Una particularidad que caracteriza a
esa fauna es su cara imperturbable ante cualquiera sea la situación. Son
expertos jugadores de póker que mantienen un gesto adusto e inmutable. Sea cual sea la barbaridad que digan o
cometan, lo podemos ver en breve afirmando justo lo contrario. Cuando los
sorprenden en el embuste, contradicción le llaman los catedráticos, la primera
salida es acusar a los periodistas de haber manipulado lo que trató de
manifestar. Al demostrarse que no es así aseguran con gesto de vestal ofendida:
“Las condiciones han cambiado, y solo un estúpido no modifica su pensamiento”.
Y así se nos ha ido la vida. Los podemos ver llevando una existencia
feliz. Comen, viajan, gastan, compran, joden, todo a costilla del quehacer
político. Ninguno, léase bien; NINGUNO, vive de otra cosa que no sea de los
negocios a expensas del erario. Ellos pasean felices y al paisano de a pie solo
le queda estirar una mano mendigando.
Podrían llenarse miles de hojas con las jugarretas de esta
gente que, invariablemente se ha dedicado a atiborrar sus faltriqueras, y la de
toda la corte de lambiscones de los que suelen rodearse.
Y siempre, siempre, siempre, entonando el mantra de su
sacrificio por el bien de la nación. No
olvidemos que junto a ello exigen un absoluto vasallaje de la ciudadanía a cada
uno de sus desbarres. Cuando alguien los emplaza suelen ofenderse. Ante
cualquier desastre achacan al electorado de su mala elección.
Mientras tanto ellos siguen en su cuchipanda desenfrenada,
son de apetito pantagruélico. No son extraños los casos como los de Juan Carlos
Caldera, quien siendo diputado de Primero Justicia y representante de esa tolda
ante el CNE, apareció en un video recibiendo fajos de billetes. Luego de su
respectiva cuarentena, y silencio de rigor, por ahí sigue buscando una teta que
ordeñar.
Debe
decirse que él no es un extraterrestre, para nada, él es la manifestación por
excelencia de nuestra secta política. En las elecciones legislativas del 1998,
cuando todavía existían dos cámaras en el Congreso de la República, los
principales partidos obtuvieron 33 senadores de 54 que constituían la del
Senado. El partido de Chávez 8. En Diputados, lograron 114 de 207 y Chávez
35. Pese a ello, e invocando el espíritu
“político” A las fuerzas de la barbarie se le otorgó la presidencia del Senado,
y al señor Capriles Radonski la de Diputado.
En diferentes conversaciones privadas
era común escuchar, palabras más o frases menos, algo así: “Eso no es nada, la
institucionalidad no podrá ser atropellada por ese patán. Además, ¿quién sabe a
la hora de las chiquitas cómo se maneja el aparato estatal? Está en nuestras
manos, le guste o no.”
Y así vimos el miércoles 16 de
diciembre de 1998 a Raúl Pinto Peña, Enrique Ochoa Antich y Viviana Castro,
integrantes de la Junta Directiva de la Fundación para los Derechos Humanos,
introducir ante la otrora Corte Suprema de Justicia un escrito en el que
asentaban: “...ha sido propósito nacional, recurrentemente propuesto producir
una profunda reforma de nuestra Constitución.”
Fue como dieron piso legal a la bendita Asamblea
Constituyente del nunca bien denostado comandante intergaláctico. En un gesto de clara alcahuetería Cecilia
Sosa Gómez el martes 19 de enero de 1999 firmó la sentencia que daba luz verde
a la Asamblea Constituyente chavista.
Al poco tiempo surgieron voces como
las de Jorge Olavarría, que el lunes 5 de julio de 1999, en su discurso como
orador de orden en el aniquilado Congreso Nacional, al conmemorarse los 188
años de la Independencia de Venezuela, afirmó: “Estas no son las amenazas de un
reformador que se niega tercamente a ser reformado. Son los anuncios de un
destructor”.
Y la casta de nuevo reaccionó. La ya citada Sosa, por
aquellos tiempos todavía presidenta del máximo tribunal venezolano, abandonó
tempestuosamente, en medio del discurso del orador de orden, el hemiciclo
mientras manifestaba su indignación ante el irrespeto a un acto solemne…
Otro que se rasgó las vestiduras fue Henrique Capriles, quien
al finalizar el acto rechazó el discurso y se opuso a la solicitud de Olavarría
en su propuesta de enjuiciar al jefe del Estado. Además de ello lamentó mucho que se hubiera
utilizado la tribuna del Congreso de la República para un discurso que no era cónsono
con la fecha que se celebraba y “pidió disculpas a la población venezolana”.
Son, como decía mi padre, el mismo negro con diferente
cachimbo; son todos esos ahora proclaman que es deber patriótico acudir a unas
elecciones regionales. No sé qué es más indignante si la acción en sí, o el
tono de esta parranda de mequetrefes que andan haciendo encendidos llamados.
Todos aseguran que la vía es participar en la payasada del próximo 25 de
mayo.
No es votar, es botar del poder y sus circuitos sucedáneos a la
casta completa, chavista y opositora, que solo está velando por sus bolsillos. Y no es con unas elecciones preñadas de
fraudes que lo podremos hacer.
© Alfredo Cedeño