viernes, septiembre 24, 2021

ASÍ NO SE PUEDE

            En 1976 el apogeo del género musical llamado salsa era absoluto. No había una emisora, aun en las más “ácidas”, donde no se colaban las piezas de aquella cantera de orquestas y cantantes que mantenían una hegemonía total.  Era el tiempo de Fania All-Stars, intento monopólico creado el año 1968 en New York por Johnny Pacheco y Jerry Masucci. Sin embargo, fueron muchísimas las agrupaciones que tenían ya una trayectoria y que soportaron la voracidad de ese gran monstruo que fue Fania. Una de ellas: La Sonora Ponceña.

Esta agrupación había sido fundada por Enrique “Quique” Lucca Caraballo en Ponce, Puerto Rico, en febrero de 1954, e hizo su primera presentación el 20 de abril de ese año. En 1969 este grupo solidificó su carrera y comenzó a publicar un disco anualmente. En el año mencionado al comienzo publican su álbum Conquista Musical, donde aparecían piezas que se convertirían en emblemáticas. La primera de ese larga duración era Ñañará Caí, una pieza para gozarla con los pies y los oídos, su letra declaradamente surrealista tenía versos como este: “Yo he visto un cangrejo arando, a un mono tocando un pito / muerto de risa un mosquito al ver un burro estudiando / un buey viejo regañando a una ternerita flaca / por imprimirle una placa de lo que estaba pasando”.

Ese disco contenía casi 43 minutos de música increíble. Allí aparecía un merengue criollo, Esta es Venezuela, que  rendía homenaje a nuestro país; también Bomba Carambomba, y muchas otras. Era un disco lleno de talento, eran los tiempos cuando a las grabaciones se incorporaban todos a poner su grano de arena. Allí estuvieron Héctor Lavoe, Tito Allen, Ray de la Paz y Rubén Blades, en ese momento un ilustre desconocido, en los coros; Luis “Perico” Ortiz fue el director musical. Pero en esa grabación las estrellas fueron  el pianista y arreglista Papo Lucca, hijo del fundador de la banda, y el cantante Luigi Texidor.

            La última canción de este disco, que se convirtió en otro éxito furibundo, fue Pío Pío. La cadencia propia del cantante era una demostración de virtuosismo melódico. Los arreglos impecables, y la música más que pegajosa. Escarbando en la red encuentro este disco y fue imposible no ponerme de nuevo a escucharlo. Al llegar a esa pieza final no pude dejar de pensar en ese bojote mal amarrado que se dice presidente de Venezuela, y quien se jacta de ser “salsero”, para gran vergüenza del género. Fue inevitable pensarlo porque cuando el coro de entona aquello de: “Con el pío, pío, pío, con el pió de los pollitos / Y el zum-zum de los mosquitos no se puede descansar”, de inmediato pensé en el mentado “Pollo” Carvajal, por ahora preso en España.  El “general” que se dedicó a vejar a sus compañeros de armas, que fue instrumento nauseabundo al servicio de Chávez y Maduro, trató de salvar sus asentaderas al aparecer lanzando denuestos contra el bigote bailarín, para alegría de mucho “opositor” alcahueta que saltó a celebrarlo y darle la bienvenida.

Los cuentos de este personaje son más abundantes que el Libro Gordo de Petete. Siendo coronel y estando al frente de la Dirección de Inteligencia Militar, humilló de manera reiterada, desde comandantes a generales, a toda la alta oficialidad. Todo aquel que no obtenía el ascenso en su carrera sabía que la solución era ir a la oficina de este maromero a pagar su cuota de vasallo. Muchísimos generales en prospecto, o ya miembro de la cofradía de los soles, iba desde el lunes a las 8 de la mañana hasta las seis de la tarde a hacer antesala, y así hasta el viernes, cuando a última hora, salía uno de sus asistentes a informarles: “Ya el jefe sabe, vete que ya lo tuyo está resuelto”. Y lo soportaron para seguir disfrutando las mieles del latrocinio rojo. Todos aquellos que no pagaron ese deleznable peaje moral vieron sus carreras truncadas, y perseguidos sin ningún respeto a la legalidad.

Esa escoria, a la que, insisto, no han faltado loas de algunos “opositores”, que ha tratado de negociar, en todas las maneras, su canto de gallina clueca es a la que tienen en una celda en Madrid. Los intentos por evitar su extradición están en pleno apogeo, tal vez es por lo que el marido de Cilia pierde el paso cada vez que escucha aquello de: “Con el pío, pío, pío, con el pió de los pollitos…”

 

© Alfredo Cedeño  

viernes, septiembre 17, 2021

ALBOS PÁJAROS


                A veces la gente es un agobio, sobre todo cuando se les oye entonando salmodias para celebrar a cuanto tunante uno pueda imaginar. Como ya es costumbre, a raíz de mi pasado artículo, recibí varias “quejas” por mi trato desconsiderado y descalificatorio hacia los “próceres” opositores. Algunas recriminaciones fueron al menos educadas, otras se realizaron en tono altisonante, con aires de jaculatoria, tampoco escasearon aquellas que en tono beligerante me ofrecieron hasta eso que llaman coñazos. De todo hubo.

                Lamentablemente somos hijos de una tradición en la que se ha elevado al bandido, de mucha o poca monta, o seres carentes de escrúpulos, al recinto de los dioses. Nuestra historia está ahíta de personajes de tal catadura. Cuando escribo esto, porque no es la primera vez, saltan los “puristas” de la patria a exigirme, voz en cuello, que me retracte de semejante afrenta moral a la honra nacional. ¡Sarta de imbéciles!, por no decir otra palabra que es la que realmente merecen y que en su momento consagrara en los medios Arturo Uslar Pietri.  Lo mismo ocurre con los próceres rojos de nuevo cuño, ahí tienen al comandante eterno y al negro Aristóbulo, por citar solo dos.

                Quiero citar brevemente algunos ejemplos de esa pestilencia fundacional que nos acompaña como sombra imperecedera. El padre de Bolívar, don Juan Vicente Bolívar, quien fuera Teniente Justicia Mayor en la zona de los Valles de Aragua, ejercía el derecho de pernada sobre cuanta mujer se le antojaba. Ese caso ha sido documentado por Elías Pino Iturrieta en su libro Contra lujuria, castidad; así como por el inolvidable e irremplazable cura Alejandro Moreno en su obra Pastor Celestial, Rebaño Terrenal, Lobo Infernal Expediente a don Juan Vicente De Bolívar. Estos autores dan a conocer como este mantuano de tomo y lomo abusó, hasta que se le dio su real gana, de toda aquella de la que su bragueta se antojara. Las edades no suponían límites para este egregio hombre… Fue solo el obispo Diego Antonio Díaz Madroñero quien se atrevió a plantarle cara a este señor, descrito por un sacerdote como: “mozo poderoso, voluntarioso y con valimiento”.

                Robert Ker Porter, un artista y diplomático inglés que por quince años fue cónsul de Gran Bretaña en Venezuela, y quien escribió Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842 fue otro cronista que desnudó nuestras miserias inaugurales. Él escribió al referirse  al honorable Santiago Mariño, el sábado 18 de diciembre de 1830: “Mariño, ministro de guerra, etc., que vive en una casa sucia, a cada momento firma documentos de Estado sobre la mesa de billar mientras juega”. Algo así como lo que hemos visto recientemente cuando Maduro sacó una empanada de una gaveta.

                En cuanto a los vuelos de una orilla a la otra, se me ocurre mentar el caso de Feliciano Ramón de la Merced Montenegro y Colón, un realista de capa y espada, que dedicó gran parte de su vida a luchar contra la independencia, al punto que era el jefe del Estado mayor del ejército realista en la batalla de Carabobo. Una década más tarde, don Feliciano, en 1831, quien se había largado del país, regresó a Caracas para fundar el colegio Independencia, que era algo así como el San Ignacio de aquel momento y se dedicó a educar a la descendencia de “Los Próceres”. Hoy en día sólo se habla de su aporte a la educación venezolana, poco cuentan las víctimas de sus soldados en los años de la guerra civil que nos asoló a comienzos del siglo XIX.  Y sobre ello abundaré en próximas notas.

Como bien se puede apreciar, los desmanes y componendas, siempre nos han acompañado. Lo peor es que nos aseguran que el Niño Jesús de Escuque es un fauno al lado de estos serafines que nos han dirigido, y los que ahora nos dirigen. Eso afirma, sin rubor alguno, los apologetas de la casta gobernante, sea cual sea su inclinación.

 

© Alfredo Cedeño 


sábado, septiembre 11, 2021

DAMOS Y CABALLERAS…


                Luego de unas inacabables, e impuestas, vacaciones por razones médicas; gracias al celo y cuido de mi familia y los matasanos, y pese al veto laboral que ambas partes me han hecho acatar, aquí estoy de vuelta. Por supuesto que voy escapar a la “corrección” con la que tratan de castrarnos, y los modos que se pretenden imponernos para llegar a absurdos como el del título que hoy uso para estas palabras.

                Es imposible dejar de escribir sobre el próximo proceso electoral para el que han pretendido llevar, de manera obligatoria, a la ciudadanía. Los votantes cada día son más impermeables a las promesas, de aves preñadas volando en retroceso, que andan pregonando tanto los títeres de Maduro, y su combo, como de los que se llaman “representantes” de la oposición. Muchos de ellos, viejos zorros de nuestra política criolla, eternos vividores de las arcas públicas, ya comienzan a ponerse las nalgas en remojo y claman por la necesidad de la participación para garantizar que el proceso electoral se lleve a cabo de manera transparente.

                ¿Transparente dicen? ¿A quién creen que van a engatusar con semejante arenga desteñida? Poco les falta para lanzar una campaña de algo así como: ¡Un soberano pa´l partido!  Ya lo he escrito en diferentes ocasiones, son capaces de tragarse un burro y ni un eructo sueltan. El cinismo, o miseria moral, de esta casta es digna del libro Guinness. Da tristeza y duele ver a gente respetada y querida haciéndole el coro a semejante pantomima. Hay ocasiones en que provoca reír ante lo rocambolesco de los argumentos que manejan para justificar lo que no tiene manera de ser explicado.

                El espectáculo es bochornoso, para decir lo menos, y las muestras sobran. Nunca imaginé ver a Claudio Fermín haciendo de comparsa de un personaje como Leocenis García, solo comparable con William Ojeda, en su coqueteo con el ejercicio político. Reitero, los ejemplos abundan como la verdolaga.

                ¿Alguien puede explicar cómo pueden sustituir la acción con la pasividad? Tratan de hacernos tragar la rueda de molino de que el “diálogo”, junto con unas elecciones amañadas y absolutamente sucias,  es la única salida para recuperar los restos del país. De vez en cuando, estos y aquellos, hacen guiños al mundo exterior para seguir exprimiendo la ubre de la ayuda humanitaria o solidaria, sea en verdes divisas o en asiática moneda, para continuar medrando y jorobándonos la paciencia con sus ditirambos de mamarrachos enfebrecidos. 

                ¿Ir a votar? En estas condiciones jamás, sería hacerle el juego a Maduro y su corte de malandrines desembozados. ¿Apoyar una candidatura? En este escenario nunca, no podemos hacerle el juego a los vividores de oficio que, a cuenta de políticos, han derivado hasta convertirse en unas caricaturas mal trazadas de lo que es el arte y oficio de gobernar.

                Todo proceso social tiene su propia dinámica, la cual se constituye según los agentes presentes en cada momento histórico. Venezuela no termina de generar un liderazgo que sin complejos, ni intereses bastardos, combine calle y salón. Es la presión de esos votantes, tantas veces utilizados y despreciados, y ahora halagados con hipocresía, en acciones de calle, junto con negociaciones, hasta con el diablo de ser preciso, pero con transparencia, la que hará que salgamos de la dictadura y de la casta que tanto daño nos ha hecho.  Por lo pronto dejémosle que sigan jugando a los estadistas, mientras retozan en el charco de su vileza y pescan cualquier mendrugo que les arrojen, ya tendremos la ocasión de sacarlos a cajas destempladas.

© Alfredo Cedeño 


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