Comienzo
revelándoles que tuve serias dudas sobre cual de las imágenes, que hice en esta
comunidad guariqueña de la que hoy escribo, utilizar para abrir este trabajo. Éste,
como muchos otros pueblos de Venezuela tiene apenas dos calles: Una viene del
abandono, de la desidia, del olvido. La otra va hacia el esfuerzo, las ganas de
surgir, la voluntad de mantenerse aferrado a la vida y el aporte al país de un grano
de arena con raíces para que el viento no lo arrastre implacable.
Jugando
sobre el mapa, y sin herramientas muy de fiar que se digan, calculo en una
treintena de kilómetros la distancia que hay en línea recta desde este pueblo
hasta Altagracia de Orituco; sin
embargo, es necesario dar un rodeo de casi dos horas para llegar allá luego de
transitar por una infernal carretera de la que les mostré un breve segmento al
mero comienzo. Les doy fe que hay trozos en peores condiciones. Lo indignante
del caso es que esa carretera fue “reparada” por una empresa de un señor llamado Enrique
Lozada, quien me aseguraron cobró como realizada la obra y luego se pintó de
colores con sus bolsillos debidamente repletos y dejó la carretera más vuelta
vainas que nunca.
Sabana
Grande de Orituco, a la que en el norte del estado llanero conocen como Sabana Grande, es la capital de la pomposa Parroquia Soublette y forma parte
del no menos ostentoso Municipio Autónomo Federal José Tadeo Monagas que, como
expliqué al inicio, forma parte del estado Guárico. Con una altura inferior a
los 500 metros
sobre el nivel del mar, y con excelentes terrenos, sus territorios la han
convertido en gran productora agrícola y pecuaria. Vastas plantaciones de sorgo que se observan
en sus alrededores y enormes rebaños de ganado vacuno así lo demuestran.
Y
junto a los grandes hay un rosario de pequeños productores que se ganan la vida
con un pulso admirable. Un piélago de siembras de parchita, lechosa, yuca,
limón, tomate, ají, pimentón, melón, aguacate, entre muchos otros rubros, así
como de productores de queso y ganado porcino lo demuestran.
Algunas
voces me acompañan mientras recorro el pueblo y dejan caer quejas de la dejadez
que pretenden enmascarar con ayudas oficiales, la vaina es que se quedan en
manos de unos cuantos vivales. El drama
de siempre.
Esta gente, no
obstante, lo único que exigen es un trato digno, que les doten de una vía de comunicación que
les permita transitar con un mínimo de comodidad. “Teniendo carretera nosotros
resolvemos como sacar lo que producimos, pero en esta isla en que nos tienen
vuelto el mundo es bien poco lo que podemos hacer”.
Para
sus estudiantes de educación media no hay un programa de transporte eficiente. Hay
liceístas de los alrededores que para llegar al plantel caminan kilómetros y
kilómetros para llegar extenuados a clases. “Es que a veces no pasa nadie que
nos de el empujoncito, y cuando una empieza a ver que no va a llegar, pues se
apresta y empieza a echarle pie para llegar”. Ella no alcanza los quince años,
pero su temple es manifiesto.
Camino
y voy haciendo fotografías, hay quienes me asocian con organismos oficiales,
otros con algún medio de comunicación. El resquemor es de uno y otro lado.
Paseo, miro y oigo. Algunas voces destempladas gritan de una acera a otra de la
calle: “Así tienen en catorce años lo que debía ser la reina de la producción,
y quieren seguir… ¡Será pá que nos terminen de acabar!” Una sonrisa socarrona
de otro paisano es la respuesta.
Lo
cierto es que esta población ni señal decente de telefonía celular tiene. Sus
habitantes se las ingenian para ubicar los lugares en los cuales se recibe
mejor a una u otra operadora; es común ver a los policías desplazarse en las
patrullas hasta las afueras del pueblo para enviar y recibir mensajes, llamadas
y demás sucedáneos de los teléfonos móviles. Lo mismo hacen los vecinos en sus
motocicletas, bicicletas y vehículos.
Podría
seguir enumerando una inacabable ristra de vicisitudes, lo cual no honraría en
nada a los naturales de Sabana Grande de Orituco. En ellos nada hace mella para
proseguir afincando los pies sobre su tierra y hacerla parir como han hecho
hasta ahora.
Les
confío mi desconcierto al salir de ahí, ya que al darle mil vueltas en la
cabeza a lo que acababa de ver, y es un ejercicio que siempre llevo a cabo, me
encontré que no iba rabioso, ni resentido. Me sentí lleno de esperanzas, de
fuerzas, de ganas de seguir. Sabana Grande de Orituco me hizo vivir con
claridad lo que es mi Credo particular, los inolvidables versos de Antonio Arráiz:
Aunque seas mala madre,
estaré adherido a ti, Venezuela,
adherido de amor;
y subirme sentiré, de ti, buena o mala,
tu vida propia, como savia.
© Alfredo Cedeño
8 comentarios:
Alfredo, quiero que decirte que siempre te recuerdo con cariño y aprecio mucho tu trabajo, sé que no te deja dividendos pero estas aportando, estas sembrando en el País en contrastes con la inmensa cantidad de saqueadores que nos rodea y que cada día más nos empobrece. Por ello es refrescante mirar esas bellas imágenes de la otra Venezuela que tenemos el privilegio de haber conocido.
Un gran abrazo de hermano
Angel Echeverría
Me hiciste recorrer el pueblo.
Raquel Garcia
Hermoso paseo Amigo. Gracias.
Ylleny Rodríguez
Hermosa fotografía, muy interesante historia en una muy triste realidad.
Mrly Cord
Excelentes imágenes, te felicito.
lindo paseo de este pueblo muy recordado por mi. donde ire dentro de poco.
interesantes tus fotos....estube en ese pueblo recientemente, esta abandonado por el gobierno local pero al igual muy bonito y tranquilo...
Alfredo, Soy Roger Lopez Boyer. Quede impresionado por tus fotografias. Naci en Sabana Grande de Orituco en el ano 1940 y mis padres emigraron de alli para Ocumare del Tuy Aprox. en 1943. Este pueblo, tuvo una importancia en la epoca pre-pretrolera por sus recursos agropecuarios, luego la gente emigro a las ciudades buscando mejores condiciones de vida. Mis padres que eran de San Francisco de Macaira siempre recordaban estos pueblos con mucha nostalgia. Actualmente soy ciudadano americano y todavia deseo un gran futuro para la patria que nos vio nacer. Saludos y estoy a tu orden para algun comentario.
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