Entre miseria y miserables
hay un abismo a veces insalvable, es una sima que va mucho más allá de la mera
semántica. El diccionario de la Real Academia Española con consciencia de ello
coloca como tercera acepción de la segunda palabra: Extremadamente pobre. En
primer lugar: Ruin o canalla.
La miseria, o
pobreza extrema como gustan algunos decir, es terrible, dolorosa, implacable,
tiene olor a derrotas y humedad avejentada; sin embargo en medio de ella
sobrevive la generosidad más conmovedora. Recuerdo una casa en el barrio Los
Canjilones, de la parroquia La Vega, en mi Caracas natal, donde una muchacha, a
la que estaba enseñando a leer y escribir, cocinaba con una ternura infinita
para alimentar a sus hijos y todavía rebañaba en sus ollas para brindarme dignamente
un plato de comida. Más de una vez comí hurtándole
la mirada para que no notara la conmoción que me provocaba con su
desprendimiento hasta hacerme llorar.
Ese recuerdo
multiplica mi indignación ante estas dos historias. Meses atrás en la muy
chavista ciudad de Miami, y digo chavista porque no hay otra que le guste más a
los herederos del Atila del Siglo XXI, y más específicamente en Brickell, y
para más precisión en la discoteca BLUME, 1421 South de la Miami Avenue, se desarrolló
esta escena el pasado 2 de febrero: Un miembro del alto mando del despacho que
encabeza la muy comprometida ministra del área penitenciaria, pagó 20.000 ¡VEINTE
MIL! dólares para que su mesa estuviera llena de gente bella y fuera la más
viva de la noche. El consumo permanente fue Dom Perignon. Al terminar la farra,
él se encaprichó de la muchacha que los había atendido e insistió impertinentemente
para que se fuera con él, sus compañeras me narran su actuación desagradable,
al marcharse le dejó a ella de propina 2.000 ¡DOS MIL! dólares mientras le decía:
Te lo pierdes.
No es el único
caso. Meses atrás, allí mismo, un vociferante rojo rojito se prendó de otra, le
hizo todo tipo de avances, ella se dedicó a trabajar. Al final, el muy revolucionario
cliente firmó el recibo de la tarjeta y colocó 5.000 ¡CINCO MIL! dólares de
propina. Ya va, no termina el cuento, seguidamente le dijo con tono tartajoso:
Si quieres le pongo otro cero, pero ya sabes, te vienes a pasar la noche
conmigo.
Miserables es
poco para como merecen ser tildados estas basuras que siguen desangrando
nuestro esquilmado país. Peores son quienes habiendo tenido cómo ayudarnos a
zafar de ellos se han dedicado a cultivar su propia agenda. Tan ruines como unos
son los otros.
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
Los miserables son supraracionales, filantropos, tal como se aprecia en la historia contada del miserable que quería ayudar y arreglar financieramente a la muchacha que le atendía en ese lugar.
Etanislao Vergara
Sera que escribo lo que pienso, da asco ver esas situaciones y tiene razon ,peores son los que han podido ayudarnos a zafar de ellos se han dedicado a cultivar su propia agenda y no me digan divisionista , pero de que los hay los hay.
Zulma Bermudez Guere ·
Medico Residente de post grado Cirugia General en Universidad de Carabobo
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