El
mundo militar siempre ha sido un enigma para los foráneos, el aura de casta con
la cual ellos mismos suelen arroparse es densa e impenetrable; sin embargo, han
formado parte del escenario histórico venezolano desde nuestros mismos orígenes
republicanos. Quién sabe si en su propia
génesis está el origen de sus conflictos de inserción en la denominada sociedad
civil: el llamado Ejercito Libertador fue creado por un grupo de civiles que
con escasa, cuando no nula, formación castrense emprendieron la gesta de enfrentar
al Imperio Español para obtener la independencia. Y lo lograron.
Debe
acotarse que en el ínterin alcanzaron los más altos grados aquellos que hicieron
gala de sus condiciones de caudillos, y quienes calzaban la formación y
experiencia fueron dejados de lado, verbi gratia: Francisco de Miranda. Esa
tradición permeó en la conducción de la nación imberbe, y se prolongó por décadas,
Gómez fue una sangrienta demostración de lo que ahora escribo. Delgado
Chalbaud y Pérez Jiménez, formaron parte del barniz civilizatorio que paulatinamente
había ido adquiriendo nuestro sector castrense, no obstante la trágica muerte
del estadista y el atornillamiento en la jefatura gubernamental del guerrero,
fue una nueva manifestación de la imposición de las armas.
Ese
oscuro periodo fue el partero de una etapa cojitranca democrática, donde sus
propios protagonistas –léase partidos políticos y las llamadas “fuerzas vivas” del país–
hicieron sus mejores esfuerzos por acabar con la democracia, en un sórdido
juego que llevó a que nuevamente un hombre de armas agarrará las riendas de
Venezuela. No es necesario abundar en el desastre que por más de tres lustros
llevamos padeciendo. Para bien y para mal la presencia militar en nuestro país
es una pata inmoble de la mesa que no podemos ignorar, a la cual tenemos que
mirar con atención, y no la podemos soslayar en estos tiempos que ahora
vivimos. Por el futuro común todos apostamos a una necesaria transición, a un
urgente reacomodo de las distintas partes de este rompecabezas que somos. Por
todo esto, hablé largamente con el general Antonio Rivero González y las notas
de esa conversación las compartiré este y el próximo domingo con ustedes.
Él,
quien propone que a partir de septiembre de este mismo año se instale una
Junta Cívica con representación militar, que garantice un ejercicio transitorio
a una etapa democrática, nació en Los Teques, el 5 de junio del 61, y
cuando tenía 4 años su familia mudó al sector El Estanque de Coche, Caracas, “humildemente
ahí, fui el segundo de diez hermanos y el mayor de los varones, por parte de mamá y papá. Yo me crié entre las
patas de los caballos porque mi padre era caballericero en el hipódromo la
Rinconada; mi madre era la hija de una familia que tuvo restaurantes en el antiguo
hipódromo de El Paraíso, mi padrino es un jinete profesional que todavía vive,
una leyenda, Carlos Pérez Orellana un chileno que condujo caballos muy famosos
como Tamao, y que ganó un montón de premios. Desde muy temprano, a los seis-siete
años, emprendía la calle solo, a comprar el diario de la casa: el pan caliente,
a la tintorería con la ropa de mi padre. Él era un tipo muy culto, un obrero
pero con mucha cultura, leía El Nacional de punta a punta, hacía hemerotecas
con columnas como la de Sanín, o La Ciencia Amena, de Arístides Bastidas, leía
mucho y me ponía a mí a leer; le debo a mi padre esa educación, de la cual me
siento muy orgulloso, al margen de lo coloquial, totalmente fuera de lo
soez, muy caballero a pesar de ser muy
humilde. Él era de San Felipe, estado Yaracuy, de La Independencia. Mi madre
era de ascendencia española, sus abuelos maternos llegaron a principios del
siglo pasado y se quedaron en La Guaira, a raíz de la peste bubónica. Mi
bisabuelo tuvo título nobiliario, era conde y fue desheredado por haberse
casado con mi bisabuela, le quitaron hasta el apellido”.
Narra
que su padre sufría de problemas gástricos por lo que debía observar una dieta
muy estricta, su mamá le preparaba en casa el almuerzo y él era el encargado de
llevárselo a diario hasta las caballerizas. “Me iba a pie, a veces agarraba
autobús, aquellos famosos autobuses Emtsa, los verdes que entraban al
hipódromo, que se pagaba medio o agarraba una cola, ya los choferes me
conocían. Yo tenía que correr, después que regresaba del almuerzo tenía que
irme al colegio. Estudié siempre en Coche y casualmente terminé de graduarme ahí
con la Academia Militar, aunque primero me voy a Margarita a estudiar
Oceanología y Acuicultura en La Salle, en Punta de Piedras, pero en el año 80,
iba para dos años ya, una huelga me llevó a Caracas. Yo siempre fui muy dado a la parte religiosa,
espontáneamente, y en ese regreso a la casa, mientras esperaba el reinicio de
clases en Margarita me sitúo con la renovación carismática católica, que
dirigía el padre Benito Torres Araujo, en Los Teques, que a su vez era capellán
civil en la escuela de comunicación electrónica de las Fuerzas Armadas. Ese
padre se convirtió en un guía espiritual muy asiduo a mi persona y estuve
acompañándolo en diferentes escenarios de sus prédicas religiosas, y
particularmente en el Fuerte Tiuna, iba
a los batallones, a la Escuela de Comunicaciones. En ese ínterin, en esa
efusión con que estaba viviendo la fe y la practica me prendió la idea del
ingreso al mundo religioso, al seminario. Cuando estaba por ir a Colombia a un
retiro, acompaño al padre a la Academia Militar, a una reunión de capellanes
militares, y él me dijo: Oye, ¿por qué tú no entras aquí chico?, para que no
pierdas el tiempo, ¿no te gusta la carrera militar? Presenté mi examen ahí en Fuerte Tiuna, nunca
soñé con ser del Ejército, nunca había pensado en eso, presenté y esperé mucho
tiempo, cuando creí que ya no iba a entrar y me iba al seminario, un hermano
mío, leyendo El Nacional, ve la lista de los admitidos y es quien me dice que
había quedado. Así fue como entré a la Academia Militar: guiado por la parte
espiritual. Hoy creo que fue la voluntad de Dios el ingreso”.
Rivero
es un hombre de hablar pausado, de suavidad que engaña, es categórico al decir que
no está muy de acuerdo con aquello de “piensa mal y acertarás, yo soy un hombre
siempre de entender razones y de buscarlas, no acierto sino encuentro razones. Yo
no soñé con ser militar del Ejército, pero tenía yo una capacidad de sujeción,
de adaptación, muy importante por la crianza; mi padre fue muy estricto, muy
severo, drástico, era un hombre extremadamente disciplinado: orden, hora,
normas, su vestimenta, era un obrero pero un tipo que se daba un caché, era un
obrero que se metía en las patas de los caballos pero era un hombre que se
sabía vestir, y me enseñó eso. Con esas normas no fue difícil adaptarme y yo
era muy presto a la actitud de reaccionar fuerte, a lo enérgico, por la forma
como viví mi vida de pequeño, tres veces al día yo subía y bajaba un cerro. Me
adapté a lo militar, entendí el mundo militar como una institución de servicio,
de defensa de la soberanía. Ingreso en el año 80, egreso en el 84 en la
promoción Juan Gómez Mireles, la que se fue de baja el año pasado, pero que
todavía está ahorita el actual ministro de la defensa. Conmigo egresaron Miguel Rodríguez Torres,
compañero que me llevó preso, que me hizo una llamada y me tendió una trampa;
Vladimir Padrino López, actual ministro de Defensa; López Ramírez, que fue
comandante general del Ejército; Izquierdo Torres, que también fue Comandante
general del Ejército; igual Carmen Meléndez, de la Armada; en la Guardia
Nacional Noguera Pietri, Oviedo, Avendaño. Mi promoción tuvo la particularidad de
tener la mayor cantidad de generales que ocuparon Alto Mando Militar por mucho
más tiempo”.
Contrario a lo
que muchos afirman, es categórico al decir que antes del 4 de febrero nunca
estuvo vinculado a ningún movimiento insurreccional. “Chávez fue instructor mío
en la Academia Militar, a mí me sorprendió el 4 de febrero. Yo estaba en
Maracay, estudiaba ingeniería electrónica, estaba en mi último año. Cuando me
levanto en la mañana, en la Base Aérea, que era donde vivía, me encuentro con
que hubo un alzamiento y la base está tomada, que hay un golpe de Estado.
¿Golpe de Estado? Me quedé como pajarito en grama. Cuando llego me encuentro a
los capitanes que estaban conmigo en el IUPFAN, armados en la base, y me dicen:
Vete pa´l Cuartel Páez, cuando oigo el cuartel Páez, pienso en Chávez, ¿se alzó
Chávez? Claro, con el antecedente que tenía Chávez de lo que había ocurrido en
el año 88, 89, con el movimiento de tanques en Caracas, pensé: ese fue él. Pasó
todo lo que pasó y estando ellos presos solidariamente me les acerqué, traté de
verlos, de visitarlos, sabiendo a lo que me arriesgaba pese a que no tenía nada
que ver con ellos, les llevé el sacerdote, les llevaba misa, estaba el monseñor
este que se suicidó siendo presidente del Banco del Pueblo Soberano, Barillas
Araujo, y el padre Torres por supuesto. Torres era capellán del DIM y hacía las
misas todos los viernes allá en Boleíta, y el viernes después del 4F el general
De la Cruz Pineda, le dice, eso me lo cuenta el padre a mí: Mire padre vaya y
háblele a ese hombre que está allá en un estado de postración que no quiere ni
comer, ni… –¡Chávez!–, dígale algo para que salga de ese estado. Este sacerdote
fue, le llevó una Biblia, y le dice: Levántese de ahí, usted se ha convertido
en un héroe en la calle, a pesar de su mala acción, levántese, tome, lea la
Biblia. En tono muy duro, fuerte, y comenzó ahí una relación espiritual de esa
persona con Chávez; y ese padre le habla de mí a él, y es a través suyo que el
comandante me empieza a hacer llegar una serie de cosas que yo transmitía a la
prensa, uno de ellos era Jesús Eduardo Brando, que estaba en El Nacional, me
reunía con él y le entregaba informaciones que me mandaba Chávez. Yo era el
correaje”.
Cuando los
rebeldes fueron trasladados al Cuartel San Carlos, Rivero reconoce que empieza a
trabajar para su libertad, “pero por una cuestión solidaria, no había nada
ideológico”, situación que se modifica cuando los alzados fueron trasladados a
la cárcel de Yare. Pero vayamos por parte, en aquel penal nuestro entrevistado comienza
un trabajo con la Renovación Carismática, el grupo del padre Torres, e iban
allá semanalmente y es cuando comienza a manifestarse la supuesta religiosidad
de Chávez. “A mí me decía Arias Cárdenas
que él no le creía nada. Pancho afirmaba eso, y me decía eso es pura paja de
este. Chávez tenía una concepción ya izquierdista comunista, él fue un
infiltrado en las Fuerzas Armadas, que fue catequizado en la hacienda de
Rafael Simón Jiménez en Barinas, y uno de los instructores que iba allá era el
mismo Miquilena, en los años 68, 69, 70, antes que Chávez entrara a la
Academia, eso fue un plan a raíz de la pacificación, un proyecto para llegar al
Congreso y a las Fuerzas Armadas. Decía Kleber Ramirez en 1970, dentro de 20
años tomaremos el poder y haremos lugar la revolución. Chávez asumió eso, fue
el más carismático, el más asiduo, y tuvo un profesor en bachillerato que fue
su instructor, el profesor Gómez. Lo cierto es que las visitas a Yare me
terminan vinculando a la nueva asonada
del 27 de noviembre. Me dicen que participe y digo: ¿Qué hay que hacer? Comienzo
a trabajar más que todo ejerciendo la solidaridad. Chávez me manda a decir que
él no confía en nadie, que en la única persona que confía afuera es mi persona
y que planee, eso fue ya a finales de octubre, su salida de la cárcel. Yo había
estado trabajando en lo mío, en comunicaciones y había planificado era la toma
de TELEVEN, y Chávez me manda a decir que se lo deje a otra persona. Y empiezo
a montarme en la salida de él. Ahí me monté con un compañero mío también, Ameliach
Orta…”
El 27
de noviembre de 1992 el intento de asonada militar que comandaba el almirante
Gruber Odreman fracasó, sin embargo Rivero insistió hasta última hora en su
intento por sacar de la cárcel a Chávez, luego de lo cual pasa a la
clandestinidad. “Yo me voy del país después
de una semana, me voy por La Gran Sabana, me fui caminando a Brasil, tardé un
mes y 21 días en llegar a Lima. Voy haciendo saltos, saltos y saltos, pasaba
las alcabalas caminando, después agarraba una cola, y así me voy hasta que atravieso
la frontera, sello el pasaporte en Santa Elena de Uairén y salgo; me voy por el
camino más duro pero con seguridad de que no me agarren, paso legalmente y
comienzo mi caminata. Anduve caminando, a caballo, navegando, en autobús, en
moto, pasé cinco días perdido en la selva del Beni en Bolivia, subí hasta La
Paz, Titicaca, Puno, Arequipa, hasta que llegué. Yo fui allá con la idea de
articular e integrar a todos los descontentos, pero después de esa travesía
nadie creía en mi historia. Yo llegué a finales de enero, pero en enero del 93 Piñerúa
Ordaz, Ministro del Interior declara que tenía un plan para traerse los que
estaban en Perú; y por otro lado Eleazar Díaz Rangel señala en su columna de El
Globo que yo había sido uno de los delatores del golpe y que el gobierno me
había logrado sacar del país y me tiene en Europa; y yo aparezco en Lima. A tal punto que Visconti jamás se reunió conmigo,
y habló con el gobierno peruano: No queremos liga con el capitán Rivero. Ante
todo aquello voy a Quito, de Quito a Colombia, paso la frontera y cuando me
encuentro aquí me dicen: Aquí te van a matar, si no te mata el gobierno, te
matan los bolivarianos porque te tienen como traidor, que tú delataste, eso es
lo que se comenta. Yo estaba como dicen entre dos aguas, me regresé a Perú y es
donde pido el asilo; me lo dan el asilo y me dicen: No te metas con aquella
gente, quédate tranquilo, no eches vaina, y no hables nada. Así pasé año y
medio. Sin embargo entré clandestinamente a Venezuela, antes de las elecciones
de Caldera, para reunirme con compañeros militares, con el aval de Chávez, pero
cuando llegó a Caracas quien me recibe por vía suya es Amílcar Figueroa, eso
para mí fue un choque porque era un vínculo directo con la izquierda y eso siempre
lo rechacé. Hago mis reuniones, entro en contacto con Ameliach, denuncio el
golpe de estado de Radamés Muñoz, armo todo un papel que le entrego a Jesús
Eduardo Brando, a José Vicente Rangel, y a través de Maza Zavala le hago llegar
a Caldera la lista de los generales que estaban involucrados en contra de él y
por eso es que cuando llega Caldera hace una razzia y elimina todo el Alto
Mando Militar. Y me regresé a Perú”.
Finalmente
regresa al país y es detenido, lo trasladan al Cuartel San Carlos donde el
entonces director de la policía política –DISIP–, el general Rivas Ostos, acude
y habla con él, le informa que “voy a regresar a las Fuerzas Armadas, que
Caldera estaba interesado que yo regresara. No pasé ni un mes preso. Salgo, me
reintegran como capitán y me mandan para la frontera con Colombia, a luchar
contra la guerrilla, primero en Zulia y después en Apure, pasé dos años y
medio, casi tres años. Ahí se da una ruptura con Chávez por sus cada vez más
manifiestos lazos con la guerrilla colombiana. En el 96 nos veníamos reuniendo
y Chávez me plantea: Vamos a hacer algo –había esa confianza–, hay tres
alternativas para tomar el poder: la primera por un golpe de estado, aplicamos
matriz DOFA Debilidades, Oportunidades, Fortalezas, Amenazas y por supuesto no
era lo mismo que el 4 de febrero, muy difícil, más largo tiempo, nadie está
dentro y los que están dentro están perseguidos. La segunda era la toma de un
estado, seccionar un estado, y a través de secesionar ese estado, y tomarlo
militarmente, ir a la toma del poder a Caracas, ese estado era Bolívar. La
tercera era la electoral. Le dije: Mi comandante voto por lo electoral, vamos a
intentarlo. Yo no estoy de acuerdo con esto otro y menos con la guerrilla, yo
soy anticomunista. Tú siempre tan drástico Rivero, esa gente hay que sumarlos.
Y ahí le lancé una: Si nosotros llegáramos aquí a ocupar un poder, tomemos
ejemplo como el de Chile, de Pinochet. Se encabritó: ¡Tú no sabes nada de esta
broma!, eso es estar bajo el dominio de Estados Unidos. Entonces mi comandante
hasta aquí lo acompaño, voy a dedicarme a terminar mi carrera de ingeniería,
después que termine hablaremos. Cuando él gana, ya me había graduado de
ingeniero y me iba a España por seis meses a una especialización en sistema
telemático, quería saludarlo, y fui. Él
viene subiendo hacia La Viñeta, me ve, me abraza: ¿Cómo está Rivero? Yo
utilizaba una palabra clave con él, siempre, y me la dice; le deseo lo mejor. Él
venía con un ayudante, un Mayor, quien me conocía, y le dice: Vamos a llevarnos
a Rivero para la Casa Militar, allá necesitamos gente de confianza. Chávez le
dice: Está bien, anota ahí, anota ahí. Yo
me fui a España, regresé, me tomo unos días de vacaciones, y me encuentro a
aquel asistente de él, el que me había anotado, y me dice: Mi mayor, ¿qué le
hizo usted al comandante? ¿A qué comandante? ¡Al presidente! ¿Por qué? ¡Porque
no lo quiere a su lado! ¿Qué es eso?, no entiendo qué estás hablando. Él dice
que usted es muy impulsivo, muy drástico, que le quita la gente, que le bota la
gente. ¿Qué qué?, ¿yo soy impulsivo?, bueno por impulsivos fue que eso nos metimos
en este peo, le dije así, disculpa la expresión, pero yo soy un soldado, sino
me quiere yo sigo trabajando”.
© Alfredo Cedeño
P.S.: La semana próxima publicaré
la segunda parte de esta entrevista al general Antonio Rivero.
3 comentarios:
Buenos días. Muy interesante esta entrevista porque es con alguien que estuvo pero no perteneció, que conservó siempre su independencia y ve las cosas sin fanatismos y con objetividad. El Padre Torres fue mi compañero y muy amigo durante muchos años; luego que salió de salesiano para seguir otro apostolado perdimos contacto y sólo nos vimos de vez en cuando. Me parece que fue un santo con todas las de la ley. A mi nunca me entusiasmó el movimiento carismático aunque a mucha gente le ayudó mucho. Un abrazo.
Alejandro Moreno
Extraordinaria entrevista, Querido Alfredo. Siempre me llamó la atencion la personalidad del General Rivero. Me hice muchas preguntas con respecto a él. Gracias por la oportunidad de obtener respuestas. Espero la segunda parte. Interesantisimo papel el de Rivero.
Ylleny Rodríguez
Amigo Alfredo, gracias por ese magnifico reportaje sobre el General Antonio Rivero, a quien admiro y respeto. A mi personalmente me parecía una persona de grandes dotes espirituales, las cuales se confirman por su forma de crianza y por los vínculos religiosos.
El no se imagina cuanto recé y pedí a Dios de la Misericordia por su salud y que abandonara la huelga de hambre que había realizado por la trampa que le hizo, "su amigo" Miguel Rodríguez Torres. Dios permita que en la transición que se avecina para Venezuela, y de la cual vamos a salir airosos, el General Rivero forme parte de ese grupo cívico-militar.
Por favor dile al General, que no conozco, que lo admiro y me da confianza.
Dios te bendiga y para él sea protegido con el Arcángel San Miguel. Un abrazo fraternal
Heriberta de Castillo
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