Es una babel donde los golpes son un espectáculo que se mira al caer la tarde en el corazón de Manhattan, o una moto que se exhibe en gesto narciso y quien sabe si ambidiestro, una dama presurosa que encierra en el bolsillo de su abrigo las ilusiones de las ganancias súbitas, los gestos cadenciosos de quien dirige el tráfico... A la postre, todos terminan siendo un chiquillo que juega al malencarado pero que se empeña en desgarrar pompas de jabón al amparo de una calabaza que se rie compasiva.

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