Las ilusiones son como el guiño del amanecer cuando
llega el día, se alzan sobre el horizonte como un gato que enarca su lomo para
desplazarse con gracia indefinible por sus espacios. Ellas son breves saltos
del infinito al quehacer diario para encender faroles en las oscuras
desesperaciones, en sus parpadeos caben las certezas de la mortalidad de la
noche.
Los sueños son
torpes por lo general, en pocas ocasiones son ágiles, les ocurre que suelen
enredarse en sus propios vapores y van dando bandazos por el borde de los
escenarios, y muchas veces se embriagan de fracaso. Es habitual que den tumbos como un niño cuando es castigado de manera injustificada, por eso es que
no hay nada más criminal que los castigos a los futuros ciudadanos.
Las quimeras son
saltos al vacío que se convierten en arcoíris sobre los cuales se fabrican
imposibles con gestos obstinados, pese a las burlas de quienes rodean a los
soñadores. Ellas poseen la dulce habilidad de abrir su abanico de colores por
lo general en un cielo muy encapotado y plantar un mohín de esperanza hasta en
el más duro ceño.
Los anhelos tienen
olor de piña y mandarina, con toques de sal gruesa y un pellizco de ají
picante, acostumbran llenarte la boca a toda hora; por eso es que los soñadores
desahuciados no dejamos de remar para tratar de llegar a la orilla de los
imposibles, pese a tener consciencia de su posible inutilidad. ¿Quién dice que hoy
no es cuando vas a poder alcanzarla?
Las fantasías tienen
el timbre de la gloria en sus movimientos, les fascina sembrar certezas
triunfales en las huellas de los más humildes hasta que las campanas riegan de
tañidos primorosos los caminos.
Los espejismos
saben volar sobre el miedo para convertirse en invencibles guerreros de
triunfos inolvidables. A ellos les gusta ser un celaje que riela al filo de la
medianoche, mientras marcan un compás de niños alborotados que hacen naufragar el
olvido.
Todo eso es lo
que esa manada de bestias torpes y malolientes que se autodefinen como
herederos del Socialismo del Siglo XXI trata de acabar. Los pobres infelices no
terminan de entender que nunca se pudo construir una jaula suficientemente
fuerte, ni grande, donde cupiera la certeza de que las esperanzas son verdes y
nunca cesan de retoñar. Ellas suelen hacer que los cretinos paguen cada cuota
de la deuda que han adquirido con su prójimo.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Sueños y esperanzas que nunca mueren. Ojalá pronto sea algo más que sueños y esperanzas. Gracias Alfredo.
Alejandro Moreno
Felicitaciones apreciado Alfredo. Todo un poema. Lo estoy divulgando, abrazos
Eddie Ramírez
Sueños y esperanzas siempre retoñando... ¡Vivas!
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