Nada más falso
que la verdad, o al menos pocas palabras son más acomodaticias que ella. Se usa
el manto de la interpretación para justificar lo que no puede ser sustentado de
manera ética, de esa pequeña cosa que llaman moral y que, por lo general, para aquellos
que presumen de pensamientos progresistas suele ser de flexibilidad
inimaginable. No faltan aquellos que para otorgar blindaje científico a sus
desbarres agarran por las mechas a Einstein y con voz docta explican aquellos
de la relatividad. Y así se nos va la
vida, sin ponernos de acuerdo en que es lo cierto y que es lo falso, puesto que
uno y otro tienen sus fidelísimos seguidores a semejantes adalides.
La verdad se ha
convertido en un dogma muy peculiar, al punto que sus exegetas más sesudos hacen
parecer unos soberanos pendejos a Atanasio de Alejandría, Agustín de Hipona,
Calvino y Tomás de Aquino. Los no legos somos rápidamente escaldados con el
último mantra en boga: guerrero del teclado, dicho o escrito así como quien
bisbisea: pupú de perro. Hay una sola verdad, perdón, dos verdades. La que
enuncian la trágica trinidad de Maduro-Diosdado-Rodríguez, y aquella que
proclaman los caudillos de turno en ese saco de gatos realengos que llaman
dirigencia opositora. ¡Ay de aquellos que osen cuestionar alguna de las dos!
En la manada roja
se ha visto como han rodado las cabezas ajenas y las de ellos mismos. ¿Acaso el
general Baduel no fue pieza de ellos? ¡Y qué decir de Rodríguez Torres, Makled,
Hugo Carvajal, Figuera, et alii! La cacería de los extraños a ellos ha sido una
verdadera carnicería, y creo que no es necesario abundar en el inacabable
listado de víctimas de este estupro hecho gobierno.
En este lado de
la calle hemos visto rotar la verdad desde aquella entelequia bautizada
Coordinadora Democrática, pasando por distintas organizaciones de todo orden y
pelaje, hasta desembocar en la no menos achacosa MUD. En todo momento los
intentos organizativos han blandido como escudo que son una senda política a
través de la cual Venezuela recuperará la vereda democrática a través de las
conversaciones y el nunca bien entendido diálogo. Mientras tanto la saña
oficial se ha cebado sobre todos nosotros diezmando a conciencia toda
iniciativa que cuestiones su legitimidad. Cuando, no pocas voces, hemos pedido transparencia
se nos dan coscorrones de todo tipo, muchas veces a través de sus plañideros
y/o corifeas, mientras nos acusan de estimular la antipolítica y de ser
"colaboracionistas" de Chávez y Maduro.
Para seguir con
el incordio, en el que no cesaremos ni ahora ante la peste colorada, como
tampoco lo haremos en el momento que salgamos de ella, no vamos a dejar de
llamar las cosas por su nombre y allá cada cual con su elucidación de la
verdad. No caeremos en la simpleza alcahueta de abrir los brazos a quienes
masacraron a nuestros muchachos, familiares, vecinos y dirigentes honestos; es
imposible que en aras de un supuesto rescate del país abracemos a quienes
crearon listas para perseguir a quienes pensamos diferente; es insólito que se
nos pida sumisión para liberarnos de ella. No pidan obediencia a una verdad que
cada bando ha creado según sus intereses.
© Alfredo Cedeño
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