que se arriesgan a tomar partido contra los más fuertes, es lo que llamo el síndrome de la esposa maltratada: todos los familiares, vecinos y amigos saben de la situación, pero ante la furia del macho se prefiere mirar hacia Estocolmo antes de siquiera pedirle comportamiento al patán.  Ocurre en todos lados. ¿Acaso no pasó en el primer tercio del siglo pasado con Stalin? Ósip Mandelshtam lo describió a cabalidad en uno de sus poemas: "El montañés del Kremlin, con ojos de cucaracha".
                La persecución sin cuartel del gran mimado de la intelectualidad occidental fue despiadada. La poetisa Anna Ajmátova en su Réquiem lo dejó retratado:
De madrugada vinieron a buscarte. 
Yo fui detrás de ti, como en un duelo.
 Da una idea del aquelarre revolucionario soviético la siguiente cifra, cuando se llevó a cabo en Moscú el Primer Congreso de Escritores, en 1934, participaron 700 creadores; 20 años más tarde se celebró el Segundo Congreso, de aquellas siete centenas sólo 50 de ellos habían sobrevivido.
                Los desmanes de los triunfadores son legendarios. ¿Acaso quieren mayor mudez que la observada por el mundo ante "el caudillo de España por la Gracia de Dios" y el asesinato de Federico García Lorca? El 18 de agosto de 1936 es una fecha grabada por Francisco Franco y sus perros de presa con un hierro caliente sobre la poesía.
                La brutalidad se fue refinando y fue como vimos años más tarde en La Habana la vergonzosa vejación a Heberto Padilla que concluyó con su "autocrítica" pronunciada ante la Unión de Escritores y Artistas de Cuba el 27 de abril de 1971: "Es increíble los diálogos que yo he tenido con los compañeros de Seguridad del Estado… quienes ni siquiera me han interrogado, porque ésa ha sido una larga e inteligente y brillante y fabulosa forma de persuasión conmigo. Me han hecho ver claramente cada uno de mis errores."
                Todas estas manifestaciones de brutalidad terminaron con la muerte de sus ideólogos en sana paz. Stalin en 1953, Franco en 1975 y Fidel en 2016 así lo demostraron. En Venezuela, Chávez tampoco se quedó atrás y, luego de haber comenzado la destrucción de nuestro país de manera radical, terminó muriéndose sabrá Dios cuándo y dónde, porque ahora lo que sobran son testimonios de la plebe y de las élites, de tirios y troyanos, de chavistas y mudecos, del día y la hora en que finalmente Dios nos libró de su presencia.
                Ese desenlace es al que apuesta don Nicolás, el zar de doña Cilia, cuando pasea por el mundo y traga cual moderno Gargantúa. Sabe  que el mundo podrá desgañitarse pero a él nadie lo tocará ni con el pétalo de una flor de guaritoto, a la final todos harán como con el marido que golpea sin piedad: voltearán hacia la capital sueca mientras él sacia sus sádicas ganas sobre todo un país desamparado.

© Alfredo Cedeño


miércoles, septiembre 12, 2018

UNIDAD DE TROYA

 
             
                En cada cumpleaños que celebro, y ya son 62, doy gracias infinitas a Dios por el padre que tuve. Él fue una de las personas más joviales que recuerdo durante mi niñez, de una agudeza extrema y no escasa sensibilidad. Ejercía su paternidad con particular dedicación y amor, nunca tuve dudas de que él estaba ahí para mí en el momento que fuera. También poseía unos altísimos niveles de exigencia, y no había nada que lo molestara más que cualquier irregularidad que quebrantara la confianza que había otorgado. Era inflexible en sus condiciones, los acuerdos eran palabras sagradas; no había forma ni manera de que aceptara a quienes habían malogrado algún tipo de convenio.  De él me quedó grabado a fuego: "El que no respeta su propia palabra, ¿cómo va a respetar la ajena?" No puedo dejar de presumir del papá que tuve, nunca he dejado de lamentar que se fuera cuando yo apenas había cumplido veinte años.
                No ceso de evocarlo en estos días cuando tanto se habla de unidad para salir de la peste roja que por veinte inacabables años nos ha ahogado. Hay de todo en medio de tales predicadores del necesario esfuerzo ecuménico que exige el momento. Por supuesto que hay muchos bagres disfrazados de guabinas, pero también hay muchos, muchísimos, que por lo visto serán enterrados en urna blanca, de ese calibre es su inocencia…
                No son pocos los que me echan en cara mi dureza en el trato a los representantes de la "dirigencia" democrática, que sin empacho ni rubor han capitulado sin condición alguna y entregado  fuerzas y bagaje al enemigo, para luego exigir ser los conductores de las nada fáciles peleas que son necesarias en el país.
                No me cansaré de repetir que no podemos callar cómplices ante los enemigos endógenos. ¿Hasta cuándo la hipócrita alcahuetería de que solo del enemigo es que se señalan los defectos? De no ser por lo grave del momento que vivimos serían risibles las argumentaciones esgrimidas. Razones fatuas para justificar lo que no hay cómo explicar. Razonamientos de sibilina factura son lanzados al ruedo con el desparpajo de un alcahuete apadrinado. El juego de partición de los pecios de lo que ha sobrevivido de Venezuela parece ser una escena de película marginal, un grupo de bien vestidos  tahúres se reparten lo que aún queda.
                De mi padre aprendí que los valores, esa ahora anciana y descontinuada palabra, era parte esencial de la vida. Él me enseñó que los compromisos se adquirían para honrarlos y que en vez de andar mal acompañado no había nada mejor que estar solo. ¿Unidad con una ristra de malandrines bien hablados y vestidos de seda? Como malandros siguen actuando y como tales se quedan, serán paladines de la unidad hasta tener en sus manos las ubres del Estado y habremos salido de la sartén para caer en la candela. Ante eso no nos podemos callar y seguiremos exigiendo decencia.
 
© Alfredo Cedeño

miércoles, septiembre 05, 2018

CEREMONIAL DE AGRAVIOS


                La antítesis de lo que era nuestra identidad es esto en que hemos terminado. Una inacabable cadena de procacidades, ofensas y humillaciones nos cercan ahora la vida. Lucen lejanos,  inmarcesiblemente remotos, aquellos tiempos de generosidad con los enemigos políticos, bien lo pueden confirmar David Nieves, por citar solo un nombre emblemático de los años 70, o unos cuantos de los ahora jerarcas de la godarria roja. Ahora no hay visitas de esposas, novias y amantes en las cárceles militares; mucho menos talleres de literatura o círculos de estudio donde los menos favorecidos culturalmente eran formados por sus compañeros de celda o pabellón.
                Los oprobios se multiplican, las vejaciones a nuestros presos políticos revelan una ruin mezquindad de las que nos suponíamos a salvo, ni en las peores pesadillas podíamos suponer que se pudiera llegar a semejantes niveles de abyección. Y todo en nombre de una revolución que en realidad es una involución a un estado primitivo.
                El encierro de Lorent Saleh y su maltrato permanente no tiene justificación alguna, salvo la de convertirlo en un escarmiento para todo aquel que ose alzar la voz contra esta manada de bestias que presumen de gobernarnos. Juan Carlos Requesens es otra demostración de que nadie está a salvo de la soberbia chavista-madurista. Lo mismo ocurre con su tocayo, el capitán Juan Carlos Caguaripano que ha sido vejado de manera bestial. La memoria de Oscar Pérez y su ejecución en la carretera de El Junquito permanece fresca del país entero, la imagen del gamberro que dispara un lanzacohetes contra el refugio del piloto es indeleble.
                La retahíla de desplantes a los derechos humanos y ciudadanos nos hace escalar de asombro en asombro; lucen espléndidos en su malignidad y hacen gala de una capacidad creativa muy particular a la hora de generar nuevos agravios.
                Han desarrollado su propio ceremonial para humillar a diestra y siniestra, se saben alcahueteados por una verdadera tropa de impresentables que encabezan gente tan variopinta como el presidente del gobierno español, el economista Pedro Sánchez, que en estos días peregrina por nuestro continente pregonando el diálogo como salida a nuestra catástrofe. Otra de la comparsa es la muy carilegre Verónica Michelle Bachelet, que calla y otorga desde su cargo de alta comisionada para los derechos humanos de la ONU. Ni qué hablar del Vicario de Cristo, quien se empeña en honrar sus jesuíticos votos de silencio ante las desgracias que viven Nicaragua y Venezuela, pastor que tal parece no tiene peregrina idea de las que vive y padece su rebaño.

© Alfredo Cedeño
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