Oír a Juan Antonio Blanco es como escuchar un audiolibro de una obra de
Graham Greene, o encontrarse en carne y hueso a un personaje de Leonardo
Padura. Su vida es un torbellino escondido bajo una apariencia apacible del que
solo te enteras cuando él comienza a hablar. Luego de haber estado varios años
en el Ejército regresó a la vida civil, pero al querer retomar sus estudios
para concluir el bachillerato se encontró que había sido modificado el sistema
educativo, así que optó por realizar un examen de ingreso a Ciencias Políticas
en la universidad “y lo aprobé, pero entonces las Fuerzas Armadas, que no
estaban muy contentos con quienes nos habíamos ido, porque querían que nos
quedáramos como oficiales de las Fuerzas Armadas 25 años, y nosotros –yo y una
buena cantidad de gente– dijimos que de eso nada, se interpuso y dijo que no,
que yo no podía estudiar eso porque esa era una carrera para ellos, para las
FAR, que me dieran otra cosa, y entonces me dieron a escoger varias cosas y me
fui al Pedagógico Enrique José Varona, en la Universidad de La Habana, donde
estaba un grupo de los mejores profesores que todavía quedaban de antes, que no
se habían ido. Realmente era un lugar donde podías tener una buena educación y escogí
Historia. Todo iba muy bien, empecé a trabajar como profesor de Historia hasta
que vino otro de esos llamados “voluntarios” del partido para reclutarte, me
faltaba un año más para graduarme y dicen: Necesitamos a los mejores alumnos de
Ciencias Sociales para darles cursos intensivos durante un año y que se gradúen
en lugar de Historia, o lo que estuvieran estudiando, como profesores de
Filosofía de la Universidad, ustedes darán Historia de la Filosofía, o
Marxismo, o lo que sea. Dije que sí, y me fui al Departamento de Filosofía de
la Universidad de La Habana que en aquella época tenía mucho prestigio y tenía
la revista Pensamiento Crítico, y
entré en ese equipo élite de intelectuales”.
Eran años en que ese Departamento de Filosofía lo dirigía Fernando
Martínez Heredia y luego Marta Pérez Rolo. Juan Antonio luego de su ingreso y
“graduación” empieza a dar clases en la Universidad en Ciencias Jurídicas,
“donde había por cierto mucha gente que era de la alta oficialidad del
Ministerio del Interior, y también di clases en la Facultad de Economía donde
uno de mis colegas fue después ministro de Economía, José Luis Rodríguez, él
daba Economía Política y yo Historia del Pensamiento Marxista. Y todo iba bien,
aparentemente, de nuevo, hasta que Raúl Castro nos acusó a todos los profesores
del Departamento de Filosofía de ser agentes de la CIA, para decirlo en sus
palabras, agentes conscientes o inconscientes del enemigo. En estos procesos uno
tiene que estar siempre mirando no lo que sucede en tu circuito inmediato, sino
tratando como si fuera una fotografía de satélite Google Earth, tomar distancia
y ver lo que está sucediendo, incluso más allá de la isla. Fue cuando, a pesar
de nuestra sapiencia filosófica, no nos habíamos percatado de que con la muerte
del Ché en el 67 y el declinar de la guerrilla latinoamericana en esa época ya
en el 68 Fidel apoya la intervención en Checoslovaquia. La zafra de los 10
millones y la ofensiva revolucionaria que acabó con toda la pequeña y media empresa
privada del país terminaron de destruir la economía cubana. En esas
circunstancias y con el embargo vigente la única salida a la economía era
rehacer las relaciones con Moscú, lo cual vendría con un precio. En el 70
recibimos la visita en Cuba de un Mariscal de la Unión Soviética y ahí comenzó
de nuevo el deshielo y la reaproximación entre ambas partes. Y en el año 71,
sin encomendarse a Dios ni al Diablo, un día nos desayunamos con que Raúl
Castro en un discurso público junto a quien era el comisario político de las
Fuerzas Armadas, Tony Pérez, acusan a Pensamiento
Crítico y al Departamento de Filosofía de ser agentes conscientes o
inconscientes del enemigo, porque supuestamente éramos diseminadores del
trotskismo y de diversionismo ideológico, un término militar aplicado a la
cultura y la ideología. Nosotros ni siquiera habíamos estado al tanto de la
segunda luna de miel con los soviéticos, y habían entrado en Cuba una gran
cantidad de asesores en el susodicho diversionismo ideológico de la KGB. Lo
primero que hicieron fue ver cuáles libros estaban en las bibliotecas y hacer
listas negras de libros, y luego fueron a las editoriales a ver qué libros
habían publicado o se estaban publicando y por supuesto Pensamiento Crítico era algo así como las ediciones Satanás del
Infierno. Purgaron las bibliotecas públicas de libros que pasaron a bóvedas y que
ya no podían ser consultados sino bajo autorización del Comité Central. Igual
que cogieron la revista Pensamiento
Crítico, todo las que había en depósito y las quemaron, o las convirtieron
en pulpa. El fascismo en su mejor esplendor. En fin, comenzó de nuevo toda la
historia de romance con los soviéticos”.
Ante la embestida contra el claustro de Filosofía y la oferta de poder
dar clases, pero con los nuevos programas “de marxismo soviético a pulso”, dijo
que no se iba a prestar. “¿Con qué moral iba yo a enfrentar a mis alumnos a los
que hasta el día anterior les dije que todo eso era una falacia y ahora les iba
a decir que eso era consagrado? Todo el mundo iba a decir, y con razón, que era
un oportunista, el problema no era ese: ¡es que yo no podía permitirme ese
lujo, era mi integridad lo que me jugaba!”. Renunció y se quedó en la
calle. “Y así estuve como un año, hasta un día que en una circunstancia social
me tropecé con el que era el Ministro de Relaciones Exteriores en aquella
época, Raúl Roa, que me conocía de niño, y me preguntó: ¿Y tú qué estás
haciendo? Yo estoy en la calle, estoy sin empleo. ¿Y eso?, ¿qué fue lo que
pasó? Yo estaba en el grupo de Pensamiento
Crítico… Me dijo: Ve, yo voy a hacer una nota de esto, te van a llamar del
Departamento de Personal del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero vas a
tener que empezar desde abajo. Yo lo que necesito es empleo, lo que no puedo
aceptar es un empleo de profesor mintiéndole a mis alumnos, si me mandan a ser
portero del Ministerio de Relaciones Exteriores no tengo problema con eso. Fue
muy simpática la entrevista en el Departamento de Personal, te estoy diciendo
esto para que te hagas conciencia de lo que le puede pasar a Venezuela. Una de
las preguntas fue: ¿Usted es licenciado en qué? Yo me quedó pensando y le digo
al tipo: yo soy licenciado de las Fuerzas Armadas. El tipo me dice: No. No me
refiero a eso, ¿licenciado en Educación, o en qué carrera? Yo tengo un título
de graduado de primaria, de una escuela privada bilingüe que había aquí,
después de eso no tengo título de nada, porque empecé a estudiar bachillerato,
pero me pidieron que me fuera a alfabetizar, regresé y estaba estudiando de
nuevo bachillerato para terminarlo pero me pidieron que me fuera a las Fuerzas
Armadas, entré por oposición en la Universidad y cuando estaba terminando mi
carrera me pidieron que me hiciera profesor de Filosofía, y después que me hice
profesor de Filosofía nos declararon que éramos agentes del enemigo y nos
quemaron los títulos y dijeron que ninguno de nosotros éramos graduados. ¡Nos
desaparecieron! El tipo dijo: Okey yo voy a poner que usted es graduado de
primaria y que ha estudiado tales cosas y que sé yo. Y así entré a trabajar en
el área que pomposamente se llamaba Información, pero que en realidad era una
sala de teletipos con un ruido infernal, un salón donde había teletipo con
todas las embajadas de Cuba en todas partes, todos sonando al mismo tiempo, mi
función era recibirlos y también los de las agencias cablegráficas, AFP, AP,
UPI, ver el tema y ponerlos en cajuelas: América Latina, Estados Unidos…
¡Después de todo lo que había estudiado! Luego pasé un tiempo como agregado de
prensa extranjera por un mundial de pelota que hubo allá, y después de eso,
parece que ya había pasado el hold in,
y entonces me llevaron a trabajar a una de las direcciones más importantes del
Ministerio, la de Organismos Internacionales. Cuando llegué me acuerdo que evidentemente
alguien dijo que me dieran una plaza ahí pero no sabían pá qué, entonces la
jefa del departamento le dijo a todos los especialistas: Miren a ver qué cosa
tiene menos importancia de lo que ustedes están atendiendo y dénselo al
muchacho este que acaba de llegar. Me dieron tres o cuatro cosas… Entre esas
había un file que decía Países no Alineados, y aquello me llamó la atención y
me puse a estudiarlo, y digo: Coño esto sí es interesante, un movimiento del
Tercer Mundo, no alineados a la Unión Soviética ni a Occidente, con toda una
serie de influencias y donde si Cuba quisiera… ¿Cuál era mi interpretación de
lo que nos estaba sucediendo? Nosotros nos habíamos convertido en peones de la
Unión Soviética como resultado de la real
politik de la geopolítica. O sea, si los americanos eran una amenaza y la
única protección que podíamos tener real era la Unión Soviética pues había que
hacer concesiones a la Unión Soviética y esa era en realidad la causa de todas
mis desgracias personales, de mis colegas y de lo que estábamos viviendo en el
país, pero lo veía como algo que tenía que aceptar. Pero aquella rusificación
institucional y cultural era intolerable. Por eso de pronto veo aquello y digo:
si Cuba se fortalece en el Movimiento de Países No Alineados, tendría una carta
que jugar para equilibrar su negociación con los soviéticos, esto puede tomar
una gran importancia y tendrán que ver a Cuba no como otro satélite de mierda
sino como al líder de un movimiento tercermundista que ellos no querrán
enajenar. Entonces me puse a pensar en términos de eso”.
Fue así como Blanco hizo un informe con toda la argumentación de sus
razonamientos y se lo presentó al Ministro Roa, y un día que estaba sentado en
la puerta del Ministerio, él llegó y me dice: Vengo del Comité Central de discutir
–con un tipo miembro del Buró Político que era un stalinista de pura cepa– la
propuesta tuya de que esto es un asunto estratégico y que debemos tratar de
trabajar para ser un miembro activo y terminar siendo presidente del
movimiento, y me dijo que eso era una locura, que nosotros lo que teníamos que
aspirar es a entrar al Pacto de Varsovia y al COMECON, pero no te preocupes
porque yo se lo voy a llevar directamente a Fidel Castro. Y cuando se lo
llevaron a él, dijo: Métanle mano a eso. Y terminamos siendo el presidente del
Movimiento de Países No Alineados. Y aquello me alentó a mí de que a lo mejor
aquí hay una pizca efectivamente de voluntad por poner límites a la influencia
de Moscú y reorientar esto hacia un proyecto soberano y nacionalista. Estamos
hablando del año 74. El tercer hombre en Cuba, Carlos Rafael Rodríguez,
era un líder del viejo partido comunista muy cercano de los soviéticos pero aceptó
a regañadientes que Fidel le dijera tienes que hacer esta historia, entonces a
partir de ahí, muy hábilmente comenzó a reorientarnos en otra dirección: Sí,
vamos a ser presidente del movimiento pero para acercar sus posiciones a las de
Moscú. Para Fidel era una forma de fortalecerse él, porque Fidel nunca se ha
visto a sí mismo como peón de nadie, Fidel Castro siempre se vio a sí mismo
como alguien que jugaba y manipulaba a todo el mundo, y a veces lo podía hacer
mejor y otras veces estaba más arrinconado. Tuve una cantidad de fricciones
gigantescas entre el año 74 que Fidel dice: Vamos a trabajar por esto; hasta el
79 que se da la Cumbre de los No Alineados, con este tercer hombre en Cuba y
con el nuevo ministro de Relaciones Exteriores que también era un viejo
comunista formado en las escuelas de la KGB, Isidoro Malmierca, cuyo hijo es
ahora Ministro de Cooperación Económica. Cuando termina la Cumbre una forma de
salir de mí fue mandarme para Nueva York, donde yo había estado casi más tiempo en los últimos
tres o cuatro años que en La Habana, porque casi todas las cosas de los No
Alienados se negociaban en Nueva York. Y me fui de ministro consejero para
asuntos políticos, ahí estuve tres años. En ese tiempo hubo por lo menos un
amigo mío que lo mataron en Queens Pusieron varias bombas como las que
estallaron en la puerta de la Misión de Cuba ante la ONU, en plena acera, y en
el Lincoln Center cuando hubo un espectáculo cultural que vino de Cuba. También
le pusieron una bomba al embajador, y eso fue otro episodio tragicómico. Al
carro del embajador, Raulito Roa, hijo del viejo Roa, lo estaban monitoreando,
y en un momento determinado el chofer que estaba solo en el carro va hasta la
residencia de Raulito, que quedaba a una cuadra de Park Avenue. Él tenía
órdenes de nunca dejar solo el automóvil, pero el chofer, muy cubano al fin,
comete la imprudencia de bajarse a tomarse un cafecito dejando el carro solo
parqueado, y ahí pasan y le pegan con un imán una caja, casi tan grande como
una caja de zapatos, llena de C4, un explosivo plástico de muy alto poder. Ese
carro cuando llegaba a la embajada en Lexington y 39, todavía está ahí la
Misión de Cuba en Nueva York, entraba a un garaje que era solo para el
embajador, que tenía directamente arriba la escuela de los niños de los
diplomáticos y abajo las calderas, o sea que si ese carro lo llegan a explotar
ahí por control remoto los hubiera matado todos, pero además hubiera hecho la explosión
de las calderas y quizás el edificio
entero se hubiera venido abajo. Le pegan la cosa esa al carro, pero ¿qué pasa?,
habían puesto tanto C4 que el imán se
despega y la caja se cae. Cuando sale el chofer mira así debajo, ve la cajita,
la recoge, cruza la calle y la deja en la acera del frente; da vuelta y reporta
que ha encontrado un objeto debajo del carro que no estaba cuando él lo
parqueó, y que lo ha puesto en la acera de enfrente. La embajada reporta al
Bomb Squad del FBI que despacha unos tipos para ver qué es lo que había pasado,
mientras tanto el portero del edificio de enfrente que ve que le han echado
basura en su acera, coge la cajita y la echa en un latón de basura, y en eso
pasa el camión de la basura y se lleva la cajita con el C4 adentro. Cuando llegan los tipos del Bomb Squad ¡no
encuentran nada! Y les explica el tipo del otro edificio: Yo vi una cajita la
cogí y la eché ahí, entonces vino ahora el camión y se la llevó. ¡Le han caído
atrás a ese camión!, han llamado para que bloqueen las calles, que si ven al
camión número tal que pasó por tal lado, que lo bloqueen, que no sé qué, que lo
pararan… ¡Por fin encontraron el camión! Abrieron aquello, oficiales del FBI y
del servicio de seguridad cubano que protegía la embajada se metieron en
medio de la basura, sacaron la caja, y
efectivamente vieron que allí estaban los cables y los desconectaron. Así
vivíamos nosotros en esa época en Nueva York”.
Él asegura que la misma tensión del tiempo de la guerra civil que vivió
de niño en una zona alzada cuando estaba alfabetizando la volvió a vivir en las
calles de la Gran Manzana. “Curiosamente me tropecé después, en México, con una
persona, que no voy a mencionar el nombre porque ahora es alguien bastante conocido
y me dijo: Yo estaba vinculado a uno de esos grupos. Le dije: Coño qué
bueno que nos conocemos en otras circunstancias porque hubiera sido absurdo,
ahora que estamos tomándonos aquí un café, que tú me hubieras matado o que yo
te hubiera matado. Los americanos se tomaron muy en serio aquella situación, la
verdad, todo eso está en los reportes ante la Comisión de Quejas con el país
anfitrión de la ONU; en aquella época los informes nuestros estaban llenos de
detalles con los datos aportados por el FBI corroborando que efectivamente
había habido aquella acción y muchas otras. Lo cierto es que a nadie se le
ocurrió invitarme a tomar un café para decirme: Como es posible que un tipo
como tú apoyes a esa gente, mira a este hombre que lo torturaron en prisión en
Cuba. Hubiera sido mucho más civilizado y quizás hubiera tenido mucho más
eficacia una iniciativa así que estas otras cosas”.
Cuando termina su misión en Nueva York, regresa a Cuba y encuentra que
lo querían mandar a Ginebra. “Cuando en todos los preparativos de la Cumbre
había continuamente un forcejeo entre mi visión y la visión de los funcionarios
de tendencia prosoviética, sobre todo del ministro de relaciones exteriores y
este hombre que desde el Buró Político también manejaba las relaciones
exteriores. Y eso no me lo iban a perdonar. Por supuesto, tenían que
esperar que yo cometiera un error y yo no cometía muchos, así que optaron por
mandarme al exilio dorado. Ya para mí la revolución no era un acto mágico de
unos barbudos como Reyes Magos que bajaron de La Sierra, veía las grietas y la
historia de una revolución llena de conflictos internos, de tendencias que se
aniquilaron mutuamente desde la época de La Sierra Maestra, de ambiciones… Y yo
lo que trataba era decirme, con mi islita de Cuba debajo el brazo, ¿cómo yo
protejo y sirvo mi país lo mejor posible?, ¿con quién me puedo aliar para eso?
El estado monopolizaba todos los empleos. Yo sabía que había cosas en las que
no me iba a involucrar: ni en el sistema de educación ni en el Departamento
Ideológico y de Propaganda del partido. Yo no creía en nada de lo que estaban
diciendo. Estaba dispuesto a trabajar en Relaciones Exteriores pero no para
vender Cuba a la Unión Soviética, sino para crear un espacio que pudiera ser
usado por Cuba para tener más poder de negociación frente a la URSS, no solo
frente a los americanos. No me iba a meter en economía, primero porque no era
economista y segundo porque tampoco creía en la economía rusificada que estaban
implantando en el país. Me dije yo nací aquí, este es mi espacio, esto es lo
que me ha tocado porque la vida me dio esto y del otro lado lo que hay es gente
que me quiere matar, así que no hay muchas alternativas. Por eso cuando me
dicen que iba como embajador alterno para Ginebra les dije no, que lo
sentía, que me daba cuenta que ellos no sabían cómo salir de mí, que yo era una
persona incómoda pero que yo no estaba dispuesto a aceptar ese exilio dorado
para seguir fuera, que yo me quedaba en Cuba. Y me fui del Ministerio de
Relaciones Exteriores. Pero en todo el tiempo que estuve trabajando en los
preparativos de la VI Cumbre de No Alineados conocí a muchos altos dirigentes. Así
conocí y pude conversar con los hermanos De la Guardia, Tony y Patricio, los que
luego en 1989 fueron acusados en la Causa Uno con lo del escándalo de
narcotráfico, pero en ese momento estaban en Tropas Especiales. Ellos me conocían
y cuando renuncio al ministerio me dijeron: Oye Juan Antonio, ¿tú quieres venir
con nosotros de analista político? Les dije que con mucho gusto, siempre y
cuando no se les ocurriera que tenía que pasar el entrenamiento básico de
tirarme a cinco millas de la costa y nadar hasta la orilla o tirarme en
paracaídas, mientras no tuviera que pasar por eso con mucho gusto, y me
proponen. Pero pasan los meses y no me aprueban, y no me aprueban, y no me
aprueban. Ya yo estaba preguntándome… ¿qué trapo sucio tengo yo en mi vida del
que ni yo estoy consciente? Entonces Tony me confesó que Carlos Rafael
Rodríguez le había dicho al entonces ministro del interior José Abrantes: No,
no, no, este muchacho ha tenido problemas con nosotros, no ha querido aceptar
el cargo que le ofrecimos ahí en Ginebra, ahora se va con ustedes y de aquí a
un año como el tipo tiene talento llega a ser el Jefe de la Sección de
Análisis, no, no, no, no pueden dejarlo entrar al Ministerio del Interior. Con
lo cual la mano de Dios obró a través de Carlos Rafael Rodríguez y me protegió,
porque si yo voy a parar con ese equipo a lo mejor me hubieran enredado en todo
el rollo aquel del narcotráfico y toda esa historia que les fabricaron a esos hermanos
gemelos cuando ellos en realidad estaban implementando órdenes superiores de
quienes luego los enjuiciaron.
“Y entonces ¿qué pasa? Yo digo, entiendo mi situación, pero en este país
si alguien es evaluado para entrar al Ministerio del Interior y de pronto no le
permiten entrar la nebulosa es del tamaño de la de Andrómeda, mucho más cuando me
habían acusado antes de ser agente de la CIA, diversionista ideológico y toda
esa historia cuando estaba en la Universidad. ¡Coño! Esto hay que buscar
alguna manera de que quede claro, entonces ellos fueron a hablar con Manuel Piñeiro,
el famoso Barbarroja”. Es bueno decirle a mis lectores que ese mismo
señor fue también el esposo de la escritora chilena Marta Harnecker. “Los De La
Guardia van a hablar con él: Piñeiro mira lo que nos ha pasado, tenemos este
muchacho, tú lo conoces también, Carlos Rafael dice que no lo podemos traer pá
cá, ¿tú lo pudieras traer contigo? Piñeiro, que no por gusto había sido el jefe
de la inteligencia por muchos años y en ese momento ya estaba al frente del
Departamento de América del Comité Central, dice, bueno voy a empezar a
coordinar con él, pero no lo voy a ingresar, voy a hablar con el Ministerio de
Colaboración para que ellos lo pongan en una plaza que se va a abrir ahora en
La Paz. Era cuando se iban a reabrir las relaciones con Bolivia, estaba
Hernán Siles Suazo. Y dice: No lo voy a traer directo pa´l Comité
Central, lo voy a poner ahí y entonces vamos a ver como el muchacho evoluciona.
Lo que creo que estaban buscando era que se aplacaran los ánimos en contra mía
y entonces me mandan a Bolivia. Lo primero es ir en un avión con una cantidad
de medicinas y de tiendas de campañas, porque había ocurrido un desastre
natural en la zona de Santa Cruz, un desbordamiento del río Piraí. Había una situación de emergencia y Cuba hizo
un donativo. Fui con el que era el vicepresidente de la Asamblea Nacional y
otro tipo más a llevar aquello. La prensa en Bolivia enseguida empezó a
especular que el avión traía armas y qué sé yo… Lo cierto, cierto, era que lo
que se envió fue puramente medicina, hubiera sido un desastre que mandaran otra
cosa ahí. Aterrizamos, hago la entrega junto con esta gente de todo el
cargamento y voy a La Paz, porque me habían pedido que fuera viendo edificios
para abrir la embajada. Cuando estoy en el automóvil en La Paz de pronto veo
otro automóvil que se arrima, y me saluda, y cuando miro pá dentro ¡era el jefe
de la estación CIA de Nueva York!, que estaba en Bolivia. Lo habían trasladado,
fue a él a quien un día yo le dije mira resuelvan esta mierda de los atentados
porque si me intentan matar te aseguro que yo no pienso irme solo de este mundo.
Era un judío muy afable e inteligente, me saluda y me dice: ¿Tú qué haces
aquí? Yo fui el que trajo el avión cargado de armas. Se meó de la risa,
¡Nojoda!, ¿tú viniste con el avión y las medicinas? Sí, sí, pero ustedes dicen
que son armas, así que ya tú sabes... Total que me fui para Bolivia un año como
consejero comercial, aunque la supramisión de la embajada era en realidad ayudar
a Siles Suazo a que no tuviera un golpe de estado y encontrar el cadáver del
Ché Guevara, eran las dos misiones políticas no declaradas de aquella embajada y
en lo referido al Ché nos acercamos bastante, ya en aquella época, adonde
estaban los restos de él y de todos los otros del grupo”.
Cuando llevaba casi un año en el altiplano a su padre le da un infarto, “me
monto en el primer avión que pude para ir a La Habana, lamentablemente llegué
muy tarde, tuvo un segundo infarto cuando estaba volando hacia allá. Tuve que
enterrar a mi padre, mi madre estaba virtualmente ciega y quedaba sola, entonces
le dije a Piñeiro: Mire lo lamento mucho pero tengo que presentar la renuncia,
o usted me trae pá cá, yo no puedo dejar a mi madre sola, él me dijo: Okey,
regresa. Mis enemigos políticos hicieron otra vez todo lo posible para impedir
que pudiera entrar en el Departamento de América del Comité Central pero al
final me metieron y desde que entré, fui el principal analista de política
exterior de los Estados Unidos, pero sobre todo en lo referido a la relación
con Cuba, lo bilateral, cómo anticiparme a posibles acciones estadounidenses.
Mi función era imaginar cómo pensarían los americanos en cualquier
circunstancia para lo cual había tenido perfecto entrenamiento desde niño, me
había educado en la escuela americana y había vivido en Nueva York mucho tiempo,
así que estaba perfectamente preparado para eso; en esa época estaba la guerra
en Centroamérica. ¿Qué pasa? En ese tipo de instituciones todo está demasiado
compartimentado, como es lógico, y yo era analista. Lo mío era el Congreso de
los Estados Unidos, la Casa Blanca, los empresarios, los grupos de interés. Me
acuerdo que Piñeiro creó un llamado Grupo de Crisis, que fue muy útil. ¿Qué
sucede en una institución burocrática? Al tipo que está arriba le llega nada
más que la opinión de los jefes intermedios, y muchas veces yo estaba en total desacuerdo
con lo que mi jefe en la Sección de Estados Unidos opinaba, él tenía una
opinión y yo otra, cosa que nos llevó a grandes conflictos. ¿Qué hizo Piñeiro?,
creó ese ente donde él invitaba a los jefes, pero invitaba también a los
analistas, y donde la regla del juego es: Aquí puede decir cualquiera lo que le
venga en gana sin represalias de los jefes inmediatos, ni mía, ni de nadie,
pero yo necesito que si ustedes tienen una opinión o algo, me lo digan. Aquello
era muy divertido, por ejemplo, el tipo que llevaba El Salvador te decía: Juan
Antonio tú que entiendes a los americanos, ¿tú crees que los americanos vayan a
intervenir militarmente en El Salvador? Le respondía: Eso depende de lo que haga
la gente de las guerrillas, que es la gente con las que ustedes se reúnen, pero
si tú no me dices a mí qué es lo que ellos tienen en mente yo no estoy en condiciones
de darte una respuesta a eso; yo te puedo dar respuestas generales, si los
nicas se meten militarmente en El Salvador, si se detectan armamentos entrando
a El Salvador, pónganle el cuño que puede haber una represalia. Ese era el tipo
de discusiones que había. Pero había otra, desde que entré ahí como analista
empecé a hacerle a mi jefe inmediato propuestas para mejorar las relaciones con
Estados Unidos porque creía que nosotros queríamos honrosamente, dignamente,
resolver el conflicto con Estados Unidos, llegar a un entendimiento. Yo hacía
propuestas como, por ejemplo, ¿por qué no invitamos a Human Rights Watch que
venga, les enseñamos las cárceles? Yo amarrado a mi bochornosa ingenuidad de
que las cosas que se leían sobre los abusos en prisiones cubanas tenían más que
ver con la propaganda del enemigo que con la realidad, y el tipo ni me
contestaba. Nadie me acusaba recibo de las cosas que yo proponía. Un día estoy
reunido con mi jefe, que por cierto era judoka cuarto dan, y el tono de la
discusión empieza a subir hasta que meto un piñazo en la mesa y digo: ¡Estoy
hasta los cojones de estar mandando aquí propuestas y que tú te limpies el culo
con ellas! Él se queda perplejo porque no está acostumbrado a que le hablen así
y dice: ¿Ese piñazo que tú le diste a la mesa es el que tú me quieres a dar a
mí, verdad? Le digo: Posiblemente. Me dice: ¿Por qué no nos vamos pá llá pal
parqueo y nos entramos a piñazos? Yo le digo: ¡Nos vamos ahora mismo pál
parqueo!” Necesito comentarles que a esta altura del relato Juan Antonio ya no
es el académico flemático que ha sabido mantener un aire doctoral, ahora es un
personaje de Padura el que lleva el hilo: “Cuando dije esto digo pá mis
adentros: Ve buscando un palo porque este hijueputa te descojona, el tipo era
un experto de verdad en artes marciales, yo iba caminando buscando a ver qué
coño agarraba pá metérselo al tipo por la cabeza, pero la secretaria que estaba
en la puerta, una bella persona, que nos quería a los dos, y que estaba
horrorizada oyendo los gritos que salían del despacho, salió corriendo
desesperada por los pasillos y fue a buscar a uno de los jefes principales del
Departamento: ¡Mira estos locos se van a matar ahí, se van pá lla´pal parqueo!
El tipo vino corriendo, corriendo, corriendo, nos paró a los dos, nos viró y
nos sentó: ¿Ustedes están locos? Nosotros sabíamos que en la paranoia de mierda
de ese estado policíaco a nosotros nos podían estar grabando las conversaciones
en las oficinas, él sigue: ¡Ustedes están locos!, ¿dónde está la cultura y la
disciplina? ¡Juan Antonio ahora el que va a salir pa´l parqueo eres tú!
¡Ven pá cá! Y me lleva pa´l parqueo, pero era para evitar los micrófonos. –De
nuevo el doctor Blanco toma las riendas y sigue explicando–: Y me dice: Juan
Antonio, ¿cuánto tiempo tú llevas aquí con nosotros? Aquí, como analista
de escenarios políticos, un año. ¿Y cuál es el problema? Coño en un año llevo
como cuatro propuestas aquí y este tipo ni me contesta. Y aquel hombre me dice:
Bueno, tu problema es que eres nuevo aquí y no entiendes que a Fidel Castro no
le interesan las relaciones con Estados Unidos... Tú no sabes eso, yo si lo sé
y los más viejos aquí lo sabemos, nuestra función aquí no es restablecer las
relaciones con Estados Unidos, es evitar que tengamos una guerra pero a la vez manteniendo
el conflicto dentro de unos parámetros controlables; nuestra función es influir
en el Congreso de los Estados Unidos, en los medios de prensa, proyectando que
somos gente de paz, que queremos la relación y que son los otros los que no
quieren las relaciones pero no para procurar un auténtico diálogo y
llegar a una negociación real en esto. Fue un balde de agua fría. Hasta ese
momento yo creía en Fidel Castro ¿no? Creía en las cosas que le decía a los estadunidenses
que yo llevaba a reunirse con él. Y siguió: Quien te lo dice fue uno de los
negociadores con Kissinger y me enteré de la operación de Angola por los
periódicos. Más agua fría. Primero Fidel pidió, y pidió, y pidió, y
Kissinger y los Estados Unidos cedieron a todo lo que él pedía, al punto de que
incluso lo del embargo Kissinger se lo levantó a todas las filiales de empresas
trasnacionales americanas que estuvieran en otro país. Aquello era palpable en
La Habana, allá tú veías carros Chevrolet, Oldsmobile que los habían comprado
en Argentina a la Junta Militar y los habían llevado para Cuba porque ya el
embargo no estaba funcionando por órdenes de Ford y Kissinger; los límites territoriales
para que los diplomáticos se movieran en Nueva York los habían quitado, todo,
todo, todo, todo lo que les pidieron y cuando todo eso falló, lanzó una gran
provocación. Lo que decía aquel alto funcionario coincidía con otras cosas que
ya yo sabía. Cuando todavía estaban negociando con Kissinger, Fidel orientó privadamente
a un alto funcionario que hiciera un discurso muy fuerte demandando la libertad
e independencia de Puerto Rico. Se decía en La Habana que la mejor manera de tú
transformar a los americanos en el hombre lobo con una luna llena era
mentándoles la independencia de Puerto Rico, eso los sacaba de quicio
totalmente. Sin embargo, Kissinger asimiló aquello, protestó, pero no hizo
nada, continuó las negociaciones. Cuando aquello falló cogieron a Caamaño, que
llevaba en Cuba no sé cuántos años desde la guerra de los constitucionalistas
en el 65 en República Dominicana y lo embarcan para allá para que se diera el
escándalo, yo vi la entrevista de Kissinger en Meet the Press, cuando le preguntaron ¿y Caamaño de dónde salió? No
sabemos. ¿De dónde diablos iba a salir? ¿De La Florida? ¿De Islas Caimán? ¿De
Cayo Sal? ¿De Haití? ¡Salió de Cuba! Y Kissinger sabía que estaba en Cuba, ¿te
das cuenta?, y aquello tampoco hundió las conversaciones. ¿Qué fue lo que hizo
entonces Fidel? Mandó 25 mil hombres a Angola, y ya aquello era… demasiado”.
Testigo excepcional de mil peripecias en la isla narra que una vez
electo Carter como presidente en el año 76, le manda de inmediato un mensaje a
Fidel, el cual le llega cuando está reunido con personas de su confianza. “Él
lo lee, se echa a reír y comenta: Dice que quiere reanudar las conversaciones
donde Kissinger las dejó y abrir las embajadas, lo antes posible, dejen que él
vea el regalito que le tengo preparado. El regalito que le tenía preparado era
intervenir con otros 25 mil hombres en Etiopía, Carter que es un creyente no
solamente religioso sino un impulsor de la paz, pero con una fuerte resistencia
de los sectores conservadores de su propio gobierno que decían:
presidente mire lo que está pasando. ¿Te das cuenta? Yo seguí arreando y
llegó la Perestroika, a mediados de los 80, viene la caída del Muro en el 89, y
entonces me digo a mí mismo, ya yo no tengo la fe que tenía antes en Fidel
Castro con todo lo que vi, toda la historia de cómo saboteó varias veces las
relaciones con los americanos, porque además no hay nada más egoísta que eso.
¡Coño es tu pueblo el que está pasando trabajo, y hambre, y tú podías haber
avanzado en esta cosa y lo que hiciste fue torpedearla! Entonces me digo a mí
mismo: ahora la cosa es distinta porque se ha caído el paradigma del socialismo
y para esa gente beata de Moscú es como si se les derrumbara el Vaticano junto
con el Papa. Este es un buen momento para apostar a desarrollar la sociedad
civil y quizás yo pueda jugar un papel reformista en fomentar la sociedad civil
porque tengo buenos contactos y tengo credibilidad… puedo crear una narrativa persuasiva para influir
sobre las mentalidades conservadoras e irlos llevando a que emprendan el camino
de la reforma. Así empiezo a tratar de crear una ONG que finalmente después de
tres años pude legalizar y convierto aquello en un think tank. Renuncié al Departamento de América del Comité Central,
me la jugué, estuve dos años en la calle, mientras legalizaba la ONG, porque
mientras no estuviera legal no podía recibir apoyo de ninguna organización
internacional. Yo, sin un empleo en
ninguna parte, tenía que vivir de lo que pude reunir vendiendo una alfombra que
había traído de Afganistán y la vendí en no sé cuánto, un tocadiscos que había
traído de Nueva York y lo vendí en no sé cuánto, y así fui vendiendo cosas que
con el nivel de inflación que había en aquella época me hice de suficiente
plata y con eso pude sobrevivir, era como tener un salario, mientras seguía
viviendo en la casa de mi madre que falleció también, poco después que mi padre.
Presento mi renuncia al Comité Central, les digo que me voy, no me voy porque
me botan, me voy honorablemente porque no quiero seguir trabajando allí ni ser
funcionario del estado sino apostar al desarrollo de la sociedad civil y empiezo
a trabajar en la ONG, a dar conferencias, a escribir y cosas así”.
© Alfredo
Cedeño
PS: La
próxima semana publicaré la tercera parte de esta entrevista.
1 comentario:
Buenos días. Larga tu entrevista. Interesante el relato de todos los entresijos de un gobierno dictatorial de izquierda radical. Da pistas para tratar de entender los que puede estar pasando en el nuestro. Un abrazo.
Alejandro Moreno
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