Las cartas de amor que escribí en mi infancia eran memorias
de un futuro paraíso perdido. El rumbo incierto de mi
esperanza estaba signado en las colinas musicales de mi
país natal.
Estos versos
son de Juan Sánchez Peláez, los publicó en 1951 en Elena y los elementos. Sánchez, aseguró su tocayo Juan Liscano “con
su escritura abierta y su actitud existencial señaló un camino nuevo en nuestra
poesía.” Él debe haber andado cuando
niño estas calles hoy preñadas de abandono
que aquí muestro.
Lucas
Guillermo Castillo Lara y Adolfo Rodríguez coinciden en afirmar que Altagracia
de Orituco, ubicada en el nor-oriente del estado Guárico, fue fundada a fines del siglo XVII, en 1694 para ser precisos,
aunque es pertinente señalar que estos parajes fueron transitados desde el
siglo antes por los exploradores europeos.
Si bien no hay documentos que lo demuestren, no hay dudas de que cuando
Garci González de Silva es enviado a la conquista de la provincia de los
Cumanagotos por el entonces Gobernador Juan de Pimentel, pasó por acá.
Refieren las
crónicas que la expedición del conquistador oriundo de Mérida, Extremadura,
salió de Santiago de León de Caracas el sábado 6 de abril de 1579, con rumbo a
los valles de Aragua, y como especula José de Oviedo y Baños en Historia de la
conquista y población de la
Provincia de Venezuela “huyendo de que los Cumanagotos
tuviesen noticia de su entrada, dejó la vereda de la costa que era la más
conocida, y formando un medio circulo
para los valles de Aragua, atravesó por los llanos…”. Con sus 130 soldados
González de Silva tuvo que cruzar el valle del Orituco, pero, como ya escribí, no
quedó referencia alguna respecto a ello.
Ahora bien,
sabemos que su nombre original fue Nuestra Señora de Altagracia de Orituco, y
hay quienes aseguran que comenzó el 1 de marzo de 1694 cuando se llevó a cabo
la adjudicación de un terreno para reubicar a un grupo de indígenas
Guaiqueríes, quienes habían pertenecido a la encomienda del Capitán Joseph
Salvador de Medina hasta 1687, cuando cesó dicho régimen socioeconómico. La
dicha concesión territorial se llevó a cabo por mandato del Gobernador de
Venezuela, maestre de campo don Francisco de Berroterán, quien autorizó al
cabildo de San Sebastián de los Reyes para realizarlo; y fue ejecutada por el
Capitán Nicolás García Mujica –a quien algunos documentos a veces identifican
como Nicolás Garmendia Mujica–, Alférez Real y Alcalde ordinario. Años después
esta población fue constituida como Ciudad de doctrina, con el visto bueno del
entonces Obispo de Venezuela Don diego de Baños y Sotomayor.
En
este punto quiero hacer referencia al nombre de esta población guariqueña. Hay
quienes testimonian que Orituco es la hispanización del vocablo quechua
Uritucu, que significa muchos loros y que Uritu-cu terminó pasando del inca al
español como Orituco… Lo cierto es que en julio de 1634 cuando Domingo de
Ibarra realiza una visita eclesiástica a la zona identificó al río y la región
escribiendo claramente la palabra Orituco.
También
la tradición oral, que ha terminando siendo recogida por algunos autores, achaca
su nombre a un litigio entre el Cacique Chapaiguana y el vasco Joseph Diego de
Aragort Yriarte. Cuentan que el jefe indígena recurrió al Consejo de Indias
exigiendo le fuera devueltas unas tierras de su propiedad que habían sido
usurpadas por Aragort. El cuento de marras prosigue asegurando que el cacique
ganó el caso y que el rey de España, conmovido por su fidelidad, le concedió la Alta Gracia de no
pagar impuestos reales por lo que a partir de ese momento sus tierras
recibieron el nombre de Altagracia de Orituco.
Muy bonita la
reláfica, pero Julio José González Chacín le da mientes y afirma “Altagracia de
Orituco se funda en el año 1.694 y Don Joseph Diego de Aragort Yriarte nace en
el año 1.752 y fallece el año 1.814. Lo que si es cierto lo del litigio por las
tierras, pero para el año 1.814 aún no se había dictado sentencia y al parecer
este litigio se quedó así, tanto por la muerte de Don Diego como por la Guerra de Independencia.”
Otro que
anduvo por estos lares fue el obispo Mariano Martí, quien durante su “visita
pastoral de la Diócesis
de Caracas” llegó allí la tarde del sábado 16 de marzo de 1793. Se puede leer
en los documentos del sacerdote: “Este
pueblo o Curato es de Doctrina de indios, cuyo número es de cuatrocientos y
uno, y los restantes, hasta el número de novecientos y sesenta y ocho, que es
el total de esta feligresía, son blancos, negros, mulatos, sambos, etc., de
manera que estos son 567 y los indios 401. Estos indios son guayqueríes o de
nación guayquería. Hay también acá algunos indios de otras naciones, venidos de
otros pueblos de esta provincia, pero la mayor parte son guayqueríes. No son
tributarios; hasta ahora no han pagado tributo alguno.”
Martí
le describe a fines del siglo XVIII así: “Este pueblo no está en llano y está
entre cerritos y es ventoso de incómodo por lo mucho que sopla el viento que
viene del Norte y de entren el Norte y Oriente, que me parece no es del todo
bueno, y no falta quien diga que este viento trastornó la cabeza del Cura
doctrinero propietario Gonzales Fonte, que está loco en Caracas. El agua de
este río de Orituco es de las mejores de esta provincia, según mi parecer. (…)Este
terreno produce maís, yuca, arros, cacao, caña dulce, plátanos y quanto se
siembre en las vegas de este río Orituco, y fuera de las vegas del río, son las
tierras buenas para ganado.”
Podría
continuar transcribiendo infinidad de citas y testimonios que patentarían aún
más lo que esta población guariqueña ha significado en nuestra historia.
Todavía Altagracia de Orituco es una de las principales puertas de entrada a
los llanos venezolanos, sus alrededores son vigorosos productores agrícolas y
pecuarios, su gente se mantiene aferrada a ella en una delicada simbiosis donde
cada uno entrega lo mejor de sí: tierra y hombre se amalgaman fecundos.
Por
todo ello es que uno al recorrer Altagracia no puede dejar de preguntarse: ¿Por
qué carajos el intento de dejarla morir de mengua? Sus calles bullentes
anuncian un ritmo vertiginoso donde, pese al abandono y deterioro de un
patrimonio secular, se siguen construyendo razones que vinculan su gentilicio
al país.
Otro
hijo de este pueblo, el también poeta Juan Calzadilla en Manual de extraños, de 1975, dejó unos versos que proverbiales
parecen explicar el nexo entre los gracitanos
y su tierra:
Alrededor te tengo ciudad
me tienes somos el uno en el otro
la partida y el regreso fijos en el centro
del camino
el sol blanco que para reconciliarse
graba signos cabalísticos en nuestras sienes.
© Alfredo Cedeño
4 comentarios:
Cuando escribes aprendo historia y conozco mejor a mi país, pero , Venezuela va en franco deterioro, lamentablemente, tú eres quien me recuerda que el país tiene historia.
Maríu Ríos
El maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad; más que inteligencia, tener bondad y dulzura y por medio de tu pagina nos damos cuenta de la extraordinaria riqueza de nuestro PAIS...mis mas sinceras felicitaciones...excelente trabajo que dia a dia diezma en nuestro amor NACIONALISTA......
Le maquinisme qui crée de la richesse dans necessitat deixa ens. Le coneixement nostre a fet cínics ens, la nostra intel · ligència, durs i secondes. Pensem massa i sentim mue poc. Mois qui màquines, Necessitem Humanitat, que intel · ligència mois, TENIR Bondat i dolçor i teu par mitjà la page adonem de l'ENS de nostre richesse du pays extraordinaire ... els meus felicitacions Sincères mois ... Excel · lent treball que chaque delma jour à Nostre amour NATIONALISTE ......LENGUA FRANCESA.
Escrito con muy buen gusto, amigo, y tu agradable decir.
Abrazos
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