Entenderse a
uno mismo es tarea más que ardua, a veces dolorosa y muy dura; cuando se trata
de entender al otro un manto de
comodidad nos llama al engaño y presumimos de lo fácil que puede llegar
a ser. Es una suerte de comedia que por confort, o conveniencia, muchos
representan sin que ello les represente peso alguno en la conciencia –si es que
tienen–; el compromiso con uno y los otros se irrespeta a carta cabal, en el
fondo todos juegan a hacer y decir lo que se espera que hagamos o digamos pero
sin pasar a nuevos estratos del verdadero entendimiento. Ya podemos imaginar lo
que significa cuando se trata de entender al país.
Se da por sentado
que al comprender, cualquiera sea el objeto de nuestra atención, aprendemos a navegar por entre todo tipo de
escollos hasta alcanzar el mejor atracadero. No obstante, lo que suele ocurrir
es que vamos dando tumbos entre agudos riscos y dejamos jirones de nosotros
hasta terminar atravesados sobre las barreras que no supimos vadear. Pese a
ello, insistimos en cruzar los atascaderos en los que se nos suelen extraviar
los pasos. ¿Será que nos empeñamos en
entender lo que no puede ser entendido y que está condenado a permanecer en el
territorio de lo ignorado?
A la vez que se
entiende se juzga, es instintivo, y se supone que, en cuanto seres pensantes
que somos, no debemos, por más que podemos, dejarnos arrastrar por la
irracionalidad que entraña los instintos. A los hombres se nos han ido siglos
en tal nido de conflictos que hasta ahora luce irresoluto. Se pueden llenar
bibliotecas con todo lo escrito al respecto, han surgido expertos y exégetas en
el área, abundan defensores y sobran detractores, es lo que llaman un auténtico
galimatías y seguimos sin entender, y mucho menos sin entendernos.
¿Cómo aprenderse,
en tanto que a ello lleva el conocimiento, a uno mismo y a quienes nos rodean?
¿Cómo dilucidar nuestro país sin que los instintos nos terminen por despedazar
con rabia caníbal? Es urgente hacerlo, sin abandonar las pautas de libertad,
ley y justicia que han sido, hasta ahora, las mejores normas que hemos logrado
encontrar para por lo menos convivir sin descuartizarnos unos a otros. Urge
hacer el esfuerzo de entender a
cabalidad lo que somos para evitar que algunos jamelgos de pésimas mañas nos
tracen de nuevo la ruta. Entender es crear, es abrirse a nuevas realidades y
construir el país que todos esperamos y sabemos que nos corresponde.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Alfredo:
Estás escribiendo como un sabio filósofo. Es la grata y saludable impresión que navega en el texto que acabo de leer. Me ha impactado y conmovido tanto que al acabar de leerlo me he puesto a escribirte estas estremecidas palabras de aplausos.
Rodolfo Izaguirre
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